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India

Con los maoístas, contra ellos o… las dos cosas

Fuentes: CEPRID

La reciente acción guerrillera que causó la muerte de 76 jawns [soldados] de la Compañía de Reserva Federal de la Policía (CRPF) parece demostrar que los maoístas no están aquí sólo para quedarse, sino que también pueden afectar a los nervios de la maquinaria estatal. La situación parece ahora más grave, puesto que las disensiones […]

La reciente acción guerrillera que causó la muerte de 76 jawns [soldados] de la Compañía de Reserva Federal de la Policía (CRPF) parece demostrar que los maoístas no están aquí sólo para quedarse, sino que también pueden afectar a los nervios de la maquinaria estatal. La situación parece ahora más grave, puesto que las disensiones en el Congreso [Nacional Indio, el partido en el poder] sobre la cuestión maoísta están a la intemperie. Un dirigente de gran peso como Digvijay Singh ha dicho que si los maoístas han tomado la causa de las tribus y han exigido mayores salarios o mejores condiciones de trabajo no es malo y que muchas veces el problema se ha resuelto de manera amistosa. Eso lo ha enfrentado al Ministro del Interior, tal vez con el consentimiento tácito de Sonia y Rahul Gandhi, y no es un asunto trivial. Si quieren, los maoístas, por tanto, tienen buenas razones para estar alegres debido a las «contradicciones en el seno de las clases dominantes». Pero, ¿hay necesidad de una profunda preocupación?

De hecho, los maoístas hoy parecen estar en la cúspide de una gran transformación en términos de sus fortalezas y capacidades, como lo han hecho en los últimos dos años, y les ha catapultado a la escena nacional como nunca antes. Hasta ahora sólo tenían una presencia más espectacular, léase practicando secuestros, bloqueos como el de la Rajdhani Express o llevando a cabo acciones armadas, fugas de la cárcel y así sucesivamente. Del mismo modo, el Primer Ministro retrata a los maoístas de forma dramática, espectacular, casi histérica, en términos como «la amenaza más grande para la seguridad interior del país». Sin embargo, con un reciente artículo de Digvijay Singh, «Repensar la estrategia de lucha contra los maoístas», ataca a Chidambaram [el Ministro del Interior] y el enfoque de su ley a favor de las empresas «y el orden», hay indicios de que una evaluación con más sangre fría y concreta del fenómeno maoísta se está dando en los círculos gobernantes. Es decir, será terriblemente equivocado considerar esto como un solo frente Singh-Chidambaram -que es lo que podemos ver aquéllos que estamos fuera de los círculos encantados del poder-, pero hay indicios de que están pasando muchas cosas.

Lo que está surgiendo es un «pensamiento realista»: ahora que los maoístas no parecen que puedan ser debilitados en el corto plazo, ni conseguir ser diezmados por la Operación «Caza Verde» debe aceptárseles como un actor de poder, al menos como una estructura de mando, control y poder que las clases dominantes gobernantes deben tener en cuenta. Esta evaluación de la presencia maoísta parece clara en Singh. Por otra parte, el líder del Congreso Kesava Rao anuncia en la Rajya Sabha, en un discurso posterior a la masacre de la CRPF, que «hay que hablar con nuestros amigos naxalitas», para lo que se necesita un «proceso político». Y el ex jefe de Gobierno de Chattisgarh, Ajit Jogi, señala en apoyo de Singh de que «hay tres aspectos del problema maoísta: la situación socio-económica, la ley y el orden y la parte del proceso político». Es importante tener en cuenta que «proceso político» es la nueva adición a este discurso.

Ya está en funcionamiento este enfoque contra la línea dura [del Ministro del Interior]. Por otra parte, Rahul Gandhi y Sonia Gandhi parecen estar tácita aunque ambiguamente apoyando esta postura. Los dos Gandhi han evitado decir nada más sobre los maoístas o han señalado la falta de desarrollo y de las políticas gubernamentales como el verdadero problema.

