Recomiendo:
0

El fetichismo mercantil y las decisiones económicas en Cuba

Fuentes: La Trinchera

El fetichismo mercantil es un fenómeno que afecta también a la conciencia teórica. Cuando lo hace, domina las elaboraciones y modelaciones de la realidad; proceso en el cual se pierda la dimensión de la totalidad, y se recae en un pensamiento enajenado. Dicho fetichismo alcanza su máxima expresión ante el dinero, que toma cuerpo teórico […]

El fetichismo mercantil es un fenómeno que afecta también a la conciencia teórica. Cuando lo hace, domina las elaboraciones y modelaciones de la realidad; proceso en el cual se pierda la dimensión de la totalidad, y se recae en un pensamiento enajenado.

Dicho fetichismo alcanza su máxima expresión ante el dinero, que toma cuerpo teórico -entre otros tantos- con el monetarismo, un enfoque que se enfrasca en el eje de la relación dineraria, tomándola como «centro» de sus explicaciones, y del que derivan puestas en práctica en las que, en el mismo orden en que aparecen los momentos reflexivos, se jerarquizan las lógicas del mundo que habita fuera de las abstracciones: las políticas económicas emplean como punto de partida el dinero -fenómeno este que revive la vieja confusión de lo lógico y lo histórico. Del mismo modo se perfila la línea que se sigue para decidir sobre la economía cubana.

Al parecer, el marxismo y la dialéctica siguen siendo -al igual que en la URSS- palabras bonitas para los discursos políticos y para validar posturas de clase, porque se ignora o desconoce -o mezcla de ambas- y no una herramienta para saber que en un sistema como la economía, la inclusión de una práctica que se acople al ciclo económico termina en un círculo vicioso donde la causa se vuelve efecto de sí misma. Y la política económica aplicada por el gobierno va, no a cualquier variable, sino a la mercancía especial: dinero.

Si se tiene en cuenta que el dinero es el mediador del cambio, por tanto, medida de la economía, puede vérsele además como un reflejo, una imagen, una apariencia que construyen las relaciones económicas de sí mismas. Y si es un reflejo, hay que percatarse de que el dinero entonces no es la esencia del movimiento productivo, y trastocarlos no es equivocación menor.

Por suerte, hay apariencias que contienen una dosis de esencialidad. Por eso el sector financiero puede permitirse construir un reflejo exagerado del resultado productivo a través de una burbuja, lo cual solo es posible en la medida que hay una estructura productiva real sobre la que se puede especular así. En otras palabras, la existencia de una economía fuerte posibilita crear esa apariencia especulativa. Para esos casos -que se cuenta con un respaldo real-, no importa que se emplee una teoría contaminada con fetichismo, sino hallar los recorridos óptimos del dinero, en clave de crematística.

Ahora, inténtese llevar al mercado bursátil la producción de puré de tomate nacional…No, nosotros no tenemos esa estructura productiva de respaldo que de credibilidad. Nuestro problema no es cómo optimizar el recorrido del reflejo, sino el construir una base sólida para este.

El cuánto permite estirar hacia lo positivo la imagen de una economía, es señal de la realidad de esta. De ahí que el tener que recurrir al USD dice el secreto a viva voz del estado de la economía que es representada por el peso cubano; solo es señal de la salud productiva cubana.

También el dólar nunca se fue. Ni siquiera estuvo más lejos. Estaba ahí, tapadito. Su sustitución por el CUC -medida que terminó por ser parte importante del sostén de la rentabilidad del sector estatal, a base de tasa de cambio-, no era otra cosa que quitar una moneda para poner -algo así como- su espejo monetario. Por tanto, cambiar por CUC era como cambiar por un dólar ficticio. Al menos, eso queda a la vista si quitamos el fetichismo mercantil de la reflexión alrededor del dinero.

Hoy, la presencia de la moneda norteamericana en determinadas transacciones viene a intentar «aliviar» la insuficiente posesión de divisas para que el gobierno opere internacionalmente; termina por ser un parche al hueco que no representa un cambio sistémico ni estructural a la tendencia de la economía doméstica. ¿Qué tenemos? El país lanza una política en la que vende bienes para obtener divisas, y comprar más -¿los mismos?-bienes. Y es que no se puede engañar nadie, las nuevas medidas no serán para lograr cifras superiores a los 15 mil millones y dar una inyección de inversión a la ya existente; son solo para sobrevivir. No habrá encadenamientos, ni efectos multiplicadores en/a sectores estratégicos.

Sin embargo, seamos optimistas y supongamos por un momento que la política dé resultado, y que se logra abastecer al gobierno del USD suficiente para lo que lo requiera. La parte referida a lo económico-y obviando el pago de deudas-, se utilizará para importar y equilibrar la escasez de productos que la factura nacional no suple -cervezas, puré de tomate, refrescos, perritos, etc-, y otros que ni hacemos para luego volverlos a vender en divisa -y en sus reflejos. Un nuevo círculo vicioso será.

En medio de un momento donde el devenir histórico, la hostilidad de la actual administración norteamericana y el desgaste ideo-político que vive el modelo de socialismo estatista, la propuesta de la dirección del país, lejos de acompañar a su llamado de pensar como país saliéndose de esquemas enajenados, se acuartela en estos con una propuesta/parche.

La crisis de la economía cubana, exige visiones que agrupen su totalidad y estructura, para que se piensen soluciones y generar puestas en práctica del mismo alcance. El problema no es cómo encontrar mecanismos para desde oficinas de banco obtener divisas, sino cómo mover la estructura económica de modo tal que el reflejo que genere, sea fuerte; y si es necesario, obtener divisas.

Fuente: http://www.desdetutrinchera.com/economia-en-cuba/fetichismo-mercantil-economia-cubana/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.