“La historia nos dice que esta no será la última pandemia. Las epidemias son un hecho en la vida” son las palabras del director general de la organización Mundial de la Salud (OMS) Tedros Adhanon Ghebreyesus con el motivo del Día Internacional de la Preparación ante Epidemias.
Palabras que refieren lo que fue el hecho noticioso más importante del año 2020. Un año que se nos va y que ha estado marcado, indudablemente, por esta pandemia del Covid 19 con efectos múltiples: en el área sanitaria, política, turística, social, económica. Incluso respecto a la visión del virus, transitando desde aquellas teorías conspirativas, pasando por el negacionismo y la constatación de lo feble que es nuestra humanidad. A pesar de esta constatación es evidente la necesidad de replantearse nuevos modelos de desarrollo, donde resulta crucial el papel relevante que tiene que cumplir el sector público, el Estado, cuya acción tendrá que ser mayor al que ha tenido en las últimas décadas. Un Estado vilipendiado, sujeto a criticas inmisericordes y que muestra en forma indiscutible que “el muerto que vos matasteis goza de buena salud”.
Lo mismo respecto a una revisión, cuestionamiento y hasta un cambio medular de lo que ha sido el modelo de globalización impulsado hasta ahora. Esto implica la búsqueda y la lucha por nuevos modelos de participación social, nuevas estructuras sociales donde la población tenga garantizado sus derechos en un amplio espectro de necesidades. Es evidente que resulta insuficiente y hasta una burla que la participación de la sociedad se limite a acudir cada cierto tiempo a emitir un voto y creer que así ya estamos licenciados como demócratas. Lo mencionado, en un marco de cambios personales y colectivo importantes, donde la crisis ha provocado o catalizado cambios importantes en la manera en que trabajamos, en la que nos relacionamos, adquirimos bienes y servicios, en la forma en que podemos viajar y convivir. En la forma que podemos vislumbrar un mundo más unido o definitivamente en un mundo que camine hacia un sálvese quien pueda.
Resulta evidente que el COVID 19 ha traído consigo el desastre en amplias ramas de la economía. La escasísima demanda de los servicios de turismo ha generado un efecto económico desastrosos en países donde dicha actividad es prioritaria: España, Italia, México, Tailandia, República Dominicana o Cuba. En España por ejemplo, el peso del turismo alcanzó los 154.487 millones de euros en 2019, lo que supuso el 12,4% de su PIB y donde el turismo alcanzó los 2,72 millones de puestos de trabajo, el 12,9% del empleo total. En Italia, el sector turismo representa el 13% del PIB y las pérdidas de este año 2020 se estiman en 120 mil millones de euros. En Cuba representó el año 2019 el 12% del PIB con 5 millones de turistas. Una caída brutal para un país que ha buscado por esa vía caminos de ingresos tras afectaciones económicas tras la caía del campo socialista, socio prioritario.
Tanto como en turismo, constatamos la interrupción en la cadena de suministros en un modelo capitalista donde las partes para fabricar un producto se hacen en distintos países, que afecta a quien provee los componentes y quien ensambla el producto final. Una cadena rota y frente a la cual vamos a tener que observar con cuidado pues el empresariado (con apoyo estatal) tratará de recuperar sus perdidas a costa de los trabajadores, recurriendo siempre a ese estado vilipendiado, haciendo realidad aquella que “las ganancias son privadas y las pérdidas sociales”.
Si algo ha dejado en evidencia, esta crisis sanitaria, es la falta de protección social, el descalabro de los sistemas públicos de salud y las enormes brechas sociales en regiones como la latinoamericana por ejemplo, evidenciado en las medidas implementadas para paliar los efectos del COVID 19. La vieja máxima neoliberal respecto a la “necesidad de disminuir la grasa del estado” debe dar paso a un Estado si bien no obeso por lo menos con peso y estatura adecuada. Chile refiere un ejemplo en materia del retiro de nuestros fondos previsionales, que constituye una medida insuficiente, coyuntural, donde el salvataje de la difícil situación económica ha corrido a cuenta de los propios trabajadores y escasa participación estatal. Con una estrategia comunicacional desinformadora y manipuladora, que asigna la responsabilidad de pensiones miserables futuras a los trabajadores y no a las fallas de un sistema en esencia injusto.
