Los muertos que causa una guerra no son fáciles de contar. Lo pone de manifiesto el baile de cifras que acompaña a cualquier conflicto armado. El último ejemplo se dio a principios de año, cuando el Ministerio de Sanidad de Irak y la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifraron las víctimas mortales desde la […]
Los muertos que causa una guerra no son fáciles de contar. Lo pone de manifiesto el baile de cifras que acompaña a cualquier conflicto armado. El último ejemplo se dio a principios de año, cuando el Ministerio de Sanidad de Irak y la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifraron las víctimas mortales desde la invasión estadounidense en 151.000, casi una cuarta parte de las 600.000 estimadas por investigadores iraquíes y estadounidenses en un estudio publicado en octubre de 2006 en la revista médica The Lancet.
Otra prestigiosa publicación médica, British Medical Journal (BMJ), se hace hoy eco de un trabajo que cuestiona los métodos usados para medir las bajas de guerra en cualquier conflicto armado y propone una nueva forma de cuantificarlas. Un ejemplo práctico acompaña su propuesta. Tras medir con el nuevo sistema los muertos en conflictos de 13 países, el resultado es que las bajas serían dos tercios mayores de las estimadas hasta la fecha con los métodos tradicionales.
Hasta ahora, tal y como explican los autores del estudio, de las universidades de Harvard y Washington, los métodos que más se han usado para cuantificar las bajas son dos: las encuestas a un cabeza de familia de un número determinado de hogares, cuyos resultados se extrapolan a la población total -menos usado porque la guerra no es buen lugar para hacer encuestas- y la estimación de bajas según datos de testigos directos, medios, hospitales y morgues.
Presiones políticas
Esta técnica, sin embargo, tiene un importante sesgo. Por una parte, la mayoría de las muertes de guerra ocurre en zonas peligrosas, donde es más difícil que haya testigos; además, los datos dados por organismos sanitarios pueden ser objeto de presiones políticas. A pesar de sus debilidades, la estimación por testigos es la que aporta los datos más ajustados de bajas bélicas, ya que la base de datos Uppsala/PRIO recoge todos los informes hechos con este método en los conflictos mundiales desde 1900.
Frente a estos enfoques, ¿qué proponen los autores del estudio? Para conocer los estragos de la guerra se debe analizar los datos demográficos de los periodos de paz. Una encuesta hecha en momentos de calma es más factible, la muestra suele ser más amplia y no hay intereses de por medio.
Para saber, por ejemplo, las bajas de una guerra acaecida en 1996, habría que comparar los datos de los cuestionarios de 1995 y 1997. Dichas encuestas -exactamente de 70 países- están en manos de la OMS, incluidas en el programa Encuestas Mundiales de la Salud. Éstas incluyen la siguiente pregunta a la persona que responde: «¿Cuántos hermanos/as ha perdido usted? ¿Cuántos por heridas de guerra?»
Para validar su método, los autores lo aplicaron a 13 países y compararon los resultados con los obtenidos por el método tradicional. Éste atribuía a las guerras de los países incluidos en el trabajo 2,7 millones de muertes bélicas violentas. El nuevo análisis de las encuestas de la OMS publicado en BMJ eleva la cifra a más del doble: 5,4 millones.
El método puede revolucionar la cuantificación de la tragedia de la guerra. Pero a efectos prácticos tiene una pega, como admitió a Público uno de los firmantes del trabajo, Ziad Obermeyer: «Para que podamos aplicarlo en Irak, primero necesitamos que llegue la paz».