“Es difícil verlo llegar”, escribió el 25 de abril Iacopo Scaramuzzi, vaticanista de Repubblica. Pocos, muy pocos, lo vieron llegar, en efecto. El 30 de abril Christopher White avisaba: “Merece una seria consideración”. A medida que se acercaba el día, su nombre sonaba más y más. Pero muchos pensábamos que con el Secretario de Estado, Pietro Parolin, podría suceder como con Ratzinger, es decir, que su condición de favorito no le perjudicara. Al parecer, los candidatos italianos se volvieron a canibalizar entre ellos.
El hecho es que ya está aquí León XIV, que llega como todo papa con buenas marcas: primer papa estadounidense, primer agustino, primer misionero y primero con pasaporte peruano. Los cardenales parecen haber dado con la cuadratura del círculo. En el precónclave se dibujó una Iglesia dividida entre conservadores que insistían, con tono incluso amenazador, sobre la importancia de la unidad, y progresistas que hacían hincapié en el legado principal de Francisco, la sinodalidad, o dicho en cristiano, la democracia interna.
Pues bien: la figura de León XIV logra, a juzgar por las reacciones de ambos bandos, solucionar esa discordancia. Si su lema, In illo uno unum, deja claro que lo primero es la unidad de la Iglesia, su primer discurso, abundante en alusiones directas y guiños al papa Francisco, es una clara reivindicación de la sinodalidad y la Iglesia en salida, misionera.
El nombramiento, salvo a esos pocos vaticanistas más avezados, suscita pasmo entre los estadounidenses que jamás hubieran pensado que llegara un papa yanqui, pero también entre quienes, por ignorancia, temían que la ola trumpiana llegara también al Vaticano. De un día a otro, todos, desde el ultraconservador obispo Barron hasta el jesuita proderechos LGTBI James Martin, están felices del nombramiento: unos porque lo consideran fiel guardián de la tradición, otros porque ensalzan el compromiso social de su tarea en Perú. Que Steve Bannon, el gurú del movimiento MAGA, lo considerara uno de los peores candidatos, tranquiliza.
Ahora bien, ¿cómo podrá contentar a todo el mundo cuando tenga que mojarse en asuntos tan variados como China, Ucrania y Ostpolitik, trumpismo, Israel y Gaza, Islam, finanzas internas, equipo de gobierno, más todas las cuestiones sexuales (diaconato femenino, celibato obligatorio, LGTBI)? Imposible. La lid entre conservadores y progresistas se entabla ahora en el cuerpo del papa. El senador italiano Marcello Pera, colaborador y defensor entusiasta del papa Ratzinger, remarca las señales de discontinuidad de un papa agustino, mientras el jesuita Antonio Spadaro, colaborador y defensor de Francisco, ve evidente la continuidad con Bergoglio.
Enric Juliana sintetizó enseguida el significado geopolítico del nombramiento: Roma responde al Imperio. Un papa estadounidense pero no wasp, sino migrante, de origen criollo, con pasaporte peruano, que, encima, pudiendo hablar al mundo en inglés, elige el español y, para más inri, ya ha discutido en redes con el vicepresidente Vance, no se presenta precisamente con pedigree trumpiano sino más bien todo lo contrario. En todo caso, hablar de papa antiTrump entraña un error: el papado de León XIV cubrirá dos, tres, cuatro, tal vez cinco presidencias de EEUU. Tanto el aliento como el enigma histórico es otro: ¿Con el papa Prevost se tenderá a recobrar la idea de los imperios paralelos o, por el contrario, EEUU y Vaticano seguirán sendas divergentes en las encrucijadas geopolíticas antes mencionadas como cuando Francisco?
No parecía que el próximo papa fuera capaz de condensar el programa de su pontificado en la elección del nombre, tal y como hizo Francisco. También en esto ha asombrado Prevost. León XIV en su primer discurso al Colegio cardenalicio explicó el motivo principal: “Papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo”.
Y sí, es cierto que la IA no es un problema futuro, sino presente y urgente al que el Vaticano ya ha dado una respuesta seria: Antiqua et nova (Nota sobre la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana). Que el papa León indique que este va a ser uno de sus caballos de batalla está bien. Ahora bien: estemos atentos, porque si el papa Prevost cree, como sostiene Ross Douhat, importante editorialista del New York Times, que “un Papa que predica sobre lo sobrenatural y enseña sobre lo digital puede hacer mucho más por su Iglesia que un papa que regresa una vez más a las batallas de la guerra cultural católica”, entonces habrá un problema.
Esa “guerra cultural católica” se libra sobre todo en el terreno sexual. ¿Qué pasará con el diaconato femenino, la cuestión LGTBI, el celibato obligatorio y los abusos? De momento sabemos que Prevost, junto con el Secretario de Estado Parolin y el Prefecto para la Congregación de la Fe, Moreno Fernández, cortaron por lo sano el camino abierto por el Comité Sinodal de la Iglesia alemana en esas cuestiones avisando de las consecuencias legales en que incurrían porque el derecho eclesiástico vigente impedía recorrerlo. Ese comité alemán se reúne esta semana.
Francisco dejó sin resolver la «cuestión urgente de la participación de las mujeres en la vida y el liderazgo de la Iglesia«. Para él, el diaconato femenino no estaba “maduro”. Las comisiones de estudio que tratan el tema siguen estudiando. Se ha anunciado que los frutos de las Asambleas eclesiásticas que suceden al Sínodo se recogerán en 2028. ¿Cómo verá esas cuestiones León XIV? ¿Cuánto concederá a los conservadores que lo votaron? El cardenal jesuita Hollerich, bergogliano férreo, ya hipotetiza que León XIV pueda reinterpretar Fiducia supplicans, la norma sobre las bendiciones a las parejas homosexuales, pero no creen que llegue a abolirla. Por lo que se refiere a los abusos, dicen que Prevost jugó un papel importante en la disolución del Sodalicio en 2025, una de las comunidades católicas que más y peores denuncias de abusos de menores acumuló. Que la máquina del fango de los ultraconservadores católicos lo salpicara con acusaciones de encubrir abusos parece garantía de que el papa está limpio.
El jueves, en el balcón de la Logia central de la Basílica Vaticana, parecía hondamente emocionado. La mayoría no lo vimos venir. ¿Corromperá o preservará el perfil del papa Francisco? ¿Irá de cara o se pondrá de perfil en los asuntos más espinosos? Parece educador. Una vez dijo que San Agustín había sido profesor antes que religioso. En su primera salida, iba sentado en el asiento delantero de una furgoneta Volkswagen. Visitó un santuario agustino mariano en los aledaños de Roma y saliendo, en un gesto de diálogo interreligioso poco ecuménico, a unos feligreses hinchas de la AS Roma les estrechó la mano al grito: “Forza Roma!”. En el Regina Caeli del domingo cantó y oró en latín. Luego recordó la guerra mundial “a pedazos” de Francisco, exclamó el “Nunca más la guerra” e hizo el repaso de conflictos: Ucrania, Gaza, India y Pakistán. Hay gestos populistas, hay gestos santurrones. Es muy pronto, pero nunca hasta ahora ha pronuciado la palabra “mujer”, uno de los grandísimos problemas de la Iglesia. Habemus papam.
Gorka Larrabeiti es profesor de español residente en Roma.
Fuente: https://www.infolibre.es/opinion/plaza-publica/perfil-leon-xiv_129_1993036.html
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