Con esta postura suave hacia maoístas que surge en el partido gobernante, hay posibilidad de conversaciones. Pero lo que también se puede esperar son las maquinaciones y maniobras de todo tipo de intereses creados contra esta toma de postura progresista, liberal de izquierda a favor de las conversaciones y el diálogo. Para empezar, uno debe darse cuenta que la evaluación de Singh de que los maoístas no son sólo un enfoque socioeconómico le ha enfrentado al enfoque de ley y orden de Chidambaram. Fundamentalmente, Singh afirma que los maoístas no están realmente en contra de los intereses corporativos [de las empresas] y retrata un rostro algo menos revolucionario del que ofrece la Operación «Caza Verde».

Las dos posturas pueden ser un juego de la clase dominante. Pero, ¿hay una sugerencia tácita de que las conversaciones se pueden materializar y hacer, de una u otra manera, a los maoístas en menos revolucionarios? ¿Si los maoístas se toman en serio las conversaciones se puede llegar a un acuerdo tácito con el Congreso [Nacional Indio]? En cualquier caso, no parece inútil explorar la idea de que Una Operación «Sociedad Civil» trabaje en silencio para lo que podría ser una «liquidación democrática» de los maoístas.

El terreno político

Marcando el terreno político-ideológico actual el hecho de que las opiniones de Singh tengan eco en el Congreso [Nacional Indio] se hacen eco del Congreso, y el «apoyo» de «progresistas» como Sonia y Rahul Gandhi hace que se llegue a los pobres. También la oposición de Singh a la línea de Chidambaram encuentra la aprobación entre una gran parte de lo que los medios han llamado el jholawalas, es decir, las izquierdas y las ONG. Chidambaram, en cambio, se presenta como representante de la línea dura del CNI, jugando con el patrioterismo de la clase media-alta y su discurso de un Estado fuerte y dando rienda suelta a los intereses corporativos. No se puede pasar por alto este terreno existente entre las dos facciones dentro del CNI y su diferente movilización de bases sociales, de masas y de clases para el poder político. Así, el mismo CNI que aprueba las pro-empresariales Zonas Económicas Especiales también actúa «a favor del pueblo» con leyes como la de la garantía del empleo: el palo y la zanahoria.

La composición interna y la configuración particular de la base social del poder político en el CNI está hoy en gran medida determinada por la presente controversia y tensión entre las dos facciones. Es en este contexto de aguas turbias y de las maquinaciones de los bloques de poder donde juegan actualmente los intereses de las empresas y la lucha contra los maoístas. Sin embargo, esta lucha va más allá del CNI y se traslada a los contextos regionales, a las zonas donde los actúan los maoístas. Los recientes debates en la Lok Sabha [cámara baja, congreso] estuvieron marcados por las acusaciones de cada partido al otro de concertación con los maoístas. Singh acusó al BJP [derecha hinduista] de ello, el BJP al CNI de hacer lo mismo en Andhra [Pradesh], Mamata [dirigente del Congreso Trinamool en Gengala Occidental] a acusado al PCI (marxista) de los mismo y éstos al Trinamool de lo propio, etc. Hay quien como Arun Jaitley acusa a Mamata y Mani Shankar Aivar [otro dirigente del Trinamool] de «medio maoístas» y «representantes de los insurgentes» en la Cámara. Es como si todos ellos tuviesen que presentarse como legales y constitucionales y legítimos en primer lugar, dejando claro que los ilegales son los maoístas y que hay otras ilegalidades ocultas.

