Decir que el Estado de El Vaticano no le entra a la política es ser profundamente naïve más en este mundo interconectado por los desarrollos de las comunicaciones; es decir, no estamos en tiempos históricos de Constantino cuando ya la burocracia naciente eclesial comenzaba a saborear las «mieles del Poder». Pero debemos en el rigor […]
Decir que el Estado de El Vaticano no le entra a la política es ser profundamente naïve más en este mundo interconectado por los desarrollos de las comunicaciones; es decir, no estamos en tiempos históricos de Constantino cuando ya la burocracia naciente eclesial comenzaba a saborear las «mieles del Poder». Pero debemos en el rigor del analista ser y/o tratar de alcanzar la mayor objetividad posible sin permitir transformar el análisis en un esquema paradigmático cerrado e inflexible, es decir, no todo es tan blanco, ni todo es tan negro. ¿Qué queremos decir? Pues que cuando nos referimos a esa exquisita relación entre el Poder y «la Iglesia» cristiano-católica está siempre presente «la Iglesia», es decir, la comunidad cristiano-católica, el pueblo creyente, que no excusa ni a algún que otro Santo Padre, ni algunos obispos, particularmente, los latinoamericanos y asiáticos, sensibles a lo que, realmente, significa «la Iglesia» de aquel mandato de Jesús de Nazareth al apóstol Pedro. En fin, que tenemos dos (2) Iglesias: la terrenal-pragmática (burocracia) y la teológica-salvífica (la verdadera).
El tema es mucho más complejo que las simples frases que tratarían de convencer sobre la real crisis profunda que camina por los pasillos del Poder burocrático eclesial. La crisis nada de extraño tiene cuando tratamos de estudiar sus propias realidades cuando nos referimos, por ejemplo, a Umberto Eco quien nos lo narró en la novela: «En el nombre de la rosa» en su escenario novelesco aunque real e históricamente factible de los franciscanos y los ortodoxos benedictinos que se enfrentaron sobre y por el concepto de la «pobreza vivida». Pero aquella realidad pareciera estar, actualmente, presente en El Vaticano cuando «congregaciones y prelaturas» se enfrentan por el poder real que significa «El Vaticano» algo que va más allá de lo ideológico. Debemos dejar en el tintero la figura paradigmática de Juan Pablo II, el Papa polaco, quien, gracias a su anticomunismo, alcanzó acuerdos, evidentemente, políticos con Ronald Reagan para «tumbar», literalmente, al gobierno de la URSS en considerando que ello permitiría «acabar con el centro maléfico del comunismo mundial»; a cambio, ambos líderes políticos mundiales, se beneficiarían, Reagan, con impulsar las tesis de una economía capitalista totalmente abierta (neoliberalismo) y global y, Juan Pablo, con todo el apoyo para el rescate de «las iglesias» en cualquier país a considerar; es decir, significó el rescate de aquella política de la expansión del imperialismo, primero, británico y, posteriormente, del resto de la «14 Potencias» imperialistas que se conceptualizaban en «armas y biblia» para conquistar a los herejes orientales asiáticos.
