La enfermedad llamada coronavirus (Covid-19) apareció en la ciudad china de Wuhan a finales de 2019, se extendió rápidamente por el mundo y fue declarada pandemia por la Organización Mundial de la Salud en marzo de 2020.
Parecía una guerra contra una pandemia para defender
a unas personas. Se reveló una guerra contra las personas
para defender a una pandemia
Anónimo
Desde un principio fue presentada como una amenaza catastrófica, comparable a la gripe española de 1918, al cólera e, incluso, a la peste negra de 1347. En la actualidad (marzo de 2022), después de dos años de confinamiento parcial o total, 452,173,363 personas se han enfermado de Covid, de las cuales 6,025,475 han fallecido, según datos de la John Hopkins University, la institución académica que maneja las estadísticas oficiales a nivel global.[1] La letalidad de la enfermedad es baja: entre el 0 y el 1,5 por ciento, según los países. Esto quiere decir que una persona infectada tiene entre el 98.5 y el 100 por ciento de probabilidades de sobrevivir, mismas que suben a entre el 99.5 y el 100 por ciento entre los menores de 70 años. Parece acertado, además, que la peligrosidad del coronavirus no depende de su nocividad, sino básicamente del estado de salud del enfermo. El sociólogo francés Laurent Mucchielli señala la gran confusión que existe entre el hecho de morir de Covid y de morir con Covid.[2] En este ensayo, intentaré abordar la pandemia desde otro ángulo: la implementación del miedo a través de la comunicación ansiógena, la instrumentalización de la ciencia y el uso sistemático de la desinformación al servicio del poder.
Profecías
En 1967, Guy Debord señaló en La sociedad del espectáculo -uno de los libros más importantes y menos comprendidos de la segunda mitad del siglo XX- que la mentira generalizada era una de las características sobresalientes del capitalismo moderno, tanto en su versión occidental como soviética.[3] El fundador de la Internacional Situacionista (IS) nombró “espectacular difuso” a las relaciones de dominio típicas del capitalismo avanzado y “espectacular concentrado” a las que imperaban en el capitalismo burocrático. En el primero, el ciudadano se convertía en consumidor en el contexto de una dictadura solapada con falsa apariencia democrática y en el segundo era sometido a la panoplia totalitaria con sus partidos únicos, jefes máximos y policías secretas.
En otro texto, Debord denunció que el deterioro del medio natural y humano estaba comprometiendo la posibilidad misma de nuestra sobrevivencia en el planeta. Contra quienes todavía creían en la neutralidad de la ciencia, del progreso y de la industria, afirmaba que, en la medida que se encontraba subordinada al capital, la ciencia no podía más que acompañar, en su camino hacia la destrucción, al mundo que la producía y a cuyo servicio estaba.[4]
Por último, en Comentarios sobre la sociedad del espectáculo[5] (1988), Debord introdujo un nuevo concepto, lo “espectacular integrado”, una forma de dominación todavía más profunda -y asimismo más insidiosa- que conjugaba las dos anteriores. El resultado es una síntesis de las herramientas propias del capitalismo burocrático y del capitalismo liberal que implicaba, entre otras características la desinformación, es decir el uso combinado de la verdad y la mentira al servicio del poder. Contrario a la pura mentira, la desinformación contiene cierta dosis de verdad, aunque deliberadamente manipulada (tesis no. XVI).
Por su parte, Giorgio Agamben tiene décadas investigando las metamorfosis de la vida política en nuestras mal llamadas democracias y los nexos que existen entre violencia y derecho. En un libro publicado por primera vez en 2003, Estado de excepción, el filósofo italiano sostiene que el momento que se pretende temporal, en el cual se suspende el orden jurídico, tiende a convertirse en la forma paradigmática de gobierno. Lo anterior se percibe en las dictaduras totalitarias de la primera mitad del siglo XX, pero también en los Estados Unidos, después de los atentados del 11 de septiembre. Un hito es la promulgación del Patriot Act el 26 de octubre de 2001, que legaliza la detención indefinida de los no-ciudadanos estadounidenses sospechosos de actividades terroristas y cancela el estatuto jurídico del individuo produciendo un ser “jurídicamente innominable e inclasificable”.[6]
Agamben articula el problema del estado de excepción con la noción foucaultiana de biopolítica. Al incluir al viviente en tanto vida desnuda en el derecho, la política se vuelve biopolítica. Y el estado de excepción, al crear las condiciones jurídicas para que el poder disponga de la vida de los ciudadanos, se convierte en un dispositivo biopolítico de primer orden.
Las reflexiones de Debord y Agamben -a las cuales se podrían añadir las de Lewis Mumford, Cornelius Castoriadis, Iván Illich, Jacques Ellul y Jean Baudrillard, entre otros- ofrecen un marco de análisis que ayuda a entender qué está sucediendo. Con una salvedad: la colonización de la vida cotidiana, descrita por el autor de La sociedad del espectáculo, alcanza ahora la vida a secas, es decir el espacio biológico de nuestra existencia, justo como lo precisa el autor de Estado de excepción. Y, para usar la terminología de Marx, prefigura una nuevo capítulo de la sumisión real del trabajo al capital.
Lo cierto es que, a partir de la emergencia sanitaria, medios de comunicación de talante soviético nos bombardean cotidianamente con mensajes que nos inyectan el miedo, nos incitan a sumarnos por “causas de fuerza mayor” a “la guerra contra el virus” y presentan las vacunas como “la hazaña del siglo”. Desacreditan a la par las (múltiples) informaciones en sentido contrario y tratan a los escépticos de criminales, conspiracionistas, oscurantistas, negacionistas, egoístas, neoliberales, etc.
