En la página web del periódico estadounidense Post Gazette leemos una interesante opinión sobre las elecciones y la «democracia» en Egipto: «La democratización en Egipto puede esperar otro día, cuando se haya estabilizado la situación en Gaza, cuando Oriente Medio se haya enfriado, si eso ocurre alguna vez». (www.post-gazette.com/forum). Otros gobernantes y medios de comunicación […]
En la página web del periódico estadounidense Post Gazette leemos una interesante opinión sobre las elecciones y la «democracia» en Egipto: «La democratización en Egipto puede esperar otro día, cuando se haya estabilizado la situación en Gaza, cuando Oriente Medio se haya enfriado, si eso ocurre alguna vez». (www.post-gazette.com/forum).
Otros gobernantes y medios de comunicación árabes han propagada argumentos similares. A menudo escuchamos comentarios como: «los árabes no están preparados para la democracia», «cuesta tiempo, ya sabes, es una sociedad dominada por la religión», «después de todo estamos en una situación mejor que la de otros pueblos», «qué alternativa hay: ¿el socialismo? Antes estuvo Nasser y mirad lo que ocurrió».
Esta es la opinión de muchos de los que están influenciados por el pensamiento político burgués. Dicen que podemos conseguir pacíficamente la democracia, paso a paso. Dicen que antes no teníamos esta Infitah (apertura), que tenemos más candidatos a la presidencia, más libertad, etc., Y añaden que a pesar de la ocupación imperialista de Irak, etc., occidente todavía es democrático.
Todos estos argumentos son utilizados para hacernos creer que Egipto hoy ha tenido las primeras elecciones democráticas y multipartidistas, que todo el mundo debería dar la bienvenida a esta situación porque se trata de un tremendo paso adelante. Muchos otros egipcios, especialmente los pertenecientes a la clase media, durante los últimos años han estado pidiendo una verdadera infitah. Pero para sorpresa de los medios de comunicación occidentales, la actual oleada de «movimientos por el cambio en Egipto» han expresado sentimientos «antioccidentales».
¿Qué supondrán estas nuevas elecciones para el 44 por ciento de los egipcios que, según los indicadores del Banco Mundial de 2003, viven con menos de 2 dólares al día? Supongamos por un momento que estas elecciones han sido libres y justas. ¿Cómo tres minutos ante una urna electoral, a diferencia de ocasiones anteriores, como en Marruecos por ejemplo, pueden afectar a las vidas de los millones de pobres egipcios y provocar un verdadero cambio?
El actual dictador, Hosni Mubarak, gobierna Egipto desde 1981 cuando sucedió a Anwar Sadat, que fue asesinado debido a su política hacia Israel. En noviembre de 1981, en un discurso ante la Asamblea del Pueblo, Mubarak expuso su política y el futuro que quería para Egipto: no regresar a los días restrictivos de Nasser, una producción que beneficiara a toda la sociedad, seguirían las ayudas a la alimentación, se reducirían las importaciones de productos de lujo innecesarios y los partidos de oposición estarían permitidos.
Estas palabras de la clase dominante egipcia era un intento de apaciguar a las masas. Era un intento desesperado de evitar otra insurrección. Sólo unos años antes ya habían tenido una prueba de la furia de las masas egipcias. El 18 y 19 de enero de 1977, en un esfuerzo por reducir el coste de las subvenciones, el gobierno aumentó un 21 por ciento los precios de varias mercancías. El resultado fue que estallaron las primeras «revueltas» desde 1952. La insurrección estalló mientas Anwar Sadat estaba de vacaciones en Aswan, al sur del país. La población tomó las calles pero no había ninguna organización capaz de dirigir y después de dos días, cuando los pobres se habían retirado, Sadat sacó al ejército y los tanques a la calle.
¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Ha encontrado Mubarak milagrosamente la vara de Moisés para abrir el Mar Rojo? Echemos una mirada a lo que ha ocurrido desde entonces.
