Como exige la Constitución norteamericana, el presidente Joe Biden espera que con un mero acto administrativo el Congreso de su país lo autorice, el próximo día 12, a continuar y profundizar los ataques aéreos que desde el 11 de enero realiza, junto al Reino Unido contra posiciones del movimiento Ansar Allah (Seguidores de dios), también conocidos como hutíes.
Los ataques intentan contener la ofensiva contra embarcaciones que transitan por el Mar Rojo vinculadas, de algún modo, con intereses sionistas y sus cómplices, en respuesta al genocidio que el régimen nazisionista del Tel-Aviv ejecuta desde el 8 de octubre del año pasado contra la población civil Gaza, buscando el exterminio o la expulsión de sus dos millones y medio de habitantes para continuar, como los hace desde 1948, con la “colonización” de todos los territorios palestinos.
Una pregunta marginal, tan obvia como estúpida, para hacerse es ¿Quién autoriza al Congreso norteamericano a aprobar esas acciones? Un interrogante que no tiene más respuesta que aquel artilugio mesiánico del “destino manifiesto” que desde 1871 ha servido a Washington para invadir y masacrar a cuanto pueblo, no importa la distancia de sus fronteras, que haya osado no acatar su voluntad manifiesta.
El planteo norteamericano es la defensa del libre tránsito de naves que desde y hacia el canal de Suez vincula el Mediterráneo con toda el área del Índico y una gran parte del Pacífico, lo que se traduce en miles de millones de dólares teniendo en cuenta que por allí surca anualmente entre un doce y un quince por ciento del comercio mundial.
En vista de este nuevo contexto, las grandes navieras que operan en esas áreas, precautoriamente, comenzaron a usar la ruta que rodea África, unos 6.500 kilómetros (3.500 millas náuticas), para ingresar al Mediterráneo por Gibraltar, lo que incrementa los gastos de combustible en un millón de dólares y alarga el periplo entre 10 y 12 días. Lo que deriva en un aumento importante ya no solo del petróleo y el gas, sino de las materias primas para la alimentación y otras industrias.
Este contexto se agrava por la sequía que debido al cambio climático ha dejado inoperable al Canal de Panamá y por la ofensiva rusa contra la OTAN en Ucrania que ha paralizado en gran parte el comercio de los cereales tanto ruso como ucraniano.
Desde enero Estados Unidos, junto al Reino Unido, ataca posiciones en el norte de Yemen como parte de la Operación guardián de la prosperidad, lanzada el 19 de febrero contra la infraestructura, radares, sistemas de defensa aérea e instalaciones de almacenamiento de armas, repitiendo el mismo fracaso de Arabia Saudita, que durante siete años -desde 2015 a 2022- junto a un importante grupo de naciones entre las que también estaban los Estados Unidos e Israel formando una coalición militar, intentó quebrar la resistencia hutí lanzado más de 23.000 ataques aéreos, además de combatirlos por tierra con tropas del propio ejército yemení del viejo régimen, tropas sudanesas, pakistaníes y mercenarios llegados de diversas partes del mundo.
Más allá de prácticamente la demolición de toda la infraestructura del país, la muerte de cerca de medio millón de personas, las hambrunas y epidemias, el reino saudita comenzó a entender, a partir del 2022, que la victoria no solo se le hacía imposible, sino que estaba poniendo en un altísimo riesgo la propia existencia del país, ya que una vez que el Ansar Allah contuvo los ataques de los Saud pasó a una contraofensiva no solo militar alcanzando con sus misiles las cercanías de Riad, la capital del reino, en varias oportunidades, sino también a la refinería petrolera más grande del mundo, la de Abqaiq de la empresa estatal Aramco, a la que dejó fuera de servicio por varios días disparando los precios globales y haciendo entrar en pánico a los mercados globales.
Políticamente estaba logrando que las grandes mayorías chiitas que se localizan al sur del país, próximas a la frontera con Yemen, comiencen un proceso de inestabilidad buscado acercarse a sus hermanos del otro lado de la frontera. Suficientes razones para que el príncipe heredero, y de hecho el hombre fuerte del reino Mohamed bin Salmán, reconsiderase su postura y comenzase, a partir del 2022, un proceso de distensión en vista de conversación para lograr una paz definitiva.
Un laberinto donde perder la presidencia
Más allá de que el día 12, en el que seguramente el Congreso desate todavía más las manos del presidente Biden para continuar e incrementar las operaciones contra la milicia hutí, es muy poco probable que solo con bombardeos pueda conseguir algo más de lo que ha logrado hasta ahora.