En Italia, se ha llegado al extremo de presentar todo cuestionamiento a las vacunas como “fascista”. En México, distinguidos periodistas denigran a los ciudadanos que luchan en Europa contra el pasaporte sanitario (un certificado obligatorio que prueba que el ciudadano ha realizado el esquema de vacunación completo, con todo y los llamados refuerzos) como supuestos ejemplos de la histórica ausencia de solidaridad que caracteriza al hombre blanco.[7] ¿Será?
Enfermedades globales
El coronavirus no surge de la nada; en realidad, es una enfermedad ampliamente anunciada. Exactamente diez años antes, en 2009, había estallado la A/H1N1, mejor conocida como “influenza porcina”, de la que nadie parece acordarse. Ésta, a su vez, repetía la historia de la gripe aviar, detectada por primera vez en seres humanos en 1997 y, aún antes, de la EEB o encefalopatía espongiforme bovina, comúnmente conocida como enfermedad de la vaca loca. Eran otros tantos síntomas de que algo andaba mal en la aldea global y que ese algo tenía que ver con el auge de los sistemas agroindustriales, a expensas de las agriculturas campesinas.
Los científicos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los gobernantes lo sabían muy bien. En octubre de 2006, se había llevado a cabo un encuentro entre funcionarios de Canadá, Estados Unidos y México en el cuartel del Comando Norte. El objetivo: organizar un simulacro para evaluar la capacidad de respuesta ante una pandemia de influenza.[8] Tomemos nota de que el cuidado de la salud ya traspasaba incluso el ámbito de la biopolítica para convertirse en un asunto militar, controlado por el gobierno de Estados Unidos y las grandes compañías farmacéuticas. Mientras esto sucedía, en todo el mundo los gobiernos implementaban reducciones drásticas a los presupuestos del sector salud, particularmente los hospitales, ahora considerados como “empresas” que tenían que volverse “rentables”, conforme a la ortodoxia neoliberal y a las indicaciones de las instituciones internacionales de crédito (FMI, Banco Mundial, etc.).
Cuando, en marzo de 2009, se detectaron los primeros casos de A/H1N1, la OMS catalogó la enfermedad como pandemia. Apareció entonces el Tamiflu, un antiviral inventado por Gilead Sciences Inc., laboratorio del cual había sido directivo y seguía siendo socio Donald Rumsfeld, ex ministro de Defensa de George W. Bush. Otra vez tomemos nota de la cercanía entre el complejo industrial-militar norteamericano y la industria farmacéutica. Acto seguido, la OMS recomendó a todos los países almacenar grandes cantidades del medicamento, mismo que se convirtió en la gallina de la huevos de oro.Lo comercializaba la empresa suiza Roche, cuya ganancias aumentaron rápidamente en varios miles de millones de dólares. Posteriormente se supo que el Tamiflu era de incierta efectividad y que los expertos en gripe de la OMS tenían conflictos de intereses con las farmacéuticas.[9]
Y llegaron las vacunas.[10] Los gobiernos lanzaron campañas masivas de inmunización, a pesar de que la revista Science recién había señalado que la gripe porcina evolucionaba rápidamente, justo por el uso generalizado de vacunas en los criaderos industriales.[11] ¿Cómo explicar tanta irresponsabilidad? Por el contubernio entre la OMS, los gobiernos de los principales países de Occidente (en primer lugar, Estados Unidos) y las grandes farmacéuticas, el llamado Big Pharma. Y es que las vacunas garantizaban mercados cautivos y ganancias estratosféricas. No sobra señalar que las empresas en cuestión son, en gran parte, las mismas que ahora están vacunando a la humanidad entera.
A la postre, la pandemia de A/H1N1 resultó no ser tal pues fallecieron menos de 4000 personas en todo el mundo cuando cada año perecen hasta 650 mil debido a la gripe estacional.[12] En Estados Unidos se denunció que el dinero de los impuestos iba a engordar las arcas de las farmacéuticas para financiar vacunas experimentales de dudosa eficacia y obligar a la población a usarlas. En Alemania se desató un escándalo al publicarse que los altos funcionarios del gobierno recibían una vacuna diferente al resto de la población.[13] ¿La razón? La farmacéutica norteamericana Baxter había mandado a Eslovenia, la República Checa, Austria y Alemania una gran cantidad de vacunas contaminadas.[14] Baxter, dicho sea de paso, actualmente está asociada con Moderna para la campaña de vacunas contra el coronavirus.[15]
En México, Silvia Ribeiro -investigadora del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC)- y otros insistieron en que la raíz del problema radicaba en la cría industrial de animales (cerdos y pollos), dominada por las grandes trasnacionales agroindustriales. Las condiciones insalubres y de hacinamiento de los criaderos hacían posible que los virus se recombinaran con mucha facilidad y desarrollaran siempre nuevas formas de influenza cada vez más virulentas. La A/H1N1, por tanto, no podía verse como un fenómeno aislado, sino como parte de una crisis generalizada que concernía la reproducción de la vida en el capitalismo realmente existente.[16]
Habría que precisar que los cuestionamientos no procedían únicamente de la sociedad civil, de algunos científicos y del periodismo de investigación, sino que alcanzaron las esferas institucionales de la Unión Europea. El epidemiólogo Wolfgang Wodarg, a la sazón presidente de la Comisión de Salud del Consejo de Europa, acusó a la OMS de fomentar un “pánico injustificado” en torno a la influenza A/H1N1. El propósito era el mismo de siempre: beneficiar al Big Pharma.[17] En 2021, el Dr. Wodarg publicó en alemán el libro Falsas pandemias. Argumentos contra el reino del miedo, donde exhibe las mafias de la vacunación y aboga por un sistema de salud que sirva a las personas y no a los intereses del gran capital.[18]
Banalidades de base
El coronavirus existe. Negarlo es tan absurdo como dar por buena la versión oficial de la OMS, los gobiernos y las multinacionales farmacéuticas. No es, probablemente, un invento de laboratorio, aunque tampoco lo podemos descartar. Parece asentado que se escapó de los mercados de la ciudad china de Wuhan. ¿Fue un complot de la CIA? ¿Del gobierno chino? ¿De ambos? No lo sabemos y tal vez no lo sabremos nunca. Recordemos, sin embargo, que el Instituto de Virología de Wuhan, a menudo señalado como el origen de la pandemia, no es únicamente un proyecto chino, sino que involucra a varios países y cuenta con el financiamiento del US National Institutes of Health, agencia del gobierno de los Estados Unidos para la investigación médica.[19]
