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La crisis de los refugiados afganos entra en su quinta década

El largo, largo camino a casa

Fuentes: Maqshosh [Foto: Levi Clancy - CC BY 2.0]
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

La niebla. La guerra. Los refugiados de Afganistán son, por volver a utilizar la famosa frase, un conocido desconocido. La niebla de la guerra ha plagado los hermosos y fértiles valles del país durante 40 años, y suma y sigue. Desde 1971 no se ha elaborado censo alguno en Afganistán y nadie sabe realmente cuántas […]

La niebla. La guerra.

Los refugiados de Afganistán son, por volver a utilizar la famosa frase, un conocido desconocido.

La niebla de la guerra ha plagado los hermosos y fértiles valles del país durante 40 años, y suma y sigue. Desde 1971 no se ha elaborado censo alguno en Afganistán y nadie sabe realmente cuántas personas residen en el país. Según dice la gente, alguna cifra por encima de los 35.000.000, aunque no deja de ser una estimación.

Asimismo, se desconoce el número real de refugiados en la diáspora afgana; la imposibilidad de conseguir datos precisos en Irán y Pakistán implica que cualquier cifra es, necesariamente, un cálculo.

Las cifras de 2017 del ACNUR suman alrededor de un millón en Irán, entre 1.500.000 y 2.500.000 en Pakistán y otros 130.000 en la diáspora, distribuidos en más de 60 países. Una vez más, una estimación. Los afganos han estado abandonando su tierra natal en gran número desde que el golpe que en abril de 1978 respaldaron por los soviéticos sumió al país en una amarga guerra civil.

Gracias, ahí está la puerta

Lo que siguió fue una historia de horror salpicada de repetidas oportunidades perdidas de resolución. Todos los intentos de hacer del país un lugar seguro para poder vivir uno mismo, y mucho menos formar una familia, han fracasado. Los afganos le dirán que el primer paso en la solución del “problema afgano” fue siempre bien sencillo: todos los combatientes extranjeros deben irse de inmediato y dejar que ellos arreglen el caos. Si el precio de esa salida fuera, por ejemplo, el aislamiento internacional y la interrupción de toda ayuda, lo aceptarían, aunque con el corazón entristecido.

Es el error perenne del aventurero extranjero sobre la civilización Oxus: la creencia de que se puede llegar a un acuerdo con un pueblo cuyas disputas familiares y tribales siempre ocuparán un distante segundo lugar tras el primero: la expulsión del invasor. Afganistán es así, una paradoja impenetrable para todos menos para los que se juegan la piel: los afganos. Lo que los invasores olvidan es que lo único en lo que todos los afganos pueden ponerse de acuerdo sin lugar a dudas es en el anatema del propio invasor. El Imperio británico, el Imperio ruso y ahora el “Imperio” de Estados Unidos han descubierto esto por las malas (aunque un breve vistazo a cualquier conjunto de textos históricos disponibles gratuitamente les habría proporcionado este entendimiento en pocos minutos). Ellos “intervinieron”, no se marcharon cuando debieron haberlo hecho y pagaron el precio con sangre. Los estadounidenses, por ejemplo, deberían haberse “largado de allí lo antes posible” tras su llegada. Vacilaron, tal vez deslumbrados por el resplandeciente Hindu Kush. Y, con desgana, los afganos volvieron a aceitar sus armas.

No importa de dónde Vd. sea, pensaría que sus compatriotas son realmente admirables si estuvieran tan comprometidos con su propia independencia como los afganos. Hicieron que incluso los rusos parecieran unos bobos de escuela primaria, mientras los alemanes fracasaban rotundamente medio siglo antes en condiciones mucho más favorables. Y en cuanto a los británicos, solo Flashman sobrevivió a la debacle de 1842, en caso de que, como a mí, les haya convencido completamente la narrativa avergonzada de MacDonald Fraser. Los casacas rojas regresaron para llevar a cabo alguna sesión de venganza, pero, a partir de entonces, desplegaron sus tácticas preferidas de diplomacia meliflua y oro, sin plomo por medio.

Tierra de paradojas

Sin embargo, esta resulta ser una paradoja troncal en Afganistán: los afganos son axiomáticamente obstinados, están constantemente maniobrando mientras los clanes familiares y los grupos tribales tratan de negarse mutuamente la hegemonía. No obstante, están unidos en su sentido de nacionalidad, y esto a pesar del hecho de que Afganistán está compuesto por grupos tribales que tienen (aparte de los hazara) poblaciones transfronterizas. Dondequiera que haya ido a parar la diáspora, a todos les encantaría volver a casa.

Después de todos estos largos años, la situación de los afganos en el extranjero no hace sino deteriorarse en lugar de mejorar. Hay muchas presiones sobre la diáspora por parte de los gobiernos de acogida, que ansían una solución que les libre de ellos. A los refugiados recientes se les está exigiendo que regresen a sus hogares, que se encuentran en zonas militares activas empobrecidas y devastadas por la guerra. Cuando llegan, la seguridad brilla por su ausencia. El programa de repatriados no ha podido proporcionarles los servicios más básicos ni seguridad personal. Sin embargo, en muchos casos, les obligan a volver allí.

Pasando por alto el anhelo afgano de regresar, los políticos occidentales de rostro pálido, ansiosos por complacer los peores instintos de sus bases, sostienen que los verdaderos temores de los refugiados por su seguridad en Afganistán son infundados, y que la indecisión resultante sobre el problemático programa de repatriados es una cuestión de ingratitud. Este es, de forma muy clara, un falso argumento que además es interesadamente hipócrita, por decirlo de forma suave.

