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El despliegue internacional del nuevo imperialismo chino

Fuentes: Viento Sur

El despliegue internacional del nuevo imperialismo chino ha sido muy rápido estos últimos años en todas las vertientes: económica, diplomática, militar, influencia regional o global… Es cierto que en muchos terrenos partía de un nivel muy bajo y que dicho despliegue es bastante desigual. El camino hacia la consolidación de su posición en el mundo […]

El despliegue internacional del nuevo imperialismo chino ha sido muy rápido estos últimos años en todas las vertientes: económica, diplomática, militar, influencia regional o global… Es cierto que en muchos terrenos partía de un nivel muy bajo y que dicho despliegue es bastante desigual. El camino hacia la consolidación de su posición en el mundo sigue estando sembrado de escollos, desde la respuesta de Washington hasta las fragilidades internas y el riesgo de crisis de liderazgo. La condición de superpotencia única de EE UU no está en tela de juicio, pero sobre el terreno, la iniciativa la tiene a menudo Pekín, no en vano ha pasado a ser la segunda potencia mundial. No es poca cosa.

Ruptura con el pasado

Como en muchos otros ámbitos, la política exterior del Partido Comunista Chino (PCC) marca una ruptura radical con el pasado: el régimen hace gala ahora de una ambición planetaria de gran potencia y de un expansionismo declarado, en contraste con la postura «estratégica» ante todo defensiva de la época maoísta. Tras la proclamación de la República Popular en octubre de 1949, la dirección maoísta quería consagrarse a la consolidación del nuevo régimen y a la reconstrucción de un país devastado por la guerra. No le resultó fácil, pues tuvo que intervenir en defensa propia en la guerra de Corea (1950-1953), donde forzó al ejército de EE UU a retirarse más allá del paralelo 38º. Con el fin de «contener y rechazar» la revolución china, Washington estableció un «cordón de seguridad» más vasto incluso que el de la frontera oriental de Europa. Este dispositivo sigue existiendo hoy en gran parte, con las bases estadounidenses existentes en Corea del Sur, Japón (Okinawa), Filipinas (donde goza de un «derecho de visita permanente» en los puertos del archipiélago), la VII flota en el mar de China…

El régimen del Kuomingtang en Taiwán era entonces miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como único representante de toda China. EE UU tomó el relevo de Francia en Vietnam, apoyó el golpe de Estado de Suharto en Indonesia y el baño de sangre anticomunista que siguió (1965). Favoreció la contrainsurgencia en Malasia y después en Filipinas y Tailandia. Pekín respondió ayudando a Vietnam en la guerra contra la ocupación francesa, prestando un apoyo comedido a las guerrillas maoístas en la región (Tailandia, Malasia), y sobre todo lanzando una vasta operación de «desaislamiento diplomático«, encabezada por Zhu Enlai como figura de proa. La República Popular participará en la conferencia de Bandung, en Indonesia (1955), que impulsó del Movimiento de los Países No Alineados. El perfil político que presentó era modesto. Los dirigentes chinos pidieron disculpas por los males causados en el pasado por el régimen dinástico a los pueblos de la región. El discurso era muy diferente del que prevalece hoy, caracterizado por una retórica nacionalista de gran potencia que se reivindica de la grandeza pretérita del Imperio del Centro y repite hasta la saciedad que China «no cederá ni un centímetro del territorio sagrado del país«. Cosa que conociendo la historia es, como señala Au Loong-Yu, un sinsentido. En efecto, «el PCC ha negociado en muchas ocasiones las fronteras con sus vecinos durante sus casi siete décadas en el poder. ¿Ha afirmado siempre que le pertenecen en su totalidad los territorios heredados de la dinastía Qing o de la República de China? Claro que no. Sin duda no fue el caso con respecto al acuerdo con Corea del Norte, suscrito después de la fundación de la República Popular/1

