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El fantasma de Stalingrado

Fuentes: Al Ahram

Rusia está decidida a poner coto a la expansión de la OTAN hacia el Este. El autor se pregunta si va a conseguir su objetivo. Traducido para Rebelión por S. Seguí

La metamorfosis experimentada en los últimos 18 años por la OTAN, de europolicía de la Guerra Fría a descarado brazo militar global de Estados Unidos, ha dejado un rastro de escombros desde los Balcanes a Afganistán cuya limpieza tomará decenios. Se trata de una flagrante violación del acuerdo celebrado en su día entre el secretario de Estado estadounidense James Baker III y el presidente soviético Mikhail Gorbachev según el cual Estados Unidos no ampliaría las fronteras de la OTAN hacia el Este, a cambio de que Moscú permitiera que una Alemania unificada fuese miembro de la OTAN. Rusia estaba en plena desmoralización y no tenía la capacidad de respuesta cuando los países de Europa oriental y del Báltico se sumaron al bloque militar, pero a medida que esta política de expansión fue convirtiéndose en un evidente cerco de Rusia y en una conquista de Oriente Próximo, una Rusia enfurecida y, ahora sí, con confianza en sí misma ha trazado por fin una línea roja, al menos en relación con sus vecinos más inmediatos, en este caso Georgia y Ucrania.

En una atrevida analogía, el presidente ruso, Dimitri Medvédev, calificó el ataque de Georgia el 8 de agosto de 2008 como el 11 de septiembre ruso, y afirmó que Rusia reaccionaría de la misma manera aun cuando Georgia fuera aceptada como potencial miembro de la OTAN. El 31 de agosto, Medvédev anunció a la Agencia Rusa de Información Novosti los Cinco Puntos de la Política Exterior Rusa, declaración conocida ya como Doctrina Medvédev (en respuesta a lo que pudiéramos llamar Doctrina Bush I/Clinton/Bush II , es decir, el desmembramiento de la URSS/Rusia como medio para conseguir un mundo unipolar dominado por EE UU).

A saber:

  1. compromiso con los principios de la legalidad internacional,

  2. declaración de que «el mundo habrá de ser multipolar»,

  3. deseo de establecer relaciones pacíficas y amistosas con todos los países,

  4. intención de proteger a sus ciudadanos «en cualquier lugar en que se encuentren», y

  5. un decisivo punto final: «Como sucede en otros países, hay regiones en las que Rusia tiene intereses privilegiados. Estas regiones están formadas por países con los que compartimos relaciones históricas especiales y mantenemos vínculos de amistad y buena vecindad. Dedicaremos una atención especial a nuestras acciones en estas regiones y estableceremos vínculos de amistad con estos países, nuestros vecinos más allegados.»

La crisis de Georgia será contemplada por futuros historiadores como el comienzo del fin de los grandiosos planes de Estados Unidos de llevar su versión del Nuevo Orden Mundial a su culminación en Eurasia, o quizás incluso como el 11 de septiembre ruso. En lugar de una marcha aparentemente inexorable hacia el Volga y el desmantelamiento de la Federación Rusa -lo que, recordemos, era el objetivo de Hítler- podemos ver ahora unos preparativos para la guerra que se desarrollan incesantemente en todo el mundo, de los que Georgia ha sido el catalizador.

La tela de araña de intriga que rodea a Georgia es sin duda tupida. Llega incluso hasta Irán, país al que Israel estaba aparentemente planeando atacar utilizando para ello las bases de la cercana Georgia como rampa de lanzamiento. Este plan ha sido desbaratado, por el momento, aunque Irán llevó a cabo la pasada semana maniobras militares destinadas a verificar sus propias defensas en preparación para un ataque de EE UU/Israel lanzado desde un lugar más alejado.

Cuando Georgia acoge una presencia militar estadounidense permanente para reconstruir su destrozado ejército, Rusia amplía su presencia militar hasta el aeropuerto de Gissar, en Tadjikistán. Cuando EE UU coloca misiles en las vecinas Polonia y Chequia, Rusia está preparando maniobras militares conjuntas con Venezuela, país cercano a EE UU (previstas para el 10 al 14 de noviembre), y planea estacionar allí «con carácter temporal» aviones de lucha anti submarina de largo alcance.