Enmarcar las facciones de los maoístas

Es decir, el conflicto y la competencia entre estas dos facciones dentro del bloque dominante significa que a los maoístas se les retrata de manera diferente por cada uno de ellos. Ahora, el primer tipo de encuadre, procedente de la facción Chidambaram dice que los maoístas están tratando de derrocar violentamente el estado de la India, y están en contra de la idea misma de la India; esta opinión es claramente aplaudida por amplios sectores de la alta burguesía. El BJP apoya plenamente esto y también lo hacen grandes sectores dentro del CNI. ¿Qué es lo que permite que un enfoque de línea dura contra los maoístas sea adoptado por una gran parte de las clases dominantes? Sabemos los maoístas son realmente fieles a su ideología política, lo que les lleva a la lucha violenta para lograr «el derrocamiento del estado indio y el establecimiento del comunismo». Esto significa que los maoístas están, en gran medida, en el camino de la guerra popular prolongada o, para los más escépticos, que tengan la pretensión de impulsar la lucha de clases contra los intereses corporativos. Si bien este encuadre primero se desprende de la política revolucionaria maoísta, el segundo parece ofrecer una imagen diferente, ese que dice que los maoístas han perdido algo de su propia ideología. Esta es la opinión de la izquierda-liberal propuesta por Singh, Mani Shankar Aiyar, y de hecho gran parte de la sociedad civil liberal y grupos de derechos democráticos. Y aquí tenemos el propio artículo de Singh.

Establece tres puntos. Una parte critica el enfoque estrecho del Ministro del Interior, que «trata [el tema maoísta] como un mero problema de orden público, sin tomar en consideración las cuestiones que afectan a las tribus», los temas de «gobernabilidad y medios de subsistencia» y en lugar de «intentar un ambiente sereno y tranquilo ha convertido Bastar [la zona selvática de Chattisgarh donde se desarrolla la parte más dura de la llamada Operación «Caza Verde»] en un campo de batalla».

Curiosamente, otro líder del CNI, Amaresh Mishra, se posiciona cerca de Singh, en otro escrito diciendo que «la agenda reformista del CNI no fue del agrado de un poderoso grupo de presión de los intereses corporativos», claramente señalando con el dedo al lobby Chidambaram [que fue alto cargo de las multinacionales Vedanta y Esson]. En segundo lugar, Singh presenta una imagen ambigua del enfoque maoísta hacia empresas, la minería y otras actividades. No hay ningún caso «donde los maoístas hayan detenido las operaciones mineras en las zonas afectadas». Y si en todas las partes donde actúan los maoístas plantean cuestiones de aumento salarial para las poblaciones tribales o mejores condiciones de vida, «el problema se ha resuelto de manera amistosa después de alcanzar algún acuerdo». En tercer lugar, Singh insta a centrar la atención primaria sobre la situación de las tribus en las cuestiones relacionadas con la gobernabilidad y el desarrollo, la tierra y los recursos y la necesidad de políticas benignas con el fin de socavar la base maoísta.

Aunque la contienda entre estas dos facciones del CNI es evidente, lo que es interesante es cómo esta afirmación no sólo se centra en la elaboración de un planteamiento correcto en la lucha contra los maoístas, sino también ofrece una nueva valoración de estos últimos. Esta nueva evaluación de la izquierda liberal no se limita a decir que los maoístas no pueden ser tratados como un problema de orden público y deben ser tratado principalmente, si no exclusivamente, como un problema socio-económico – Poner en práctica la Ley PESA, Ley de Derechos del Bosque y así sucesivamente. Dice algo más y esto es nuevo: se dice que los maoístas no están en contra de los intereses corporativos y de hecho están bastante bien integrados en la economía local y de negocios como de costumbre, dondequiera que estén fuertes». Así, «los comerciantes, los contratistas forestales, industriales y mineras no han tenido ningún problema en el ejercicio de su actividad en las áreas dominadas por los naxalitas». Los maoístas, simplemente, vienen cobrando tasas de protección. «De hecho, después de la masacre de los 76 jawans CRPF, cuando se pensaba que las corporaciones iban a abandonar corriendo las zonas maoístas, Tata Steel, HM Nerurkar y otras siguen trabajando tranquilamente sus proyectos de acero en Chattisgarh.

