Recomiendo:
7

El esclavo, el orador y el emperador

Fuentes: Consortium News

Un trío de estoicos de la antigua Grecia ofrece una oposición filosófica al turbocapitalismo actual en este extracto de «Raging Twenties, Great Power Politics Meets Techno-Feudalism».

En la antigua Grecia, el estoicismo era parte de la cultura popular, extendiéndose de una manera que las sofisticadas escuelas de Platón y Aristóteles solo podían soñar. Como los epicúreos y los escépticos, los estoicos le deben mucho a Sócrates, quien siempre enfatizó que la filosofía debe ser práctica, capaz de cambiar nuestras prioridades en la vida.

Los estoicos estaban muy apegados a la ataraxia (ausencia de perturbación) como el estado ideal de nuestra mente. El sabio no puede confundirse, porque la clave de la sabiduría es saber de qué no hay que preocuparse. Los estoicos eran, por lo tanto, socráticos, en el sentido de que se esforzaban en proporcionar tranquilidad a todo el mundo. Como una versión helenística del Tao. El gran asceta Antístenes fue compañero de Sócrates y precursor de los Estoicos.

Los primeros estoicos obtuvieron su nombre del pórtico –stoa– del mercado ateniense que solía visitar el fundador oficial Zenón de Citium (333-262 a.C.). Pero el verdadero artesano fue Crisipo, un filósofo especializado en lógica y física, que se dice que escribió nada menos que 705 libros, ninguno de los cuales ha sobrevivido. Occidente conoció a los principales estoicos bajo la forma de un trío romano: Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Son los modelos del estoicismo tal como lo conocemos hoy.

Epicteto (50-120 d.C.) nació esclavo en Roma, luego viajó a Grecia y pasó su vida examinando la naturaleza de la libertad. Séneca (4-65 d.C.), un orador fabuloso y buen dramaturgo, fue exiliado a Córcega cuando fue acusado falsamente de adulterio con la hermana del emperador Claudio. Pero luego lo trajeron de regreso a Roma para educar al joven Nerón, y de alguna manera Nerón lo obligó a suicidarse.

Marcus Aurelius, un humanista, era el prototipo del emperador reacio, que vivía en un turbulento siglo II d.C. y se erigía como un precursor de Schopenhauer: Marcus consideraba la vida como una verdadera tarea. Los maestros de Zenón eran de hecho cínicos, cuya intuición básica era que nada importaba más que la virtud. Por lo tanto, las trampas de la sociedad en general tenían que reducirse al rango de distracciones triviales, en el mejor de los casos.

No es de extrañar que queden muy pocos verdaderos cínicos hoy. Es esclarecedor saber que las clases altas del Imperio Romano, su 1%, consideraban que las ideas de Zenón eran bastante relevantes, mientras se burlaban, obviamente, del primer punk de la historia, Diógenes el cínico, que se masturbaba en la plaza pública y caminaba por la ciudad sosteniendo una linterna tratando de encontrar a un hombre de verdad. Al igual que Heráclito, para los estoicos, una parte clave de la búsqueda de la paz mental era aprender a vivir con lo inevitable.

Enlace de serenidad

Este deseo de serenidad es uno de sus vínculos con los epicúreos. Los estoicos estaban convencidos de que la mayoría de la gente no tiene idea de en qué universo vive (imagínense la reacción de las redes sociales). Entonces terminan confundidos en sus actitudes hacia la vida. A diferencia de Platón y Aristóteles, los estoicos eran materialistas acérrimos. No adherían al discurso platónico sobre las «formas» en un mundo ideal: para los estoicos, estos eran sólo conceptos en la mente de Platón. Para los epicúreos, el mundo es el producto no planeado de fuerzas caóticas (ahora… dígaselo a los evangelistas fanáticos).

Los estoicos, por el contrario, creían que el mundo era una cuestión de organización hasta el más mínimo detalle. Para los epicúreos, el curso de la naturaleza no está predeterminado: el destino interviene en forma de desviaciones aleatorias de átomos. Destino, en la antigua Grecia, en realidad significa Zeus.

Para los estoicos, todo sucede según el destino: una cadena inexorable de causa y efecto, que se desarrolla exactamente de la misma manera, una y otra vez, en un ciclo de creación y destrucción cósmica, una especie de precursor del eterno retorno de Nietzsche.

Aceptación resignada

Los estoicos fueron fuertemente influenciados por Heráclito. La física estoica se ocupó de la noción de interpenetración : el mundo físico como una mezcla agitada de sustancias entremezcladas, un precursor bastante extraordinario de la equivalencia entre energía y materia de Einstein. Lo que el mundo posmoderno les quita a los estoicos es la noción de aceptación resignada, lo que tiene mucho sentido si el mundo realmente funciona de acuerdo con sus ideas. Si el destino, del nuevo Zeus, no el Dios cristiano, gobierna el mundo, y prácticamente todo lo que sucede está fuera de nuestro control, entonces la realpolitik es aceptar «todo lo que sucede es como actualmente sucede», en las inmortales palabras de Epicteto.

