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Pakistán

Con amigos así…

Fuentes: Rebelión

Aunque a México y Pakistán los separan miles de kilómetros y sus culturas son absolutamente diferentes algo en estos tiempos trágicamente los vincula. Fue necesaria la desaparición de los cuarenta y tres estudiantes en Ayotzinapa Estado de Guerrero para que el mundo descubriese que esas muertes no son la excepción sino la regla, las otras […]

Aunque a México y Pakistán los separan miles de kilómetros y sus culturas son absolutamente diferentes algo en estos tiempos trágicamente los vincula. Fue necesaria la desaparición de los cuarenta y tres estudiantes en Ayotzinapa Estado de Guerrero para que el mundo descubriese que esas muertes no son la excepción sino la regla, las otras ciento cincuenta mil, producidas en una guerra entre los cárteles del narcotráfico, que la clase política mexicana, en su inmensa mayoría, no solo ha tolerado, sino que ha propiciado, ha tomado parte por unos u otros y de la que saca millonarios beneficios, con la anuencia de su principal socio y vecino, los Estados Unidos.

En Pakistán también fue necesario la matanza del martes dieciséis en la escuela Warsak Road para hijos de personal militar en la ciudad de Peshawar, en la que murieron ciento cuarenta y unas personas, de ellos ciento treinta y alumnos, para que el mundo tomase conciencia de que, en este caso una nación con poder nuclear con toda la gravedad que el hecho acarrea, hasta que grado los grupos yihadistas más extremos campean sin dificultad una región altamente sensible.

Pakistán comparte fronteras nada menos que con India, con quien mantiene un estado de guerra larvada desde 1947 que los llevó a producir tres guerras abiertas (1965, 1971 y 2001) el eterno y convulsionado Afganistán, cuya línea divisoria es cada vez más incierta y China e Irán, nada menos.

Desde 1978 que se inició la guerra en Afganistán, Pakistán se convirtió en un santuario de los talibanes en su larga guerra con la Unión Soviética, al tiempo que fue el gran portaaviones de apoyo para la distribución de todo el material que Washington enviaba a sus nuevos socios, en su lucha contra los viejos enemigos. En el trafago de mercancías llegaron toneladas de los entonces novedosos y mortíferos misiles manuales de base portátil Stiger, y partieron toneladas del ancestral opio, con que los afganos pagaban de alguna manera el apoyo de Washington a su causa. Desde entonces las relaciones entre los muyahidines, de donde emergerían los Talibanes y al-Qaeda, el Departamento de Estado, y el gobierno de Islamabad comenzaron a tener una fluidez y agilidad pocas veces vista.

Fue allí cuándo se consolidó particularmente el vínculo entre al-Qaeda y el servicio de inteligencia pakistaní (ISI) que continuó a pesar de los atentados de islamistas a las embajadas norteamericanas en Nairobi (Kenia) y Dar es Salam (Tanzania) en 1998 y contra el destructor USS Cole, amarrado en el puerto yemení de Adén en el año 2000. Desde entonces los Estados Unidos se lanzaron, no sin cierta parsimonia, a la búsqueda de Osama ben Laden, el ISI, que a veces parece moverse con demasiada independencia del poder político pakistaní, en nada modificó la relación con ben Laden y sus muchachos, tampoco después de las grandes demoliciones de septiembre de 2001.

Pakistán fue tierra de abrigo para el líder de al-Qaeda, por los menos hasta que fue descubierto y ejecutado, si fuera cierta la versión oficial, el dos de mayo de 2011, por un comando de los Seal (United States Navy Sea, Air and Land) en la ciudad de Abbottabad, al norte de Islamabad, a pocos metros de la más importante academia militar de ese país y base de importantes unidades de combate. Según se ha sabido, la residencia de ben Landen, su familia y un gran grupo de colaboradores durante los cinco años anteriores a su «muerte». Por ello es prácticamente imposible que los omniscientes servicios de inteligencia pakistaní y sus agencia hermanas del ejercito ignoraran la presencia de tan egregio vecino.

Si bien las relaciones al-Qaeda Pakistán ya no son la de antes, el gobierno central permite que muchos funcionarios del ISI mantengan fluidas relaciones con los herederos ideológicos de Osama ben Laden casi de manera independiente del poder central, ya que hay un gran sector entre los talibanes como punyabíes y los de Lashkar-e Taiba, que Pakistán utiliza subrepticiamente en su eterna disputa por Cachemira con India.

La alianza entre el ISI y el Talibán se puede acreditar también en algunos casos a convicciones políticos-religiosas y otras simplemente a sobornos: los talibanes pagan con opio y heroína, lo que siguen cotizando mejor que el oro en cualquier mercado de Europa.