La marina rusa ha reanudado su presencia (o más bien la de su predecesor) en diversas zonas oceánicas en todo el mundo. Un grupo de combate naval de la Flota del Norte rusa llevó a cabo un periodo de maniobras en el mar Mediterráneo y el Atlántico Norte de diciembre de 2007 a febrero de 2008.

El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Andrei Nesterenko, insistió en que la decisión de Rusia de enviar sus fuerzas armadas a Venezuela fue anterior a la guerra de Rusia con Georgia. «Este despliegue había sido preparado con anticipación y no guarda relación alguna con la actual situación política y los acontecimientos en el Cáucaso.» Sin embargo, su anuncio fue realizado sólo una semana después de que el primer ministro, Vladimir Putin, avisase que Rusia iba a dar una respuesta no especificada a los envíos de ayuda estadounidenses a Georgia.

Afortunadamente, sólo había una guerra de bravatas. «Váyanse al carajo, yanquis», afirmó el presidente Hugo Chávez en la emisión de la televisión nacional venezolana en que anunciaba los ejercicios militares. Los EE UU se burlaron de este anuncio. El portavoz del Departamento de Estado Sean McCormack hizo broma de la capacidad naval rusa y manifestó su sorpresa porque «hayan encontrado algunos buques capaces de llegar tan lejos.» Por si acaso, y dado que Venezuela está demasiado lejos de las costas estadounidenses, Rusia ha manifestado su interés por reanudar sus lazos militares y de inteligencia con Cuba, y corren rumores de que está en busca de una base naval en Vietnam.

Algo que no puede mantenerse al margen de esta compleja ecuación es el hecho de que en junio pasado la marina de EE UU anunció que iba a volver a poner en servicio su Cuarta Flota, desmantelada en 1950, que asumirá las operaciones navales en el Caribe y América Latina. Asimismo, está negociado con Georgia y Turquía para establecer una base naval en el puerto georgiano de Poti. Una de las responsabilidades de las Fuerzas Especiales de EE UU en la región es la seguridad de un oleoducto que atraviese Georgia.

A medida que la ayuda estadounidense llega al Mar Negro en buques de guerra, el equipo militar ruso llega al Caribe, con la reciente compra por Venezuela de 24 cazabombarderos Sukhoi, además de submarinos y misiles. Chávez ha afirmado que si fuese necesario permitiría que Venezuela fuese una base estratégica de bombarderos rusos. «En Venezuela siempre tendrán luz verde, siempre serán bienvenidos, porque Rusia es un aliado de Venezuela,» afirmó Chávez. La pasada semana, el presidente venezolano procedió a la expulsión del embajador estadounidense hasta pasadas las elecciones presidenciales de noviembre.

Sergei Markov, parlamentario ruso por el partido Rusia Unida, ve en esta actitud más una pose de cara al exterior que el preludio para establecer una base permanente en América. «Necesitamos bases en el territorio de Irán y Siria, donde están nuestros intereses estratégicos.» Si bien Rusia va restablecer, efectivamente, una presencia permanente en el Mediterráneo con la utilización de unas instalaciones de la era soviética en Tarso (Siria), hablar de bases en Irán constituye una novedad. Se rumorea que Rusia podría establecer allí emplazamientos militares y facilitar a Teherán sistemas de misiles S-300, de la más alta tecnología, para defender sus instalaciones nucleares de eventuales ataques aéreos.

Pero, además de Venezuela, la principal pose de cara al exterior se está adoptando en Tbilisi, donde el presidente Mikhail Saakashvili pide con insistencia que Occidente lo ayude a recuperar el control de Osetia del Sur y Abjasia, regiones separatistas reconocidas como países independientes por Rusia y otros países, entre ellos Nicaragua y Bielorrusia. «Restauraremos nuestra integridad territorial; estoy plenamente convencido, más que nunca,» afirmó Saakashvili por televisión. «No será un proceso fácil, pero ahora se trata de un proceso entre una encolerizada Rusia y el resto del mundo.»