Así que no tiene sentido entusiasmarse con cosas que no podemos cambiar. Y no hay necesidad de apegarse a cosas que acabaremos perdiendo. Pero trate de vender esta noción a los Maestros del Universo del capitalismo financiero.

El camino a seguir, según los estoicos, es, por lo tanto, tener solo lo esencial y viajar livianito. Lao-Tse lo aprobaría. Después de todo, todo lo que podemos perder ya está más o menos perdido, por lo tanto ya estamos protegidos de los peores golpes de la vida.

Quizás el último secreto estoico es la distinción de Epicteto entre las cosas que están bajo nuestro control, nuestros pensamientos y deseos, y lo que no lo está: nuestros cuerpos, nuestras familias, nuestras posesiones, nuestro destino en la vida, tantos elementos que la expansión del covid -19 ha derrotado.

Lo que Epicteto nos está diciendo es que si redirigimos nuestras emociones para enfocarnos en lo que está en nuestro poder e que ignoramos todo lo demás, entonces «nadie podrá coaccionarte, nadie te obstaculizará, y ningún mal podrá tocarte».

El poder no es importante en última instancia

Séneca ofreció un ángulo definitivo que podemos aplicar a varios aspectos del 1%: «Niego que la riqueza sea un bien, porque si lo fuera haría buena a la gente. Pero como lo que está en manos de los malos no puede llamarse bueno, me niego a aplicar este término a la riqueza». Los estoicos enseñaron que hacer parte de la vida pública significa difundir la virtud y luchar contra el vicio.

Este es un asunto muy serio que involucra el deber, la disciplina y el autocontrol. Esto explica en gran medida por qué más del 70% de los italianos aplauden hoy la actitud del primer ministro Giuseppe Conte en la lucha contra el Covid-19. Aceptó el desafío, inesperadamente, como un neoestoico. Los estoicos consideraban la muerte como un recordatorio útil del destino de uno y de la insignificancia última de las cosas del mundo.

Marco Aurelio encontró un gran consuelo en la brevedad de la vida: «Dentro de poco ya no serás nadie y ya no estarás en ningún lado, como Adriano y Augusto ya no lo son». Cuando las circunstancias hicieron imposible vivir según los ideales de la virtud estoica, la muerte siempre fue un Plan B viable.

Epicteto también nos dice que realmente no deberíamos preocuparnos por lo que le suceda a nuestro cuerpo. A veces parece ver la muerte como la solución aceptable a cualquier desgracia. En la cima de su arte, los estoicos dejaron en claro que la diferencia entre la vida y la muerte es insignificante en comparación con la diferencia entre la virtud y el vicio. De ahí la noción de suicidio noble.

El heroísmo estoico aparece claramente en la vida y en la muerte de Catón el Joven, como lo describe Plutarco. Cato era un acérrimo oponente de César, y su integridad dictaba que el único resultado posible era el suicidio. Según el relato legendario de Plutarco, Catón, en su última noche, defendió una serie de tesis estoicas durante la cena, se retiró a su habitación para leer el «Fedón» de Platón, en el que, y lo que no es una coincidencia, Sócrates afirma que un verdadero filósofo considera toda la vida como una preparación para la muerte, y se suicidó. Obviamente, se convirtió en una superestrella estoica por toda la eternidad.

Los estoicos enseñaron que la riqueza, el estatus y el poder, en última instancia, no importan. Una vez más, Lao-Tse lo aprobaría. Lo único que puede elevar a un hombre por encima de los demás es una virtud superior, de la que todos son capaces, al menos en principio. Entonces sí, los estoicos creían que todos éramos hermanos y hermanas.

Séneca: «La naturaleza nos hizo parientes al crearnos a partir de los mismos materiales y para el mismo destino». Entonces imagínense un sistema construido sobre la dedicación desinteresada al bienestar de los demás y contra toda vanidad. Probablemente, este no es el propósito del capitalismo turbo-financiero, creador de desigualdades.

Epicteto: «¿Qué debemos decir entonces a cada prueba que se presenta? Me estaba preparando para ello, me estaba entrenando para ello».
¿Mostrará el Covid-19 una ola mundial de practicantes neoestoicos de que hay otra vía?

Fuente original: «The Slave, The Orator & The Emperor».

Traducido del inglés para El Correo de la Diáspora por Carlos Debiasi