«El mundo es más seguro y es un lugar mejor como consecuencia de la muerte de Osama bin Laden. En un día como hoy, esto nos recuerda que como nación no hay nada que no podamos hacer cuando nos marcamos un objetivo.» (Barack H. Obama) «Hijo de hombre, adviértele al rey de Tiro que así […]
Cuentan que Obama asesinó a Osama…
O su gente, lo mismo da. Él es su «comandante en jefe».
¿Lo han hecho? No nos consta. Sí sabemos que el presidente de Estados Unidos y Nobel de la Paz ha bendecido un atentado terrorista que, aseguran, él mismo ordenó (y en el que, eso sí parece constatado, ha habido varios muertos). También sabemos que enseguida le corearon líderes-siervos como Zapatero, Sarkozy… e incluso la Unión Europea en su conjunto. En alegre apología del terrorismo. Su Comisión, ante una molesta pregunta, ha declarado que la acción «no va contra los valores y principios» europeos. Esta afirmación axiológica sorprenderá a más de uno, pero hoy por hoy es la pura verdad. En el siglo en curso, Europa, con la pasividad de la gran mayoría de sus habitantes, no ha hecho sino profundizar su estado éticamente cadavérico. Hace tiempo que dejó de defender, como ente paneuropeo (y frente a quien haga falta), valores como la presunción de inocencia, los derechos humanos de cualesquiera ciudadanos y pueblos, y la propia libertad (sobre esto último, ver). Es un muerto espiritual, un zombi sumiso al Imperio, valioso en cualquier caso para sus fines hegemónicos.
La noticia que tantos celebran
¿Se puede matar a un muerto? Hablamos ahora de un muerto físico, de Osama. Más o menos desde el 11-S, sucesivos indicios señalan que su defunción se habría producido mucho antes del atentado terrorista bendecido por Obama. Se incluyen testimonios de no pocos personajes con toda la pinta de estar en el ajo (ver 1 y 2). O de expertos en la materia que destacan la mala salud que tenía en diciembre de 2001, como el analista de la CNN Peter Bergen. Y aun del propio FBI.
Hablamos de alguien que ya en 2001 no podía albergar una larga esperanza de vida (no más de dos años). De alguien que necesitaba diálisis regular y que, según la prensa convencional, se hallaba en julio de ese año en un hospital estadounidense de Dubai. Difícilmente habrá podido corretear de acá para allá hasta llegar a esa residencia de Abotabad (Pakistán) tras hacer escala en las cuevas de Tora Bora. Sobre todo, si se admite que le perseguían esbirros dotados de las más avanzados cachivaches tecnológicos. Todo lo cual, por supuesto, también arroja espesas sombras sobre la versión oficial del 11-S.
Tampoco aconseja pensar que hasta hace tres días Osama siguiera vivo el testimonio de Benazir Buto, a la sazón primera ministra de Pakistán. En una entrevista concedida al periodista inglés David Frost el 2 de noviembre de 2007 en Al Yazira, Benazir habló de pasada y con la mayor naturalidad del asesinato de Osama (ver minuto 2′ 23»). Según Wikipedia, la BBC censuraría esas palabras pero luego se vería obligada a restaurarlas porque en Internet es difícil poner puertas al campo. Menos de dos meses después, la propia Benazir era asesinada, lo que resulta significativo, aunque ya unas semanas antes de las citadas declaraciones habían intentado matarla (además el estudioso David R. Griffin -crítico del mito oficial sobre el 11-S y Bin Laden- ofrece consideraciones que relativizarían esas palabras de Buto).
Así pues, hasta la reciente comparecencia de Obama anunciando solemnemente la muerte de su cuasitocayo, era razonable sospechar que éste llevaba años muerto, pero no podíamos tener una seguridad completa. Ésta llegó con el anuncio por responsables estadounidenses de que, a las pocas horas de asesinar a Osama, su supuesto cadáver había sido arrojado al mar. Tan grotesca afirmación sobre la eliminación del cuerpo del delito disipa cualquier duda.
