Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Rara vez Afganistán se contempla como un santo grial de minerales.
Pero resulta que entre 1 y 3 billones [millones de millones] de dólares en riqueza mineral yacen inexplorados al otro lado del Hindu Kush. Hay suficiente uranio, litio, cobre y mineral de hierro para convertir potencialmente a Afganistán en un centro neurálgico de materias primas.
El Pentágono lo sabe todo, ¿cómo podía ser de otra manera? Y los rusos lo han sabido por lo menos desde los años setenta, cuando identificaron todas las riquezas de uranio del norte de Afganistán.
Washington puede tener complejas razones geopolíticas energéticas para permanecer en Afganistán, como se describió en un anterior artículo en Al Jazeera que generó una enorme reacción de los lectores.
Por su parte, Islamabad sigue obsesionada con la idea de que Afganistán es un sátrapa acomodaticio. Pero la cosa se pone mucho más jugosa cuando se piensa en protagonistas eurasiáticos claves como Rusia, India y China y sus propias razones no «pentagonizadas» para ir a ese paraíso mineral.
Trajes de negocios, no bombas
A principios del próximo mes comenzará en Kabul una guerra de ofertas crucial. Tiene que ver con Hajigak, los mayores depósitos de mineral de hierro del mundo, ubicados en la zona cntral de Afganistán (por lo menos 1.800 millones de toneladas, según un cálculo soviético hecho en los años sesenta). Con la música de fondo de gruñidos muy previsibles de los talibanes, las 15 compañías que licitan son de India, incluidos los gigantes Tata Steel y JSW, la tercera compañía siderúrgica privada por su tamaño del país.
Un Afganistán estable, favorable a la actividad empresarial es absolutamente esencial para India, es una puerta al petróleo y el gas de Irán, Asia Central y el Caspio. India está construyendo centrales eléctricas y carreteras estratégicas, como la que une Afganistán con el puerto iraní de Chahbahar.
Es posible que pocos lo sepan, pero no solo África es objeto de una feroz «guerra» de negocios entre India y China. Afganistán también es un tablero de ajedrez crucial. Hay cinco tipos de minerales en el horizonte afgano -oro, cobre, hierro, e inevitablemente, petróleo y gas- y los indios y chinos están interesados en todos.
China Metallurgical Corporation ya consiguió un gran premio en 2008 -la mina de cobre Aynak en Logar, al sudeste de Kabul- por 3.400 millones de dólares. ¿Por qué? Porque las compañías occidentales se quedaron dormidas al volante (o paranoicas respecto a la «seguridad»); porque los chinos no perdieron tiempo; y, según el Ministerio de Minas afgano, «por su paquete» (que en estilo característico chino, incluye la construcción de una impresionante línea ferroviaria por 6.000 millones de dólares para conectar el norte de Afganistán, Uzbekistán y Pakistán con China occidental).
Kabul recibirá hasta 350 millones de dólares al año en royalties. Se crearán por lo menos 5.000 puestos de trabajo, con prestaciones adicionales como clínicas, carreteras y escuelas. La seguridad será ciertamente un inmenso problema; hay una guerra y las rutas de tránsito seguro son un espejismo. Pero como subrayan patéticamente los afganos cansados de la guerra, por lo menos es un comienzo.
La ruta empresarial en Afganistán ahora es paralela a la ruta política.
El presidente paquistaní, Asif Ali Zardari, visitó Teherán dos veces en solo tres semanas. Tuvo dos reuniones personales con el líder supremo iraní el Ayatolá Ali Jamenei. La Casa de Saud, para no decir más, se enfureció.
Después de todo, este amorío Islamabad-Teherán destruye totalmente el mito de que la así llamada «media luna chií» es la mayor amenaza para los suníes en Medio Oriente y el sur de Asia.
Washington, previsiblemente, tampoco estaba muy contento. Las ocupaciones de Afganistán e Iraq pueden verse como un intento de EE.UU. de cercar a Irán desde el este y el oeste (ciertamente es el punto de vista de Teherán) y Washington creía que Pakistán iba a jugar el mismo papel en la frontera sudeste de Irán.
En una fascinante conversación que debe de haber atragantado a muchos al otro lado del Potomac, Jamenei dijo a Zardari que el «verdadero enemigo» de Pakistán es Occidente, con «EE.UU. montado arriba, mientras Zardari dijo a Jamenei que Irán es «un modelo de resistencia y camino al progreso». ¿Y ahora qué? ¿Taxis en Karachi con pegatinas de Jomeini?
