El Vaticano no encontró elementos que demostraran que Marcial Maciel, sacerdote mexicano fundador de los Legionarios de Cristo, incurrió en abusos sexuales, como se le acusa en su país, aseguró la congregación, versión que cuestionó uno de los denunciantes. Bendicto XVI, en el silencio «No hay ningún proceso canónico en curso, ni lo habrá, respecto […]
El Vaticano no encontró elementos que demostraran que Marcial Maciel, sacerdote mexicano fundador de los Legionarios de Cristo, incurrió en abusos sexuales, como se le acusa en su país, aseguró la congregación, versión que cuestionó uno de los denunciantes.
«No hay ningún proceso canónico en curso, ni lo habrá, respecto a nuestro fundador, el padre Marcial Maciel. El siempre ha afirmado rotundamente su inocencia», dijo Rafael Jacome, vocero de los Legionarios, en entrevista telefónica desde Roma con la emisora W Radio.
Sin embargo, en declaraciones a la misma emisora, Fernando Pérez Olvera, uno de los denunciantes, puso en duda que se haya cerrado el caso del padre Maciel, ya que «esta información tendría que darla directamente El Vaticano a los medios, no a los Legionarios de Cristo».
Cinco meses antes de que el cardenal alemán Joseph Ratzinger se convirtiera en el Benedicto XIV , el ahora pontífice había ordenado investigar de nuevo las denuncias de pedofilia contra el sacerdote mexicano Marcial Maciel, quien en 1998 fue acusado de abusar sexualmente a jóvenes seminaristas.
El padre Maciel, ahora de 85 años, estuvo al frente de la organización Legionarios de Cristo, y hoy protagoniza uno de los mayores escándalos sexuales de la Iglesia Católica en América.
La polémica entorno a los supuestos abusos de Maciel sigue dando de qué hablar a pesar de que las acusaciones se realizaron ante el Vaticano hace siete años. Los seguidores del controvertido cura, por su parte, hacen campañas de apoyo para limpiar la honra de su líder.
Cuando surgió la imputación inicial en 1998, nueve miembros de su congregación hablaron de que Maciel les sodomizaba además de pedirle que lo masturbaran, durante los años 40, 50 y 60. Aunque, datos de la agencia italiana Adista, comentan que el primer caso se dio en 1941 (año de la fundación de los Legionarios), pero en ese momento se tomó como un malentendido.
Las denuncias, que estaban en el congelador fueron reabiertas en diciembre del 2004 por el propio Ratzinger, cuando aún se desempeñaba como prefecto de la Congregación de la Doctrina para la Fe ex Santo Oficio, pocos meses antes de que muriera Juan Pablo II .
Esto provocó que las heridas se abrieran y comenzaran de nuevo las investigaciones. La congregación decidió entrevistar a las presuntas víctimas del cura Maciel, aunque éste en repetidas ocasiones ha insistido en que las acusaciones son falsas.
No obstante, Votos de silencio , publicado en 2004 por los columnistas Jason Berry y Gerald Renner (ambos del diario The New York Times ) el tema de los supuestos actos de abuso de Maciel vuelve a relucir y afirman de que Ratzinger en cierto modo trató de incubirlo.
Supuestamente, según Berry y Renner, en el pasado Benedicto XVI presuntamente había manifestado que las noticias sobre abuso sexual por parte de religiosos eran una campaña de los medios informativos para desprestigiar a la Iglesia Católica.
Los autores infieren, sin embargo, que ahora como Papa, Benedicto XVI podría continuar investigando las denuncias de abuso dentro de la Iglesia, sobre todo aquellas que rodean al padre mexicano.
«El hecho de que la investigación a Maciel haya sido reabierta debe traer un poco de esperanza a las víctimas del abuso», expresó Berry en el diario estadounidense.
Pero las víctimas siguen sin creer que la justicia alcanzará al sacerdote mexicano.
«En esto yo tengo mis razones de escepticismo», relató José Barba, una de las presuntas víctimas de Maciel. «No por completo, pero no soy ingenuo para creer que todo va a salir muy bien (…)».
La interrogante que actualmente rodea el escándalo es por qué el Vaticano y principalmente Ratzinger no hizo nada cuando se destapó públicamente el abuso en 1998.