La fanfarronería y el pavoneo militar a que se entrega esta colección de antagonistas está comenzando a parecer la calma que precede a la tormenta. Si resulta cierto que militares estadounidenses participaron en la invasión de Osetia del Sur, siquiera como asesores, ello significaría que algunos soldados rusos murieron a manos de estadounidenses, algo que nunca sucedió ni en los peores momentos de la Guerra Fría. Durante este periodo, «ambas partes tuvieron mucho cuidado con la parte opuesta. Se cuidaron mucho de acercarse demasiado,» afirmó el analista ruso Alexander Pikayev. «El riesgo de un choque militar directo es mucho mayor ahora. Es una situación más peligrosa que durante la Guerra Fría.» Ambos candidatos presidenciales están lanzando mensajes fuertes, y la presunta vicepresidenta republicana Sarah Palin ha afirmado: «No repetiremos una Guerra Fría,» con lo que podría querer decir que prefiere una caliente.

En una atmósfera así, pendiente de un hilo, Ucrania y Georgia pueden despedirse de entrar a formar parte de la llamada alianza defensiva de Occidente.

No obstante, la semana pasada el vicepresidente Dick Cheney visitó algunos países ex socialistas que EE UU considera que están amenazados por Rusia, como Ucrania, Georgia y Azerbaiyán, y prometió a Georgia 1.000 millones de dólares -¿de donde saldrán estas bonitas cifras tan redondas?- a la vez que aseguraba que EE UU seguiría apoyando la solicitud georgiana de entrar en la OTAN y afirmaba que la intervención de Moscú «arrojaba serias dudas sobre las intenciones de Rusia y su fiabilidad como socio internacional.» En Ucrania, habló de «la amenaza de tiranía, chantaje económico e invasión o intimidación militar» por parte de Rusia. Se trata de una interesante interpretación de la Doctrina Medvédev. El lector puede fácilmente imaginar qué palabras podría utilizar Medvédev para describir la Doctrina Bush I/Clinton/Bush II.

Ucrania está en estos momentos embarrada en un combate de lucha libre en el fango, tras la ruptura, el 3 de septiembre, del gobierno de coalición, cuando el presidente Viktor Yúschenko retiró su apoyo ante la negativa de la primera ministra Yulia Tymoshenko a seguir al presidente en su respaldo a Georgia y su condena a Rusia. Yúschenko acusó a Tymoshenko de «traición y corrupción política» por su negación a respaldar una posición pro EE UU y por su búsqueda del apoyo de Moscú a su probable candidatura a la presidencia. El ex primer ministro pro ruso Viktor Yanukovich, líder el Partido de las Regiones, no descarta la posibilidad de formar una mayoría parlamentaria con el bloque de Yulia Tymoshenko. Si ésta se produce, la candidatura de Ucrania a formar parte de la OTAN desaparecería de la agenda política. Tymoshenko bien podría apuntarse un tanto metafórico mediante una campaña en las próximas elecciones presidenciales basada en una sobria plataforma de paz con Rusia, que muy probablemente le valdría la presidencia con el apoyo de la amplia población rusa de Ucrania y el de los ucranianos astutos.

Hay otro escándalo de este tipo que se está cocinando en Georgia misma, con la detención del hijo del anterior presidente Zviad Gamsakhurdia por espionaje en favor de Rusia, detención realizada en plena visita de Cheney a este país. A finales de 2007, Zviad fue acusado de intento de golpe de estado y de mantener vínculos con los servicios de seguridad rusos tras las protestas de la oposición contra Saakashvili. Las voces de los georgianos más sensatos, hartos del necio chauvinismo del presidente Saakashvili, están siendo ahogadas en la raíz, a medida que el presidente consolida una muy sucia dictadura respaldada por estadounidenses e israelíes. Por supuesto, toda la cobertura mediática occidental apoya servilmente a esta bomba de relojería andante, pero la descripción que hizo de él Medvédev como de un «cadáver político» es probablemente más cercana a la realidad.