Viviendo con el enemigo.

La tensa, intensas y muy confusas relaciones entre Islamabad y Washington son producto, en mucho, por la endeble posición en  las operaciones contra el talibán en territorio pakistaní por parte de los Estados Unidos que dejan al gobierno del presidente Mamnoon Hussain y al verdadero hombre fuerte de la política local, el Primer Ministro Nawaz Sharif, de cara a una sociedad que reclama el final de esa operaciones.

El Pentágono utiliza desde el 2004 en la frontera con Pakistán drones, que en muchísimas oportunidades han atacado objetivos en suelo pakistaní, lo que ha producido una cifra incierta de muertos civiles, algunas fuentes señalan que el número de «daños colaterales» superaría las cuatro mil almas. Las reacciones populares frente a los «errores» norteamericanos y el dejar hacer del gobierno pakistaní, son cada vez más frecuentes y violentas.

El atentado del martes en la escuela de Peshawar, el sadismo utilizado por los atacantes para ejecutar a los niños, es sin duda el acto terrorista más aberrante que ha ejecutado el al-Qaeda local Tahrik-e-Taliban (TTP), pero para nada el primero y el que tantas victimas se ha cobrado.

Se sabe que en el país operan aproximadamente once grupos terroristas y otra treintena de organizaciones fundamentalistas extranjeras tienen presencia en Pakistán, pero sin duda el más importante es el TTP, fundada en 2007, tras la unión de varios grupos. En su declaración de principios establece la lucha contra las fuerzas de la OTAN en Afganistán, entiéndase fundamentalmente Estados Unidos, crear un semi estado tribal a caballo de la frontera afgano-pakistaní e imponer su interpretación de la ley islámica. El TTP ha realizado operaciones de gran espectacularidad como el atentado del veinte de enero último en Rawalpindi, a apenas un kilómetro de un cuartel, matando a noventa civiles y seis militares. Rawalpindi, próxima a Islamabad, es base de poderosos batallones del ejército pakistaní.

Las cuentas adeudadas por el TTP son cuantiosas: en 2013 asesino a más de 5.300 personas, pero con anterioridad ha ejecutado golpes tan mortíferos como los del martes. En mayo del 2009, hizo estallar un coche bomba en un mercado de Peshawar donde murieron ciento veinte personas y resultaron heridas otras doscientas; en septiembre del 2010, tres suicidas se inmolaron en un edificio público causando otro centenar de víctimas.

Según algunas cifras de organismos confiables, afirman que en Pakistán solo entre marzo del 2002 y finales del 2009, hay que anotar que el TTP se fundó en 2007, en unas ciento veinte acciones suicidas se produjeron alrededor de veinticinco mil muertos.

Por presiones internas e internacionales el gobierno central se vio obligado a encarar una campaña sería para poner en caja a el TTP y otros grupos islamistas menores que no dejan de generar muertos. El TTP ha llegado a atacar a agentes sanitarios en campaña por el interior del país para impedir vacunación contra la poliomielitis.

Desde mediados de año se incrementaron las acciones del Ejército en puntos neurálgicos de los yihadistas como es la región tribal y semi autónoma de Waziristán del Norte, frontera con Afganistán.

En el marco de la operación Zarb e Azb habrían sido eliminados mil cien talibanes y en la Operación Khyber (nombre del mítico paso con Afganistán, que alguna vez cruzó el mismísimo Alejandro Magno), pudieron eliminar a una cincuentena de extremistas, tomar a un centenar como prisioneros y según el ejército habría confiscado ciento treinta y cinco toneladas de explosivos y dos millones de cartuchos.

En respuesta a estas operaciones del ejército pakistaní fue el ataque del martes a Warsak Road, que forma parte del sistema educativo del Ejército junto a otros ciento cuarenta y seis centros en todo el país para los hijos de militares.

Ya iniciado el horario escolar, cuándo los más de mil alumnos y un centenar de profesores y administrativos estaban en sus actividades normales, seis miembros del TTP, vestidos de militares, ingresaron a la escuela tomando como rehenes a cientos de estudiantes y maestros. El grupo integrista resistió durante varias horas los ataques del ejército que a la medía hora de la incursión ya tenían rodeada la escuela.

Tras los enfrentamientos fueron eliminados los seis atacantes que ya había realizado su macabra tarea. Ciento cuarenta y un muertos, de ellos ciento treinta y dos alumnos.

Este ataque ya está siendo devuelto al Talibán por parte del ejército atacando enclaves en Waziristán del Norte.

Y así seguirá la muerte campeando en Pakistán, y otros muchos países de la región, siempre con la imprescindible y abnegada ayuda de los Estados Unidos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.