Hasta no hace mucho tiempo atrás, Corea del Sur era elogiada por su efectiva respuesta al brote de Covid-19. Las cifras demostraban que el país asiático había podido contener la pandemia, particularmente gracias a un poderoso sistema de rastreo de casos. Pero ahora, la historia es otra.
Creyendo haber superado la crisis, el gobierno había decidido relajar las medidas de distanciamiento social. Aunque con el diario de hoy, queda claro que la decisión fue anticipada. La prueba de fuego para saber si realmente el país había logrado aplanar la curva, era el feriado de cinco días de la cosecha de Chuseok. Ahora que la celebración ha finalizado, queda claro que cualquier demostración de admiración hacia Corea del Sur por su mitigación del coronavirus ha sido, por lo menos, anticipada.
El aumento de casos registrados en las últimas semanas demuestra que la estrategia no ha sido tan exitosa como se ha dicho. En los últimos días, el país contabilizó el primer salto diario de más de 100 casos en una semana, elevando el número total de casos a 24.353 contagios y 425 muertes. Lo que supone una prueba para el gobierno, que deberá imponer nuevas medidas para contener la propagación del virus.
Por ahora, las nuevas medidas anti Covid se centran básicamente en la aplicación de multas a quienes no lleven mascarilla en espacios y transportes públicos. Nada sumamente innovador. Si no, más allá de esta medida concreta, el gobierno de Moon Jae-in también ha decidido desplegar cientos de autobuses a modo de barrera, a lo largo de la capital, Seúl, con el fin de evitar cualquier tipo de protesta. De esta manera, sellaron las principales avenidas y plazas de la ciudad, para así evitar que los ciudadanos se movilicen durante el Día de la Fundación Nacional. Esto después de que el gobierno se enfrentó a una larga huelga de dos semanas llevada a cabo por los médicos surcoreanos contra los planes de reforma médica. También con el fin de evitar cualquier intento de manifestación antigubernamental, el gobierno anunció la prohibición de estos eventos y anunció estrictos castigos. Aunque muchos critican que el gobierno está más preocupado en controlar la escalada de tensión social, que en frenar la evolución de la pandemia. Lo que deja ver el tinte político detrás de la gestión de la pandemia en el país asiático.
El descontento social coincide con el contexto de inestabilidad económica que atraviesa Corea del Sur. El brote de coronavirus ha hundido al país en una recesión. Su PIB se contrajo un 3,3% en el segundo trimestre, luego de un retroceso del 1,3% intertrimestral tres meses antes. Además, recientemente, el Instituto de Desarrollo de Corea (KDI) rebajó la perspectiva de crecimiento económico a una contracción del 1,1% este año. Lo que contrasta con el pronóstico de mayo que indicaba una expansión del 0,2%. Este cambio en las predicciones que ahora apuntan a una recesión más profunda de lo esperado se explica debido al resurgimiento del Covid-19 y a las dudas sobre la capacidad de gestión del gobierno surcoreano. Por lo que según el KDI, la recuperación económica puede retrasarse aún más, teniendo en cuenta que aún no se vislumbra un final para la pandemia.
Ante el difícil panorama económico al que se enfrenta Corea del Sur, el gobierno se encuentra en una disyuntiva geopolítica. A medida que se acentúa la disputa comercial entre Estados Unidos y China, Corea del Sur muestra cada vez más una posición marcada por su acercamiento a una de las dos potencias. En el último tiempo, los avances diplomáticos volvieron a reiniciar el impulso en las relaciones entre Corea del Sur y China. Prueba de ello es la reunión de alto rango celebrada en agosto de este año entre el máximo diplomático de China, Yang Jiechi, y su homólogo surcoreano, Suh Hoon. Detrás de esta reunión, se encontraría la organización de la cumbre entre los presidentes Xi Jinping y Moon Jae-in.
La cercanía entre Corea del Sur y China ya había quedado en evidencia a finales del año pasado cuando los líderes de ambos países intercambiaron palabras de apoyo mutuo. «China y Corea del Sur deben profundizar y desarrollar su asociación de cooperación estratégica, adaptarse a los intereses centrales y las principales preocupaciones de cada uno, y elevar las relaciones bilaterales a un nivel superior», dijo en aquella oportunidad Xi Jinping. Moon por su parte, reforzó la idea de cooperación al declarar que espera que “el sueño de Corea del Sur sea útil para China y que el sueño de China se convierta en una oportunidad para Corea del Sur”.
Un encuentro entre ambos líderes se viene haciendo esperar y llegará una vez que la pandemia lo permita. Mientras tanto, queda claro que la importancia de la cumbre no está únicamente basada en la activación de las relaciones diplomáticas, sino también en la oportunidad de Corea del Sur de encontrar un salvoconducto para su reactivación económica. Porque por más que intente mantenerse equidistante entre su aliado comercial, Beijing, y su aliado en seguridad, Washington, los lazos económicos tiran con fuerza. Y más aún ahora con el estancamiento de las conversaciones nucleares entre Estados Unidos y Corea del Norte. Al mismo tiempo, Beijing toma ventaja y aprovecha los malos tiempos de Corea del Sur para brindarle su apoyo. Aunque como bien se sabe, ninguna ayuda es gratuita. Tener a Corea del Sur de su lado, le permitirá a China consolidar su liderazgo e influencia en la región.