Entre liberales y la izquierda aliada al capital corporativo

Estos dos aspectos son ideológicos, dentro de los círculos gobernantes. Lo que vemos es que el enfoque liberal de izquierda no puede romper el impuesto por las empresas y los grandes capitales así que, de alguna manera, tiene que presentar el tema de los pueblos tribales y los problemas socioeconómicos sin enemistarse con el capital. Por lo tanto, no pueden promover ese enfoque socioeconómico sin garantizar que los maoístas no están en contra de las corporaciones como tales y que se deben a la cuestión de la enajenación de las tribus de sus tierras y recursos.

Ahora bien, este enfoque liberal de izquierda alineado con el capital no es nada nuevo. Desde los tiempos del socialismo nehruviano grandes sectores de la izquierda, a menudo incluyendo al Partido Comunista de India y al Partido Comunista de India (marxista), han desempeñado un papel secundario o han abiertamente facilitado la depredación del país por el capital. Después de la liberalización económica se ha visto al PCIM a la vanguardia de la aplicación de algunas de las políticas más agresivas del capital y el Estado. Por otro lado, se puede argumentar una serie de políticas sociales, como la Ley de Derechos Forestales, fueron diseñadas tanto para contener el descontento social y amortiguar los efectos de la globalización de los mercados como para ganar votos a través de políticas populistas.

Lo que es nuevo en este enfoque liberal de izquierdas, a la luz de la fuerte presencia maoísta, y también de muchos otros movimientos contra el saqueo corporativo, es la constatación de cómo el descontento social se les ha ido de las manos, no han conseguido articular una fuerza política y todas las medidas políticas que tratan de «mejorar» la vida de los pobres no calan [entre el pueblo]. Dado que los maoístas no parecen estar diluyéndose ni siendo diezmados, este sector liberal de izquierda tiene que enganchar de alguna forma con ellos y apropiarse de sus demandas. El Comité de Expertos sobre el Extremismo de Izquierda y su Comisión de Planificación también realizó un enfoque parecido, tratando de enmarcar a los maoístas como una especie casi socialdemócrata-radical (¡a veces con pistolas!) y por ahí va la búsqueda de justicia. Pero esto significa que hay una sugerencia velada a los maoístas en cuanto a lo que deben hacer si quieren ser tenidos en cuenta para unas negociaciones, es decir, diluir su ideología. ¿Tendrá esto algún impacto en los maoístas?

¿Movimientos revolucionarios al servicio de los reformistas?

En este contexto es en el que hay que plantear algunas preguntas sobre la Operación de la Sociedad Civil. Sin desguazar la política de línea dura de Chindabaram, las conversaciones sólo significan la posibilidad de una liquidación democrática de los maoístas. Algunos de los que se oponen a la Operación «Caza Verde», como parece son Rahul Gandhi, Singh Digvijay y Mani Shankar Aiyar creen que la ideología maoísta puede ser definitivamente contenida a través de políticas de orientación social. Cuando más fracase la Operación «Caza Verde», sin diezmar a los maoístas y éstos, por el contrario, crezcan más firme será la postura de los liberales de izquierda ofreciendo su planteamiento y su solución. Así, no es extraño el artículo de Singh después de la masacre de los soldados de la CRPF, cuando parece que la Operación «Caza Verde» no despega. La presencia maoísta y el fracaso Chidambaram de eliminarles claramente traerá vítores a la izquierda liberal y les permitirá aprovechar en gran medida esto en los pasillos del poder. Si esto sucede, podría significar un mayor reajuste en el bloque dominante a favor de políticas más orientadas hacia las personas y la aplicación de ciertas restricciones sobre el capital privado y las reformas económicas. ¡Y todo gracias a la presencia maoísta!