Menos de cinco años después del discurso de Mubarak en la asamblea, en febrero de 1985, estalló una insurrección de cientos de reclutas de las Fuerzas Centrales de Seguridad en El Cairo y otras ciudades. Los reclutas, que vivían en tiendas de campaña escuálidas en Giza (en los alrededores de El Cairo), reaccionaron con furia cuando escucharon la intención del gobierno de ampliar el reclutamiento. Durante varios días quemaron hoteles de turistas, tiendas de vídeo, nightclubs y discotecas. Mubarak tuvo que recurrir al ejército para controlar la situación.
Como dijo correctamente Mustafa Kamel El-Sayed, director del Centro para el Estudio de los Países en vías de Desarrollo , en un artículo titulado ¿Qué hemos hecho con la ayuda de EEUU?: «El desarrollo económico de Egipto no es el principal objetivo, sino más bien la estabilidad del régimen egipcio, que se ha enfrentado en enero de 1977 a una revuelta popular…». (Al-Ahrm Weekly Online, 20-21/6/2001). Egipto es el principal receptor de ayuda estadounidense del mundo después de Israel. EEUU ha concedido a Egipto 117.000 millones de dólares y a Jordania otros 22.000 millones en ayuda extranjera como recompensa por la firma de los acuerdos de paz con Israel.
En realidad, la ayuda militar ha superado la ayuda económica casi en la mitad. Sólo este dato revela bastante el orden de prioridades de los políticos estadounidenses cuando se trata da dar ayuda a Egipto. Este país recibe aproximadamente 1.800 millones de dólares anuales en concepto de ayuda económica y militar norteamericana.
En 1991 Egipto comenzó a implantar un Plan de Ajuste Estructural del FMI y el banco Mundial, a cambio de un préstamos de 300 millones de dólares, un préstamo del Club de París de 28.000 millones de dólares y 15.000 millones en concepto de reestructuración de la deuda.
Egipto ha acelerado la privatización de su enorme sector público, que representa aproximadamente el 70 por ciento del PIB del país, este plan fue anteriormente rechazado por los funcionarios egipcios en los años ochenta. Además, a principios de los años noventa se creó el Fondo Social para el Desarrollo (FSD), con el apoyo de las Instituciones Bretton Woods y otros donantes. La principal tarea de este Fondo fue calmar los efectos del ajuste estructural creando empleos a pequeña escala y el desarrollo de «micro-empresas».
¿Qué se ha conseguido?
Actualmente la deuda nacional de Egipto representa entre el 120 y el 130 por ciento del PIB. El informe del PANUD de 2000 situaba a Egipto en el puesto 119 del IDH (Índice de Desarrollo Humano). En el año 2005 Egipto ocupaba la misma posición.
La mayoría de los 70,5 millones de egipcios (36,5 millones en 1974) se concentran en aproximadamente el 5 por ciento del territorio del país. Esta tierra mayoritariamente agrícola se concentra en el estrecho Valle y Valle del Nilo. La alta densidad de población supone una enorme carga para la infraestructura y los servicios del país, además ha provocado una masiva migración a El Cairo y Alejandría, creando una superpoblación urbana.
Según el gobierno la tasa de desempleo es del 9,3 por ciento, pero fuentes independientes ponen la tasa en más del 20 por ciento. El partido de Mubarak, el Partido Democrático Nacional (PDN) ha prometido crear 4,5 millones de empleos. Karima Koraywm, profesor de economía de la universidad de Al-Azhar, cree que esta procesa cae en el reino del pensamiento utópico. Korayem ha señalado que la «experiencia del Fondo Social para el Desarrollo no ha demostrado ser un éxito. Muchos de los individuos que cogieron préstamos no los han podido pagar. No es sólo una cuestión de financiación» (Al-Ahram Weekley Online. 1-7/9/2005), se trata de un problema de ausencia de apoyo técnico y seguimiento. Pero ¿por qué Mubarak no creó todos estos empleos durante los 24 años que ya lleva en el poder?
Sobre el terreno, la población ha recurrido a otros medios, incluso sobornando a los parlamentarios para poder encontrar un empleo: «El nepotismo está en todas partes, tienes que pagar 10.000 y 15.000 para conseguir un empleo». (Agence France Press y Daily Star, 5/9/2005).
