Dos días después de que encendiera todas las alarmas con maniobras militares con fuego real en la disputada isla de Yeonpyeong, el Ejército surcoreano vuelve a la carga con nuevos simulacros bélicos, aéreos, terrestres y navales. Seúl prosigue así con su peligrosa estrategia de provocar la ira de Pyongyang. China ha advertido de que las […]
Dos días después de que encendiera todas las alarmas con maniobras militares con fuego real en la disputada isla de Yeonpyeong, el Ejército surcoreano vuelve a la carga con nuevos simulacros bélicos, aéreos, terrestres y navales. Seúl prosigue así con su peligrosa estrategia de provocar la ira de Pyongyang. China ha advertido de que las dos Coreas estarían «cerca de librar una (nueva) guerra».
El régimen de Corea del Sur se ha embarcado en nuevas maniobras militares, terrestres, aéreas y navales, dos días después de que sus ejercicios con fuego real en la disputada isla de Yeonpyeong elevaran la tensión con su vecino norcoreano.
Ayer mismo tuvieron lugar simulacros militares, también con fuego real y terrestres y aéreos, en Pocheon, a 20 kilómetros al sur de la línea de demarcación que parte en dos la península coreana. Este enclave es escenario habitual de maniobras, aunque un portavoz del Ejército surcoreano aseguró que «estas serán importantes» y contarán con el concurso de seis aviones de combate, helicópteros, carros de combate y misiles anticarro, cañones y lanzacohetes múltiples.
El miércoles dieron comienzo maniobras navales al este de la península, en el mar del Este/mar de Japón. El escenario del teatro bélico está a un centenar de kilómetros al sur de la «frontera» con Corea del Norte e implican a seis navíos de guerra y a helicópteros.
«Intrusiones norcoreanas»
El Gobierno de Seúl situó el objetivo de estos ejercicios en ensayar respuestas «en caso de intrusión de submarinos o naves patrulla norcoreanas en las aguas surcoreanas».
El comandante del primer batallón del Ejército surcoreano, Choo Eun-sik, advirtió de que «lanzaremos severas represalias si el Norte se arriesga a otro acto provocador como el bombardeo de Yeonpyeong», en referencia al intercambio de fuego artillero que el 23 de noviembre dejó un saldo de cuatro muertos en la parte surcoreana. Corea del Norte reaccionó con una salva de obuses a las maniobras con fuego real que realizaba desde la disputada isla el Ejército surcoreano. La crisis se saldó con el primer bombardeo de una zona civil desde el final de la Guerra de Corea (1953).
El pasado lunes, Seúl repitió la jugada con maniobras en la misma isla, que Pyongyang reclama como parte de su territorio en una disputa sobre la frontera marítima. Esta vez Corea del Norte decidió no responder «a la provocación».
Seúl saca músculo
Al insistir una y otra vez en proceder a unos movimientos militares que Pyongyang denuncia como «provocaciones», Seúl trata de enseñar músculo y de mantener tenso el ánimo belicoso en su opinión pública.
Los analistas occidentales no dudan en justificar sin ambages esta huida hacia adelante del régimen de Seúl, dirigido por un halcón como el presidente Lee Myung-bak, conocido por su odio hacia el régimen de Pyongyang y por su negativa a propiciar escenarios de acercamiento como los protagonizados por sus antecesores durante la década de 2000.
En opinión de Peter Beck, experto del Consejo de Relaciones Internacionales con sede en Washington, Seúl «no tiene otra opción que intensificar sus ejercicios militares».
Coincide en ello Daniel Pinkston, del International Crisis Group. Si Seúl «se relaja, olvida su preparación e intenta ser amistoso con los norcoreanos, éstos no pararán jamás. No hacer ejercicios militares sería irresponsable, desaconsejable y contraproducente», aconseja el experto de una ONG que asegura trabajar en la prevención de conflictos internacionales.
No todos opinan así. Yang Moo-jin, experto en Corea del Norte de la Universidad de Seúl, en vista de la situación actual, estas maniobras no ayudan a preservar la paz». No parece este el objetivo de Seúl, que alimenta así un sentimiento antinorcoreano entre su opinión pública, sacudiéndose además las críticas de los sectores más militaristas. Y que sabe que tiene el apoyo de EEUU.
Los gestos de buena voluntad de Corea del Norte parecen haber caído en saco roto si atendemos a la reacción de su primer destinatario, EEUU.
Corea del Norte renunció el lunes a responder a la «provocación» de Seúl con sus maniobras. Paralelamente, anunció que acepta el retorno de los inspectores nucleares de la ONU expulsados en abril de 2008 por un diferendo sobre su labor.
El experto surcoreno Yang Moo-jin señala que, con estos gestos, Pyongyang mostraría que «está preparado a la vez para el diálogo y para la confrontación, pero que por el momento, privilegia el diálogo con EEUU». Este experto señala que la probabilidad de un ataque norcoreano es mínima actualmente, siempre que Washington y Seúl no decidan dar otro salto adelante, organizando por ejemplo maniobras conjuntas».
Con sus últimos gestos, Pyongyang trata a su vez de no soliviantar a Rusia y a China, sobre todo a esta última, que logró con su veto el pasado domingo evitar una condena en el Consejo de Seguridad de la ONU al bombardeo norcoreano de Yeonpyeong.
Paralelamente, trata de cumplir su objetivo estratégico, negociar directamente con EEUU, despreciando a su peón surcoreano, un verdadero acuerdo de paz que ponga fin a la situación de armisticio vigente desde 1953 y a las sanciones económicas.
Washington ha reaccionado con escepticismo a los movimientos norcoreanos. Además de negarse al diálogo directo con Pyongyang, condiciona la reanudación de las negociaciones a seis a que Corea del Norte «cambie de actitud y pase de la retórica a los hechos».