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El papa Francisco y los curas pederastas: Continúa el encubrimiento

Fuentes: Rebelión

Luego de que se hiciera público que el n°3 del Vaticano tendría que dejar su puesto para enfrentar cargos de pedofilia en su contra, muchos se preguntan qué ha cambiado durante el papado de Francisco en relación a este flagelo. Hoy el cardenal y tesorero del Vaticano, George Pell, fue acusado de haber cometido múltiples […]

Luego de que se hiciera público que el n°3 del Vaticano tendría que dejar su puesto para enfrentar cargos de pedofilia en su contra, muchos se preguntan qué ha cambiado durante el papado de Francisco en relación a este flagelo.

Hoy el cardenal y tesorero del Vaticano, George Pell, fue acusado de haber cometido múltiples abusos sexuales hacia menores. Las denuncias se remontan a la época en la que Pell era sacerdote en la ciudad de Ballarat (1976-80) y luego arzobispo de Melbourne (1996-2001).

Según el renombrado periodista y escritor italiano, Emiliano Fitipaldi, existen numerosos documentos que corroboran que Pell, además, viene protegiendo a curas pedófilos de forma sistemática. La Royal Commision australiana, institución gubernamental que se ha encargado de investigar los abusos sexuales por parte de la curia en este país, ha indicado que el 7% de los sacerdotes en Australia son pedófilos. Pell fue durante años el jefe de esta congregación.

«No logro entender por qué el papa Francisco no se deshizo de alguien como Pell y que además lo defienda diciendo: ‘Hay que esperar a la Justicia'», afirmó Fitipaldi a RT en español.

Cuando Francisco llegó al Vaticano, era muy fuerte la demanda de la comunidad católica para que, desde la máxima autoridad eclesiástica, se dejaran de proteger las prácticas pedófilas y se juzgara a sus responsables. Por ello, fue creada la Comisión para la tutela de menores que tendría en sus manos esta compleja tarea.

No obstante, al día de hoy y luego de 3 años de funcionamiento, la misma no ha logrado avanzar en prácticamente nada, o por lo menos es lo que se puede inferir de las declaraciones realizadas por Marie Collins, quien fue convocada por el Papa para integrar dicha comisión por haber sido, precisamente, víctima de abusos sexuales de este tipo, en el pasado. Collins renunció a seguir siendo parte de la misma el último 1 de marzo, criticando en un comunicado la «inaceptable y vergonzosa falta de colaboración por parte de otras oficinas de la Curia Romana».

La renuncia de Collins se produjo un año después de que el inglés Peter Saunders, también víctima de abusos y fundador de la Asociación Nacional de Personas que sufrieron abusos en la Infancia (NAPAC, en sus siglas en inglés), fuera «separado» de su cargo en el órgano formado por el Vaticano. El anuncio de su partida llegó días después de que Saunders le dijera a The Angeles Times que la última reunión de la comisión había sido una «decepción» y que dudaba que el panel tuviera éxito en cambiar la manera en que la iglesia se encarga del abuso.

George Pell no sólo es la 3era autoridad del Vaticano. Además de haber sido nombrado por Francisco para ocupar este importante cargo, fue encomendado, también por decisión del Sumo Pontífice, a integrar el selecto C9 (también conocido como el G8 Vaticano), grupo permanente de cardenales cuya misión es aconsejar al Papa en el gobierno de la Iglesia. También forman parte de este reducto cardenalicio el chileno Franzisco Errázuriz, acusado de haber encubierto al expárroco pederasta Fernando Karadima y el hondureño Oscar Madariaga, acusado de haber dado cobijo durante seis meses en 2004, cuando ya era arzobispo de Tegucigalpa, a un sacerdote pedófilo buscado por la Interpol.

Por otra parte, si bien Francisco ha apartado a un puñado de obispos salpicados por casos de abuso sexual infantil, es evidente que se trata de una práctica de proporciones gigantescas, defendida y encubierta por las más altas jerarquías de la institución católica durante décadas. Además, no existe por parte de la autoridad vaticana, un comportamiento coherente respecto a las acciones tomadas contra los responsables de estas violaciones. Por ejemplo, el arzobispo español Francisco Javier Martínez no fue apartado de su cargo a pesar de haberse negado en repetidas ocasiones a colaborar con la Justicia de ese país en la investigación de 10 sacerdotes y dos seglares (laicos) acusados de abusos sexuales a menores.

En marzo de este año, Francisco decidió «alivianar discretamente» los castigos contra «un puñado» de sacerdotes abusadores de menores en nombre de la «misericordia». Según la agencia AP, los pedófilos fueron condenados a una vida de penitencia y oración y se les prohibió ejercer públicamente su ministerio. La medida despertó el rechazo de las víctimas que dijeron sentirse defraudadas por el pontífice, quien había prometido «tolerancia cero» frente a los casos de pederastia en la Iglesia.

Un informe sumamente crítico elaborado por la ONU en 2014 denunciaba la indulgencia con la cual el Vaticano castigaba a los pocos enjuiciados por abuso: «La movilidad de los responsables, que ha permitido a muchos sacerdotes mantenerse en contacto con niños y continuar abusando de ellos, sigue poniendo a los menores en alto riesgo de abuso sexual en muchos países», rezaba el informe. «Y eso se debe a la falta de castigo de estos delitos por parte de los jerarcas eclesiásticos. Además, los miembros involucrados deben ser expulsados de forma inmediata de la Iglesia Católica».

Desde el nombramiento de Francisco como Papa, las cosas no han cambiado mucho en el mundo eclesiástico respecto a las aberrantes prácticas de pedofilia. Es tan extensa la red de abusos y encubrimientos que van a dejando de ser suficientes los golpes de efecto mediáticos, las declaraciones enérgicas y la demagogia religiosa en cualquiera de sus formas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.