Es difícil no entender a los rusos. El Mar Negro, en tiempos dominio de la marina soviética, alberga hoy a tres miembros de la OTAN -Turquía, Bulgaria y Rumania- y dos candidatos a ésta, Georgia y Ucrania. Si estos dos países se suman a la alianza, las costas rusas del Mar Negro estarán rodeadas por la OTAN. El volátil Cáucaso sería entonces un terreno de juego de EE UU.

«En estos momentos parece haber una cierta línea roja en las mentes de los líderes rusos, y éstos están dispuestos a cualquier cosa para que nadie la cruce,» afirma Nikolai Petrov, del Carnegie Endowment for International Peace. «Y esta línea roja es la entrada de Ucrania y Georgia en la OTAN.»

El éxito de Rusia al desbaratar el intento de Georgia de hacerse con Osetia ha mostrado su grado de decisión; al tiempo que buques de guerra rusos eran enviados a las costas de Abjasia. En la relativa proximidad en que se mueven los buques rusos y estadounidenses en esta zona, al igual que en el resto del Mar Negro, cualquier malentendido podría crear un incidente internacional. «Recordamos bien el incidente del Golfo de Tonkín,» en el que informes falsos de ataques de buques norvietnamitas a buques estadounidenses dieron comienzo a la guerra de Vietnam, afirma Markov. Sus afirmaciones se vieron secundadas por el congresista republicano por California Dana Rohrabacher, en unas acerbas críticas al apoyo estadounidense al ataque georgiano.

Aleksandr Dugin, cuyas ideas sobre el debilitamiento de la posición geopolítica de Estados Unidos son muy populares entre los líderes rusos, afirma que Rusia desafía la dominación estadounidense y que una confrontación podría ser inevitable. La entrada de Rusia en Georgia fue «una decisión irreversible que comportará en el futuro una seria, profunda e irreversible confrontación con Estados Unidos. Las apuestas son tan altas que Moscú ha puesto todas sus fichas sobre la mesa.»

No es sorprendente que la Organización de Cooperación de Shanghai, de la que forman parte Rusia, China y las ex repúblicas soviéticas de Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán apoyan a Moscú por «contribuir a la paz y la cooperación en esta región.» Tampoco lo es que Armenia y Bielorrusia apoyen asimismo a Rusia, y que las fuerzas políticas de Ucrania -aparte de Yúschenko- estén dando marcha atrás en su flirteo con la OTAN. Y es evidente que EE UU no tiene suficiente poder para lidiar con la ocupación de Iraq y Afganistán, países que deberían haber sido parte fundamental de una política estadounidense de control de sus rivales eurasiáticos, en particular Rusia y China.

Si los rusos se mantienen firmes -y en este sentido es preciso recordar su espectacular derrota de los nazis en Stalingrado- esta crisis se desinflará con o sin fuegos de artificio, a los halcones estadounidenses se les recortarán las alas y el mundo se ajustará a un periodo de sensatez multilateral post EE UU .

La marea ha cambiado. Este Dr. Strangelove de nuestros días fue ignorado por todos en su tournée de animación de los países supuestamente amenazados por Rusia, excepto por su colega Saakashvili. También la UE ignoró las bravatas del vicepresidente Cheney, y en cambio llegó a un acuerdo con Rusia para sustituir las tropas rusas por observadores de la UE en el territorio georgiano en disputa, a partir del 1 de octubre.

A fin de cuentas, la realidad es muy prosaica: la UE es vecina de Rusia y depende del gas de ésta, les guste o no a sus políticos. Una cosa es que EE UU haga sus guerras lejos de sus costas, como en Afganistán o Iraq, o que se enzarce en juegos de guerra en el patio trasero de otras casas, como hace hoy en Polonia y Georgia; otra, muy distinta, es esperar que una Europa harta de guerras se sume al carrusel y esté dispuesta a congelarse en la oscuridad.

http://weekly.ahram.org.eg/2008/915/in1.htm

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S. Seguí pertenece a los colectivos de Rebelión y Cubadebate.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el nombre del autor y el del traductor, y la fuente.