El conflicto chino-soviético surgió a comienzos de la década de 1960. En la guerra fronteriza entre China e India (1963), Moscú apoyó a Nueva Delhi. Stalin negoció un acuerdo nuclear con EE UU sin incluir a China en las conversaciones. La dirección china operó entonces un giro radical en materia de política internacional: la URSS pasó a ser el «enemigo principal». En 1969 tuvieron lugar enfrentamientos armados entre los dos países junto al río fronterizo Usuri. La dirección china estableció entonces relaciones con Washington. A partir de 1971, Pekín sustituyó a Taiwán en el Consejo de Seguridad de la ONU. El año siguiente, Nixon viajó a Pekín, en plena escalada militar en Indochina; el PCC «aconsejó» entonces a los vietnamitas que no buscaran la victoria, sino un acuerdo de partición análogo al de Corea o Alemania. Más tarde se formó una alianza ideológicamente contra natura entre los Jemeres Rojos en Camboya, China y EE UU, que daría pie a la guerra chino-vietnamita en 1978-1979. Ese último año, China y EE UU anunciaron el restablecimiento de relaciones diplomáticas oficiales.

Treinta años después de acceder al poder, Deng Xiaoping, verdadero renacido, pudo preparar las «reformas» que conducirán al restablecimiento del capitalismo en China. Por entonces, el país ya tenía los atributos de gran potencia: poseedor oficial de la bomba atómica, es miembro permanente del Consejo de Seguridad con derecho de veto. Pekín tiene también una obsesión, que marca la continuidad con la época maoísta: evitar todo aislamiento. Esto puede sonar extraño cuando se trata de un país-continente del tamaño de China, pero lo cierto es que su frontera terrestre puede verse bloqueada por una alianza ruso-india, al igual que su acceso al océano por un rosario de archipiélagos en una zona marítima bajo hegemonía de EE UU.

La rápida inserción de China en la economía mundial no estaba exenta de peligros. Las condiciones de admisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) son particularmente favorables a las multinacionales y el régimen tenía que recuperar el control de la economía, a comienzos de la década de 2000, para evitar una neocolonización interna del país. Las relaciones con EE UU seguían siendo tensas, como demuestra el bombardeo en 1999 de la embajada china en Belgrado, durante la crisis yugoslava. Como nueva potencia capitalista, China se enfrenta a la disyuntiva de acceder al rango de imperialismo o de recaer en una condición subalterna, que podría poner en entredicho incluso su unidad (otra obsesión del régimen chino desde 1949, no en vano el país ha conocido el desmembramiento a causa de las concesiones al imperialismo tras las guerras del opio y durante el posterior reinado de los señores de la guerra).

La nueva doctrina militar

Toda gran potencia ha de ser una potencia militar, y en especial ha de serlo todo nuevo imperialismo. Necesita poder proteger por sí mismo sus intereses en el mundo, en particular las vías de comunicación. Así, la doctrina militar china ha cambiado profundamente. Bajo Mao, la clave era el ejército de tierra, combinado con la inmensidad del territorio: quien invadiera China, se perdería en el camino. Bajo Xi Jinping, actual presidente y hombre fuerte del régimen, la clave es la marina, que permite proyectar su poderío mucho más allá de las fronteras.

En el plano militar, el juego de ajedrez interimperialista tiene lugar en gran parte en los océanos. La nueva doctrina china se oficializó con la publicación, el 26 de mayo de 2015, de un Libro Blanco dedicado por primera vez a la estrategia militar y según el cual «la seguridad de los intereses de ultramar [de China] en la energía y los recursos, de las vías marítimas estratégicas, así como de las instituciones, del personal y de los activos presentes en el extranjero, es objeto de gran preocupación. […] con la expansión de los intereses nacionales chinos, la seguridad nacional se ha vuelto más vulnerable a los tumultos regionales e internacionales, el terrorismo, la piratería, las catástrofes naturales y las grandes epidemias.» Para un experto del SIPRI/2, «los negocios marítimos en la región y la protección de los intereses extrarregionales de una China globalizada se combinan en la construcción de la potencia naval china. […] El cambio de tono salta a la vista con respecto al último Libro Blanco, que ponía el acento en la cooperación internacional del Ejército Popular de Liberación en el seno de misiones multilaterales/3

