Las recientes elecciones en Tailandia han dado la victoria a Yingluck Shinawatra, hermana del depuesto primer ministro Thaksin Shinawatra, figura central de los últimos años en la política del país. Los resultados muestran además que la figura de Thaksin cuenta con importantes apoyos, y que la radiografía electoral presenta las zonas populosas del norte y […]
Las recientes elecciones en Tailandia han dado la victoria a Yingluck Shinawatra, hermana del depuesto primer ministro Thaksin Shinawatra, figura central de los últimos años en la política del país. Los resultados muestran además que la figura de Thaksin cuenta con importantes apoyos, y que la radiografía electoral presenta las zonas populosas del norte y las regiones del noroeste como los puntos fuertes de éste y de sus aliados, mientras que sus rivales encuentran apoyos en la capital y en el sur del país, con menos población.
La futura primera ministra ha anunciado la formación de un gobierno de coalición entre su partido, Pheu Thai y otras cuatro formaciones políticas menores. Además, ha anticipado que sus esfuerzos se encaminarán a buscar fórmulas para afrontar la crisis económica que atraviesa Tailandia desde hace algún tiempo y sobre todo a impulsar la llamada ?reconciliación nacional?, sin olvidar de que en ese escenario intentará poner en marcha algunas de sus medidas populistas defendidas durante la campaña, siguiendo el estilo (y tal vez las órdenes) de su hermano Thaksin.
Sobre el nuevo escenario político tailandés sobrevuelan importantes nubarrones y son muchas las voces que remarcan que los obstáculos que deberá afrontar el nuevo gobierno no tardarán en manifestarse. En ese sentido cobra fuerza la información que han publicado algunos medios en la región y que apuntan a una especie de ?transición pactada? entre los tres protagonistas centrales de la escena tailandesa, la monarquía, los militares y el propio Thaksin.
Durante este año han tenido lugar importantes encuentros entre esos actores (Dubai, Brunei) para analizar los posibles escenarios post-electorales y sobre todo para buscar un ?acomodo? a los intereses de todos ellos. Desde la monarquía se es consciente que la edad (83 años) y el delicado estado de salud del monarca Bhumibol Adulyadej, puede dar paso a una sucesión que encontraría serias dificultades en una ambiente político tenso y dividido, más si tenemos en cuenta la pérdida de apoyo social que el rey ha tenido en estos últimos años.
Por su parte los militares buscan un ?seguro? que evite que sus miembros sean juzgados por las muertes cometidas estos años, mientras que Thaksin también intentará sacar sus frutos en ese acuerdo. Por ello, a lo largo de la campaña electoral y los primeros días tras las elecciones, se han sucedido los mensajes desde esos ámbitos que pueden dar pistas sobre lo acordado durante estos meses.
En el pasado, las victorias de Thaksin fueron seguidas de maniobras políticas, golpes de estado por parte de los militares o maniobras judiciales para apartarlo del poder, ahora algunas fuentes señalan que el riesgo puede ser menor, pero que todavía persiste. Las declaraciones públicas de altos mandos militares han descartado un golpe de estado, probablemente el acuerdo citado marcaba claramente la línea roja para Thaksin, que deberá abstenerse de inmiscuirse en los llamados ?asuntos militares?, muestran esa voluntad, sin embargo conviene recordad que en el pasado también se dieron ese tipo de manifestaciones y finalmente los militares intervinieron cuando vieron en peligro sus intereses.
El otro foco es la judicatura, que en el pasado logró acabar con el mandato de Thaksin, y en esta ocasión desde el partido Pheu Thai se habla de una reforma judicial que se traduciría en la sustitución de importantes jueces por otros más cercanos a los vencedores.
Otro factor a tener en cuenta a la hora de analizar la situación son las divisiones que a día de hoy se manifiestan en Tailandia en los diferentes actores. Así, en el llamado campo de los camisas amarillas ?la competencia entre los diferentes grupos de interés, las grietas en torno al liderazgo político, los reveses económicos o la nefasta campaña electoral? han ido minando el apoyo y la unidad dentro de esa formación y el resultado electoral difícilmente le ayudará a revertir la situación.
Tampoco el campo de apoyos de Thaksin está libre de tensiones y divisiones. Mientras que algunos medios intentan presentar el movimiento de las camisas rojas como algo homogéneo y en ocasiones como una mera correa de transmisión de los deseos de Thaksin, lo cierto es que la realidad es bien distinta. Por un lado comienzan a manifestarse, todavía de forma tímida, las diferencias sobre la estrategia a seguir, y miembros del UDD (Frente Unido por la Democracia contra la Dictadura) abogan por una ruptura en torno a una agenda republicana. También las diferencias personales, los enfrentamientos personalistas entre dirigentes locales o los de la capital, e incluso los elementos que se han sumado al carro en busca de beneficios personales serán elementos que condicionaran el futuro político del país.
Todo ellos in olvidar los obstáculos económicos (sobre todo desde el Banco de Tailandia) o esa red contra Thaksin que desde el palacio y otras fuerzas del status quo se ha ido forjando durante estos años. Así, en ese nuevo marco de maniobras conspirativas se juntarán ?los burócratas convencidos que electoralmente es imposible derrotar a Thaksin, los sectores afectados por las privatizaciones postuladas por el nuevo gobierno, sectores de clase media temerosos de las políticas populistas, grupos budistas contrarios a la avaricia de Thaksin, y sectores de la judicatura, monárquicos o militares que temen que sean reemplazados por partidarios del depuesto primer ministro, con la pérdida de beneficios y poder que para ellos conlleva?.
Las divisiones políticas y sociales han caracterizado los últimos años en Tailandia, pero esta realidad está entroncada en el pasado del país. Las pugnas entre las élites han movido a otros grupos en una u otra dirección, y sobre todo las políticas populistas que en el pasado sostuvo Thaksin amenazaban los intereses de las fuerzas del status quo tailandés. Por todo ello en Tailandia encontramos una especie de ?matrimonio de conveniencia? entra el palacio real y esas fuerzas dominantes. Estos poderes fácticos utilizan el valor simbólico de la monarquía para ?justificar? su propio poder, y sobre todo para ?legitimar? cualquier maniobra militar o judicial contra las ?amenazas a su poder?.
La nueva primera ministra, o su hermano desde un segundo plano, son conscientes del poder que todavía acumulan esos sectores, de ahí que los supuestos acuerdos sirvan para maquillar la situación, y evitar al mismo tiempo transformaciones estructurales en Tailandia. Pero no deberán olvidar tampoco los nuevos dirigentes que el llamado movimiento de las camisas rojas no es un mero instrumento al servicio de Thaksin, sino que en su seno hay importantes sectores organizados que demandan una profundización democrática para el país, y un cambio profundo de la situación, algo que pasa por el fin de un sistema monárquico arcaico y corrupto.
El conflicto con las fuerzas separatistas del sur del país también servirá para medir las intenciones reales del nuevo gobierno, Si sigue la política de Thaksin, que bajo el pretexto de luchar contra el narcotráfico desencadenó una brutal represión contra el movimiento secesionista del sur y que trajo consigo también una mayor radicalización de la población local.
Como señala un analista local, en Tailandia el conflicto de estos años ha demostrado claramente que ?los amigos, enemigos o acuerdos, no son para siempre?, lo que da pie a que no se descarten nuevos focos de inestabilidad en el futuro.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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