Por otro lado, hablando objetivamente, el estado indio y las clases dominantes han perdido el contacto con grandes masas de personas, particularmente los adivasis, y ello ha permitido a los maoístas ser la única fuerza creíble [para los adivasis, indígenas o pueblos tribales] en lo que el líder del PCI en Bastar [selva del Estado de Chattisgarh donde se supones está el principal núcleo maoísta] llama «llenar una política de vacío» (Frontline, 24 abril-7 mayo 2010). Ahora, aparte de las intenciones subjetivas de los maoístas, el punto es que objetivamente el gran capital y del estado en la India de hoy podrían facilitar esta mediación entre las tribus y sociedades -a menos que el gran capital está dispuesto a ir a un total exterminio de las tribus y la captura de sus tierras y recursos-. Este es el contexto en el que debemos entender que los partidos de la clase gobernante se acusan mutuamente de ser blandos con los maoístas para asegurarse así victorias electorales en las zonas maoístas. El CNI debe ser blando con los maoístas para conseguir réditos electorales en estados como Chattisgarh con un gobierno BJP [derecha hinduísta] . Esto sólo significa que de, una manera u otra, unos u otros se ven obligados a lidiar con el hecho de que los maoístas son la única fuerza creíble con apoyo de las masas en determinadas zonas de aguda lucha contra el capital empresarial.

Así, en cuanto a la composición interna del bloque dominante hoy en día existe la posibilidad de conversaciones y diálogo entre los maoístas y el gobierno, y la reconciliación también. Sin embargo, como vimos antes, en el horizonte de esto se prevé claramente la cooptación de gente nehruviana, revivir los ideales nehruvianos de izquierda en los tiempos de la globalización corporativa. Los movimientos sociales y grupos de la sociedad civil también se han vuelto más exigentes en la aplicación correcta de los panchayats, sabhas gramo y diferentes leyes progresistas.

Lo que es interesante y una paradoja si se quiere, es que el movimiento maoísta lejos de reavivar una izquierda radical, marxista que tenga presente el legado Naxalbari, en cambio, ha alimentado y activado la idea general de bienestar, el aumento de las facciones de izquierda en los partidos de centro y aumentar así su poder de negociación respecto a los partidarios del capital empresarial y favorecer un Estado fuerte. ¿Está la subjetividad revolucionaria maoísta al servicio de los movimientos reformistas? ¿Es la fusión que prometió Prachanda [presidente del Partido Comunista Unificado de Nepal (maoísta)], entre la guerra popular y el movimiento de los pueblos en Nepal y que resultó ser el sacrificio de la guerra del pueblo sacrificado hacia un movimiento amplio y vago, popular sí, pero en beneficio de los popularmente odiados principales partidos políticos?. El movimiento Bhoodan y el de Gandhi se metió una nueva vida después de la Independencia, cuando se presentaron como una respuesta o una «solución humana» a la sublevación armada [campesina] de Telegana. Esta cuestión de la subsunción de los movimientos revolucionarios, «violentos», en la legitimidad del orden existente, con la «izquierda oficial» jugando el intermediario, se plantea hoy de nuevo. Tal vez sea un problema de articulación, tal vez sea más de fondo que eso, o quizá sea un signo de la lógica general de la sociedad, el estado y la política de hoy. Esto necesita más comprensión.

Volviendo a la situación actual: los maoístas físicamente no están haciendo tan mal su enfrentamiento a la Operación «Caza Verde» y los halcones dentro del Ministerio del Interior, pero no parecen todavía plenamente conscientes de esta racionalización ideológica y el secuestro de su subjetividad para rejuvenecer los ideales progresistas de la-misma Constitución y la legislación progresista que «la farsa de la democracia india» sólo ha logrado en pequeñas cantidades. ¡Si se dan cuenta, los maoístas están hoy fuertemente golpeados por dos vías, por tanto Operación «Caza Verde» como por el Funcionamiento de la Sociedad Civil! Hay sin embargo una tendencia entre los maoístas a moderar su júbilo cada vez que peces gordos de la sociedad civil les otorgan reconocimiento y elogios.

