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Choque en el Cáucaso: perspectivas y escenarios

Fuentes: Eurasia
Traducido para Rebelión del italiano por Juan Gabriel Caro Rivera

La «dinastía presidencial» Aliyev en Azerbaiyán es bien conocida en «Occidente». Ilham Aliyev, actual presidente azerbaiyano en el poder desde 2003, es uno de esos «dictadores» que, a diferencia de Lukashenko en Bielorrusia, gusta a todo el mundo.

Tanto es así que en 2013 las elecciones presidenciales del país caucásico fueron presentadas por las ONG y los organismos internacionales encargados de observar el proceso electoral como libres y justas, mientras que, en realidad, fueron estropeadas por fraudes, intimidaciones y violencias de diversa índole.

Aliyev, prooccidental y amigo de Israel [1], también ha podido mantener buenas relaciones con Rusia, independientemente de su competencia por el mercado energético. De hecho, Azerbaiyán, tras el conflicto entre Rusia y Georgia, y a pesar de la enemistad (o al menos la falta de confianza mutua) que caracteriza las relaciones entre Bakú y Teherán, sigue siendo fundamental en los planes geopolíticos de Moscú para la posible creación de un corredor estratégico Norte-Sur.

El historiador Aldo Ferrari, experto en lengua y literatura armenias, se ha referido a menudo a dos bloques de alianzas que distinguen a la región del Cáucaso y que, de alguna manera, superan las afiliaciones sectarias al referirse más a dinámicas puramente geoestratégicas: una alianza «horizontal» compuesta por Turquía, Georgia y Azerbaiyán (con aprobación occidental); una alianza «vertical» formada por Rusia, Armenia e Irán [2] (aunque el líder supremo Ali Khamenei nunca ha dejado de criticar la conducta armenia hacia la población musulmana de Nagorno-Karabaj).

Ahora, en un momento de transición hacia un orden global multipolar y de profundas convulsiones geopolíticas, los una vez sistemas de alianzas graníticas se vuelven al menos más fluidos y el trabajo de agentes y grupos no convencionales se vuelven fundamentales para salvaguardar los intereses de uno u otro otro campo.

En 2018 un personaje del que ya se hablaba en las páginas de “Eurasia” [3] llegó al poder en Armenia de manera bastante ambigua: Nikol Pashinián. Pashinián, exdirector del periódico liberal Haykakan Zhamanak (Los tiempos de Armenia), ha apoyado a menudo tesis políticas en abierto contraste con la adhesión del país a la Unión Euroasiática y es uno de los representantes de esa política de «doble vía» (también implementado por su predecesor Sargsián) que ha caracterizado las relaciones internacionales armenias desde el momento de la independencia de la pequeña república caucásica hasta hoy. Esta política se basa fundamentalmente en no perjudicar tanto la relación con Rusia (garante de la seguridad armenia y propietario de la base militar Gyumri) [4], como esa relación con «Occidente» (especialmente con Francia y Estados Unidos donde vive la mayor parte de su diáspora) lo que ha permitido una penetración masiva de organizaciones no gubernamentales dentro del país, con el corolario habitual de los intentos de «revoluciones de color» (el caso más sensacional sigue siendo el del movimiento de protesta conocido como Electric Ereván).

No es de extrañar en absoluto que este movimiento (nacido como protesta contra el monopolio en el mercado energético nacional de una empresa controlada por el exgigante ruso RAO UES) se iniciara tras su incorporación a la Unión Económica Euroasiática en 2015 (considerado una derrota diplomática para la embajada de Estados Unidos en Ereván). Y no es de extrañar que, en ese momento, el fracaso de la protesta desencadenara, incluso en esa ocasión, la escalada del enfrentamiento en Nagorno-Karabaj y la violencia dentro de la propia Armenia, donde un cuartel militar en Ereván fue asediado por militantes del grupo de oposición al Parlamento Constituyente.

Este grupo, vinculado al caudillo y veterano de Nagorno-Karabaj Jirair Sefilian, se unió más tarde al movimiento Nueva Armenia de Rafi Hovannisian (exministro de Relaciones Exteriores de Armenia, nacido en Estados Unidos y en excelentes relaciones con la embajada estadounidense) quien, con el Partido Nacional Armenio de Levon Ter Petrosián (candidato a la presidencia de la República en 2008 y apoyado, en ese momento, por Pashinián), había formado el núcleo de Electric Yerevan.

El Primer Ministro armenio, de hecho, desde el momento de su llegada al poder después de la llamada «revolución de terciopelo», a pesar de los esfuerzos rusos, no ha trabajado de ninguna manera para una solución al conflicto con Azerbaiyán, con lo que demuestra todavía su ambigüedad sustancial en todo. Por un lado, invitó a Bakú a negociar directamente con Stepanakert (algo «diplomáticamente» imposible, dado que Azerbaiyán no reconoce a la República de Artsaj); por otro lado, entró en conflicto directo con los líderes políticos de Stepanakert todavía vinculados a Serzh Sargsián [5].