La dirección china ya no oculta sus ambiciones: el pasado 3 de septiembre, con motivo del aniversario de la capitulación de Japón en 1945, el régimen organizó un insólito gran desfile militar, al estilo soviético o francés, para hacer una demostración de fuerza, lo que provocó la inquietud entre sus vecinos. La reconversión de las fuerzas armadas chinas llevará su tiempo. No ha concluido ni mucho menos, pero los avances son notables. China ha pasado a ser la segunda potencia militar del mundo (aunque muy por detrás de EE UU/4). Posee ya un portaaviones comprado a Rusia y está construyendo otro más, lo que le permitirá asegurar la continuidad del servicio y además enviar uno a un teatro de operaciones exterior y mantener el otro en sus aguas territoriales. China no domina todavía el sistema de catapulta y utiliza la técnica del puente inclinado. En cambio, está desarrollando un programa de misiles balísticos antinavío de categoría única en el mundo: el DF-21 D (por dongfeng, o «viento del este»).

El talón de Aquiles chino, tanto respecto al material como a las tropas, es que no han sido probados en conflictos reales. China carece de experiencia bélica desde la invasión en Vietnam en 1978-1979. Por parte china todavía se aplicó entonces una estrategia «a la antigua«,por oleadas de asalto masivas. Las tropas chinas participan actualmente en numerosas intervenciones de la ONU, particularmente en África, donde pueden acumular cierta experiencia. Actúan en operaciones conjuntas contra la piratería y están adquiriendo cierta independencia operativa, llevando a cabo especialmente importantes operaciones de evacuación de sus nacionales en Libia (2011) y Yemen (2015). Sus navíos de guerra patrullan en el golfo de Adén y a lo largo de las costas orientales de África.

La decisión de implantar en Yibuti una primera base militar en el extranjero ya se ha tomado y han comenzado las obras. «El presidente Ismaíl Omar Guelleh parece dispuesto a hacer todas las concesiones que hagan falta para complacer a su homólogo chino. […] De fuentes no oficiales se avanza la cifra de 10 000 militares chinos desplegados en Yibuti, frente a los 4 000 de EE UU. Estos últimos han sido conminados por el gobierno yibutí a que abandonen la base secundaria de Obock para concentrarse en la de Camp Lemonnier, a fin de hacer sitio para los chinos. […] Pekín y Yibuti están a punto de sellar una alianza estratégica importante que hará de este pequeño Estado, enclavado en un extremo del Cuerno de África, la etapa obligada de China en su famosa nueva ‘ruta de la seda’, que comunica China con África pasando por el golfo Pérsico/5

Walvis Bay representa otro proyecto, tal vez el más avanzado en la región; se trata de la construcción de un puerto chino en la costa de Namibia, desde el que también es posible controlar las principales rutas del comercio internacional/6. China ya cuenta sobre el terreno con un sistema de seguimiento por satélite, ¡y no es el único! Pekín tiene en estudio la creación de 18 bases militares en el extranjero, y no solo en África/7. La globalización de enclaves extraterritorializados bajo control chino se lleva a cabo de diversas formas. La Patagonia constituye un ejemplo interesante. Pekín necesita estaciones de vigilancia en el hemisferio sur y, con este fin, ha concluido un acuerdo con Buenos Aires. La agencia china de lanzamiento y control de satélites ha construido una en la provincia patagónica de Neuquen. El centro ha sido cedido al operador chino -que de hecho resulta ser el ejército- por un periodo de 50 años. Es de suponer que no se limitará a desarrollar allí su programa de exploración lunar. Más en general, Pekín multiplica los acuerdos que autorizan a sus fuerzas a utilizar las instalaciones portuarias en un número creciente de países, y compra además un número creciente de puertos en todo el mundo, siendo la última adquisición la del Pireo en Grecia.

Dentro y fuera de los organismos internacionales

China se ha convertido en un agente diplomático de primer orden, como ilustraron las recientes negociaciones climáticas o las que tienen lugar en estos momentos en Afganistán. Siendo la segunda economía más grande del mundo, su peso no cesa de aumentar en el seno de los organismos internacionales. Se ha adherido al Centro de Desarrollo de la OCDE, y su moneda, el yuan (renminbi), forma parte de la cesta de divisas que componen el sistema de derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional. Al mismo tiempo, Pekín despliega sus propias instituciones financieras internacionales. Numerosos países avanzados y emergentes (Francia, Reino Unido, Rusia, Brasil, Dinamarca, etc.) se han unido, para disgusto de EE UU, al Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (Asian Infrastructure Investment Bank, AIIB) desde su inauguración en 2014. Se trata explícitamente de una alternativa al Banco Asiático de Desarrollo, controlado por Japón y EE UU, y un desafío lanzado al sistema financiero creado tras la segunda guerra mundial.