Ahora bien, si maoístas, con estos gestos conciliatorios y propuestas de la izquierda liberal, tampoco llegan a algún tipo de entendimiento con el estado indio y continuarán con su objetivo revolucionario y objetivo de la Nueva Revolución Democrática es una pregunta que no podemos responder aquí. Lo que podemos hacer es reflexionar sobre este modelo de lucha armada que influye y se refracta en las contradicciones dentro de los círculos gobernantes. De esta manera tal vez podamos ver que la capacidad de los sectores de las clases dominantes para enmarcar a los maoístas en formas que ayuden a configurar de nuevo y renovar la legitimidad del poder dominante, podría ser una salida gradual de una manera particular de hacer la lucha armada.

¿La lucha armada como «modelo»?

A riesgo de simplificar demasiado, permítanme esbozar la cuenta realista (no marxista) de la lucha armada de los maoístas. Como se ha señalado por varios escritores, los maoístas comenzaron a trabajar en áreas donde el estado indio es más débil o casi no tiene presencia como en Dandakaranya, donde existe una intensa explotación y opresión por parte de agentes del Estado como funcionarios del Departamento Forestal o por contratistas privados y comerciantes. Los maoístas entonces, como ha sido narrado mejor por otros escritores, asumieron la lucha por aumento salarial, el aumento de los precios de los productos forestales de los comerciantes, la lucha contra la opresión de la mujer y el latifundismo y así sucesivamente.

En la mayoría de los casos los maoístas ganaron mucha popularidad. Se convirtieron en una red de gran potencia ahí, organizando los tribunales del pueblo, la recaudación de impuestos, las cotizaciones [que tenían que pagar] de los contratistas y comerciantes locales. En cualquier caso, los maoístas antes de obtener el poder real sobre el terreno, iniciaron la lucha contra el poder del orden dominante. Fueron capaces de desafiar la fuerza armada del estado también. Una vez logrado esto, el punto clave es si este poder permite a los maoístas radicalizar aún más la lucha y, finalmente, reemplazar totalmente el orden estatal existente y la sociedad. O bien, si esto no sucede, si comienza a negociar con el orden estatal dominante establecido. Por supuesto, las negociaciones pueden ser un paso hacia la intensificación de la lucha a través de un movimiento estratégico. En cualquier caso, no importa cuál sea el objetivo, los maoístas indios están, a partir de hoy, dispuestos a negociar o conversar y no parecen ser capaces de llevar el movimiento a un nivel superior. Y en esto parecen estar siguiendo las características de un modelo tradicional de la lucha armada.

En este modelo, la respuesta estatal es, por supuesto, inicialmente por alta si no lo han convertido en una amenaza creíble para la clase dominante, la normalidad y la autoridad del estado y el proceso político parlamentario. Lo mismo ocurrió cuando los maoístas lanzó la guerra popular en 1996 en Nepal: estaban totalmente al margen de la política nacional. De hecho, este fue el planteamiento del estado indio hasta hace poco. Pero una vez que comienzan a ser visto como una amenaza y su expansión también, hay dos tipos de respuestas. O eliminarlos físicamente, sobre todo si el orden dominante no está en sí mismo dividida desde dentro y es internamente coherente en su enfoque. O, como hemos visto con el enfoque liberal de izquierda, hacerse a la vez amigo de ellos si las disensiones internas dentro del bloque dominante significa que esta amenaza se puede utilizar para reforzar las demandas de esta facción contra la otra facción.

En este relato realista del modelo de la lucha armada, los rebeldes se establecen como una red de gran potencia (como una fuerza revolucionaria); el Estado y el orden establecido a continuación intenta desalojarlos. Pero como los maoístas se han convertido en una estructura de poder, el gobierno actual no está fácilmente dispuesto a negociar y está poniendo condicionamientos fuertes como «abjurar de la violencia» y así sucesivamente. Esto tiene que ver con fuertes vínculos con el capital social del estado. Empresas como Vedanta, Arcelor Mittal, Tata Steel o Essar son abierta y descaradamente promovidas por el estado indio.