Con unos niveles de analfabetismo del 45 por ciento, las mujeres están particularmente afectadas por el desempleo (el 60 por ciento de las mujeres adultas y el 36 por ciento de los hombres son analfabetos). «Muchas mujeres pobres no tienen carnés de identidad, eso las dificulta el acceso a los servicios. Aunque las mujeres tienen garantizados todos los derechos constitucionales sobre la base de la igualdad, todavía tienen dificultades para participar en la vida económica, el acceso a la educación y los servicios sanitarios, mientras que su participación activa en la política es muy limitada».
Los datos del Banco Mundial sugieren que casi el 50 por ciento del PIB egipcio en 2000 fue generado en el sector servicios. El turismo, que representaba el 4 por ciento del PIB en 2000 y el principal generador de ingresos de la economía, emplea a 2,2 millones de personas, y se vio duramente afectado por los atentados terroristas en EEUU de septiembre de 2001. Según datos oficiales, el crecimiento económico real de Egipto ha caído aproximadamente entre un 5% y un 2,1% al año.
En enero de 2003 el gobierno de Mubarak decidió devaluar la libra egipcia. Como consecuencia, el ya debilitado poder adquisitivo de la clase obrera sufrió otro revés. Como el 72 por ciento de los bienes de consumo, alimentación e industria son importados, los precios del té, el combustible de cocina, el azúcar, el transporte y otros servicios se dispararon. Oficialmente, el valor de los salarios de los 6,8 empleados públicos se ha reducido a la mitad.
«Los pensionistas vieron como se reducían sus pensiones. Los trabajadores de la recogida de basuras vieron como su sustento se iba a empresas sanitarias europeas, las familias de repente se enteraron de que los tasas sanitarias se calcularían según el consumo de electricidad. Los ciudadanos reclamaron pero los tribunales se pusieron a favor de este nuevo sistema incomprensible». (Mona El-Ghobashy, Egypt’s Summer of Discontent. Informe publicado por Middle East Report. 18/9/2003).
Con la invasión de Afganistán y especialmente la de Irak, Egipto ha sufrido más golpes en su economía. Sus exportaciones a Iraq dentro del programa Petróleo por Alimentos perdieron un valor entre 1.200 y 2.000 millones de dólares. Después llegó el último atentado terrosita que ha afectado al sector turístico del país, un pilar de la economía egipcia.
Un régimen represivo
«Las fuerzas armadas egipcias producen dirigentes, los mantienen en el puesto, los utilizan para la influencia Egipcio-Occidental en los países vecinos y les proporciona el talento administrativo para las industrias del país». La economía de Egipto está controlada y dirigida por una clase de oficiales pro-occidental, que utiliza la riqueza del país para mantener su base de poder… A Occidente le gusta la política de este régimen y lo ayuda equipando y manteniendo al ejército y las fuerzas de seguridad». (Said K- Aburish. Brutal Friendship. The West and the Arab Elite. Indigo. 1998. p. 72).
Durante décadas la elite dominante egipcia (desde el golpe de estado de los Oficiales Libres de 1952) ha estado acostumbrada a gobernar a la población con puño de hierro. Mubarak ha hecho su carrera en las fuerzas armadas pero, significativamente, nunca perteneció al movimiento de Oficiales Libres. Eso le convirtió en un buen candidato para dirigir el proceso de desmantelamiento de las reformas del período de Nasser, privatizando y abriendo la economía a Occidente.
El poder ejecutivo en Egipto está vinculado con el Jefe del Estado, el Presidente de la República, que también actúa como el Comandante Supremo de as Fuerzas Armadas. Mubarak introdujo el estado de emergencia en víspera del asesinato de Anwar Sadat. Y recientemente alabó a Ariel Sharon como un socio por la paz, a pesar de que es visto como un criminal de guerra en el mundo árabe. Esto demuestra que Mubarak está preparado a plegarse ante occidente.
Según el Informe de Amnistía Internacional de 2004, los prisioneros de conciencia en Egipto continúan siendo sentenciados a cárcel. «miles de seguidores sospechosos de grupos islamistas prohibidos, incluidos posibles prisioneros de conciencia, son detenidos sin cargos ni juicio; algunos durante años. Otros cumplen sentencias impuestas en juicios injustos ante los tribunales de excepción. La tortura y los malos tratos a los detenidos son algo sistemático. Las penas de muerte continúan».