«El cardenal Ratzinger le dijo en 1999 a un obispo mexicano que no era prudente actuar en contra de Maciel, un hombre que había aportado tantos jóvenes al sacerdocio», escribió Berry.
El autor añadió en su libro, que otras de las razones por lo que Maciel nunca fue tocado se debió también a que Maciel siempre tuvo una gran amistad con el fallecido Papa, Juan Pablo II.
En el recuento de los dañosSin embargo, en declaraciones a la misma emisora, Fernando Pérez Olvera, uno de los denunciantes, puso en duda que se haya cerrado el caso del padre Maciel, ya que «esta información tendría que darla directamente El Vaticano a los medios, no a los Legionarios de Cristo».
Cinco meses antes de que el cardenal alemán Joseph Ratzinger se convirtiera en el Benedicto XIV , el ahora pontífice había ordenado investigar de nuevo las denuncias de pedofilia contra el sacerdote mexicano Marcial Maciel, quien en 1998 fue acusado de abusar sexualmente a jóvenes seminaristas.
El padre Maciel, ahora de 85 años, estuvo al frente de la organización Legionarios de Cristo, y hoy protagoniza uno de los mayores escándalos sexuales de la Iglesia Católica en América.
La polémica entorno a los supuestos abusos de Maciel sigue dando de qué hablar a pesar de que las acusaciones se realizaron ante el Vaticano hace siete años. Los seguidores del controvertido cura, por su parte, hacen campañas de apoyo para limpiar la honra de su líder.
Cuando surgió la imputación inicial en 1998, nueve miembros de su congregación hablaron de que Maciel les sodomizaba además de pedirle que lo masturbaran, durante los años 40, 50 y 60. Aunque, datos de la agencia italiana Adista, comentan que el primer caso se dio en 1941 (año de la fundación de los Legionarios), pero en ese momento se tomó como un malentendido.
Las denuncias, que estaban en el congelador fueron reabiertas en diciembre del 2004 por el propio Ratzinger, cuando aún se desempeñaba como prefecto de la Congregación de la Doctrina para la Fe ex Santo Oficio, pocos meses antes de que muriera Juan Pablo II .
Esto provocó que las heridas se abrieran y comenzaran de nuevo las investigaciones. La congregación decidió entrevistar a las presuntas víctimas del cura Maciel, aunque éste en repetidas ocasiones ha insistido en que las acusaciones son falsas.
No obstante, Votos de silencio , publicado en 2004 por los columnistas Jason Berry y Gerald Renner (ambos del diario The New York Times ) el tema de los supuestos actos de abuso de Maciel vuelve a relucir y afirman de que Ratzinger en cierto modo trató de incubirlo.
Supuestamente, según Berry y Renner, en el pasado Benedicto XVI presuntamente había manifestado que las noticias sobre abuso sexual por parte de religiosos eran una campaña de los medios informativos para desprestigiar a la Iglesia Católica.
Los autores infieren, sin embargo, que ahora como Papa, Benedicto XVI podría continuar investigando las denuncias de abuso dentro de la Iglesia, sobre todo aquellas que rodean al padre mexicano.
«El hecho de que la investigación a Maciel haya sido reabierta debe traer un poco de esperanza a las víctimas del abuso», expresó Berry en el diario estadounidense.
Pero las víctimas siguen sin creer que la justicia alcanzará al sacerdote mexicano.
«En esto yo tengo mis razones de escepticismo», relató José Barba, una de las presuntas víctimas de Maciel. «No por completo, pero no soy ingenuo para creer que todo va a salir muy bien (…)».
La interrogante que actualmente rodea el escándalo es por qué el Vaticano y principalmente Ratzinger no hizo nada cuando se destapó públicamente el abuso en 1998.
«El cardenal Ratzinger le dijo en 1999 a un obispo mexicano que no era prudente actuar en contra de Maciel, un hombre que había aportado tantos jóvenes al sacerdocio», escribió Berry.
El autor añadió en su libro, que otras de las razones por lo que Maciel nunca fue tocado se debió también a que Maciel siempre tuvo una gran amistad con el fallecido Papa, Juan Pablo II.
El primero en desatar el escándalo fue Juan Vaca, un joven seminarista de los Legionarios. Tras años de permanecer en la organización, Vaca decidió renunciar en 1946, mandó una carta al propio Maciel, donde le enfatizaba que había tomado esta medida como consecuencia de los abusos que recibió.