De paso hemos sabido que se asegura haber seguido las prescripciones islámicas con su cuerpo, aunque la realidad parece ser justo la contraria. También hemos conocido distintas versiones sobre el asesinato y detalles relacionados (seguramente emitidas todas ellas por las mismas fuentes imperiales; los desmentidos de sus propias falsedades buscarían aportar algo de verosimilitud al asunto, pensando siempre en el público más dócil, que suele ser el mayoritario). La penúltima señala que Bin Laden no iba armado. La última, que su hija de 12 años -según terceros- ha declarado que su padre fue asesinado tras rendirse. Uno se pregunta cómo es posible que el Imperio permita que una mocosa les saque los colores… La respuesta obvia es que les importa un rábano que esa niña desmienta detalles de su versión, siempre y cuando la «hija de Bin Laden» declare haber presenciado la muerte de su padre.
A estas horas, a los tres días del atentado, siguen mareando la perdiz con la posibilidad de mostrar o no alguna imagen del cadáver. Hablaron del ADN… pero ésa es obviamente una «prueba» circular -ellos mismos custodian la referencia genética previa-, o sea, nula. Se nos informó (ver fotografía superior) de que Obama y su entorno más íntimo presenciaron en directo desde la Casa Blanca la operación que acabó con la vida de Osama. ¿Por qué no enseñan ese vídeo?
Por qué han matado a un muerto
El demonio barbudo ya no era útil. Se les había quedado obsoleto. La credibilidad de los vídeos y comunicados que se le atribuían siempre fue escasa y en los últimos años tendía a cero. Además, ya eran demasiados años -casi una década- sin pillarle, cosa poco vendible entre la parroquia.
Al margen de ello, la coyuntura política de Obama necesitaba un golpe de efecto. La noticia del asesinato llegó muy pocos días después de que Barack se viese al parecer obligado a mostrar su partida de nacimiento, ante las dudas de algunos sectores del partido opositor. Al conocerse el supuesto fin de Osama, los republicanos dedicaron, junto a los demócratas, una hasta entonces inédita ovación al presidente.
La popularidad del dictador del mundo entre sus compatriotas se ha disparado hasta un 56% tras conocerse el asesinato. El dato, aparte de dejar en evidencia el nivel ético y/o intelectual de un altísimo porcentaje de estadounidenses, apunta al móvil de la astracanada, pero no lo agota.
Pues la clave principal es otra, más siniestra. El Imperio se siente poderoso y tiene prisa por consumar sus planes de hegemonía global. El Magreb y Oriente Próximo arden con las revueltas árabes que, pese a ciertas interpretaciones miopes, favorecen grandemente dichos planes (en particular, los de quitar de en medio a Siria y, sobre todo, a Irán). Pero para acelerar sus pasos, metido como está en tres guerras de agresión simultáneas, necesita nuevos superatentados que legitimen nuevas intervenciones bélicas. La eliminación del agente Osama -fuera o no ya cadáver, pues para estos fines es lo mismo- provee la excusa perfecta para que sus seguidores perpetren una venganza a la altura del magnicidio sufrido. Se trataría, una vez más, de reeditar el 11-S. Además, ahora que dicen que tienen los ordenadores de Osama, podrán montar nuevas películas de su «Guerra contra el Terror»…
Los aliados más fieles del Imperio ya se han puesto a la tarea: la policía británica detuvo ayer a «cinco sospechosos de terrorismo cerca de planta nuclear». En España, el inicuo Rubalcaba avisó del riesgo de represalias «yihadistas».
Que nadie se crea que los del Partido Republicano son tan bobos como para creerse que a Osama le han matado ahora o, en todo caso, que no se le podía haber matado antes. Si participan de la farsa junto con los demócratas, a sabiendas de que puede proporcionar réditos electorales al actual presidente, es porque hay algo mucho más relevante a la vista: el Poder mundial, del cual, unos y otros, con el conjunto del establishment, se cuentan entre los principales beneficiarios. Sí, matar a un muerto puede dar mucho juego.