La Hermandad Musulmana sigue siendo la fuerza de oposición más fuerte de Egipto. Está prohibida desde 1954 cuando sus dirigentes intentaron asesinar a Gamal abd Al-Naser. El régimen ver a la Hermandad como una amenaza para la democracia y la seguridad. En los años cincuenta y setenta el estado egipcio dirigió su maquinaria policial contra el movimiento comunista. Después aplastaron a los islamistas, pero después del ataque al movimiento en los años noventa los islamistas han colaborado bastante con el gobierno.
Sin embargo, a pesar de la represión hay algunos grupos pequeños de izquierda. Cuando la policía arrestó a cinco comunistas en abril de 2003, el oficial de la seguridad del estado Sherif Mahdy Ibrahim Mahmood los describió como miembros clandestinos de una organización comunista que pretende derrocar el régimen existente. Un ingeniero de 35 años, Ashraf Ibrahim, fue detenido y acusado de dirigir una organización ilegal. En un ordenador de Ashraf la policía encontró los siguientes libros: Bolchevismo, el camino de la revolución, Historia del trotskismo británico y Lenin y Trotsky, qué defendieron realmente (obras de Alan Woods y Ted Grant).
Este tipo de reacción refleja no la fuerza del régimen, sino su debilidad. ¿Cómo cinco personas pueden ser una amenaza? El director del Centro Al-Ahram para Estudios Estratégicos y Políticos dijo que todo esto «sonaba a chiste». En realidad, hay un patrón recurrente. Es lo mismo que ocurrió en Túnez y Argelia. El estado, después de «acabar» con los islamistas, empezó a atacar a los activistas sindicales, de izquierdas, de derechos humanos, estudiantes, periodistas, abogados, etc., El nivel de represión se intensificó durante los movimientos de solidaridad con la Intifada y en contra de la guerra de Irak.
¡Occidente promoviendo la democracia!
La declaración de Lord Cromer en la época en que Gran Bretaña dominaba Egipto: «No gobernamos Egipto, sólo gobernamos a los gobernantes de Egipto». (Edward Said. Culture and Imperialism. Vintage. Gran Bretaña. 1994. p. 239) sigue siendo válida actualmente. La única diferencia es que EEUU es el jugador principal en el movimiento de peones, ayudado por las instituciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial que también están dominadas por los estadounidenses.
El principal argumento de George W. Bush y Tony Blair para justificar la invasión de Iraq fue que el régimen de Sadán Hussein tenía armas de destrucción masiva. Los belicistas y los barones del petróleo en Washington y Blair con su camarilla en Londres, dicen que llevar la «democracia» a Oriente Medio es su principal objetivo. Todo esto sólo para encubrir lo que realmente están haciendo. Aquí tenemos la nueva constitución de Iraq, las elecciones en Afganistán, las elecciones municipales en Arabia Saudí y ahora las elecciones en Egipto.
Desde la creación de la mayoría de los países de Oriente Medio por parte de las potencias imperialistas, después del colapso del Imperio Otomano y en víspera de la Primera Guerra Mundial, los dirigentes de Arabia Saudí, Jordania, Líbano, Egipto, Siria y ahora la Autoridad Palestina, así como los del Norte de África, ofrecieron estabilidad a las clases dominante de Occidente.
La «estabilidad» significa que los gobiernos impidan el surgimiento de cualquier fuerza opositora al imperialismo. La estabilidad significa dictadura y represión. También significa mantener el status quo para perpetuar la hegemonía imperialista y el control económico de la región. Hoy, cuando las potencias occidentales, especialmente EEUU y Gran Bretaña, dicen que están luchando por la «democracia» en la región, están – a diferencia de algunos de sus predecesores que lo hacían abiertamente – admitiendo indirectamente que han apoyado regímenes antidemocráticos durante décadas.