En 1978, este mismo escrito, fue enviado al papa Juan Pablo II por medio de la embajada vaticana en Washington y lo único que recibieron como respuesta fue el acuse de recibido.
Al inicio de la década de los 90, cuando en los titulares de los diarios estadounidenses aparecieron los abusos sexuales perpetrados por miembros del clero, los ex compañeros de Vaca, decidieron hablar de las experiencias pederastas a las que fueron sometidos por Maciel.
En 1997, cuando la Congregación de la Doctrina de la Fe, que tiene el poder excomulgar a los sacerdotes culpables de abuso sexual, recibió una carta por parte del obispo John R.McCann de Nueva York, en donde le presentaba acusaciones detalladas sobre el abuso sexual de Vaca, quien en ese entonces pertenecía a la diócesis de McCann.
«Todo lo que hizo [Maciel] contradice las creencias de la Iglesia y de la orden», escribió el padre Vaca en una carta de más de 12 páginas en donde relató, escabrosamente, la pederastia que se ejerció en su contra.
«Cuántas veces usted me despertó en medio de la noche y me tuvo con usted, abusando de mi inocencia. Noches de temor, tantas noches de absoluto temor: tantas noches de sueño perdido, que en más de una vez puso en peligro mi propia salud psicológica», dice en el texto.
En 1999 el cura Alberto Athié le envió a Ratzinger otra carta exponiéndole más denuncias.
«La carta la envié con el obispo (mexicano) Carlos Talavera y él personalmente se la entregó a Ratzinger», y en ella se narraban algunos testimonios contra Maciel, entre ellos el que le hiciera Juan Manuel Fernández Amenábar, una de las presuntas víctimas de esos abusos sexuales.
El sacerdote Fernández Amenábar hizo esas confesiones a Athié antes de morir en 1995.
Desde entonces, Athié se convirtió en el abanderado de esa causa, lo que provocó presiones por parte de autoridades eclesiásticas que lo orillaron a renunciar a la Iglesia en 2003.
De acuerdo con Athié, al recibir la carta Ratzinger le dijo a Talavera que «era un caso delicado que no se podía tratar porque Marcial Maciel era un buen amigo de Juan Pablo II, que había llevado muchas vocaciones y bienes a la Iglesia».
Todas las supuestas víctimas del padre Maciel eran seminaristas adolescentes en la orden. Entre los acusadores se encuentran tres profesores, un maestro, un abogado y un ingeniero además de Vaca, un sacerdote.
Pese a que El Vaticano confirmó que había recibido las cartas, no se dijo nada más y se hizo caso omiso a las acusaciones hasta que Ratiznger reabrió el caso. Inclusive el cardenal de México, Norberto Rivera, comentó que había un complot en contra de Maciel.
Según los denunciantes, las víctimas de Maciel pueden ascender a unos 200 muchachos, quienes han callado por la imagen santificada que de Marcial se les inculca a los menores, entregados por sus familias a la congregación para convertirlos en curas.
«Le hacen a uno creer que al entregar nuestra vida a Dios ya no somos dueños de nada, ni de nuestra alma ni de nuestro cuerpo», expusó Barba en versiones periodísticas.
Hasta el momento la congregación Legionarios de Cristo cuenta con cerca de 500 sacerdotes y 2,500 seminaristas. Recibe fondos privados y estatales, está presente en 20 países, la mayoría en América Latina, y administra 12 universidades, dos de las cuales se encuentran en Roma y Madrid.
Cuatela de algunos católicosEn 1978, este mismo escrito, fue enviado al papa Juan Pablo II por medio de la embajada vaticana en Washington y lo único que recibieron como respuesta fue el acuse de recibido.
Al inicio de la década de los 90, cuando en los titulares de los diarios estadounidenses aparecieron los abusos sexuales perpetrados por miembros del clero, los ex compañeros de Vaca, decidieron hablar de las experiencias pederastas a las que fueron sometidos por Maciel.
En 1997, cuando la Congregación de la Doctrina de la Fe, que tiene el poder excomulgar a los sacerdotes culpables de abuso sexual, recibió una carta por parte del obispo John R.McCann de Nueva York, en donde le presentaba acusaciones detalladas sobre el abuso sexual de Vaca, quien en ese entonces pertenecía a la diócesis de McCann.