Pero la parte más fascinante es que ahora Teherán e Islamabad no sólo discuten temas de seguridad, sino también de negocios, como un futuro acuerdo de libre comercio y un sistema de cambio de monedas que apartaría a ambos países del dólar de EE.UU.
En el frente de la seguridad, Islamabad propone que haya un Sistema Integrado de Administración de la Frontera, es decir: que Pakistán, Irán y Afganistán luchen juntos contra el narcotráfico. También sucede que es la prioridad número uno de Rusia en Asia central y del sur. Más de doce toneladas de heroína pura -es decir más de 3.000 millones de dosis individuales- llegan cada año a Rusia desde Afganistán.
En el frente empresarial, todo tuvo que ver con la crucial jugada del «ductistán», el oleoducto Irán-Pakistán (IP), también conocido como «oleoducto de la paz». IP puede cubrir hasta un 50% de las necesidades de energía de Pakistán.
Hay demoras, claro está. Para finales de 2012, Irán habrá construido toda su parte del oleoducto hasta la frontera paquistaní. Pero Pakistán solo comenzará a trabajar en su propio recorrido a principios de 2012.
El IP debería estar funcionando en 2015, formando un cordón umbilical estratégico entre el Irán chií y Pakistán, de mayoría suní, y sacudirá la ecuación geopolítica eurasiática. IP cruzará el ultra-estratégico Baluchistán, que no solo rebosa de recursos sino que además, como corredor de tránsito, provee el acceso más corto a las cálidas aguas del Mar Árabe.
¿Irán y Pakistán como aliados?
Por lo tanto, esperemos otra consecuencia imprevista de la obsesión de Washington de la guerra contra el terror: Irán y Pakistán como aliados cada vez más cercanos. Ya se puede prever que Teherán compartirá inteligencia en el terreno con Islamabad sobre la miríada de operaciones clandestinas de Washington dentro de territorio paquistaní.
Otra consecuencia imprevista -impensable hace solo dos o tres años- es que ahora Teherán, que es enormemente influyente en el noroeste de Afganistán, ve a los talibanes como Mullah Omar: como un movimiento indígena de «resistencia nacional» contra la ocupación de EE.UU./OTAN y bases militares perpetuas. Además, Teherán también está sincronizado con Islamabad en su apoyo al astuto Hamid Karzai, quien se distancia cada vez más de Washington.
Por cierto hay inmensos problemas. Aunque Zardari dijo a Jamenei que Islamabad apoya a Karzai y un proceso de paz «dirigido y controlado por los afganos», es difícil que se pueda hacer algún progreso sin un cambio sustancial de la política oficial afgana de Pakistán que considera a Afganistán solo como un poco más de «profundidad estratégica» en una confrontación con India, y que hace todo por contener la influencia de India en Afganistán.
Además, las prioridades regionales difieren. Moscú se preocupa por su propia «guerra contra la droga», quiere que la OTAN salga de su patio trasero, y no quiere bases militares en Afganistán. Pekín se preocupa de la influencia de los talibanes en los uigures en Xinjiang. Teherán seguirá cultivando su relación privilegiada con tayikos, hazaras y uzbecos, y no pastunes.
Lo que es seguro es que cualquier plan de acción ‘hecho-en-EE.UU.’ para Afganistán, del tipo de «más tropas, soborno y permanencia», está condenado al fracaso sin la contribución de estos protagonistas euroasiáticos claves.
Aparte de la tragedia, la guerra de EE.UU./OTAN en Afganistán flirtea ahora seriamente con el surrealismo, véase la acusación de los talibanes de que Occidente hackeó su sitio en la web, sus teléfonos, sus correos electrónicos y propagó falsos rumores sobre la muerte del Mullah Omar. Olvidad los insultos raciales como «cabezas de toalla medievales drogados con hachís», estamos hablando de talibanes amigos del iPhone que twittean y escriben en el muro de Facebook, y que tienen bastantes seguidores. No es asombroso que la tétrica máquina bélica OTAN «se abstenga de comentar».
Será fascinante ver qué artimañas urdirá la Casa de Saud para romper el nuevo eje Teherán-Islamabad favorable a los negocios; después de todo, Arabia Saudí trata esencialmente a Pakistán como una especie de anexo político/económico.
Pero no es tan fascinante como ver qué compañías rusas, chinas e indias harán el negocio del siglo con la riqueza mineral de Afganistán mientras en el Occidente atlanticista se bombardean hasta la irrelevancia.
Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times Online y autor de » Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War » (Nimble Books, 2007) y « Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge «. Su último libro es « Obama does Globalistan » (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected] .
Fuente: http://english.aljazeera.net/
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