Más importante aún, el gobierno actual considera que no pierde su legitimidad democrática al lanzar la guerra contra su propio pueblo. Y eso tiene que ver con la parte de la clase media de base que está animando a Chidambaram para seguir adelante y acabar con los maoístas, como dicen sin tabúes tras la muerte de los 76 efectivos de seguridad en Dantewada. La otra razón es también, por supuesto que, precisamente debido a esa naturaleza de la alta burguesía y la intensa hegemonía de las corporaciones, incluso entre las clases bajas, la resistencia radical entre los trabajadores urbanos es muy esporádica y no llega a adquirir una masa crítica. Y si no son capaces de ampliarla, los maoístas estarían más dispuestos a ir al diálogo y la negociación como forma de salir del límite de sus zonas (forestales, o entre los adivasis solamente), lo que refuerza el modelo actual de la lucha armada. Es la confianza y la legitimidad continua del Estado y sus políticas entre la clase media-alta la que le permite ignorar a los maoístas como una fuerza legítima.

¿Generalización de la lucha o perpetuar el poder?

La pregunta clave para los maoístas es la siguiente: ¿cómo van a trascender el modelo tradicional de la lucha armada y seguir adelante con sus metas políticas, la intensificación de la lucha de clases y así sucesivamente? ¿Son los Sarkar janatam y los comités de campesinos revolucionarios una alternativa de poder político o son sólo instituciones provisionales, excelentes, sí, pero para organizar la producción y el consumo a nivel local solamente?

Así, parece claro que si los maoístas no son capaces de ampliar su lucha en nuevas áreas, nuevas clases y precipitar una crisis mayor para el estado indio, el modelo tradicional de la lucha armada invariablemente establecerá límites sobre su desarrollo. Las conversaciones y el diálogo en sí mismos no son ni buenas ni malas: lo importante es la dinámica más amplia de la lucha, de la capacidad de generalizar la lucha y precipitar una crisis más amplia para el estado, algo mucho más pertinente dado que el actual gobierno en realidad no obtiene su legitimidad de las masas en Dantewada o Lalgarh, sino de las clases medias urbanas. De lo que se puede ver, los maoístas parecen tenerr depositadas muchas esperanzas en las iniciativas de los intelectuales y los grupos urbanos de la sociedad civil, en lugar de movilizar a las masas en las zonas urbanas.

En Nepal los maoístas, incluso después de que se extendieron a casi el 70 por ciento del país, no pudieron encontrar la manera de ampliar su presencia en las zonas urbanas, sobre todo entre las clases medias. Fue sólo después de que entró en vigor en noviembre de 2005 el acuerdo de 12 puntos con los siete partidos políticos que comenzaron a expandirse en las zonas urbanas, pero sólo después de que suspendió la guerra popular. Así que la pregunta es: ¿cómo ampliar la guerra popular entre los trabajadores urbanos y la clase media? Mientras que los maoístas indios han criticado con más o menos acierto a los maoístas nepalíes no parecen tener respuestas a esta pregunta. La elección es entre la generalización de la lucha o, eventualmente, seguir dificultando los flujos de capital y el poder estatal.

Después de todo, si los maoístas no tienen una expansión dinámica en nuevas áreas, entre las nuevas clases y ganan nuevos aliados (por ejemplo, los nacionalistas y los movimientos de lucha anti-casta) siempre existe la posibilidad de que sus zonas liberadas se marchiten desde dentro. Por supuesto, esto puede sonar un poco pesimista hoy en día cuando el movimiento emana una gran cantidad de energía revolucionaria, si no dinamismo. Por tanto, podemos ponerlo de esta manera: los maoístas están en el dilema de generalizar la lucha, avanzar en la lucha de clases o caer en la osificada estructura política que hace que se mantenga el proceso actual y el sistema dominante, aunque adquiera algún rasgo progresista y humano. Sin un avance de la lucha de clases, las iniciativas de la sociedad civil, con todas sus buenas intenciones, pueden empujar a los maoístas hacia esto último estando, además, reforzadas por las voces liberales de izquierda en el partido gobernante.