Durante los últimos meses se nos ha dicho que «Irak se ha convertido en una democracia». La democracia se consigue cuando hay «elecciones libres y justas». Pero por supuesto, no unas elecciones cualquiera, ¡sólo las bendecidas por el sello de EEUU! 15 de los 16 candidatos que se presentaron a las últimas elecciones en Afganistán dijeron que las elecciones no eran justas. A pesar de esto, como el gobierno estadounidense dijo que eran unas «elecciones justas y libres», se nos quiere hacer creer que hoy Afganistán es una democracia. ¡Esto significa ignorar la esencia y concentrarse en lo superficial!
Con la ocupación de Iraq, y el sufrimiento diario de los palestinos, los regímenes árabes se han vuelto más inestables que nunca e intentan hacer algo para sobrevivir. Las ideas del imperialismo están sembrando la furia y la inquietud en las masas y en las calles. Están buscando la forma de contener esto. Por eso intentan mejorar algunos de los derechos humanos de estos regímenes, o al menos que se vea un cambio. Por supuesto que se impulsará la «democracia». EEUU en sus acuerdos con algunos regímenes árabes, especialmente el egipcio, el saudí y el sirio, se está enfrentando a un dilema real.
Según decía The Economist: «Las potencias occidentales necesitan sostener a los mismos gobiernos árabes que esperan reformar si quieren evitar peligros inmediatos». (The Economist. Democracy for Arabs. 10/6/2004). Pero aquí reside el problema. La reforma podría abrir la puerta a un movimiento más radical que amenaza la propia existencia de estos regímenes. No llevar adelante las reformas podría radicalizar aún más la calle y hacer que los aliados de EEUU fueron más inestables. Todo esto, combinado con el deterioro de las condiciones de vida de la clase obrera y el temor a una nueva revuelta, forma el contexto de la llamada reforma incluidas las «primeras elecciones multipartidistas en Egipto».
En un reciente artículo publicado por la revista de derechas The Economist, se da un buen informe de la realidad de esta «democracia» alabada por EEUU y sus aliados. «No resulta sorprendente que muchos árabes sospechen que las reformas en Egipto y en otras zonas son sólo cosméticas, con la intención principal de calmar a la administración Bush y que alaba activamente la democratización como una herramienta para acabar con el terrorismo».
«Basta decir que la presión estadounidense por la democratización ha sido inconsistente. El programa de ayuda norteamericana significa promover la reforma, la Iniciativa Asociación Oriente Medio, consiguió menos efectivo en un año que lo gastado por EEUU en Iraq en un solo día.
«Muchos árabes piensan que su constitución [Irak] es el resultado de un complot norteamericano para dividir y vencer. La mayoría de los reformistas árabes realizan críticas mucho más cáusticas que las realizadas por Michael Moore a la ‘estrategia para la libertad’ de George W. Bush. La mayoría creen que la sed de petróleo de EEUU supera a sus principios democráticos».
The Economist concluye con una cita de un funcionario egipcio: «Estas elecciones sólo fueron un taladro que el gobierno nunca habría aceptado sin la presión exterior». (The Economist. 9/9/2005).
En realidad – no como dice The Economist – la política estadounidense sí ha sido consistente. Es una política de clase capitalista que sólo se preocupa por sus intereses internos y externos. La ayuda de EEUU a las víctimas del tsunami que afectó al Sudeste Asiático hace unos meses fue el equivalente a tres días de gasto en Iraq. El comportamiento de la clase dominante norteamericana hacia el desastre Nueva Orleans y el tipo de trato recibido por «su propio pueblo» ha destapado la máscara de este sistema cruel.
La elecciones o los «tres minutos de libertad»
A pesar de la naturaleza del régimen egipcio, del extendido abuso de los derechos humanos, la corrupción, la supresión de libertades, la colaboración con el estado imperialista israelí, el periódico británico The Times, por ejemplo, todavía encuentra útil propagar el mismo viejo engaño: «Sin embargo, las elecciones suponen un nuevo capítulo de la historia egipcia, a largo plazo podrían llevar a una mayor democracia…» (The Times. 6/9/2005).
Según Human Rights Watch en un informe publicado antes de las elecciones: «Las primeras elecciones presidenciales multipartidistas en Egipto del 7 de septiembre ha ayudado a abrir un debate público en el país… Pero las principales características de décadas de gobierno autoritario siguen en su lugar, haciendo que las elecciones libres y justas estén totalmente fuera de su alcance…».
