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Myanmar

El régimen militar se tambalea

Fuentes: The Bangkok Post

Este mes, los titulares de los medios internacionales se centrarán en el aniversario de la invasión rusa de Ucrania, que será el 24 de febrero.

El régimen militar se tambalea
Protesta contra el golpe en la embajada de Birmania en Bangkok, Tailandia. Foto: Wikimedia

Esa agresión exterior, en que un Estado grande se apodera unilateralmente y por la fuerza de una parte del territorio de un vecino más pequeño, puede yuxtaponerse con otra agresión en el interior de Myanmar, donde tuvo lugar un golpe de Estado militar esta semana hace dos años. Tanto si la agresión es exterior entre dos Estados o se produce en el interior de un país, los opresores se comportan de la misma manera y persiguen objetivos similares de conquista y dominación. Revertir una subyugación interior es una obligación moral, del mismo modo que repeler una agresión exterior. Lo que necesita la coalición de la resistencia civil de Myanmar es una fracción de la ayuda que ha estado recibiendo Ucrania.

Cuando el ejército birmano (también llamado Tatmadaw), encabezado por el general Min Aung Hlaing, lanzó el golpe, poca gente podía imaginar que la resistencia civil sería tan encarnizada, decidida y adaptativa. La mayoría pensaba que el ejército lograría imponerse con su golpe de 2021, del mismo modo que lo había hecho en el pasado, tanto en 1962 como en 1988. Los dos golpes que hubo en Tailandia en 2006 y 2014 habían demostrado una vez más que los golpes militares son una práctica rutinaria de unos generales hambrientos de poder cuando lo consideran oportuno.

Pero esta vez la toma del poder por el Tatmadaw no ha conseguido consolidar territorio y controlar al pueblo a lo largo de los dos últimos años. En respuesta al golpe militar, de inmediato se produjo un levantamiento popular en contra del mismo a lo largo y ancho del país y se organizó en torno a representantes que habían sido elegidos en los comicios de noviembre de 2020 y al Gobierno de Unidad Nacional (GUN)[1], dirigido por civiles, que finalmente incluyó milicias improvisadas de gentes del campo y jóvenes de las ciudades, que se integraron en las ubicuas Fuerzas de Defensa Popular (FDP), aliadas con las organizaciones de resistencia étnicas (ORE) que hay por todo el país.

Nadie vio venir que el GUN, junto con el subsiguiente Comité Consultivo de Unidad Nacional, ganaría terreno y se convertiría en un gobierno civil electo viable que recibe un creciente apoyo y reconocimiento internacionales. Que un Tatmadaw curtido en mil batallas resultara incapaz de someter la resistencia armada y consolidar su poder frente a los ejércitos étnicos y un puñado heterogéneo de milicias que utilizan tácticas de guerrilla fue toda una sorpresa.

Así se ha llegado a una genuina guerra civil que hoy en encuentra en un punto muerto en Myanmar. Ninguno de los dos bandos puede prevalecer decisivamente. Se calcula que la mitad del país se halla bajo el control de la alianza opositora, ganando terreno e infligiendo todos los días más bajas a las fuerzas de seguridad. Pero el Tatmadaw tiene armas, blindados y potencia aérea para seguir combatiendo indefinidamente, en parte porque obtiene ingresos suficientes por la venta de los recursos naturales lucrativos de Myanmar. Mientras que el GUN, las FDP, las ORE y otros pilares de la coalición contraria al golpe tienen el compromiso, la decisión, la voluntad y un creciente apoyo material para resistir el sometimiento hasta el final, la junta y el Consejo de Administración del Estado están de capa caída.

Debido a la represión violenta del ejército sobre el levantamiento civil han muerto miles de personas y otras muchas han sufrido mutilaciones, saqueos, torturas y violaciones. De acuerdo con Naciones Unidas, casi 20.000 civiles están en prisión sin el debido juicio, mientras que otro millón y medio de personas han sido desplazadas de sus hogares. La crisis humanitaria, que se agrava por momentos, ha retrotraído a Myanmar a las noches más negras de la dictadura.

