La rusofobia tiene raíces profundas que desconciertan a cualquier ser racional. Se trata de prejuicios ciegos contra Rusia y la aversión a todo lo que tenga que ver con la cultura rusa, que impiden tener una posición equilibrada en la política internacional moderna y en el conflicto actual entre las grandes potencias; posiblemente, algunos hechos históricos están relacionados con este fenómeno.
El 28 de julio de 754, el papa Esteban II desconoció a los merovingos como reyes legítimos de Francia y confirió a Pepino el Breve, mayordomo de ellos, los títulos de rey de los francos y patricio de los romanos, además prohibió elegir rey a quien no perteneciera a la raza sagrada de Pipino, a cambio, el nuevo rey reconoció la Donación de Constantino, documento apócrifo atribuido al emperador Constantino, que cedía a Roma la potestad religiosa y política de los territorios de Bizancio en Italia y que en la Edad Media fue la base jurídica de los Estados Pontificios.
La Navidad del año 800, el hijo de Pipino, Carlomagno, fue coronado Emperador Augusto por el papa León III, acto que el Imperio bizantino consideró sacrílego, porque fue emitido en detrimento de Irene, emperatriz bizantina. Estos hechos, y otros más, provocaron el gran cisma del cristianismo del año 1054, cuando el Papa de Roma y el Patriarca de Constantinopla se excomulgaron mutuamente.
Los santos Cirilo y Metodio introdujeron la cultura bizantina al pueblo ruso, eslavos descendientes de nobles guerreros vikingos, que se cristianizaron el año 988 después del bautizo del príncipe Vladímir. La simbiosis de las civilizaciones eslava y bizantina caracterizó al Imperio ruso y a la Rusia moderna, que heredaron los altos valores morales, religiosos, culturales, artísticos y filosóficos de Constantinopla.
Entre 1198 y 1204 se produjo la cuarta cruzada, una expedición militar de los cruzados, que no conquistó Tierra Santa, tal como lo había proclamado el papa Inocencio III, sino que capturó, saqueó, y ocupó Constantinopla, donde estableció el Imperio latino en sustitución del Imperio bizantino. El Imperio latino entró en decadencia y desapareció en 1261, como consecuencia de las guerras que emprendió, sin cumplir la misión de nombrar sucesores de su imperio a emperadores católicos de Occidente, en vez de los emperadores orientales ortodoxos.
El 5 de abril de 1242 se libró la batalla sobre el lago congelado Peipus, en la que las cruzadas católicas, creadas para convertir al catolicismo romano a los cristianos ortodoxos de Novgorod, fueron derrotadas por el príncipe ruso Alexander Nevski.
El 8 de septiembre de 1380 se produjo la batalla de Kulikovo, en la que los rusos, comandados por el gran príncipe de Moscú, Dmitri Donskói, vencieron a tártaros, mongoles y lituanos comandados por el Kan Mamái.
Iván IV, llamado injustamente el Terrible y zar de Rusia desde 1547, derrotó a los kanatos tártaros, y a partir de esta victoria el Principado de Moscú se expandió y conformó el Imperio ruso, que llegó a extenderse desde Polonia y Finlandia hasta el norte de California y Alaska. A partir de la caída de Bizancio, el 29 de mayo de 1543, Rusia se convirtió en el mayor imperio ortodoxo del mundo.
Kuzmá Minin fue un mercader de Nizhni Nóvgorod que junto con el príncipe Dmitri Pozharski reunieron un ejército de voluntarios rusos, que 1 de noviembre de 1612 expulsaron de Moscú a las fuerzas de la federación de Lituania y Polonia, que habían invadido Rusia bajo las órdenes del rey Segismundo III, ferviente católico que fracasó en el intento de imponer su religión en Rusia.
La batalla de Poltava se libró el 8 de julio de 1709 entre el ejército del zar Pedro I de Rusia y el del rey Carlos XII de Suecia; terminó con la victoria rusa e inició el fin del Reino de Suecia como potencia europea.
Catalina la Grande derrotó en 1783 al Imperio otomano y conquistó la península Táurica, Crimea, para el Imperio ruso. La anexión de Crimea aumentó el poderío del Imperio ruso en mar Negro y empujó sus fronteras hasta el rio Dniéster.
La batalla de Borodinó tuvo lugar el 7 de septiembre de 1812. Es uno de los mayores y más sangrientos combates de la historia, en el que se enfrentaron más de un cuarto de millón de hombres: la Grande Armée de Francia, compuesta por soldados de casi toda Europa y bajo el mando de Napoleón, y el ejército del zar Alejandro I, que proclamó la Guerra Patriótica en defensa de la Madre Patria, Rusia, comandado por el príncipe Kutúzov. Muy pocos miembros de la Grande Armée regresaron a Francia.