Lo más importante es entender que la pandemia es real y, como el cambio climático, es un síntoma de que nuestro planeta se encuentra gravemente enfermo. Una enfermedad que podría ser terminal. Después de 2009, hubo otros avisos. En 2016, el biólogo norteamericano Rob Wallace ofreció nuevos argumentos para sostener la tesis de que la influenza y otros agentes patógenos se engendran en la agricultura controlada por las corporaciones multinacionales. “Llegué a la conclusión -escribe- que el Big Food ha pactado una suerte de alianza estratégica con la influenza, un virus que ha tomado un camino desconocido y extremadamente peligroso. (…) Me explico mejor: la agroindustria, respaldada por el poder del Estado en el ámbito nacional e internacional, trabaja contra la influenza, tanto cuanto actúa a favor de ella”.[20]
Por entonces era un secreto a voces que el sistema agropecuario industrial, el cambio climático y el declive de la biodiversidad detonan la multiplicación de agentes patógenos cada vez más tóxicos. Dicho de otra manera, hacia finales de los años diez, los expertos gubernamentales, los funcionarios de la OMS, los académicos, los directivos de las farmacéuticas y demás actores involucrados en las políticas de salud pública sabían perfectamente que pronto estallaría algún tipo de enfermedad y que esta sería probablemente más grave que las anteriores. Sin embargo no hicieron nada.
En la actualidad, pocos advierten que lo sucedido a partir de aquel mes de diciembre de 2019 reproduce en escala ampliada los acontecimientos de la década anterior. Hay, no obstante, importantes diferencias. Una es que ahora todo está mucho peor. Por un lado, el saqueo de la salud pública ha avanzado enormemente dejando en la indefensión a más sectores poblacionales en Europa, Estados Unidos, México y el resto del mundo.
Al mismo tiempo, la toxificación del planeta se ha incrementado considerablemente. Un informe de la ONU revela que la agricultura industrial contamina el aire, el agua, el suelo y la cadena alimenticia con plaguicidas, herbicidas, fertilizantes sintéticos y medicamentos peligrosos causando al menos nueve millones de muertes prematuras cada año, más del doble del número de muertes causadas por la pandemia de Covid-19 en sus primeros 18 meses.[21] Según el estudio “El Atlas de la carne”, publicado en 2021 por las organizaciones Amigos de la Tierra y Fundación Heinrich Böll, las actividades de ganadería industrial son responsables de hasta el 21 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.[22]
Es evidente que cualquier lucha contra los nuevos agentes patógenos tiene que empezar por enfrentar los grandes conglomerados empresariales avícolas y ganaderos. Sin embargo, las agencias internacionales, la OMS y los gobiernos no los tocaron ni con el pétalo de una rosa, lo cual abrió paso a la propagación de nuevos virus.[23] Se sabe que en octubre de 2019, poco antes de que estallara la pandemia, la John Hopkins Universiy, el Foro Económico Mundial de Davos, la Fundación Bill y Melinda Gates y funcionarios de la farmacéuticas escenificaron en Nueva York el llamado Evento 201, un simulacro de pandemia mundial. El objetivo era claro: llamar la atención sobre las graves consecuencias que tendría una gran pandemia mundial para la salud, las economías y la sociedad.
Sigamos con las obviedades. El propósito del Big Pharma no es mejorar nuestra salud, sino obtener más y más ganancias, al margen de las consecuencias sobre nosotros, lo humanos. Afirmar lo anterior no implica negar la validez de la ciencia o la eficacia de las vacunas en general, sino someter dichas empresas y sus productos al escrutinio público. Es necesario que nos expliquen, entre otras cosas, el extraño boom de las vacunas en el siglo XXI, a pesar de que se sabe que no siempre funcionan. Un ejemplo es la vacuna del virus del papiloma humano (VPH) que produce reacciones adversas, lo cual ha llevado al Gobierno de la India a suspender sus campañas de inmunización.[24] Sin embargo, la OMS -uno de cuyos principales donantes es Bill Gates- y muchos gobiernos, incluyendo el mexicano, la siguen recomendando. [25]
Y llegamos a la pandemia actual. Es evidente que la cruzada contra el coronavirus cayó sobre las farmacéuticas como maná del cielo. Un estudio revela que el costo de producción de las vacunas es, en promedio, de 1.18 dólares por dosis. COVAX, la alianza impulsada por actores públicos y privados con el fin de garantizar el acceso “equitativo” a las vacunas (misma que cuenta con la colaboración entusiasta de la Fundación Bill y Melinda Gates), paga, en promedio, casi cinco veces ese precio. Los gobiernos, en cambio, desembolsan entre 4 y 24 veces esa cantidad, a través de contratos leoninos que exoneran a las compañías de toda responsabilidad, en caso de efectos secundarios dañinos.[26]
Vale la pena reflexionar sobre el historial de las farmacéuticas. Teresa Forcades -Dra. en Salud Pública con especializaciones en diferentes universidades del mundo- señala que, tan sólo en el breve periodo que va de 2000 a 2003, la casi totalidad de dichas empresas pasaron por los tribunales de Estados Unidos, acusadas de prácticas fraudulentas. Ocho de ellas fueron condenadas a pagar multas millonarias y cuatro -TAP Pharmaceuticals, Abbott, AstraZeneca y Bayer- reconocieron su responsabilidad por actuaciones criminales que pusieron en peligro la salud y la vida de miles de personas.[27] Desde entonces, las denuncias no han hecho más que multiplicarse.[28]
Silvia Ribeiro argumenta,, por su parte que varias farmacéuticas tienen una relación cercana a las compañías que actualmente dominan los agrotóxicos, las semillas y los transgénicos: Bayer es dueña de Monsanto, Novartis y AstraZeneca se unieron para formar Syngenta, etcétera. Y concluye: “les queda cerca la lógica de enfermar y vender la cura”.[29]
¿Ciencia o religión?