La barbarie ya esta aquí
Han dicho que lo han tirado al mar pero, total, qué más da… si -añaden- le habían disparado a la cabeza, lo que implica dejarlo más bien irreconocible. Además, caray, ellos pueden permitirse hacer lo que quieran. Lo ha dicho Leon Panetta, actual jefe de la CIA y próximo ministro de Defensa: ellos no tienen que demostrar nada al mundo, que por algo son los Estados Unidos de América.
Pueden hacer lo que les dé la gana. Pueden -y no es ni la primera ni la segunda vez- entrar en un país sin permiso para matar a un acusado y a sus acompañantes, qué más da el derecho internacional, el derecho a un juicio justo, el habeas corpus, el principio de presunción de inocencia. Pueden inventarse excusas para la guerra (que si las Torres Gemelas, que si las armas de destrucción masiva, que si el programa nuclear de Irán…), pues ya el mundo se encargará de creérselas. Y cuando deje de hacerlo, se olvidará de pedirles cuentas por ellas. Pueden -la humanidad se lo consiente- inventarse que han hecho lo que no han hecho y sostenerlo con datos inverosímiles, que para eso tienen legiones de periodistas que los corean.
Sí, ellos pueden: «Yes, we can», lo dijo Obama. Y seguirán en Afganistán, si les da la gana, a pesar de que -nos cuentan- ya capturaron a Osama… en Pakistán. Y continuarán legitimando la tortura, más ahora que Panetta ha subrayado que fue útil para llegar a culminar el crimen. No en vano hace ya meses que Obama restauró las comisiones militares en cuyo marco se venía practicando.
La barbarie, completamente instalada entre nosotros, y no nos hemos enterado.
Estos días resulta llamativo comprobar cómo en muchos medios, medios sistémicos, plumas diversas parecen pese a todo cuestionarse lo ocurrido. La irónica incredulidad, las preguntas sin responder, las dudas de todo tipo… pueblan muchos artículos de autores poco o nada subversivos (cinco ejemplos: 1, 2, 3, 4 y 5). Por momentos hasta parece que los corifeos habituales sufrirán por fin un ataque de decencia…
No. Podrán -el tema vende- acentuar las contradicciones de la versión oficial. Podrán usar cierta sorna a la hora de contarla. Incluso, algunos, llegarán a cuestionar la ética de la acción criminal (¿quizá sobre todo por estética?). Pero no irán más allá. Sería, en ellos, violar el Tabú de los Tabúes, un absurdo disparate, un contradiós. ¿Acaso lo de Osama no lo han hecho los buenos?
Los buenos son los que escriben el guión, pero también los que lo ejecutan. Vemos la realidad con sus ojos. Y sus ojos son los medios masivos, los que publicitan la película, los que nos hipnotizan.
Los buenos a veces hacen cosas malas, eso es todo. No hay que darle más vueltas. Aunque nos vendan películas inverosímiles.
[Además, si nos ponemos muy tontos, ¿no mandarán a la CIA contra nosotros? Si son capaces de matar a un muerto, un muerto célebre, ¿les preocupará mucho matar a vivos anónimos? (La pregunta no es ésa, en realidad, sino cuánto tiempo tardarán en hacerlo).]
Así que ésta es la premisa fundamental, el tabú inviolable: lo han hecho los «buenos», por eso está bien aunque se cuestione (casi) todo lo demás. Ockham venía a decir que Dios no es bueno porque haga el bien, sino que el bien es bien porque es lo que hace Dios. Y resulta que éstos se creen dioses. Léase la cita que abre este artículo: «…como nación no hay nada que no podamos hacer…» Nada nueva, por cierto, pues ya el predecesor -y alma gemela- de quien pronunció esa frase decía cosas no menos bárbaras y endiosadas: «Esta nación es pacífica, pero feroz cuando nos enfurecen.»
Sabiendo todo esto, hace falta estar muy ciegos para comprender que Obama sin Laden puede ser aún más peligroso que Obama con Laden. Y en todo caso, muchísimo más que Osama bin Laden.
Blog del autor: http://lacomunidad.elpais.com/periferia06/2011/5/4/obameces-vi-nobel-la-paz-bendice-atentado-terrorista
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