«Todo lo que hizo [Maciel] contradice las creencias de la Iglesia y de la orden», escribió el padre Vaca en una carta de más de 12 páginas en donde relató, escabrosamente, la pederastia que se ejerció en su contra.
«Cuántas veces usted me despertó en medio de la noche y me tuvo con usted, abusando de mi inocencia. Noches de temor, tantas noches de absoluto temor: tantas noches de sueño perdido, que en más de una vez puso en peligro mi propia salud psicológica», dice en el texto.
En 1999 el cura Alberto Athié le envió a Ratzinger otra carta exponiéndole más denuncias.
«La carta la envié con el obispo (mexicano) Carlos Talavera y él personalmente se la entregó a Ratzinger», y en ella se narraban algunos testimonios contra Maciel, entre ellos el que le hiciera Juan Manuel Fernández Amenábar, una de las presuntas víctimas de esos abusos sexuales.
El sacerdote Fernández Amenábar hizo esas confesiones a Athié antes de morir en 1995.
Desde entonces, Athié se convirtió en el abanderado de esa causa, lo que provocó presiones por parte de autoridades eclesiásticas que lo orillaron a renunciar a la Iglesia en 2003.
De acuerdo con Athié, al recibir la carta Ratzinger le dijo a Talavera que «era un caso delicado que no se podía tratar porque Marcial Maciel era un buen amigo de Juan Pablo II, que había llevado muchas vocaciones y bienes a la Iglesia».
Todas las supuestas víctimas del padre Maciel eran seminaristas adolescentes en la orden. Entre los acusadores se encuentran tres profesores, un maestro, un abogado y un ingeniero además de Vaca, un sacerdote.
Pese a que El Vaticano confirmó que había recibido las cartas, no se dijo nada más y se hizo caso omiso a las acusaciones hasta que Ratiznger reabrió el caso. Inclusive el cardenal de México, Norberto Rivera, comentó que había un complot en contra de Maciel.
Según los denunciantes, las víctimas de Maciel pueden ascender a unos 200 muchachos, quienes han callado por la imagen santificada que de Marcial se les inculca a los menores, entregados por sus familias a la congregación para convertirlos en curas.
«Le hacen a uno creer que al entregar nuestra vida a Dios ya no somos dueños de nada, ni de nuestra alma ni de nuestro cuerpo», expusó Barba en versiones periodísticas.
Hasta el momento la congregación Legionarios de Cristo cuenta con cerca de 500 sacerdotes y 2,500 seminaristas. Recibe fondos privados y estatales, está presente en 20 países, la mayoría en América Latina, y administra 12 universidades, dos de las cuales se encuentran en Roma y Madrid.
Los rumores de los presuntos abusos por parte de Maciel dentro de los Legionarios, pusó en alerta a otras autoridades católicas de Estados Unidos, y es por esta razón, que no dudaron en marcar su línea con la institución.
Para muestra están las cartas escritas por el arzobispo de St. Paul Minneapolis, monseñor Harry Flynn, en donde les prohíbe a los miembros de su congregación cualquier actividad o relación con los Legionarios.
Flynn acusa a la organización católica de actuar de «modo vago y ambiguo» y de promover una «Iglesia paralela» que separa a las personas de sus parroquias», explica el texto.
En el 2000, el Obispo de Columbus en Ohio, monseñor James A. Griffin y el vicario general de la diocesis de Baton Rouge, en Lousiana, alertaron a los padres y familiares de las escuelas religiosas sobre las formas de actuar de los Legionarios. Se resaltó que se eligen a muchachos muy jóvenes para asistir a retiros fuera de las ciudades, por lo que el contacto que se tiene con los parientes es casi nulo.
«Exhortamos a padres y educadores a informarse de cada organización con la cual los muchachos entren en contacto», finaliza la misiva.
Según la investigación hecha por la agencia Adista, los Legionarios de Cristo eran mal vistos en el ambiente eclesiástico, desde hace un buen tiempo, especialmente en Estados Unidos.