Se nos va un año 2020 marcado, igualmente, por una política continua de agresiones, guerras, políticas de dominio y de máxima presión que ha seguido incólume contra: Irak, Yemen, Palestina, El Líbano, Libia, Irán, Venezuela, Cuba. Cáucaso Sur, Sáhara Occidental. Disputas comerciales con China. Presiones contra las instituciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Consejo de Derechos Humanos, Corte Penal Internacional, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) Violación permanente de resoluciones internacionales respecto a Palestina. Yemen, Siria, Irak, el pueblo Rohingya, entre otros.
En las últimas semanas hemos sido testigos del denominado “Proceso de Normalización” destinado a seguir implementando la política de colonización y ocupación de Palestina y el Sáhara Occidental, junto a la protección y lavado de imagen de monarquías como los EAU, Bahréin, Marruecos y Arabia saudí y lógicamente a la entidad sionista. Como también el chantajear a un gobierno, como el de Sudán, a quien se le prometió por Washington sacarlo del listado de países patrocinadores del terrorismo si establecía relaciones con el sionismo. Todo ello coordinado, patrocinado y llevado a la práctica por Washington. Una política vergonzosa, chantajista, despreciable.
Un camino plagado de cambios
La crisis causada por el Covid 19 nos enfrenta a desafíos cotidianos, necesarios de resolver: empleo, asistencia sanitaria, seguridad pública, asistencia financiera, apoyo alimenticio, el pago de las deudas del hogar en múltiples áreas. Pero, nada de ello que es vital, para el día a día, nos debe dejar de lado la mirada de futuro. Bajo lo descrito que refiere constatar y en el marco de un pensamiento y una acción antiimperialista ¿Qué es lo que se viene como desafío y exigencias? En general lo observado, revelado, constatado y criticado en párrafos anteriores, nos expresa lo que debemos cambiar, el norte de nuestra acción.
En el plano de mi continente y en específico en Latinoamérica y el Caribe el mundo post pandemia está cruzada de interrogantes y escasas certezas. Las proyecciones económicas establecidas por las diversas instituciones dedicadas al tema económico, como es el caso de la Comisión Económica para América latina y el Caribe (CEPAL) ya certifican que el 2020 ha sido el año de mayor contracción económica en los últimos 100 años. Consta transversalmente, que la crisis sanitaria ha agudizado las desigualdades y la fragilidad de los sistemas sociales poniendo en jaque el sistema político, la economía regional y las posibilidades de desarrollo. Esto hace temer un aumento del hambre y la pobreza, que tanto esfuerzo, sacrificio y décadas de esfuerzo habían logrado disminuir, sobre todo en aquellos países donde la llegada de movimientos revolucionarios y progresistas lograron avanzar en indicadores de desarrollo en beneficio social.
La interrogante es saber si la agenda de trabajo va encaminada a recuperar esos indicadores o intensificar el trabajo político que permita agudizar las contradicciones sociales, políticas y económicas, como parte de una estrategia de toma del poder. Lo dejo abierto al análisis del lector pues suelo escuchar, en este caso en mi entorno, que las condiciones objetivas de la revolución están y lo que hay que hacer es agudizar las contradicciones y trabajar por incrementar las condiciones subjetivas, que es hablar del factor conciencia, dirección y organización.
En un contexto internacional nos enfrentamos a la polarización y el proteccionismo, sobre todo de aquellos bloques más poderosos y que suelen aunar esfuerzos de autoprotección y hasta la obtención de beneficios dentro de la crisis. Hablo del bloque norteamericano, el bloque europeo y las grandes corporaciones transnacionales tanto económicas, industriales, financieras como de armas. Esto implica enfrentar dicha realidad y donde resulta imprescindible, como agenda de trabajo esencial, para el 2021 y siempre tenerlo como blanco permanente de nuestro trabajo la lucha contra el sionismo, en todos los ámbitos. Fundamental la eliminación del sionismo y del Wahabismo como ideología. Y, al mismo tiempo el dar a conocer, mostrar, ilustra, escribir, defender el trabajo del Eje de la Resistencia.
Fuente: www.segundopaso.es