Una escalada de la tensión entre China y EEUU podía esperarse hace algún tiempo. Temas como Taiwán, los controles a la exportación de semiconductores de EEUU, el papel de China en Ucrania podía haber sido los desencadenantes de la misma. Sin embargo, una sucesión de globos ha sido la protagonista.
Mientras buena parte de Estados Unidos está sumida en la confusión sobre los globos y otros “objetos voladores no identificados”, con un abanico de preguntas sobrevolando el país, “¿Cuál es su propósito?, ¿Habrá más?, ¿de dónde vienen?, ¿para qué?”, algunos sectores de la administración estadounidense buscan minimizar las operaciones con globos (CSN, Departamento de Estado, Pentágono).
Los globos no han supuesto ninguna amenaza real para EEUU. Ambos países llevan tiempo espiándose mutuamente, y, además, Washington ostenta el primer puesto como país-espía a lo largo y ancho del mundo. El derribo del primer globo obedece también a las necesidades de Biden de mostrar “firmeza” antes las crisis y presiones de la política doméstica norteamericana.
Pero tal vez, los globos han podido poner de manifiesto una cierta vulnerabilidad de la seguridad estadounidense en su propio territorio, ya sea ésta militar, política o ambas.
Dudas sobre el liderazgo de EEUU a medio plazo. China hace tiempo que se ha convertido en su principal rival estratégico, lo que ha traído los primeros pasos de una nueva configuración del orden mundial. No hay vuelta atrás, China ha venido para quedarse.
Hoy en día, existe un déficit de confianza. A pesar de las buenas palabras del pasado mes de noviembre, las acciones de Washington han demostrado ante los ojos chinos que aquellas fueron palabras que se las lleva el viento. Beijing ha observado que las promesas de Biden de aceptar el principio de “una sola China”, contrastan con el aumento de la ayuda militar a Taiwán y otros aliados asiáticos. Y al mismo tiempo que solicita apoyo chino para no deshacerse de los bonos y letras del tesoro de EEUU que China tiene en poder (El incumplimiento de la Deuda de EEUU, podría generar un terremoto financiero y económico a escala mundial que dejaría en una pequeña anécdota la crisis de 2008), los representantes estadounidenses viajaron a África para desprestigiar a China.
Por otra parte, la arrogancia occidental en Ucrania envía señales a los dirigentes chinos. Desde cancillerías occidentales se expresa sin ningún disimulo la puesta por derrocar a Putin, llevar a la bancarrota económica y desmembrar la Federación rusa, especulaciones sobre el uso de las armas nucleares, alejándose cada vez más de la doctrina MAD (destrucción mutua asegurada), paradigma de destrucción mutua asegurada para la seguridad contra un ataque nuclear.
El patrón de EEUU, Beijing lo percibe desde hace algún tiempo como esfuerzos para aislarle en diferentes frentes. Trump y su guerra comercial con China, el conflicto y las acusaciones en torno a l Covid-19, la ley de Biden en 2021 que impide la importación de productos chinos. Y más recientemente, las sanciones a empresas chinas bajo diferentes excusas, la prohibición de todo comercio con el gigante chino Huawei, y más obstáculos a la exportación de alta tecnología.
Por otro lado, ahí están los intentos de Biden de establecer una especie de OTAN asiática, formada con los aliados locales (Japón, Corea del Sur, Australia) y los países de la ASEAN que tienen disputas territoriales con China. El incremento de la presencia militar norteamericana en la región (Okinawa, islas Ryukyu, cuatro lugares estratégicos alrededor de Filipinas) y el aumento del presupuesto militar de los aliados locales se unen a ese panorama militarista del que Beijing lleva tiempo avisando su oposición, y que a algunos analistas le recuerda, salvando las distancias, a los avisos rusos ante la expansión europea hacia el este de la OTAN.
Las relaciones entre EEUU y China caminan sobre un campo de minas. La competencia estratégica y la desconfianza mutua centralizan este nuevo contexto. Además, la política interna de Estados Unidos complica aún más la búsqueda de vías para disminuir la tensión, y evidentemente eso no es un buen augurio para el conjunto del planeta.
Otras fuentes apuntan que hay espacio para el optimismo: “Por un lado, a China no le interesa intensificar aún más un incidente tan extraño que, si creemos en la explicación oficial de Beijing, fue accidental ya que el globo se desvió de su rumbo debido a los fuertes vientos. Por otro lado, si Xi estaba probando al presidente de los EE. UU. para ver cómo respondería, ahora ya lo sabe”.
De todos modos, el incidente de los globos aumenta las apuestas por futuros malentendidos, errores de cálculo y reacciones exageradas provenientes de ambos lados. Como explica un analista, es “al mismo tiempo divertido y preocupante porque esa es la etapa de la relación entre Estados Unidos y China en la que hemos entrado: absurda y también peligrosa».
En las próximas semanas deberemos estar atentos a los siguientes pasos de China con respecto a Rusia, incluido el viaje de XI a Moscú, y el posible desafío chino a las sanciones de EEUU y sus aliados contra Rusia. También el más que seguro viaje del actual presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, a Taiwán y la respuesta al mismo que plantee Beijing y el Ejército chino (EPL). A ello se unen más medidas sancionadoras de Washington en el sector tecnológico. Y todo ello no hace sino ahondar la mutua desconfianza y complica aún más la posibilidad de rebajar las tensiones.
Txente Rekondo. Analista internacional.
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