Las farmacéuticas lanzaron sus vacunas contra el coronavirus a finales de 2020, cuando el proceso de monetización de la salud pública ya estaba muy avanzado. ¿Vacunas? Sería más decoroso llamarlas terapias génicas de carácter experimental. Una actitud prudente hubiera sido investigar, analizar y, dada la complejidad del tema, conservar cierto escepticismo. No fue así. La radio, la televisión y los principales periódicos del mundo elaboraron una narrativa única que presenta la inmunización -misma que, hay que repetirlo, resulta no ser tal- como la única solución. Quienes se atrevieron a criticarla fueron desacreditados y estigmatizados como “complotistas”. Mucchielli denuncia que esta situación y la preocupante dependencia de los medios de comunicación con respecto a las agencias gubernamentales en torno al tema de las vacunas anuncian la muerte del periodismo de investigación, por lo menos en Europa.[30]
Se publicaron mentiras y supuestas verdades “científicas” que se modificaban, negaban y desmentían con una unanimidad y una soltura que recuerda las piruetas ideológicas del Kremlin en tiempos de Stalin. Tal vacuna es recomendable para personas mayores de 58 años, nos decían. No. Es al revés: sólo funciona con los menores de 58 años… Tal otra no produce efectos secundarios… Sí los produce, pero en muy pocos casos. No es conveniente vacunar a los niños… sí es necesario hacerlo. La vacuna de refuerzo tiene que ser de la misma marca… No. Más vale que sea de otra. ¿Las mujeres embarazadas deben vacunarse? No. Tal vez sí. Los que ya se infectaron no necesitan vacunarse. Claro que sí. Y un largo etcétera de incongruencias, invariablemente presentadas como verdades “científicas”.
Si bien gran parte de los especialistas y médicos recitan como evangelio la versión oficial, hay honrosas excepciones. En Francia, más de 200 entre científicos, universitarios y profesionales de la salud, han firmado un manifiesto para lanzar un llamado al gobierno a no instrumentalizar la investigación. “La ciencia -advierten- tiene como condición necesaria la transparencia, el pluralismo, el principio de contradicción, el conocimiento preciso de los datos y la ausencia de conflictos de intereses. (…) Es urgente que volvamos a pensar juntos para definir democráticamente nuestras estrategias de salud, devolver la confianza a nuestros conciudadanos y un futuro a nuestra juventud”.[31]
Entre los firmantes del manifiesto se encuentra Didier Raoult, profesor de enfermedades infecciosas en la Facultad de Medicina de la Universidad de Aix-en-Provence y director del Instituto de Enfermedades Infecciosas de Marsella. Raoult ha sido muy cuestionado por recomendar en el tratamiento contra el coronavirus la hidroxicloroquina, un medicamento de bajo costo que se usa contra la malaria y otras enfermedades. No tengo elementos para opinar al respecto, pero quiero comentar los datos que proporciona sobre las vacunas, todos sacados de la página de la John Hopkins University (JHU), o sea el ministerio de la verdad sobre el tema.
Hasta el momento, se han aplicado más de 10 mil millones de vacunas (somos unos 7.8 mil millones de humanos, pero algunos han sido inoculados varias veces). Las gráficas indican que mientras hay más vacunados, más aumenta el número de enfermos. Asimismo, muestran que las regiones del mundo donde hay menos infectados son las que tienen un menor número de vacunados, como África y algunas regiones de Asia.[32] Según Raoult, la resistencia a explorar esta realidad tiene que ver con una actitud religiosa, más que científica.[33]
El médico marsellés no está solo. Un estudio realizado en Japón muestra que el empleo de ivermectina -un antiparasitario barato- en el tratamiento del Coronavirus redujo drásticamente la tasa de mortalidad en 22 países africanos con baja o nula cantidad de vacunados.[34] Por otra parte, el 13 de enero pasado tuvo lugar en el Parlamento de Luxemburgo una audiencia de tres eminentes científicos, ignorados y vilipendiados por los partidarios de la narrativa oficial. Se trata de Alexandra Henrion-Caude, genetista franco-británica, Luc Montagnier, galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 2008 por sus investigaciones sobre el VIH/SIDA y Christian Perronne, especialista en enfermedades infecciosas emergentes y asesor de distintos gobiernos franceses durante quince años y de la OMS para la región Europa (que incluye también a Rusia, las repúblicas de Asia Central, Turquía e Israel). Ninguno de los tres expertos acepta ser catalogado como “anti-vax”, pero los tres cuestionan las políticas gubernamentales sobre las vacunas contra el coronavirus.
Henrion-Caude, señala que no son confiables porque todavía se encuentran en fase de ensayo clínico y Montagnier habla de preparados “que matan a un número determinado de personas”.[35] Perronne, autor de dos libros sobre el tema, afirma que la OMS, la JHU y las agencias gubernamentales inflan las cifras de infectados y fallecidos. Reitera que las vacunas no son vacunas; quienes lo afirman no aportan pruebas y en ocasiones están coludidos con la industria farmacéutica. Cita el caso de la conocida revista médica The Lancet -financiada por la Fundación Bill y Melinda Gates- que se ha prestado a publicar información falsa sobre la hidroxicloroquina, salvo luego retractarse públicamente.