Pero «entrémosle al trapo». Ustedes se preguntarán quién es Carlo María Martini. En primer lugar, se trasladó hacia el disfrute de la «visión beatífica» del Creador en septiembre del 2012. En segundo lugar, sostenía las responsabilidades cardenalicias de ser el arzobispo de Milán. En tercer lugar, según el cardenal Angelo Scola «…el cardenal Martini no nos ha dejado un testamento espiritual, en el sentido explícito de la palabra. Toda su herencia está en su vida y en su magisterio…» Pero vayamos a las propias palabras del cardenal Martini expresadas en entrevista al «Corrieri della Sera»: «…la Iglesia se ha quedado atrás en 200 años…en mi opinión, hace falta distinguir dos formas de distancia de la Iglesia en nuestro tiempo. Una es un verdadero retraso…la otra distancia…es la distancia de Jesucristo y de su Evangelio…»; va más directo cuando son directas las preguntas como cuando expresó en la entrevista referida que «…la Iglesia está cansada, en la Europa del bienestar y en América [EEUU de América]…nuestra cultura ha envejecido, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías, el aparato burocrático de la Iglesia aumenta, nuestros ritos y nuestros hábitos son pomposos…el bienestar pesa…» Como una idea-solución recurre a un ejemplo: «…podríamos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo, como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador…por ninguna razón debemos limitarlos a los vínculos de la institución [¿El Vaticano?]…»
El cardenal Martini continua su propuesta de ejemplo cuando se preguntó «…¿dónde están las personas llenas de generosidad como el buen samaritano?…Yo aconsejo al Papa [se refirió a Benedicto XVI] y a los obispos que busquen a doce personas fuera de lo común para los puestos de dirección. Hombres que están cercanos a los más pobres, que estén rodeados de jóvenes y que experimenten cosas nuevas…» Ante la pregunta: «…¿Qué instrumentos aconseja contra el cansancio de la Iglesia?…» a lo que Martini le respondió: «…la conversión…la Iglesia debe reconocer los propios errores y debe recorrer un camino radical de cambio, empezando por el Papa y los obispos…la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano II ha devuelto la Biblia a los católicos…[y como tercera conseja] los sacramentos [como] una ayuda para los hombres en los momentos del camino y en las debilidades de la vida…solo el amor vence al cansancio. Dios es amor…» Durísimas frases para la actual burocracia eclesial que sigue jugando con esa política que busca mantener su matrimonio con el capitalismo ramplón y represivo.
Pero ¿qué opina Benedicto XVI, es decir, Joseph Ratzinger? Es obligante exponer que Ratzinger es teólogo, quizás, nos permitimos escribir, es más teólogo que Papa pero es una opinión muy personal por aquello del Espíritu Santo. Por cierto, para polemizar, nos preguntamos ¿cómo conjugamos la «Iluminación del Espíritu Santo» con la muy personal decisión de Ratzinger de retirarse de las obligaciones papales impuestas por el Espíritu Santo? Nada sencillo y, hasta los actuales momentos, solo se ha hablado de «…la valiente decisión de Benedicto XVI de dejar el poder…» pero no se ha explicado como ello comulga con la Iluminación arriba referida. En fin, conversemos sobre aquello que le preocupa seriamente a Joseph Ratzinger. Permítasenos transcribir algunas palabras publicadas en Chiesa. Según la noticia, el día 15 de febrero, próximo pasado, en el «…discurso de adiós a los sacerdotes de Roma…» dijo «cosas duras», quizás, dirigidas a esa burocracia y a aquellos que se enfrentan, literalmente, por imponer «sus criterios mundanos». Durante la conversa, Joseph Ratzinger se referiría al Concilio Vaticano II. Permítasenos abrir un paréntesis para acotar una anécdota persona. De visita en aquellos lugares donde reposan los restos de Papas anteriores, nos llamó la atención la pobreza del ambiente de la cripta donde reposan los restos de Juan XXIII, el llamado «Papa bueno», que contrastaba con los ornamentos típicos de lugares referidos de otros Papas quizás más pragmáticos y mundanos. Regresemos. Pues según Joseph Ratzinger el Concilio referido se expresó en dos (2) escenarios que los calificó como el «verdadero Concilio» y el «Concilio de los medios de comunicación»; es decir, marcó las diferencias «…entre el Concilio real y el virtual…» (Pareciera que las opiniones de Chávez Frías y de Rafael Correa sobre la prensa privada tienen sus similitudes con las realidades vaticanas expresadas por Benedicto XVI cuando de medios de comunicación se refieren aunque es obligado precisar que Joseph Ratzinger no apuntó concretamente a ningún medio y a ningún dueño de medios).