La oposición de la sociedad civil o liberal de izquierda a la Operación «Caza Verde» y el impulso a las conversaciones y al diálogo es un arma de doble filo puesto que tiende a imponer al movimiento maoísta una agenda propia. El enfoque liberal-económico que contraponen a la Operación «Caza Verde» mediante la aplicación efectiva de la ley de derechos forestales, por ejemplo, es una opción falsa. Si bien la posibilidad de una liquidación física [de los maoístas] siguiendo el modelo de Andhra [Pradesh, donde la represión masiva de militantes y simpatizantes maoístas casi acaba con el movimiento en ese Estado, aunque ahora han vuelto a actuar en él] está presente, los maoístas se enfrentan a una nueva amenaza de liquidación democrática que puede convertirse en una posibilidad. A menos que los maoístas sean capaces de romper su coqueteo con la sociedad civil y avanzar en su lucha hacia las nuevas clases y zonas urbanas, podrían sucumbir [a esa estrategia de la «sociedad civil»].

La mano invisible

Por último, volvamos al artículo de Singh y su apuesta por el planteamiento liberal de izquierda. Si bien se trata de una «contradicción de la clase dominante», no obstante, hay que señalar que, desde un punto de vista revolucionario, no hay una verdad contenida en la afirmación de Singh de que los maoístas son violentos y ponen en peligro el Estado, pero no están en contra de los negocios tradicionales ni contra los intereses corporativos. De hecho, la política maoísta se caracteriza por la yuxtaposición de un alto contenido revolucionario, con una relación de antagonismo hacia el Estado y sus aparatos, incluido su proceso de legitimación política (boicot a las elecciones), y una relación muy ambigua con el comercio privado y de negocios a nivel local. Esto es por supuesto la difícil cuestión de Estado frente al capital, de Estado contra la producción de mercancías -en su estado es de fácil localización e identificación mientras que el capital y la producción de los productos básicos son difusos, descentralizados y no pueden ser un objetivo para la acción revolucionaria-. Es más fácil para enfrentar al Estado, como una estructura de opresión, que ser capaz de ver cómo el mercado, el comercio privado y el intercambio «espontáneamente» producen las desigualdades de poder y riqueza. La mano invisible del mercado es a veces mucho más decisiva en la prevención revoluciones que la mano visible del Estado.

Sin duda, los maoístas necesidad de obtener una comprensión de este problema, que históricamente ha existido desde los tiempos de Lenin, cuando después de la captura del poder estatal los bolcheviques oscilaron entre el comunismo de guerra (se prohibió el comercio privado y el dinero) y la Nueva Política Económica (permitiendo un cierto comercio privado y el libre mercado) en 1919-21. La Revolución Cultural [China], a su vez nos mostró que las clases del viejo Estado pueden desaparecer, pero las condiciones de producción existentes, en particular, el sistema salarial y el funcionamiento de la ley del valor (el mercado capitalista), a su vez «espontáneamente» generan una nueva burguesía , bueno … como señaló Mao, desde dentro del Partido Comunista.

Sin lugar a dudas, la práctica maoísta, en particular la experiencia de la sarkars janatam, debe ser un modo u otro de encuentro con este problema y su resolución. Los maoístas, por supuesto, no pueden rehuirlo en su relación con el comercio y la empresa (incluido el saqueo de los bancos) en las zonas bajo su control. Sin embargo, verlo sólo como una exigencia práctica local sin relacionarlo con el proceso revolucionario general puede resultar peligroso.

Saroj Giri es profesor de Ciencia Política en la Universidad de Delhi.

Traducido por María Valdés

Fuente: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article855

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