Es evidente que la mayoría de los medios de comunicación no centra su atención sobre una determinada noticia en base a su relevancia social, sino analizando factores puramente económicos. Resumidamente, sólo les interesa acaparar el mayor porcentaje de audiencia posible, lo que repercutirá, vía publicidad, en sus cuentas. Por tanto, es lógico que, por ejemplo, […]
Es evidente que la mayoría de los medios de comunicación no centra su atención sobre una determinada noticia en base a su relevancia social, sino analizando factores puramente económicos. Resumidamente, sólo les interesa acaparar el mayor porcentaje de audiencia posible, lo que repercutirá, vía publicidad, en sus cuentas. Por tanto, es lógico que, por ejemplo, en los análisis de audiencia se comparen la muerte del Papa de los católicos con un derbi futbolístico. Lo que resulta más difícil de comprender es que, desde el pasado viernes, los propios católicos estén dando tanta relevancia al fallecimiento de Juan Pablo II, un anciano que en los últimos años ya apenas se dirigía personalmente a su comunidad religiosa. Me explico: el gran aparato propagandístico de la Iglesia Romana no está aprovechando el acontecimiento para divulgar la doctrina de su Dios. Curioso, ¿o no? ¿Alguien está oyendo hablar de ese Dios durante estos días? ¿Alguien ha escuchado, fuera de los recintos eclesiásticos, una simple mención a la supuesta biografía oficial de Jesús de Nazaret? ¿Por qué, en lugar de hablar tanto del empecinamiento de Wojtyla en su lucha contra el comunismo, no se dedica ni un minuto a alguna de las bienaventuranzas recogidas en el Nuevo Testamento? Yo creo, y no es por una cuestión de fe, que lo que está sucediendo refleja clarísimamente que en el mundo cristiano que tanto llora estos días a Juan Pablo II no tienen mucha audiencia los mensajes dictados por su Dios ni los de su Mesías. Convertir a un Papa muerto en un ídolo de masas no tiene ningún encaje en la doctrina cristiana que, quizás con buena voluntad, han predicado personas convencidas de que es mejor ayudar al prójimo en vida que excomulgarlo o condenarlo a la pira eterna. Y dentro de unos días volveremos a ver cómo se crea un «sumo pontífice»:una reunión de ancianos, la mayoría de ellos sin ninguna autoridad moral sobre el común de los mortales, concluirá con la elección de un hombre (género masculino) al que colocarán unos ropajes estrambóticos y, en un ritual anacrónico, coronarán como el «sucesor de Pedro». Probablemente, será uno de esos ancianos el que, ya nombrado Papa, se dirija a los católicos de todo el mundo para anunciar que trabajará por conseguir la paz y la justicia… en «el otro mundo». A continuación, el fútbol volverá a acaparar audiencias y las iglesias de Occidente verán reducirse el número de sus «fieles», que lo que es «creyentes» ya quedan muy pocos, y menos entre el clero purpurado.