Por lo que finalmente, para terminar con este grupo, deberá ingresar con tropas terrestre en su territorio, un lugar escabroso donde la resistencia se maneja con total seguridad, donde todo está dado para una guerra de guerrillas similar a la que el ejército norteamericano perdió con los talibanes en Afganistán hace menos de tres años.
Sin tiempo para organizar tropas locales, porque los ataques contra embarcaciones se incrementan día a día, lo que obliga a evitar el paso por el mar Rojo por un tiempo quizás mucho más prolongado del que las exhaustas economías europeas puedan soportar, más en este momento en que el colapso de Ucrania es un hecho.
¿Querrá Biden arriesgar las escasas posibilidades que tiene de vencer a Trump en noviembre próximo quizás no con un fracaso, pero sí con una victoria pírrica en Yemen?
Mientras, la guerrilla hutí continúa jugando al tiro al blanco con el suficiente éxito para poner al mundo en tensión. Y ahora se le han sumado sectores armados de Yemen del sur que han combatido contra ellos en la guerra civil que se comenzó en 2013-2014 y continúa intermitentemente hasta hoy.
Otros países como Italia, de la que casi un tercio de sus exportaciones marítimas pasan por el canal de Suez, está también intentando contener los ataques hutíes, por lo que pasó a formar parte de la Operación Aspides (escudo en griego), que liderada por Francia junto a varios países europeos ha comenzado, con poco y nada éxito, a operar también en el mar Rojo. La semana pasada los drones hutíes también atacaron la fragata alemana Hessen, la francesa Languedoc y el destructor italiano Caio Duilio, lo que hace cada vez más difícil la posición de las potencias occidentales.
El 18 de febrero el Rubymar, registrado en Belice pero de capitales británicos, se convirtió en el primer barco hundido por los hutíes tras ser acertado por un misil balístico antibuques desde que comenzaron sus ataques en noviembre. La nave se hundió en el sur del Mar Rojo en el estrecho de Bab el-Mandeb (la Puerta de las lamentaciones), entre el Mar Rojo y el Golfo de Adén. El barco transportaba alrededor de 20.000 toneladas métricas de fertilizante, por lo que se prevé que la sobrecarga de nutrientes estimule el crecimiento excesivo de algas, lo que las hará consumir mayor cantidad de oxígeno afectando el equilibrio de la vida marina en un proceso conocido como “eutrofización”. Por otra parte, la tripulación del Rubymar contó con el suficiente tiempo para anclarlo y evacuarlo sin bajas.
En un comunicado el Comité Internacional de Rescate informó de que la actual situación también está impidiendo la llegada de asistencia humanitaria a las víctimas de las guerras de Yemen y Sudán.
Tras el ataque, tres marineros murieron y otros resultaron heridos después de un ataque con misiles de los hutíes contra un barco en el Golfo de Adén, dijeron funcionarios estadounidenses, las primeras muertes de tripulantes de barcos comerciales desde que los hutíes comenzaron a lanzar ataques contra barcos en aguas frente a Yemen el año pasado.
Tres miembros de la tripulación del MV True Confidence, un granelero con bandera de Barbados operado por una empresa griega, fue alcanzado por un nuevo ataque en el que al menos habrían muerto tres hombres de la tripulación, convirtiéndose en las tres primeras víctimas mortales registradas. Además de los dos efectivos de Navy Seals de Estados Unidos que se ahogaron en enero frente a Somalia
El Confidence se suma a una ya importante cantidad de embarcaciones dañadas en estos ataques pero las muertes del miércoles son las primeras entre marineros mercantes.
Según fuentes británicas y norteamericanas, los ataques hutíes se habrían duplicado en febrero, en comparación con el mes anterior, siendo cerca de 80 frente a los 33 de enero.
También ha sufrido graves daños el cableado submarino vinculado a las comunicaciones por internet, lo que afecta cerca de un veinticinco por ciento en Medio Oriente.
Fuentes sionistas apuntaron a la que la responsabilidad era de la insurgencia yemení, lo que fue negado por el líder de la organización rebelde, el sheikh Abdel Malek al-Houthi.
Frente a este panorama y en espera de lo que sucederá, después del 12 de marzo sabremos qué marca el destino manifiesto sobre los combatientes del mar Rojo.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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