La situación creada entre India y Estados Unidos como consecuencia de haber doblado EE.UU. los aranceles a la India hasta un 50 % por comprar petroleo a Rusia, está reconfigurando la relación entre ambos países y, por extensión, está reordenando los equilibrios geopolíticos en todo Asia.
Estados Unidos e India: aliados incómodos
Durante años, Estados Unidos ha cortejado a India como parte central de su estrategia Indo-Pacífico para cercar el desarrollo de China en la región. Se ha promovido con fuerza el concepto de “aliados naturales” acompañada por ejercicios militares conjuntos, cooperación en defensa y compromisos de colaboración en desarrollo tecnológico. Pero esa situación ha empezado a resquebrajarse.
India no ha seguido el guión que Washington desea. Frente a la presión estadounidense para alinearse plenamente con su postura internacional, especialmente en torno a la guerra en Ucrania y el aislamiento de Rusia, Nueva Delhi ha respondido con pragmatismo: seguir comprando petróleo ruso a precios reducidos y vender parte de ese crudo refinado en el mercado global. La respuesta de Trump -imponer mayores aranceles y acusar públicamente a India- revela no solo un malestar creciente, sino una intención clara: forzar una subordinación estratégica. Pero esta presión, lejos de acercar a India al eje occidental, está empujando al país a reafirmar su propia autonomía.
Cómo se observa este distanciamiento desde Pekín
Desde el punto de vista chino, el aumento de la desconfianza entre India y Estados Unidos debilita uno de los pilares fundamentales de la estrategia de contención liderada por Washington. Si India resiste la presión estadounidense y mantiene su independencia geopolítica, el flanco sur de China se vuelve menos amenazante.
Además, el rechazo de India a sumarse a las sanciones contra Rusia -y su decisión de seguir comprando petróleo ruso- demuestra que el bloque occidental no tiene el control absoluto sobre las potencias emergentes. Esta actitud muestra con claridad que el orden internacional actual está cambiando, y que los países del Sur Global están priorizando sus propios intereses por encima de las presiones ideológicas de Occidente.
Desde China se observa con interés cómo India responde al chantaje arancelario estadounidense. Si Modi logra esquivar estas presiones sin ceder en aspectos esenciales, establecerá un precedente para otros países que deseen diversificar sus alianzas sin quedar atrapados en la lógica de bloques.
Una mayor autonomía de India no supone un acercamiento a China
Una India más autónoma no significa automáticamente una India más cercana a China. Al contrario, el fortalecimiento de la soberanía estratégica india podría llegar a traducirse, aunque no es probable, en una actitud más firme frente a Pekín, especialmente en puntos de fricción como la frontera del Himalaya, el océano Índico o la competencia por influencia en Asia Central y África.
India está construyendo su propia proyección de poder, y no depende exclusivamente de Occidente para hacerlo. Su capacidad de negociar a múltiples bandas -Rusia, Irán, el Sudeste Asiático, incluso con China en ciertos ámbitos económicos- le permite posicionarse como una potencia dispuesta a competir directamente con Pekín por el liderazgo regional.
En cualquier caso, el distanciamiento de India respecto a Estados Unidos abre las puertas a un reequilibrio de las estrategias regionales y reduce el riesgo de un cerco coordinado contra China.
Una oportunidad para el diálogo
El actual contexto de tensión entre Delhi y Washington podría, si se maneja con habilidad, abrir espacio para una distensión limitada entre China e India. Ambos países comparten intereses similares: autonomía frente a presiones estadounidenses, estabilidad regional y acceso a recursos energéticos y nuevos mercados.
Una diplomacia más activa centrada en el respeto mutuo, el reconocimiento de los intereses estratégicos mutuos y un deseo genuino de cooperación económica, podría dar paso a una nueva etapa en la relación bilateral, al menos en los ámbitos comercial y regional.
Pero no hay que olvidar que la desconfianza de Nueva Delhi hacia Pekín es profunda, ideológica, alimentada por décadas de conflictos fronterizos, rivalidades estratégicas y visiones competitivas del orden asiático.
Uno de los errores estratégicos más
comunes en geopolítica es asumir que el alejamiento de un país
respecto a una potencia implica un acercamiento automático a otra.
India no se está «acercando» a China simplemente porque se
aleje de Estados Unidos.
Esto implica que debemos pensar
con cautela al interpretar esta coyuntura. En cualquier caso queda
claro que es una señal de que el sistema internacional está
evolucionando hacia una lógica de intereses más flexible, donde la
influencia no se impone con presión ni con alianzas ideológicas,
sino que se gana mediante beneficios tangibles, respeto mutuo y una
visión a largo plazo.
Qué podemos esperar
A corto plazo, es probable que las tensiones entre India y Estados Unidos continúen creciendo. Pero eso no garantiza un acercamiento automático entre India y China. Pekín debe prepararse para una etapa de competencia regional más intensa, en la que India intentará expandir su influencia por cuenta propia, sin seguir el liderazgo de ninguna gran potencia.
En los últimos días se ha anunciado la visita del primer ministro de India, Narendra Modi, a China en la que será la primera en más de siete años. Tambien se está produciendo la visita del ministro de Exteriores chino Wang Yi a la India para debatir los temas fronterizos. Y dentro de esta línea de acercamiento, los informes de prensa indican que India y China reanudarán las conexiones aéreas directas el próximo mes y que el gobierno indio ha solicitado a las aerolíneas indias que preparen vuelos a China con poca antelación, con un posible anuncio oficial tan pronto como en la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái a finales de agosto en China.
La tensión entre India y Estados
Unidos refleja la transición hacia un mundo más multipolar y menos
controlado por el imperio. Este momento representa una oportunidad
para debilitar el hegemonismo unilateral norteamericano y es el
anuncio de que India no asumirá papeles subordinados en la nueva
situación geopolítica internacional.
Y es una
oportunidad para transformar esta coyuntura en una plataforma para un
nuevo equilibrio regional en Asia más estable y menos dependiente de
Norteamérica.
(Artículo publicado originalmente en China información y economía)
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