La guerra que vendrá, no es la primera. / Hubo otras guerras. / Al final de la última / hubo vencedores y vencidos. / Entre los vencidos, / el pueblo llano / pasaba hambre. / Entre los vencedores / el pueblo llano la pasaba también.
Bertolt Bretch (1898 – 1956 )
El declive económico y político de EE.UU. y, por tanto, estratégico, explican la agresiva conducta de la OTAN en Europa, cuya provocación sostenida ha desencadenado la guerra anunciada entre Rusia y Ucrania. Una guerra inducida por el asfixiante cerco de Occidente a Rusia y las atrocidades del régimen neonazi de Ucrania en la región del Donbás.
Mientras Rusia ha intentado infructuosamente proteger sus legítimos intereses, el llamado régimen del Maidán -existente aún en Ucrania- se ha prestado a una insostenible provocación, alentada por la OTAN, que más que una alianza defensiva es un instrumento militar de dominio al servicio de los intereses de los EE.UU.
Ucrania pagará por ello un alto precio, pues las llamadas medidas económicas contra Rusia no alterarán el curso de los acontecimientos. Por el contrario, es probable que las medidas económicas reboten con fuerza contra los países de la Unión Europea, que tendrán que adquirir la energía -gas y petróleo- a mayor coste, con la consiguiente subida de la inflación y el inexorable agravamiento de la crisis económica.
Rusia se verá obligada a estrechar sus lazos estratégicos con la superpotencia china, que saldrá beneficiada, en detrimento de los intereses de la vulnerable y decadente Unión Europea, incapaz de hacer valer sus intereses estratégicos frente a su prepotente socio americano.
Ucrania llama ahora desesperadamente a las puertas de la OTAN para que intervenga militarmente en la guerra que Rusia se ha visto obligada a iniciar; lo que no hará, quedando Ucrania finalmente abandonada a su suerte.
Al igual que quedaría abandonada a su suerte la Unión Europea, si hubiese un peligro cierto de confrontación nuclear, con riesgo de devastación termonuclear de la metrópoli imperial, es decir de los EE.UU. de América.
Ucrania ha sido vilmente utilizada por los USA y lo está siendo también la frágil Unión Europea, poniendo en riesgo grave su población e infraestructuras, si el cerco de la OTAN a Rusia se mantuviese indefinidamente.
En octubre de 1962, durante la famosa crisis de los misiles, EE.UU. exigió la retirada del material militar soviético instalado en Cuba. La URSS retiró de inmediato sus misiles, situados a unos centenares de kilómetros de Washington. Comprendió que, de persistir en su empeño, podía desencadenar un conflicto termonuclear de dimensiones definitivas.
La destrucción mutua asegurada, base estratégica del llamado equilibrio del terror, pudo poner en riesgo la propia supervivencia de nuestra especie, pues, de acrecentarse la tensión militar, un choque directo entre las dos superpotencias nucleares se hacia inevitable.
Por el contrario, el comportamiento aventurero de los EE.UU., secundado por la Unión Europea, es antagónico al que mantuvo Rusia en aquellos lúgubres días, que aún recuerdo con espanto.
Transcurría entonces mi tercer curso como alumno en la Escuela Naval de Marín (Pontevedra), cuando saltó la noticia. Mis lecturas de joven guardiamarina, clandestinas por entonces, me habían preparado para comprender la gravedad de aquel momento. Ineludibles reflexiones que debatí amistosamente con algunos de mis compañeros de armas.
La sangre rusa derramada en el Donbás ha herido profundamente el orgullo nacionalista del pueblo ruso, que Fiódor M. Dostoievsky (1821-1881), uno de los grandes genios de la narrativa europea, reivindicó en Diario de un escritor.
La apremiante necesidad de frenar la expansión de la OTAN, que, incumpliendo gravemente sus compromisos, ha llegado hasta la frontera rusa, a escasos centenares de kilómetros de Moscú, ponen en riesgo cierto la vida sobre el planeta.
Resulta indignante, por hipócrita, el numerito montado por algunos delegados en la ONU, posando con la bandera de Ucrania junto a un mural del “Guernica”, del genial Pablo Ruiz Picasso (1881-1973).
Quizás, en esta trágica coyuntura histórica, la cordura que habría de derivarse de unos pueblos europeos martirizados cruelmente en el pasado, exija al mando militar de la OTAN, es decir a los USA, la inmediata contención de su ardor guerrero y expansionista, que nos pone en peligro a todos. Una nueva partición del mundo, que dé seguridades a ambos lados del Atlántico, sede de gigantescas superpotencias nucleares, parece inevitable.
La Unión Europea ha de afrontar con valor su andadura, junto a su vecina Federación de Rusia, pues ambas forman parte del mismo continente, y han de forjar en el futuro una amistosa alianza entre sus trabajadores y pueblos.
Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada, miembro de la UMD y del colectivo Anemoi.
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