Menciona, además, que el British Medical Journal ha revelado la existencia del llamado “Pfizergate”, un fraude para garantizar la autorización de la vacuna, a pesar de ensayos clínicos que alertan sobre sus efectos adversos. Y proporciona números: 36.000 muertes post vacunación en Europa y 25.000 en los Estados Unidos. Denuncia, por último, que los gobiernos pagan fortunas a los medios de comunicación para difundir la narrativa oficial: tres mil millones de euros tan sólo en el caso francés.[36]
Veamos qué pasa en otras latitudes. En Israel, el país más vacunado del mundo (van por la cuarta dosis), Ehud Qimron, director del Departamento de Microbiología e Inmunología de la Universidad de Tel Aviv y uno de los principales inmunólogos israelís, acusa al Ministro de Salud de instrumentar “políticas destructivas” por “ansia de poder, presupuestos y control”. En una durísima carta abierta a dicho ministro, pero que podría dirigirse a todos los gobiernos que han aplicado esa política, el profesor Qimron afirma contundentemente que un virus respiratorio no puede ser derrotado. Y añade: “a pesar de años de observaciones y conocimientos científicos, usted nunca admitió que el contagio se da por oleadas que se desvanecen por sí mismas. Usted insiste en atribuirse el mérito de cada declive. Usted “derrotó la enfermedad” con el engaño.[37] Agreguemos que, según The Lancet, es prácticamente imposible inmunizar a toda la población mundial de riesgo cada 4-6 meses y predecir cuáles podrían ser las futuras variantes dominantes.[38]
Por su parte, Robert F. Kennedy Jr. -abogado, escritor, activista ambiental y sobrino de quien fuera presidente de ese país- acusa a Anthony Fauci, el octogenario epidemiólogo de la Casa Blanca (con Trump y ahora con Biden), de haber ayudado a llevar a cabo el golpe contra la “democracia occidental” que se consumó a partir de 2020, no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo entero.[39] Sin bases científicas y siguiendo estrategias antiéticas, Fauci ha instrumentado el conjunto de medidas liberticidas, supuestamente anti-Covid, que van desde el confinamiento hasta la imposición de las vacunas y la desautorización de medicamentos como la hidroxicloroquina. ¿Con qué resultados? Modestos, si consideramos que Estados Unidos es el país número uno en la lista de fallecidos a nivel mundial, con un manejo de la pandemia que se ha definido como catastrófico.
Según Kennedy, quien indudablemente conoce las entrañas del monstruo, Fauci no actúa como científico, sino como hombre de negocios que emplea su poder para enriquecer a sus socios farmacéuticos. Funcionario desde 1968 en el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID por sus siglas en inglés) y su director desde 1984, tiene un salario anual de 417,608 dólares que lo convierte en el mejor pagado de entre todos los empleados federales de Estados Unidos, incluido el presidente.
La actuación de Fauci -quien anteriormente había estado involucrado en escándalos para imponer el AZT y otros medicamentos tóxicos contra el sida- ayuda a entender cómo funciona el contubernio entre el Big Pharma, los gigantes tecnológicos tipo Microsoft y el establishment militar. El objetivo es alcanzar la llamada “nueva normalidad”, es decir una forma de totalitarismo que Klaus Schwab y los tecnócratas del Foro Económico Mundial de Davos, nombran el Gran Reinicio (The Gran Reset [40]). Se trata, en realidad, de una distopía en la cual los gobiernos experimentan nuevas formas de control sobre los ciudadanos, manipulando la ciencia, sembrando el miedo y suprimiendo la disidencia.[41]
Kennedy no exagera si consideramos la narrativa unilateral de los medios de comunicación corporativos y la censura que prevalece incluso en las redes sociales donde Facebook y Twitter se reservan el derecho de suprimir toda opinión contraria a la oficial (y ahora, con la guerra de Ucrania, toda opinión contraria a la OTAN). A su vez, Wikipedia -que en algún momento fue una fuente de información confiable-, traza perfiles biográficos insultantes de Forcades, Mucchielli, Raoult, Henrion-Caude, Montagnier (recién fallecido), Perronne, Kennedy y otros al presentarlos como lunáticos que “manchan su reputación” con sus opiniones sobre las vacunas.
¿Hacia un despotismo occidental?
Ahora mismo, una parte de la humanidad sigue pensando que el coronavirus es una suerte de maldición bíblica, una enfermedad que mata masiva e indiscriminadamente a cualquiera. Exasperadas por el miedo, muchas personas han detenido el reloj de su vida en aquel mes de marzo de 2020, cuando los gobiernos decidieron responsabilizar a los ciudadanos de lo que podría pasar. Si el sistema de salud se colapsaba no era por las reducciones de presupuesto, sino por la actitud irresponsable de individuos indisciplinados que no seguían las instrucciones de los de arriba. Sin embargo, Rob Wallace, el citado autor del libro Big Farms Make Big Flu, señaló inmediatamente que focalizar la acción contra el coronavirus en el despliegue de medidas de emergencia que no combatan las causas estructurales de la pandemia, es un error gravísimo. El principal peligro que enfrentamos, precisó, es considerar al nuevo coronavirus como un fenómeno aislado.[42]
El peligro es real, pero el remedio resultó peor que la enfermedad. A pesar de la evidencia en sentido contrario, y ante la renuencia de muchos, en Europa y otras partes del mundo se promulgaron decretos-ley para hacer la vacunación obligatoria de facto, a través de lo que se ha llamado pasaporte verde o sanitario. Según Massimo Cacciari y Giorgio Agamben, la medida evoca el siniestro “pasaporte interno” que los ciudadanos de la Unión Soviética debían mostrar a las autoridades para poder viajar.