En Rusia no hubo esclavitud sino servidumbre, que en 1861 fue abolida por el zar Alejandro II, quien, además, emprendió reformas que facilitaron la industrialización de Rusia. Después de la Revolución de 1905, Nicolás II nombró Primer Ministro a Stolypin, que implementó un plan de modernización; su muerte en 1911, en un atentado terrorista, frenó estas reformas.
Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, estalló la revolución de abril de 1917, que terminó con la dinastía de los Romanov, que había gobernado Rusia los últimos tres siglos. Se instauró el Gobierno Provisional del Príncipe Lvov y Kérensky y los Soviets, órganos de poder popular, fueron captados por los bolcheviques. Las diferencias entre ambos poderes se volvieron irreconciliables respecto a la continuación de Rusia en la guerra, la paz inmediata y la profundización de las conquistas populares. Como consecuencia, el 7 de noviembre de 1917 estalló la Revolución Bolchevique; la misma fue un proceso prácticamente incruento, no así, la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil Rusa, que desangraron a Rusia.
La Unión Soviética se conformó en 1922, luego de que los bolcheviques derrotaran a la intervención extranjera y a los ejércitos blancos. En su seno se consolidó el socialismo, sistema social que garantizó iguales derechos para todos los ciudadanos; donde la cultura y la educación superior fueron gratuitas; donde las mujeres tenían los mismos derechos que los varones; donde no hubo ni racismo ni discriminación racial o religiosa de ningún tipo; en fin, donde fue eliminada la explotación del hombre por el hombre, origen de todos los males en cualquier sociedad.
La URSS comprendió en 1927 que sus enemigos la iban a invadir y que el socialismo para subsistir dependía de sus propias fuerzas, para lo cual se industrializó mediante planes quinquenales, que la transformaron en una sociedad industrial. Pese de ser la segunda potencia mundial, en 1941 estuvo al borde de desaparecer, derrotada por la coalición militar que aglutinó bajo el mando de Hitler a toda la Europa ocupada por Alemania, que finalmente invadió la URSS y le provocó la muerte de 27 millones de ciudadanos y la destrucción de bienes materiales por un valor cercano a los tres billones de dólares. Sin embargo, después de heroicas batallas y de liberar a una veintena de países del yugo nazi-fascista, las tropas soviéticas entraron a Berlín y el 2 de mayo de 1945 izaron la bandera roja en el Reichstag, el parlamento alemán. Una semana después, Alemania capituló ante los Aliados el 9 de mayo de 1945.
La guerra contra la URSS fue de exterminio. Para los nazis, en el Frente Oriental se daba la lucha entre el nazismo, basado en el valor de la sangre germánica, y los rusos, una mezcla de razas de nombres impronunciables, que debían ser derribados sin piedad ni compasión, pues eran animales que los judíos habían fusionado en la ideología bolchevique. Alemania luchaba contra las mismas razas inferiores, que en un momento aparecieron bajo el nombre de hunos, y hoy como rusos. Hitler decía en el Plan General del Este: “La necesidad, el hambre y la falta de consuelo han sido la suerte de los rusos durante siglos. Su único deseo es ser gobernados por Alemania. No intenten imponer nuestros estándares ni cambiar su estilo de vida”.
Posteriormente, al interior de la URSS se desarrollaron fuerzas oscuras que en 1991 provocaron su desaparición y cuya desintegración fue acompañada de la destrucción de sus fuerzas armadas, de su sistema de seguridad social, de su industria y de la disminución del nivel de vida del que gozaban sus habitantes.
Hoy se repite la misma lucha bajo la misma rusofobia, sólo que dirigida por los Neocon, un poderoso grupo que está dispuesto a todo con tal de mantener la supremacía de EEUU sobre el resto del mundo y cuya obsesión hacia Rusia es acabar con su cultura bizantina, y así desaparecer al único competidor serio que frena sus pretensiones hegemónicas; de ahí las campañas de difamación en su contra.
Lo cierto es que cuando en Estados Unidos se critica a Rusia por su falta de libertad, democracia y autonomía judicial, en realidad se está conspirando para robarle sus riquezas. Pero van a fracasar, porque el Presidente Putin y su equipo han logrado el desarrollo sostenido de Rusia, son el portaestandarte de la ideología rusa, que restaura los altos valores nacionales, morales, religiosos, culturales, artísticos y filosóficos, que constituyen la civilización rusa, y han fortificado a las fuerzas armadas de Rusia para defender sus riquezas, su soberanía y su ancestral cultura.
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