Existe cierta expectación en torno a la sesión de otoño del Comité Central del PCCh, iniciada el día 8 en la capital china. Precedida por el seísmo de la destitución del jefe del Partido en Shanghai y la imposición de numerosas sanciones ejemplares a lo largo y ancho del país, está por ver si a […]
Existe cierta expectación en torno a la sesión de otoño del Comité Central del PCCh, iniciada el día 8 en la capital china. Precedida por el seísmo de la destitución del jefe del Partido en Shanghai y la imposición de numerosas sanciones ejemplares a lo largo y ancho del país, está por ver si a raíz de esta sesión, podría alcanzar incluso a algún miembro del Comité Permanente del Buró Político. Desde hace meses, Huang Ju, otro fiel a Jiang Zemin, está en el candelero y en las quinielas políticas chinas se apuesta a si permanecerá en el cargo hasta el Congreso de otoño próximo. Sus graves problemas de salud podrían facilitar una salida anticipada y airosa. En cualquier caso, Hu tomará buena cuenta de sus apoyos y de la correlación de fuerzas.
El contexto político en que se celebra esta sesión parece mucho más claro que el futuro de algunos dirigentes. Hu Jintao y Wen Jiabao parecen haberse repartido los papeles. Mientras el primero promueve una normativa que limita la circulación de la información de las agencias extranjeras, otro se apura a calmar a Occidente para asegurar que ningún medio tendrá problemas. Mientras Hu reclama un nuevo modelo de desarrollo y una selección más cuidada de la inversión extranjera, Wen asegura que todos los inversores siempre serán bienvenidos en China. Mientras, Hu se apresta a impulsar el nuevo campo socialista, Wen enfatiza que la reforma y la apertura no tienen vuelta de hoja.
Como hizo recientemente, durante la recepción conmemorativa del 57 aniversario de la fundación de la República Popular China, Wen multiplica sus declaraciones reiterando la vinculación de China al mundo, negando, sin que nadie le pregunte, cualquier duda respecto a las políticas fundamentales aplicadas en las tres últimas décadas. ¿Expresa alguna diferencia de criterio? Probablemente no. Wen es un administrador fiel a Hu. Pero los llamamientos a la calma quizás traten de poner el parche antes de la herida.
El centro de las tensiones pudiera estar relacionado con la sugerencia por parte de algunos sectores, de dentro y fuera del partido, que de nuevo apuestan por acelerar el paso de la reforma, desplegando una mayor iniciativa en lo político. Hu ha dicho claramente que no a ese proceso, dando a entender que el Partido tiene aún cuerda para rato y que debe revitalizarse a toda costa para garantizar la estabilidad. El PCCh debe hacer frente a dos desafíos importantes: el territorial y el económico, y en ambos intenta recuperar el control para que ni las provincias desoigan al centro ni el Partido pierda peso económico quedando a merced de los nuevos empresarios. Ambos frentes exigen fortalecer la autoridad del partido único rechazando, obviamente, cualquier atisbo de pluralismo, circunscrito a la vida económica. Así, las medidas adoptadas en los últimos meses en el marco de la campaña anticorrupción han convertido en papel mojado cualquier formulación seria del estado de derecho, aspecto de la reforma en el que han venido insistiendo los dirigentes chinos, al menos desde tiempos de Qiao Shi, en los años noventa. El avance o no en la regulación de la propiedad privada en la sesión del Parlamento del año próximo será otro indicador del rumbo a seguir por la China de Hu Jintao, si opta o no por ahondar en sus singularidades o avanza, al unísono con las exigencias internacionales, en el camino de la homologación sistémica.
A la espera de resultados palpables en la normalización de relaciones con Japón iniciada con la visita de Shinzo Abe, el diálogo multidimensional iniciado con EEUU y las concesiones que China pueda hacer a Washington para calmar su creciente ansiedad, será otro factor a tener en cuenta para conocer el punto de vista de Hu respecto al papel internacional de China en el futuro inmediato.
Esas son las dos claves, interna y externa, que están modelando el actual tiempo chino. El equipo de Hu Jintao tiene la segura convicción de que la etapa que se avecina puede ser decisiva para garantizar los dos valores que han connotado hasta ahora la reforma: la soberanía y la singularidad. Pero la carcoma que avanza entre bastidores puede acabar imponiendo otra realidad a sus deseos. ¿Estará a tiempo de evitarla o todos los frenos habrán saltado ya por los aires?
* Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China (Casa Asia-IGADI).