La dirección china ha puesto en marcha dos grandes proyectos, concretamente dos «nuevas rutas de la seda«, una terrestre en dirección a Asia Central (antiguas repúblicas musulmanas de la URSS) y otra marítima en dirección a África. Además de transporte de mercancías, se trata de constituir verdaderos pasillos de inversión, con el punto de mira puesto especialmente en Kazajstán, es decir, en la zona de influencia tradicional de Rusia, donde se ha abierto un nuevo frente de la batalla de la energía (petróleo, gas…), y el golfo Pérsico.

China ha forzado la entrada en los clubes tradicionalmente controlados por algunos imperialismos tradicionales o Rusia, como el de la energía nuclear, la aviación civil y militar, la venta de armamentos, el espacio. Después de haber hecho alunizar una sonda en diciembre de 2013 y desembarcado un robot de exploración, Pekín ha anunciado ahora el proyecto inédito de situar un dispositivo en la cara oculta de la Luna. Se ha impuesto en la producción de paneles fotovoltaicos y, al igual que Brasil, en el sector agroalimentario (con el WH Group). Multiplica la adquisición de empresas en Europa a través de su «brazo armado» en este terreno, la ChemChina: «El depredador chino, ChemChina, que pesaba 39 000 millones de dólares en 2014, no se encuentra en su fase de pruebas. Su director general, Ren Jianxi, miembro destacado del PCC, resulta ser un maestro en el arte de adquirir empresas europeas. En Francia, para empezar, ya compró en 2006 la sociedad Adisseo, dedicada a la alimentación animal, filial de Rhône-Poulenc, y más tarde el sector de la silicona de Rhodia. Más espectacular fue el rescate de la italiana Pirelli, y estratégica la toma de control del fabricante de maquinaria KraussMaffei, uno de los símbolos de la industria alemana, además de la participación en la sociedad de negocios suiza Mercuria. Con Syngenta, ChemChina espera completar una impresionante panoplia de trofeos/8

ChemChina también actúa, evidentemente, fuera de Europa, como en Israel, donde ha puesto pie en una empresa especializada en la industria agroquímica. En América Latina, Pekín negocia bilateralmente con cada país, a menudo con éxito, imponiendo unas condiciones muy favorables para ella (aunque no tanto como en África). Todavía quedan regiones en las que Pekín solo avanza sus peones con suma prudencia, empezando por Oriente Medio. El presidente Xi Jinping acaba de visitar -en un viaje que ha sido declarado estrictamente de negocios- países como Egipto, Irán, Arabia Saudí, etc. Se trata de reforzar la presencia china en países que están en conflicto entre sí, en un terreno geopolítico de guerra inestable donde China no puede, hoy por hoy, jugar fuerte. Las relaciones con Rusia también son complejas, entre la alianza frente a EE UU y la rivalidad, así como con India, gendarme de Asia del Sur. La penetración china es particularmente intensa en su zona de influencia inmediata, el sudeste asiático. Sin embargo, allí es donde toma forma la contraofensiva de Washington, incluso en el terreno militar.

La contraofensiva de EE UU

Por primera vez desde 2012, el pasado 26 de octubre unos buques de guerra de EE UU penetraron en el archipiélago de las Spratley, invadiendo la zona de las doce millas marinas alrededor de los islotes creados por China. Este archipiélago lo reivindican, en su totalidad o en parte, Filipinas, Malasia, Vietnam, Brunei y China. Aplicando la política de hechos consumados, esta última ha construido, a partir de 2014, unas islas artificiales con ayuda de unas embarcaciones que bombean sedimentos. Ahora está creando en ellas diversas instalaciones y pistas de aterrizaje, al igual que en otros «puntos calientes» del espacio marítimo que se extiende del sudeste al nordeste de Asia.