Le exponía a los sacerdotes de la diócesis romana que el Concilio Vaticano II «…fue también el Concilio de los Padres -el verdadero Concilio-, pero fue también el Concilio de los medios de comunicación. Fue casi un Concilio en si mismo, y el mundo percibió al Concilio [Vaticano II] a través de éstos [los medios de comunicación obviamente privados], a través de los medios de comunicación…» Sí estuviéramos narrando un partido de beisbol, gritaríamos: «home run». Pero ¿a quién se refería, concretamente, Ratzinger; a dónde y a quiénes apuntaba y hería con sus sabias palabras? Pero no se quedó con esa idea yendo más allá expresando que «…en consecuencia, el Concilio inmediatamente eficiente que llegó al pueblo fue el de los medios de comunicación, no el de los Padres…» Entonces, ¿será posible que no todo lo que se les critica a los «curas de avanzada» fuera en contra de la Palabra de Jesucristo pero sí iría contra la burocracia vaticana? El teólogo y renunciante «…al Poder terrenal vaticanista…» no se quedó en frases delicadas, ni se consideró «escaparate de nadie» y, quizás, lanzó esa reprimenda que nos recuerda a Jesús de Nazareth entrando en el templo látigo en mano cuando expresó que «…Fue [Concilio Vaticano II] una hermenéutica política. Para los medios de comunicación, el Concilio fue una lucha política, una lucha de poder entre diferentes corrientes en el interior de la Iglesia. Fue obvio que los medios de comunicación tomaron posición por esa parte que a ellos les parecía la más adecuada con su mundo. Fueron los que buscaron la descentralización de la Iglesia, el poder para los obispos y también, a través de la frase ´pueblo de Dios´, el poder del pueblo, de los laicos…» Cuando leímos y nos sorprendían las palabras textuales de Benedicto XVI, cuales llevándonos a preguntarnos sí esas tesis en proyectos que sí se impusieron a posteriori del Concilio referido nos «sonaban» a las tesis políticas de ciertos grupos políticos de derechas que abogan por la descentralización, el poder de los gobernadores, el poder del pueblo, claro, sumiso a sus egoístas políticas declarando aquello de la necesidad de promover la «democracia» según los paradigmas capitalistas estadounidense en sintonía con las tesis tanto socialdemócratas como democristianas. Debemos expresarlo, el mundo está en una encrucijada que se tornará en dos (2) posibles escenarios: una realidad «cul de sac» y/o un «cambio de época» (Rafael Correa dixit).
Pero decir y creer que Joseph Ratzinger «no se mojaba» políticamente sería, también, el comportamiento de un ser social naïve y es por ello que nos referimos a precisiones ofrecidas y publicadas por Chiesa el 27 de septiembre del año próximo pasado. El texto-noticia nos dice que Benedicto XVI «…la última vez que habló de política, el 22 de septiembre [2012], tenía ante sí la platea cosmopolita de la Internacional Demócrata Cristiana…» En ese mundo político de la Democracia Cristiana, considera que «…en los últimos decenios la palabra «fe adulta» se ha convertido en un eslogan generalizado…» Entonces ¿qué sería la «fe adulta»? Para Ratzinger «…considera infantil el correr tras los vientos y las corrientes de la época…» De acuerdo, pero es que las realidades mundiales actuales, gracias al consumismo como ideología alienante, nos llevan a ser y expresarnos en «continua rebeldía» contra esos paradigmas establecidos globalmente para subyugar a las sociedades en función del Capital como lo estamos conociendo por las políticas contra-sociales que se están aprobando e implementando en los países de la Comunidad Europea para no referirnos, permanentemente, a los EEUU de América. En fin, pronto conoceremos sí el Poder de El Vaticano se decanta por los pobres como hubiera deseado Martini y/o seguiremos en los paradigmas de Juan Pablo.
Fuente original: http://barometrointernacional.bligoo.com.ve