Al cumplirse un año del terrible tsunami que asoló buena parte de las costas del sur asiático, la opinión pública mundial vuelve a fijarse en las desatendidas poblaciones de la región para poder maquillar, durante estros días «tan señalados», sus propias conciencias. Pero tras la resaca que dejaron las olas hace doce meses, las realidades […]
Al cumplirse un año del terrible tsunami que asoló buena parte de las costas del sur asiático, la opinión pública mundial vuelve a fijarse en las desatendidas poblaciones de la región para poder maquillar, durante estros días «tan señalados», sus propias conciencias. Pero tras la resaca que dejaron las olas hace doce meses, las realidades sociales y políticas de la zona no se han detenido, y en algunos casos se han reactivado los enfrentamientos entre algunos protagonistas regionales.
Dos conflictos han estado marcados en cierta medida por los acontecimientos del tsunami, el que mantienen los independentistas de Aceh con el gobierno indonesio, y el proceso de negociaciones establecido entre Sri Lanka y los representantes despueblo tamil, los tigres del LTTE. Y si en el primero de los casos, el tsunami, junto a otra conjunción de variables, propició un acuerdo de paz entre las partes, en el segundo ejemplo, las cosas se han ido torciendo según pasan los meses, y en estos momentos el gobierno cingalés de Sri Lanka y el LTTE mantienen un importante pulso político.
Sería de ingenuos, o de ignorantes, centrar los actuales acontecimientos en torno a la situación emanada de los efectos del tsunami. En Sri Lanka en los últimos años se han ido produciendo una serie de hechos que ayudan mejor aún a comprender los parámetros actuales de enfrentamiento entre las dos partes del conflicto. Unos ejes, por otra parte, que pueden ser herramientas válidas a la hora de analizar otras situaciones o procesos similares que se están produciendo en otros lugares del mundo.
Desde el acuerdo de alto el fuego entre el gobierno de Sri Lanka y el LTTE, en febrero del 2002, la situación ha pasado por diferentes crisis. La mediación noruega ha logrado en algunas ocasionas acercar posturas para evitar una ruptura definitiva del acuerdo, al tiempo que seguía apostando por la reanudación de las negociaciones entre ambos protagonistas. En lo que va de año más de doscientas personas han muerto como consecuencia de la violencia política, y sólo en este mes más de cuarenta soldados cingaleses han perdido la vida.
Maniobras
Los trabajos de reconstrucción tras el tsunami enfrentaron a cingaleses y tamiles. Hay que recordar que la mayor parte de los afectados por esa tragedia eran ciudadanos tamiles y las zonas de Tamil Eelam fueron las más castigadas. El gobierno central intentó sacar partido de la situación, enviando tropas militares en misiones mal llamadas humanitarias, lo que escondían intentos desesperados por recuperar zonas en poder del LTTE desde hacía tiempo. Paralelamente el gobierno cingalés quiso hacerse con el control de las ayudas económicas y marginar a las organizaciones tamiles que trabajaban sobre el terreno del mismo.
Sin embargo, otro acontecimiento anterior al tsunami marcará también la compleja relación entre esos protagonistas, al mismo tiempo que condicionará seriamente el devenir de los acontecimientos en trono al proceso de negociaciones emprendido meses atrás. En marzo del 2004, un importante dirigente del LTTE, su comandante en el este de la isla, abandona la formación y hace una declaración abierta contra la dirección política y militar de lo tigres. A partir de ahí se van a suceder los enfrentamientos entre los disidentes y el LTTE.
Conocido como el coronel Karuna, esta pieza será parte de la estrategia cingalesa y de otros actores extranjeros para buscar un debilitamiento del LTTE. Desde el primer momento se suceden las lecturas que luego se mostrarán como erróneas, señalando que esa escisión podría culminar en una ruptura definitiva de los tigres, y sobre todo poner en entredicho el liderazgo del LTTE dentro de su pueblo. El tiempo no ha tardado en poner a cada uno en su sitio.