Después de haberse visto sorprendido por las iniciativas chinas, Washington parece, sin embargo, decidido a empezar a reaccionar. Lo que está en juego no es poca cosa: este corredor marítimo es uno de los más concurridos del mundo, utilizado en particular para el transporte de petróleo de Oriente Medio a Japón. Pekín reivindica su soberanía sobre lo esencial de esta zona estratégica, considerada por los demás países un espacio de libre circulación internacional, marítima y aérea. El imperialismo estadounidense tiene que reafirmar su presencia, visto que sus dos aliados más cercanos de la región se hallan en primera línea de conflictos territoriales agudos.

Es el caso de Japón -cuyo primer ministro, Shinzo Abe, está acelerando la militarización- y de Filipinas, que fue una de las pocas colonias directas de EE UU (las clases dominantes de estos dos países mantienen lazos muy estrechos). Las principales bases militares de EE UU se hallan actualmente en Japón (Okinawa) y Corea del Sur. Pekín está cotejando ahora a este último país, donde su influencia económica va en aumento. Prueba de ello fue la presencia en Pekín de la presidenta surcoreana, Park Geun-hie, con motivo del gran desfile militar del 3 de septiembre, cuando Tokio, Washington, la mayoría de las capitales europeas y buena parte de los países del sudeste asiático no se mostraron entusiasmados, dejaron de acudir o estuvieron ostensiblemente «subrepresentados».

Washington viene anunciando desde hace varios años que su «centro de atención» pasaría a ser la zona Asia-Pacífico. Claro que del dicho al hecho hay un gran trecho, no en vano también ha de mantener desplegadas parte de sus fuerzas en Oriente Medio, donde están atascadas, y en África. De todos modos, su presencia se impone en citas políticas como la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y la del foro anual de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Es probable que entremos en una nueva etapa de la confrontación entre China y EE UU.

La crisis del mundo chino

Pekín ha sufrido recientemente una serie de reveses políticos, particularmente en el mundo chino. La reciente derrota del Kuomingtang en la elección presidencial de Taiwán y la victoria de una independentista, Tsai Ing-wen, constituyen un verdadero desaire, por mucho que esta última no vaya a modificar el estatuto formal del Estado insular. Frente a la ofensiva del PCC, la oposición democrática de Hongkong no se doblega. Además, en la población de esta antigua colonia británica cunden sentimientos xenófobos contra los «migrantes» venidos de la China continental. A fuerza de autoritarismo, el régimen acaba minando uno de sus principios fundamentales, a saber, la existencia de «una sola China».

A estos reveses se añade la crisis económica y financiera de la China continental, que puede mermar los fondos disponibles para financiar las ambiciones imperialistas del PCC, aunque probablemente no la alterará. Al contrario, el nacionalismo de gran potencia sigue siendo el principal fundamento ideológico del poder y el enemigo exterior la mejor distracción de las dificultades interiores. La acusación de actividades que atentan contra la seguridad nacional comporta además una las principales justificaciones de una represión que no deja de agravarse.

Notas:

1/ Au Loong-yu, El PC Chino, Japón y el mar del Sur de China: http://www.vientosur.info/?article9486

2/ SIPRI : Stockolm International Peace Research Institute (Instituto Internacional de Investigación para la Paz, Estocolmo).

3/ Brice Pedroletti, Le Monde, 28/5/2015. Disponible en ESSF, Djibouti, capitale de la Chinafrique – Une alliance stratégique majeure:

http://www.europe-solidaire.org/spi…

4/ Pierre Rousset, China, segunda potencia mundial:http://www.vientosur.info/?article9753

5/ Sébastien Le Belzic, Le Monde, 25/1/2016. Disponible en ESSF, Djibouti, capitale de la Chinafrique – Une alliance stratégique majeure:

http://www.europe-solidaire.org/spi…

6/ Sébastien Le Belzic, Le Monde, 6/4/2015. Disponible en ESSF, Afrique, Moyen-Orient : les projets de bases militaires chinoises:

http://www.europe-solidaire.org/spi…

7/ Op. cit.

8/ Véase Laurence Girard, Le Monde. Disponible en ESSF, Acquisitions chinoises en Europe: ChemChina prêt à s’offrir le géant suisse des pesticides Syngenta:

http://www.europe-solidaire.org/spi…

Fuente: http://www.vientosur.info/spip.php?article10966