¿Cuál es la situación actual en Afganistán?

La realidad sobre el terreno sigue siendo muy problemática. Los talibán, que buscan maximizar su influencia en el proceso de paz en curso, continúan lanzando ataques terroristas en todo el país, del que controlan grandes franjas. Los propios talibán se han dividido en dos facciones respaldadas por los paquistaníes por un lado y los qataríes y Occidente por el otro. Esto ha significado que cientos de ataques estén en gran medida fuera del poder de control del Dáesh. En el mundo altamente transaccional de la politiquería afgana, los talibán están haciendo un último esfuerzo para obtener nuevas concesiones. Matando a sus conciudadanos. Las vidas, especialmente en una época de debilidad estadounidense, se convierten en moneda. Es posible que la corrupción y el bandidaje no imperen en Afganistán, pero pueden levantar la cabeza en cualquier lugar y en cualquier momento.

La economía, a pesar de los avances en áreas vitales como la educación y un repunte en los parámetros de atención médica, sigue en ruinas. Los comerciantes locales bien conectados pueden aún ganar dinero en esta economía, sí, pero la mayor parte del pueblo vive en circunstancias precarias, cuando no en la pobreza más absoluta. Hace un año, un viajero occidental podía visitar Ghazni con seguridad. Ahora, Kabul es el único destino seguro.

¿Son las ciudades más pequeñas de provincia seguras para los repatriados? Eso depende de si frecuentas los desfiles del ejército. A pesar de las lisonjas en sentido contrario, los suicidas-bomba y las minas han matado a muchos civiles. Por no hablar de los drones (uno de los proyectos de “ayuda y reconstrucción” de Estados Unidos ha sido el propio programa de drones para Afganistán, por lo que incluso después de que los estadounidenses abandonen el espacio aéreo, los mejores joysticks pueden continuar una lucha silenciosa y mortal). ¿A qué decisión llegaría Vd. si le pidieran que regresara a esa tierra?

Quienes regresen en busca de un trabajo que valga la pena no encontrarán muchas opciones en el tablón de anuncios. Sin embargo, la falta de oportunidades económicas, realmente problemática para muchos, no les detendría necesariamente. Los problemas en los programas de repatriados a menudo se relacionan con las separaciones familiares, donde las personas que llegan a Europa para quedarse un tiempo largo, por ejemplo, se enfrentan a otra separación devastadora al ver que se envía a sus familias de regreso a su ciudad natal sin que ellos puedan después establecerse una vida en el extranjero. Después de todos los sacrificios que han hecho para sacar del peligro a sus seres queridos, ahora se enfrentan a otro futuro incierto y amenazador. Para la diáspora afgana, la realidad es una corriente interminable de crisis existenciales cualquiera de las cuales abrumaría a un pueblo menos resiliente.

Error tras error

Otro error estruendoso que cometen sin falta los invasores de Afganistán es subestimar la sofisticación de sus oponentes. Debe deberse, en parte, a una mentalidad racista. Los estadounidenses son unos criminales en serie. Los afganos son polémicos, sí, pero son infaliblemente optimistas sobre su capacidad para arreglar su maltrecha patria. Como demuestran repetidamente las docenas de entrevistas inspiradoras realizadas por mi muy ocupado colega Ahmad Soheil Ahmadi, los afganos son muy activos, social, política, artística e intelectualmente. Evitan el victimismo en favor del compromiso y la praxis. Creen que ellos, y sus campesinos y mujeres, tienen todas las habilidades y capacidades necesarias para forjar la paz.

Los actores geopolíticos del sello imperial, como los Estados Unidos de hoy, consideran que este rasgo independiente de los afganos es ridículamente ingenuo. Para ellos, lo que está en juego a nivel mundial es demasiado alto para permitir que los afganos decidan su propio destino. Igual que ocurrió antes, lo mismo pasa ahora. Los británicos y los rusos tampoco pudieron ayudarse a ellos mismos. También consideraron lo que estaba en juego como algo demasiado importante. Se entrometieron, y en cada caso histórico las consecuencias fueron de las que hacen época (en el caso ruso puede decirse que la resistencia afgana fue el clavo final en el ataúd del comunismo soviético). Los afganos se encogen de hombros y se preguntan por qué estos locos extranjeros que corretean por sus huertos parecen haber perdido todo el sentido común.

Sin embargo, si se les diera una oportunidad seria para resolver sus propios problemas internos, los afganos la aprovecharían y todos correrían hacia casa.

Fin de la tragedia

Sobre lo que no cabe duda alguna es de la inmensa tragedia. Después de más de cuatro décadas de destrucción, la situación sobre el terreno sigue siendo compleja, fluida y peligrosa. Los refugiados afganos que residen desde hace mucho tiempo en Pakistán están siendo acosados ​​porque el ambiente político se ha vuelto contra ellos (las atrocidades de los talibán, como el ataque a una escuela pública del ejército de Peshawar en 2014, alteraron radicalmente las percepciones locales sobre los refugiados afganos). Algunos refugiados están siendo ahora castigados, convertidos realmente en apátridas entre Pakistán y su patria; no son bienvenidos en ninguno de los dos países y no pueden ir a ningún otro lugar.

John Clamp escribe para Maqshosh.

Fuente: https://sites.google.com/view/maqshosh/maqshosh-english?authuser=0

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la traducción.