Una vida con los LegionariosPara muestra están las cartas escritas por el arzobispo de St. Paul Minneapolis, monseñor Harry Flynn, en donde les prohíbe a los miembros de su congregación cualquier actividad o relación con los Legionarios.
Flynn acusa a la organización católica de actuar de «modo vago y ambiguo» y de promover una «Iglesia paralela» que separa a las personas de sus parroquias», explica el texto.
En el 2000, el Obispo de Columbus en Ohio, monseñor James A. Griffin y el vicario general de la diocesis de Baton Rouge, en Lousiana, alertaron a los padres y familiares de las escuelas religiosas sobre las formas de actuar de los Legionarios. Se resaltó que se eligen a muchachos muy jóvenes para asistir a retiros fuera de las ciudades, por lo que el contacto que se tiene con los parientes es casi nulo.
«Exhortamos a padres y educadores a informarse de cada organización con la cual los muchachos entren en contacto», finaliza la misiva.
Según la investigación hecha por la agencia Adista, los Legionarios de Cristo eran mal vistos en el ambiente eclesiástico, desde hace un buen tiempo, especialmente en Estados Unidos.
Según la página oficial de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel nació el 10 de marzo de 1920 en Cotija de la Paz, Michoacán (México).
En 1936 se trasladó a la Ciudad de México para empezar su formación sacerdotal en el seminario dirigido por el Obispo de Veracruz, Monseñor Rafael Guízar y Valencia y a los 16 años de edad fundó los Legionarios de Cristo en 1941, y en 1949 creó el Movimiento de apostolado Regnum Christi.
Recibió la ordenación sacerdotal el 26 de noviembre de 1944, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en México. Dos años más tarde se trasladó a España con el primer grupo de jóvenes que cursarían sus estudios humanísticos en la Pontificia Universidad de Comillas.
En 1950, Maciel instauró el Centro de Estudios Superiores de la Legión de Cristo en Roma. Sería Pablo VI quien en 1965 concedería a la congregación de los Legionarios de Cristo el «Decreto de Alabanza», por el que la congregación era plenamente reconocida en el derecho universal de la Iglesia Católica.
Maciel erigió el Instituto Cumbres de la Ciudad de México, primera obra educativa de la congregación. A este colegio se añadiría, años más tarde, una amplia red de colegios y universidades instituidas por Maciel y los legionarios en varios países del mundo: Argentina, Austria, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, España, Estados Unidos, Italia, Irlanda, México, Suiza y Venezuela.
En los últimos años, Juan Pablo II le otorgó una serie de reconocimientos por su labor social realizada para los católicos hasta que, en enero de 2005, renunció a la reelección de los padres capitulares dejando la dirección general de la Legión y del Movimiento Regnum Christi a su sucesor Álvaro Corcuera. Actualmente se encuentra retirado.
En 1936 se trasladó a la Ciudad de México para empezar su formación sacerdotal en el seminario dirigido por el Obispo de Veracruz, Monseñor Rafael Guízar y Valencia y a los 16 años de edad fundó los Legionarios de Cristo en 1941, y en 1949 creó el Movimiento de apostolado Regnum Christi.
Recibió la ordenación sacerdotal el 26 de noviembre de 1944, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en México. Dos años más tarde se trasladó a España con el primer grupo de jóvenes que cursarían sus estudios humanísticos en la Pontificia Universidad de Comillas.
En 1950, Maciel instauró el Centro de Estudios Superiores de la Legión de Cristo en Roma. Sería Pablo VI quien en 1965 concedería a la congregación de los Legionarios de Cristo el «Decreto de Alabanza», por el que la congregación era plenamente reconocida en el derecho universal de la Iglesia Católica.
Maciel erigió el Instituto Cumbres de la Ciudad de México, primera obra educativa de la congregación. A este colegio se añadiría, años más tarde, una amplia red de colegios y universidades instituidas por Maciel y los legionarios en varios países del mundo: Argentina, Austria, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, España, Estados Unidos, Italia, Irlanda, México, Suiza y Venezuela.
En los últimos años, Juan Pablo II le otorgó una serie de reconocimientos por su labor social realizada para los católicos hasta que, en enero de 2005, renunció a la reelección de los padres capitulares dejando la dirección general de la Legión y del Movimiento Regnum Christi a su sucesor Álvaro Corcuera. Actualmente se encuentra retirado.