El inesperado idilio político del presidente de EEUU, Donald Trump, y su colega norcoreano, Kim Jong-un, y las diatribas y bravatas del primero contra Irán, han desviado la atención de la opinión pública sobre el proceso de modernización de los arsenales nucleares de EEUU y Rusia. El acuerdo con Irán, que tanto parece preocupar al […]
El inesperado idilio político del presidente de EEUU, Donald Trump, y su colega norcoreano, Kim Jong-un, y las diatribas y bravatas del primero contra Irán, han desviado la atención de la opinión pública sobre el proceso de modernización de los arsenales nucleares de EEUU y Rusia.
El acuerdo con Irán, que tanto parece preocupar al presidente Trump, fue firmado conjuntamente por EEUU, Rusia, China, Alemania, Reino Unido y Francia e Irán lo cumple a satisfacción, según lo certifican los inspectores de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica), a pesar de las llamativas denuncias del presidente de Israel, a las que da crédito Trump.
La tensión crece y el régimen de Teherán ya advierte que, si se rompe el acuerdo, podría abandonar el TNP (Tratado de No Proliferación nuclear), lo que los expertos interpretan como reemprender la carrera nuclear. Curiosamente, el presidente estadounidense parece reprochar a Irán haber hecho exactamente lo que él reclama de Corea, abandonar la carrera nuclear a cambio de normalizar sus relaciones internacionales.
Mientras Trump fija el foco en Irán y Corea del Norte, Rusia y EEUU se pertrechan con bombas nucleares tácticas, de «baja carga» las denominan en Washington, con menor capacidad de destrucción que las estratégicas y «apropiadas» por ello para su empleo en guerras nucleares limitadas. Esta es una situación del todo nueva. EEUU justifica el cambio en la supuesta amenaza de Rusia hacia el oeste y lo mismo aseguran desde Moscú, que solo tratan de defenderse de un eventual ataque de EEUU.
Hasta ahora las armas estratégicas han desempeñado un papel central en la paz -equilibrio del terror- entre las grandes potencias atómicas. No se han utilizado porque su gran poder de destrucción supone adentrarse en un camino sin retorno de masiva y mutua destrucción. Se da la paradoja de que bombas atómicas de menor capacidad pueden hacer mucho más daño porque su empleo es más probable.
Este rearme nuclear de las dos primeras potencias atómicas supone una flagrante vulneración del TNP, especialmente de lo previsto en el preámbulo y en el artículo VI del Tratado, que establece que los estados nuclearmente armados se comprometen de buena fe a iniciar negociaciones para la reducción y liquidación de sus arsenales. Y así se había intentado de manera recurrente desde la «Guerra Fría».
Aunque es evidente que nunca se consiguió, en distintos momentos, pese a las dificultades, se llegó a crear un clima favorable y a reducir la capacidad nuclear. Ahora, Trump y un crecido Putin, han tirado por las borda el trabajo realizado en los tratados Salt y Start, por los equipos de Brezhnev, Nixon, Carter, Gorbachov, Reagan, Bush (padre e hijo), Yeltsyn, Medvedev, Obama y el propio Putin.
En este clima de tensión hay que enmarcar la desnuclearización de Corea del Norte, que, si consigue, será un gran paso adelante, histórico, en un lugar concreto, pero una reducción casi anecdótica si se compara con el volumen global del arsenal atómico existente en el mundo, que los países nucleares se niegan a reducir, como se pudo comprobar el pasado año cuando la ONU aprobó una resolución que promueve la eliminación de todas las armas nucleares. Votaron a favor dos terceras partes de los países y lo boicotearon los que tienen armas atómicas, firmantes y no firmantes del TNP.
Con los datos que maneja la Federación de Científicos Americanos, se puede afirmar que la potencia nuclear agregada de los países con armas nucleares (EEUU, Rusia, China, Reino Unido, Francia, Pakistán, India e Israel) es más de 1.700 veces la capacidad que se supone a Corea del Norte. Además, para evaluar cuantitativamente la potencia de Corea del Norte y su capacidad para sostener una amenaza atómica habría que considerar su PIB y lo que éste puede suponer en relación con la amenaza global que representan las ojivas nucleares de países que suman un PIB que es 3.000 veces el de Corea del Norte y cuentan con una población 140 veces mayor.
Se podría aducir que la peligrosidad o el riesgo no es solo cuestión del tamaño y potencia del país o del número de ojivas disponibles, sino del régimen político y del talante de los gobernantes. Cierto, pero nadie puede acreditar de manera fehaciente que la nómina de mandatarios tóxicos o potencialmente peligrosos se acaba en Kim Jong-un.
Poner fin a la carrera nuclear militar de Corea del Norte sería un paso positivo en la senda del proyecto de la ONU, que celebra en 2018 la Conferencia de Alto Nivel sobre Desarme Nuclear para avanzar en la elaboración de un tratado global para prohibir y eliminar las armas nucleares. El grupo «ad hoc» que prepara la conferencia alienta a los países que poseen armas nucleares a que pongan fin a su modernización y reduzcan los arsenales. Exactamente la dirección contraria de la que han tomado EEUU y Rusia.
La desnuclearización de Irán y Corea del Norte es necesaria, pero no suficiente. Hay que apuntar más alto y empezar por la supresión de todas las armas nucleares tácticas.
Fuente: http://www.efedocanalisis.com/noticia/desnuclearizar-corea-del-norte-no-suficiente/