Desde el momento de la escisión, las fuentes tamiles y algunos observadores internacionales apuntaban a la imposibilidad de mantener el proyecto de Karuna sin el apoyo de un importante actor. Tanto Estados Unidos, que mantiene al LTTE como «organización terrorista», como India, quien a través de sus servicios secretos RAW lleva décadas tomando parte en el conflicto contra los tamiles, o el propio gobierno cingalés serían los patrones de esa facción disidente.
En el caso de Sri Lanka, es evidente que en los últimos meses se ha reactivado con fuerza una conjunción de fuerzas que operan en la misma dirección. Una parte de la élite política del país, algunas organizaciones defensoras del chauvinismo reaccionario, el extremista clérigo budista y elementos del ejército y la seguridad del país conforman una alianza táctica desde hace años para frenar las demandas de autodeterminación del pueblo tamil y de sus representantes.
Planificadas
Estas maniobras han seguido las líneas planificadas de un guión, y el coronel Karuna se ha convertido en el tonto útil de la operación. Hacia él apuntan los dedos tamiles como responsable de la muerte del político y parlamentario tamil, Velupillai Pirapaharan. Esta última muerte se ha producido en una zona controlada por el ejército cingalés, que «curiosamente no se encontraba cerca del lugar del atentado» denuncian las fuentes tamiles.
Desde esas mismas fuentes se denuncia la pasividad de la comunidad internacional ante estos actos, algo que contrasta con las denuncias que se alzaron desde esa misma comunidad cuando el ministro de defensa de Sri Lanka murió en atentado el pasado agosto. El aumento de los atentado en el este de la isla es la expresión de impotencia de los poderes fácticos cingaleses, incapaces de mantener el pulso militare en el norte, han decidido dirigir sus excesos y sus maniobras de terror a esta nueva zona, aprovechando la coyuntura del disidente Karuna.
No es casualidad que las provocaciones militares en el norte, acompañadas de atentados en el este busquen reventar las esperanzas surgidas tras el inicio del proceso. Y tampoco sorprende que éstas se incrementen en la actual coyuntura política. Tras las elecciones del pasado mes en Sri Lanka la situación política, si no se remedia pronto, puede desembocar en un vacío político que será aprovechado por las manos negras de siempre. Esos poderes son conscientes que este año se están sucediendo los acontecimientos que refuerzan sobremanera las posiciones y las demandas del pueblo tamil.
En esas elecciones, la postura abstencionista propuesta por el LTTE fue seguida mayoritariamente por los tamiles; hace unas semanas, los representantes del LTTE se han venido reuniendo con otras organizaciones tamiles para impulsar la formación de un frente estratégico en defensa de su pueblo, al tiempo que la amenaza de divisiones dentro del LTTE no existen.
Las dudas sobre la determinación del gobierno de Sri Lanka, a la luz de estos acontecimientos, de apostar por el proceso de paz aumentan entre el pueblo de Tamil Eelam. La utilización de bandas paramilitares para atemorizar a la población y acabar físicamente con los representantes tamiles, unido a la presencia militar en zonas liberadas, junto a las razzias de esos mismo militares cingaleses entre las poblaciones civiles tamiles, seguirán encontrando una respuesta militar por parte del LTTE. Y todo ello puede acabar en una peligrosa espiral de violencia que echaría por tierra todo lo avanzado hasta la fecha.
Mientras tanto, el pueblo tamil, con sus representantes siguen demandando «la salida inmediata de las fuerzas de ocupación de nuestras tierras y costas; la creación de una coyuntura que permita a nuestro pueblo seguir avanzando en la consecución de su libertad; y el reconocimiento por parte de la comunidad internacional de nuestros derechos básicos, así como la libertad en paz, basado todo ello en nuestro irrenunciable derecho a nuestra tierra, nuestra nación y nuestra soberanía y autodeterminación».
Probablemente en esa línea se seguirá manteniendo el pulso político, no exento de crisis militares y políticas, entre ambas partes. El papel mediador de los representantes noruegos saben todo esto, y ellos también siguen apostando por equilibrar la situación para que las condiciones que permitan avanzar hacia la paz se materialicen cuanto antes.
GAIN