Un prestigioso diario italiano abunda en detalles cuando asegura que un informe de la Santa Sede daba perfectamente cuenta de una «red transversal dentro del Vaticano unida por la orientación sexual», es decir, la homosexualidad.
El papa Benedicto XVI oficia este domingo el último Angelus de su mandato acechado por los escándalos de sexo y dinero que sacuden el corazón de la Ciudad Santa. Los últimos días del corto pontificado de Joseph Ratzinger han sido una pesadilla para la curia romana. Una lista de pecados mayores se abatió sobre el Vaticano justo cuando el papa Benedicto XVI se apresta a renunciar a su pontificado. La corrupción dentro del Vaticano y los casos de pedofilia volvieron al primer plano con las revelaciones aportadas por la prensa italiana. Según el diario La Repubblica, que cita a una fuente vaticana, los detalles más recientes «giran en torno del séptimo mandamiento». Este mandamiento dice «no robarás» y es interpretado como una disciplina de rectitud para la gestión en la actividad económica y en la vida social y política. También se refiere a la protección del prójimo. Pero el diario italiano va mucho más lejos en sus revelaciones y afirma que el Papa decidió renunciar una vez que se enteró de que une red de curas homosexuales circulaba en el Vaticano.
Estas revelaciones se desprenden del informe que el Papa encargó a tres cardenales el año pasado. Se trata de Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi. Los tres entregaron a mediados de 2012 parte del resultado de la investigación que llevaron a cabo tanto sobre la fuga de documentos robados al Papa como sobre la corrupción. La Repubblica añade una información por lo menos escabrosa: el cotidiano afirma que, en octubre pasado, el cardenal Julián Herranz, presidente del Pontificio Consejo de la Santa Sede para los Textos Legislativos, evocó ante el Papa la existencia de un «chantaje» ejercido desde afuera de la Santa Sede contra curas homosexuales.
El Vaticano negó de inmediato estas informaciones. Sin embargo, este prestigioso diario italiano abunda en detalles cuando asegura que el informe -dos tomos de trescientas páginas cada uno- daba perfectamente cuenta de una «red transversal dentro del Vaticano unida por la orientación sexual», es decir, la homosexualidad. La Repubblica escribe textualmente: «Por primera vez la palabra homosexualidad fue pronunciada en el departamento pontifical». El rotativo revela que el informe de la comisión cardenalicia apuntaba hacia un grupo de prelados que sufrieron presiones por parte de personas laicas exteriores al Vaticano. La revelación coincide con lo que Ratzinger dijo dos días después de la entrevista con los cardenales que le entregaron el informe. De forma improvisada, Benedicto XVI habló de los «malos peces» que caen en la red de la Iglesia. La Repubblica asegura de manera convincente que fue esa revelación la que empujó al Papa a renunciar. El mismo diario cuenta que la comisión cardenalicia entrevistó a decenas de obispos, cardenales y laicos al cabo de lo cual quedó un retrato escalofriante del Vaticano: grupos de poder en disputa, confabulados según las distintas congregaciones religiosas o la región del mundo a la que pertenecen o sus preferencias sexuales. La investigación cardenalicia adelanta que altos jerarcas de la Iglesia podrían estar siendo víctimas de «influencias externas» a raíz de «sus relaciones de naturaleza mundana».
El padre Federico Lombardi, portavoz del Vaticano, juzgó que las revelaciones eran «fantasiosas» y que muchas cosas dichas eran «simplemente falsas». El portavoz lanzó luego un duro ataque contra los medios: «No falta quien trata de aprovecharse del momento de sorpresa y de desorientación de los espíritus débiles para sembrar confusión y desacreditar a la Iglesia y a su gobierno, recurriendo a métodos antiguos como la murmuración, la desinformación y, a veces, la calumnia».
El Papa, sin embargo, parece dar crédito al contenido de esa «desinformación». Con sus declaraciones más recientes, Benedicto XVI aceptó como verdaderas las informaciones lanzadas por la prensa. Desde que el pasado 11 de febrero anunció en latín su decisión de renunciar, no ha cesado en sus declaraciones envueltas en reprimendas y dolorosas denuncias. El viernes, el Papa reconoció «el sufrimiento y la corrupción» que azotan al Vaticano. Luego, mirando hacia el concilio que debe nombrar a su sucesor, Benedicto XVI advirtió a los cardenales que «el diablo los ha prevenido: trabaja sin descanso para enturbiar la obra de Dios».
Quienes conocen parte de lo que ocurre dentro de la Santa Sede señalan que el artículo de La Repubblica contiene datos exactos y verídicos. El diario italiano adelanta que el informe en manos del Papa menciona un escándalo que se remonta al año 2010 y que tiene como centro a Angelo Balducci. Este personaje era en ese entonces presidente del Consejo Nacional de Obras Públicas en la época en que Silvio Berlusconi estaba en el poder. Balducci era objeto de una investigación judicial cuando se descubrió que, para conseguir los servicios de jóvenes homosexuales, se relacionaba con un nigeriano, Chinedu Thomas Ehiem, cantante en la capilla Giulia de la basílica de San Pedro. La existencia de un lobby gay dentro de la Santa Sede provocó un revuelo gigantesco en el país y ello se suma a la tormenta que, a medida en que se acerca la fecha de la renuncia del Papa -el próximo 28 de febrero- se cierne sobre el cónclave que debe designar al sucesor de Benedicto XVI. La polémica surge ahora porque se plantea una disyuntiva en torno de la presencia o no en el cónclave de los cardenales que ocultaron a los curas pederastas y hasta los protegieron. Ese es el caso del cardenal Roger Mahony, responsable de la diócesis de Los Angeles y acusado de encubrir a lo largo de un cuarto de siglo a 129 sacerdotes implicados en abusos a menores. Los otros cardenales comprometidos con la misma inmundicia son el cardenal primado de Irlanda, Sean Brady, y el cardenal belga Godfried Danneels. Estos tres personajes son los más implicados en la protección que dieron a los pederastas pese a sus actos criminales. La lista es sin embargo mucho más amplia. En ella entran el norteamericano Justin Francis Rigali, el australiano George Pell, el mexicano Norberto Rivera Carrera, el polaco Stanislaw Dziwisz y el argentino Leonardo Sandri.
Día tras día, la caja de Pandora deja escapar sus peores siluetas. Los demonios que la curia ocultó durante tantas décadas se paseaban anoche como espectros resucitados por la Plaza San Pedro de Roma: corrupción, sexo y dinero, una trilogía explosiva que nadie habría imaginado que fuera a ocupar el cielo de la Santa Sede. La Iglesia vive sin dudas su peor momento. Las guerras entre la curia, la disputa por el dinero y el poder, la pedofilia tardíamente reconocida y sancionada, han dejado huérfanos de autoridad moral y terrestre a millones y millones de creyentes en el mundo. En su profunda fe ellos son, también, víctimas de la explosión de la Iglesia Católica.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-214513-2013-02-24.html