En un documento que redactaron en común, los dos filósofos señalan que en Italia ninguna ley establece la obligatoriedad de vacunarse y sin embargo se exige a los ciudadanos inmunizarse contra la Covid, a través de políticas de segregación a todas luces anticonstitucionales.[43] Sin pasaporte sanitario no se puede trabajar, acceder a lugares públicos, ir a tiendas de autoservicio, ir al cine (así como a museos, teatros, edificios deportivos, etc.), viajar en avión, tren, bus, etc.[44] Además de denunciar la discriminación contra una categoría de personas, Cacciari y Agamben señalan una aberración jurídica: al momento de vacunarse, el ciudadano tiene que firmar un documento en el cual descarga al Estado de toda responsabilidad, en caso de efectos adversos. A pesar de lo anterior, los números no ayudan al gobierno italiano ya que un estudio de The Lancet revela que, a pesar de la obligación de vacunarse, Italia es el país con el más alto número de víctimas en Europa.[45]
¿Por qué tanta obstinación? Según Agamben, la península es una suerte de laboratorio político de Occidente, el sitio donde se elaboran por adelantado y en su forma extrema las estrategias de los poderes dominantes. Hoy es un país humana y políticamente en ruinas, donde una tiranía sin escrúpulos y decidida a todo se ha aliado con una masa presa de un terror pseudorreligioso, dispuesta a sacrificar no sólo las que antes se llamaban libertades constitucionales, sino incluso toda la calidez de las relaciones humanas. En estas condiciones, concluye el autor de Estado de Excepción, los disidentes deben pensar en crear algo así como una sociedad en la sociedad, una comunidad de amigos y vecinos dentro de la sociedad de la enemistad y la distancia.[46]
Tal parece que el mundo se encamina a pasos agigantados hacia esa tiranía que los planificadores de pandemias denominan “nueva normalidad”. Con más precisión, Gianfranco Sanguinetti le llama “despotismo occidental”: un régimen fundado sobre el miedo que se escuda detrás de la figura jurídica de la “fuerza mayor”. Según el ex integrante de la Internacional Situacionista, detrás de la “guerra contra el virus”, se esconde un enfoque contrainsurgente que acaba con el sistema de derechos, garantías e instituciones que existen desde la Revolución francesa, y que ahora desaparecen tan rápido como desapareció la Unión Soviética.
La epidemia terminará, pero no así las medidas derivadas de ella, tanto las posibilidades y consecuencias que ella ha provocado y que nos encontramos experimentando. Dolorosamente, concluye Sanguinetti, estamos dando a la luz a un nuevo mundo.[47] Un nuevo mundo que, entre otras cosas, pone patas arriba al pensamiento hasta hoy llamado científico pues, con la pretexto de proteger la salud pública, se borran la duda y el escepticismo. Según John Ioannidis, eminente epidemiólogo de la universidad de Stanford, “hubo un choque entre dos escuelas de pensamiento, la salud pública autoritaria versus la ciencia y la ciencia perdió (…). El escepticismo científico tenía que ser eliminado sin hacer preguntas”.[48]
Aparecen, asimismo, nuevos aspectos de una suerte de nueva servidumbre voluntaria: el entusiasmo de la ciudadanía a refugiarse en los brazos del Estado. ¿Cómo pudo suceder? Una primera explicación radica en que muchos adeptos de lo “políticamente correcto” temen coincidir con la extrema derecha, esa que en Estados Unidos, en Europa y en partes de América Latina ha elaborado una narrativa al mismo tiempo negacionista y conspiracionista de la pandemia. Expresar dudas sobre las políticas sanitarias sería sinónimo de complicidad con los sectores más retrogradas de la sociedad. La izquierda -y no sólo la izquierda institucional, sino segmentos significativos de la izquierda llamada antagonista o autónoma- renuncia a ejercer la crítica sobre las violaciones a los derechos más básicos, como los de reunión y manifestación.
Lo mismo ha sucedido con la parte de los medios alternativos que ha cerrado fila en torno al monólogo del poder. Como en la medianoche del siglo XX, se ven ciudadanos comunes y corrientes transformarse en delatores de sus propios vecinos. En realidad, se podría argumentar que es al revés: si la derecha gana terreno es porque la izquierda le está dejando el campo libre. Así es como se ha descalificado, por ejemplo, la ola de protestas contra el pasaporte sanitario llevadas a cabo, entre otros, por los camioneros canadienses y los portuarios de Trieste, Italia.
Pero hay otra explicación más sustancial: el uso desmesurado del léxico militar en los llamados a luchar contra “el enemigo común” impulsa la idea, nada inocente, de un pueblo fuerte y compacto que marcha detrás de sus líderes. El asunto rebasa la semántica. El gobierno de Mario Draghi (expresidente del Banco Central Europeo y exvicepresidente para Europa de Goldman Sachs) ha nombrado Comisionado Extraordinario para la Implementación de Medidas Sanitarias contra la pandemia COVID-19 a un alto jefe militar, el general Francesco Figliuolo, antaño comandante de las fuerzas de la OTAN en Kosovo y del contingente italiano en Afganistán.[49]
Habría que añadir que la guerra contra el virus presenta otros aspectos inquietantes. Las campañas de desinformación son ahora armas de destrucción masiva. La experiencia de los últimos dos años revela que el terreno psicológico cobra cada vez más importancia, debido al impacto de las nuevas tecnologías y al uso generalizado de las redes sociales. Según un estudio financiado por la OTAN, el cerebro humano se ha vuelto el campo de batalla de una nueva contienda: la “guerra cognitiva” (cognitive warfare).[50] No sorprende que a cargo de dicho estudio esté la John Hopkins University, la misma think tank que a diario nos bombardea con sus informes sobre el estado de salud del mundo.[51]
¿Qué sigue? Walter Benjamin diría que nos encontramos en el instante del peligro: bajo la tambaleante hegemonía de Estados Unidos, la decadente “civilización financiera” -el término es de un militar chino, Qiao Liang[52]- conduce a la humanidad al desastre: cambio climático, pandemias, guerras cada vez más letales, masacres, millones de refugiados que vagan por el planeta…
Y mientras el eco de la guerra contra el coronavirus sigue retumbando en nuestros oídos, aparece una nueva desgracia global: la guerra de Ucrania. Luego de que los gobiernos y los medios de comunicación masivos forjaron al enemigo interno, el temible no-vax, ahora fabrican a otro flamante satanás: Rusia. Sin insistir en la obviedad, a saber que la dicotomía amigo-enemigo es característica de los regímenes totalitarios, la nueva purga digital que enfrentamos no es más que la continuación de lo que hemos vivido durante estos dos años: la imposición a sangre y fuego de los monólogos del poder y la clausura de los espacios independientes. La nostalgia de la grandeza americana que domina a Estados Unidos y la añoranza del imperio zarista que motiva a Rusia están arrastrando al mundo al borde de un nuevo abismo. Solo un movimiento global contra todas las guerras puede salvar la vida.