En estas circunstancias desesperadas, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) ha sido incapaz de promover un diálogo pacífico y corre peligro de caer en la complicidad tácita con las atrocidades del Tatmadaw sobre su propio pueblo. Myanmar está engañando a la ASEAN a fin de ganar legitimidad, y la ASEAN permite que esto ocurra. En realidad, la ASEAN está dividida en torno a su respuesta al golpe de Estado de Myanmar; Malasia, Filipinas y Singapur han reclamado el restablecimiento del proceso democrático, pero los demás Estados miembros han aceptado lo que consideran un hecho consumado y han reconocido al general Min Aung Hlaing.

Buena parte de lo que se puede hacer con respecto a Myanmar, por no hablar de la credibilidad general de la ASEAN, depende de la presidencia indonesia de este año. Es probable que el presidente indonesio Joko Widodo, cuando falta poco para que cumpla una década de ejercicio del poder en su país, desee dejar un legado duradero en política exterior, particularmente la recuperación de la centralidad y la cohesión de la ASEAN. Sin embargo, mientras el Consejo Asesor Especial de la junta mantenga su postura intransigente y desprecie las recomendaciones de la ASEAN, como hizo con el Consenso de Cinco Puntos de abril de 2021, la organización seguirá siendo probablemente incapaz de mediar por la paz y el diálogo en plena guerra civil birmana.

La comunidad internacional, desde EE UU y la Unión Europea hasta las Naciones Unidas, ha impuesto sanciones y reiterado sus condenas. En cambio, China ha apoyado a la junta y Rusia es uno de los principales proveedores de armas de los gobernantes ilegales de Myanmar. Lo que pueden hacer quienes desde el exterior apoyan la democracia es anticiparse al programa de lavado de imagen de la junta, incluido el plan de celebrar elecciones en el próximo futuro. Unos comicios en las condiciones de un gobierno golpista y en plena guerra civil que la junta está perdiendo sería un ejercicio espurio destinado a proporcionar a los generales una pátina de legitimidad y control. La ASEAN también debería ser consciente de esta perspectiva y no legitimar la elección fraudulenta del gobierno de los militares.

Una cuestión de seguridad a más largo plazo del pueblo de Myanmar y del conjunto de la región estriba en la potencial fragmentación del país en pequeños Estados y entidades separadas y semiautónomas. Si el Tatmadaw pierde más terreno y de alguna manera muestra signos de colapso, tal vez a raíz de derrotas en el campo de batalla y de defecciones en sus filas, habrá una necesidad urgente de mantener unida la Unión de Myanmar, evitando la desintegración y la balcanización, una posibilidad que deberán evitar el GUN y el Comité Consultivo. Corresponde a sus seguidores del interior y a la comunidad internacional asegurar la cohesión territorial y política de Myanmar, ya que una ruptura sería desastrosa para la gente y una fuente de inestabilidad en toda la región.

Puesto que el equilibrio de fuerzas en el campo de batalla determinará el resultado de la guerra civil y el destino del país, la oposición armada necesita armas defensivas suministradas desde el exterior, en particular misiles antiaéreos para neutralizar las incursiones de la aviación enemiga.

La gran mayoría de las personas de Myanmar se juegan la vida en el esfuerzo por recuperar un futuro que les ha robado un régimen odioso que no aspira más que a mantenerse en el poder y defender sus intereses. El pueblo de Myanmar se merece una segunda oportunidad con la reapertura del país y la salida de otro túnel oscuro. Habiendo desempeñado un papel crucial en la reapertura de Myanmar en 2011-2021, que dio protagonismo a una nueva generación con expectativas crecientes de un futuro mejor, la comunidad internacional no debe eludir su obligación de ayudar a Myanmar a emprender otra transición hacia días mejores.

Nota

1/ El GUN no se formó hasta el 16 de abril de 2021. El llamamiento inmediato a repeler el golpe lo hizo el Movimiento de Desobediencia Civil (MDC), por un lado, y la Liga Nacional por la Democracia (LND), por otro. El MDC no estaba dirigido por la LND. [Nota de ESSF.]

Thitinan Pongsudhirak, es profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y enseña en el Instituto de Seguridad y Estudios Internacionales de la Universidad de Chulalongkorn.

Fuente: The Bangkok Post

Traducción: viento sur