Por lo tanto, no se puede excluir completamente que: a) La falta de propensión al diálogo de Pashinián ha empujado de alguna manera a Azerbaiyán (recientemente protagonista de una verdadera carrera armamentista) a buscar una solución no pacífica al conflicto, también con un empuje externo; b) que el propio Pashinián no es ajeno a este «empuje externo» en la región, dado su pasado.

En este punto solo queda preguntar: ¿cui prodest?

Solo el 8 de septiembre, después de algunos años de interrupción debido al conflicto sirio, tuvo lugar la Sexta Reunión de Alto Nivel para la Cooperación entre Irán y Turquía. El principal objetivo del encuentro fue fortalecer la cooperación entre los dos países en las áreas de seguridad y comercio. Como es bien sabido, Irán y Turquía también han llevado a cabo recientemente operaciones militares conjuntas en el Norte de Irak contra grupos terroristas kurdos. Y la cooperación entre ambos países se opone tanto a los llamados «acuerdos abrahámicos» entre Israel y algunas monarquías del Golfo, como un vehículo para fomentar nuevos vínculos entre los movimientos de resistencia contra la ocupación sionista de Palestina que siempre es una prueba en el conflicto en Siria.

El resurgimiento del conflicto en Nagorno-Karabaj es sin duda útil para asegurar que este vínculo no alcance más etapas que puedan socavar seriamente el papel regional de Israel y Estados Unidos, potencias que operan sabiamente, incluso a través de sus agentes en los países de la región, para sabotear cualquier potencial de integración y sinergia euroasiática de raíz.

Pero los que sufrirían las mayores consecuencias sería el difícil equilibrio construido entre Turquía y Rusia en diferentes escenarios de conflicto, desde Siria hasta Libia, que ha limitado y hecho menos efectivo el papel de «Occidente» en el mismo.

En caso de intervención directa en el conflicto Rusia, atada por un pacto militar con Armenia, vería rápidamente deteriorarse sus planes geopolíticos hacia Azerbaiyán con la posibilidad no remota de que Bakú caiga aún más en manos de «Occidente» y quizás incluso una presencia de la OTAN en el Mar Caspio. Al mismo tiempo, una actitud demasiado conciliadora podría ofrecer a Pashinián una ventaja para continuar con su política de sustancial ambigüedad antirrusa.

Erdogan, por su parte, apoyando a su aliado azerbaiyano puede continuar una vez más con su visión panturánica que le ha permitido superar la crisis del consenso interno, debido a una situación económica que no es precisamente color de rosa. Además, tiene la posibilidad de alejar de sus fronteras (como ya se hizo en Libia) a otros militantes islamistas a los que ha permitido la entrada a Siria en los últimos años.

Sin embargo, abrir otro frente de conflicto más o menos directo con Rusia va en contra de los intereses geopolíticos objetivos de Turquía, cuyo papel ya no puede limitarse a una forma de subimperialismo, bajo la supervisión directa de América del Norte, y del que es a la vez víctima y verdugo. Ankara no puede arriesgarse a ver comprometida su cooperación económica y energética con Rusia en un momento de relaciones bastante complejas también con la Unión Europea.

Lo que es evidente, en cualquier caso, es el hecho de que el resurgimiento del conflicto en Nagorno-Karabaj se incluye plenamente en la categoría de fórmulas de guerra híbridas y asimétricas para destruir de raíz todas las formas de cooperación euroasiática. De hecho, cualquier conflicto potencial a gran escala en la región siempre beneficia a potencias externas.

Notas:

[1] Bakú tiene importantes contratos de suministro militar con Israel. Además, en el pasado, el periódico iraní Jomhouri-e Eslami demostró que Tel Aviv estaba utilizando bases y vehículos en territorio azerbaiyano para actividades de espionaje y sabotaje contra Teherán.

[2] A. Ferrari, Breve storia del Caucaso, Carocci Editore, Roma 2016, p. 120.

[3] Si veda Il dilemma armeno, “Eurasia. Rivista di studi geopolitici” 3/2018.

[4] La única base militar rusa en el sur del Cáucaso.

[5] Pashinián también ha desarrollado acciones que no son exactamente amistosas con la diáspora armenia en Rusia también a través de procesos penales contra muchos de sus miembros: uno, sobre todo, Robert Kocharián, ex presidente tanto de Armenia como de la República de Artsack.

Fuente: https://www.eurasia-rivista.com/scontro-nel-caucaso-prospettive-e-scenari/