Notas:
1 https://coronavirus.jhu.edu/vaccines/international
Página consultada el 10 de marzo. Los números varían día con día.
2 Laurent Mucchielli, La doxa du COVID, Éditions Éolennes, Bastia (Córcega), 2022, pp. 22-23.
3 Guy Debord, La société du spectacle, Éditions Buchet-Chastel, Paris, 1967. Traducción: https://libgen.rs/book/index.php?md5=808CF75293082EB4FCE29115A36AAA9A
4 G. Debord, El planeta enfermo, Anagrama, Barcelona 2004, pp. 75-89. El manuscrito en francés es de 1970. Versión digital:
http://elcresta.blogspot.com/2008/01/guy-debord-el-planeta-enfermo-i-la.html
5 Guy Debord, Commentaires sur la société du spectacle, Éditions Gérard Lebovici, Paris, 1988. Traducción: https://libgen.rs/book/index.php?md5=4ABA524855951CFAEE5BCEBE888CA09B
6 Giorgio Agamben, Estado de excepción, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2005, pág. 27. La primera edición italiana es de 2003.
7 Hermann Bellinghausen, “Europa oscura”, La Jornada, 21 de noviembre de 2021.
8 Nydia Egremy, “El año que México simuló una epidemia de influenza”, Contralínea, 25 de abril de 2010.
9 Javier Sampedro, “La OMS ocultó que sus expertos en gripe A cobraron de farmacéuticas”, El País, 5 de junio de 2010,
https://elpais.com/diario/2010/06/05/sociedad/1275688803_850215.html
10 S. Ribeiro, “Lógicas porcinas”, op. cit.
11 Grain, “Influenza porcina: un sistema alimentario que mata”,
https://grain.org/article/entries/190-influenza-porcina-un-sistema-alimentario-que-mata
12 “Cada año, hasta 650.000 personas mueren por enfermedades respiratorias relacionadas con la gripe estacional”, 13 de diciembre de 2017, https://www.who.int/es/news/item/14-12-2017-up-to-650-000-people-die-of-respiratory-diseases-linked-to-seasonal-flu-each-year
13 Calisha Myers, “Baxter: Vax products contained bird flu virus”, 11 de marzo de 2009,
https://www.fiercepharma.com/vaccines/baxter-vax-products-contained-bird-flu-virus
14 Miguel Jara, “Baxter, los virus de la gripe extraviados y el plasma sanguíneo contaminado”, 13 de octubre de 2009
15 Moderna taps Baxter to support fill and finish of 60-90 million COVID-19 vaccine doses, Reuter, 8 de marzo de 2021, https://www.reuters.com/article/us-health-coronavirus-moderna-baxter-int-idUSKBN2B01NP
16 Silvia Ribeiro, “Epidemia de lucro”, La Jornada, 28 de abril de 2009; Claudio Albertani, “Némesis porcina”, https://www.alainet.org/es/active/30191
17 Proceso No. 1735, 1 de febrero de 2010. Véase también: https://www.infosalus.com/salud-investigacion/noticia-gripe-presidente-comision-salud-consejo-europa-asegura-oms-mintio-declarar-pandemia-20100126101758.html
18 Wolfgang Wodarg, Falsche Pandemien. Argumente gegen die herrschaft der angst, Rubikon-Betriebsgesellschaft, Munich, 2021.
19 “Un laboratorio de Wuhan investigó con murciélagos, financiado por Estados Unidos. Una investigación revela el foco inicial de la pandemia por COVID-19”
https://www.marca.com/claro-mx/trending/2020/04/13/5e9396e2e2704e92438b4598.html
20 Rob Wallace, Big farms make big flu. Dispatches on Infectious Disease, Agribusiness, and the Nature of Science, Monthly Review Press, New York, 2016, pág. 11.
21 “La contaminación mata 9 millones de personas al año, el doble que el SARS-CoV-2”, 16 de febrero de 2022, https://news.un.org/es/story/2022/02/1504162
22 Véase: https://friendsoftheearth.eu/publication/meatatlas-2021/
23 S. Ribeiro, “Lógicas porcinas y vacunas más peligrosas que la gripe¨, La Jornada, 26 de septiembre de 2009.
24 Miguel Jara, “Niñas muertas en la India tras recibir la vacuna contra el VPH”, http://www.migueljara.com/2010/04/28/ninas-muertas-en-india-tras-recibir-la-vacuna-contra-el-vph/
25 Annalisa Merelli, “The WHO has a worrisome reliance on the Bill & Melinda Gates Foundation”, Quartz, https://qz.com/2102889/the-who-is-too-dependent-on-gates-foundationdonations/#:~:text=The%20Gates%20Foundation%20is%20the,the%20US%20donated%20%24730%20million.
26 The People’s Vaccine, “The Great Vaccine Robbery”, https://reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/The%20Great%20Vaccine%20Robbery%20Policy%20Brief%20final.pdf
27 Teresa Forcades, “Los crímenes de las grandes compañías farmacéuticas”, http://library.lol/main/97ED9DD73D10767879430A5919DEDFFD
28 “Del soborno al fraude masivo: las 196 multas a las farmacéuticas que combaten el virus”, 17 de noviembre de 2020, https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2020-11-17/covid-19-farmaceuticas-multas-ilegales_2835035/
29 Silvia Ribeiro “Trasnacionales farmacéuticas: receta para el lucro”, La Jornada, 25 de enero de 2020.
30 Laurent Mucchielli, “La crise sanitaire a révélé l’inquiétant déclin du journalisme”, https://marsactu.fr/agora/mucchielli-crise-sanitaire-covid-journalisme/
31 Covid-19: nous ne voulons plus être gouvernés par la peur» : la tribune de chercheurs et de médecins,
32 Véase: https://coronavirus.jhu.edu/map.html
33 Didier Raoult, entrevista concedida al portal Russia Today (RT), https://francais.rt.com/france/95359-plus-science-religion-raoult-met-garde-danger-totalitaire
34 Hisaya Tanioka, Sayaka Tanioka, Kimitaka Kaga, “Why COVID-19 is not so spread in Africa: How does Ivermectin affect it?”, https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2021.03.26.21254377v1.full.pdf
35 “Perronne, Montagnier, Henrion-Caude: trois experts ostracisés auditionnés par le Parlement du Luxembourg”, https://www.covidhub.ch/on-a-bafoue-la-science-on-a-bafoue-le-droit-le-pr-perronne-devant-le-parlement-du-luxembourg/
36 Intervención de Christian Perronne al Parlamento de Luxemburgo, 13 de enero de 2022, https://www.youtube.com/watch?v=KXOyPQGG9us
37 Frank Chung, “Israeli immunologist claims Covid-19 ‘cannot be defeated’, slams ‘failed’ pandemic response”, https://www.news.com.au/the-team/frank-chung
38 “Vacunados y no vacunados deben convivir con tolerancia y respeto”, Editorial de The Lancet, trad. Viento Sur, 14-2-2022 https://vientosur.info/
39 Robert F. Kennedy Jr., The Real Anthony Fauci: Bill Gates, Big Pharma and the Global War on Democracy and Public Health, Skyhorse Publishing/Children’s Health Defense, New York, 2021. Véase también, Carlos Fazio, “El doctor Fauci, sociópata al servicio de las farmacéuticas: Robert F. Kennedy Jr.”, La Jornada, 21 de diciembre de 2021.
40 Klaus Schwab y Thierry Malleret, COVID-19. The Great Reset, Forum Publishing, Geneva, Suiza, 2020.
41 R. F. Kennedy Jr., op. cit., pág. 765.
42 Entrevista a Rob Wallace, citada en Ángel Luis Lara, “Causalidad de la pandemia, cualidad de la catástrofe”, elDiario.Es, 23 de marzo de 2020, https://www.eldiario.es/interferencias/causalidad-pandemia-cualidad-catastrofe_132_1103363.html
43 Massimo Cacciari, Giorgio Agamben, “A proposito del decreto sul green pass”, 26 de julio de 2021, https://www.iisf.it/index.php/progetti/diario-della-crisi/massimo-cacciari-giorgio-agamben-a-proposito-del-decreto-sul-green-pass.html y “Vaccinazione: la responsabilità della scelta”,9 de agosto de 2021,
44 En Francia, el presidente Macron ha revelado sus ganas de “joder” a los ciudadanos que no se quieren vacunar: “Covid-19 : Emmanuel Macron assume sa stratégie d’« emmerder » les non-vaccinés”, Le Monde, 4 de enero de 2022,
45 “Excess mortality due to the COVID-19 pandemic. A systematic analysis of COVID-19-related mortality, 2020–21”, The Lancet, 10 de marzo de 2022, https://www.thelancet.com/action/showPdf?pii=S0140-6736%2821%2902796-3
46 Intervención de Giorgio Agamben publicada el 17 de septiembre de 2021en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet.
47 Gianfranco Sanguinetti, “El despotismo occidental”. Texto originalmente aparecido en francés en el portal Mediapart, el 1 de abril de 2020.
48 John Ioannidis, “How the pandemic is changing the norms of science”, Tablet Magazine, 8 de septiembre de 2021,
https://www.tabletmag.com/sections/science/articles/pandemic-science
49 “Covid-19 e militarizzazione della salute. Intervista ad Aldo Zanchetta”, https://www.pressenza.com/it/2021/11/covid-19-e-militarizzazione-della-salute-intervista-ad-aldo-zanchetta/
50 El material está disponible en línea en el sitio oficial de la OTAN: “Countering cognitive warfare: awareness and resilience”, 20 de mayo de 2021, https://www.nato.int/docu/review/articles/2021/05/20/countering-cognitive-warfare-awareness-and-resilience/index.html y
“NATO Innovation Challenge Fall 2021.Countering Cognitive Warfare” 8 de octubre de 2021, https://www.act.nato.int/articles/innovation-challenge-2021-2-countering-cognitive-warfare
51 Véase el reportaje de RT: https://www.youtube.com/watch?v=RqkI-0qfgDQ2021.
52 Qiao Liang, El arco del imperio. Con la Cina e gli Stati Uniti alle estremità, Leg Edizioni, Gorizia (Italia), 2021. La edición original en chino es de 2016. No existen traducciones a otros idiomas.
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