En este breve informe de 13 páginas se dice que «el monopolio de la vida política del Partido Democrático Nacional, su vasta red de mecenazgo, el control estatal de los medios de comunicación y las tres semanas de campaña han hecho imposible que estas elecciones reflejen la elección libre del electorado».
En la mayoría de los países de Oriente Medio el partido gobernante, apoyado por los ricos, controla y domina los medios de comunicación, las imágenes del gobernante aparecen en todas partes: en las tiendas, en las calles, en los autobuses, trenes… con todos los recursos a su disposición. En palabras del poeta sirio Nizar Kabbani: «Antara está en todas partes, incluso en nuestros dormitorios y baños. Está omnipresente y es omnipotente».
Cuando se inició la campaña electoral se anunció que los partidos de la «oposición» tendrían unos minutos para hacer oír sus voces y colgar algunos carteles con las imágenes de sus dirigentes. Y si uno de los partidos va más allá del especio permitido, es decir, que reparta panfletos allí donde no tiene derecho a repartirlos, se pueden enfrentar al arresto. Las bandas armadas a sueldo de la policía en los barrios pobres, recibían 20 libras egipcias (2 libras esterlinas) a cambio de sus servicios para aterrorizar a los opositores, otros fueron contratados para sobornar e intimidar a los votantes, una muestra del poder y despilfarro de recursos a gran escala.
Tamer Said, un egipcio de Alejandría, publicó su opinión en Have Your Say en la página web de la BBC y resumió el juego electoral de la siguiente manera: «Debemos afrontarlo, no existía una concepción real. Era un despilfarro de recursos preciosos, que representan un ejemplo de cómo puedes ampliar el sufrimiento de una economía golpeada de muerte por la ignorancia y la corrupción».
En las últimas elecciones hay unos cuantos ejemplos de eso. Mubarak, o el faraón como le llama el periódico Al-Quds Arabi, aunque tiene 77 años, parecía muy joven en todos los coloridos carteles. Sahabi, jefe del partido religioso Umma, dijo que si ganaba las elecciones devolvería la presidencia a Mubarak porque «es un sabio para todos nosotros».
Como era de esperar el «faraón» ganó las elecciones por un gran porcentaje. Sin embargo, en esta ocasión el resultado parece haber escapado al amaño electoral. En realidad, para el 77 por ciento de los votantes que no fueron a votar, lo que parece cierto es que no creían en que las «reformas» anunciadas por el régimen difirieran mucho de otras ocasiones. Algunos se quedaron en casa y otros siguieron el boicot de la Hermandad Musulmana, de algunos partidos de izquierda y del movimiento Kefaya.
«Kefaya» y la democracia
La imagen generalizada del mundo árabe presentada por Albert Hourani parece sombría pero certera: «El vínculo entre el régimen y los grupos sociales dominantes podría volverse frágil. Se podría observar como un patrón recurrente en la historia de Oriente Próximo. Las clases que dominaban la estructura de riqueza y el poder social en las ciudades querían la paz, el orden y la libertad de la actividad económica, apoyarían a un régimen en la medida que les diera lo que ellos quieren, pero no moverían un dedo para salvarle, aceptarían su sucesor siempre que siguiera una política similar». (Albert Hourani. A History of the Arab Peoples. Faber and Faber Ltd. Gran Bretaña. 1991. p. 454).
Kefaya (Suficiente) es un movimiento nuevo creado por un grupo de intelectuales egipcios, incluido el poeta Ahmed Fouad Nejm y el novelista Bahaa Taher. Kefaya ha estado detrás de varias protestas públicas en las calles de los últimos meses. En su Declaración a la nación el movimiento Kefaya expone sus reivindicaciones:
«Elecciones verdaderas que abran la puerta a un cambio democrático, circulación pacífica del poder entre todos los partidos y poderes políticos, conseguir los intereses de la población y salvar a Egipto de la corrupción y la subordinación política y económica… justicia en la distribución de la riqueza nacional, derecho a desempleo, derecho a educación y tratamiento médico gratuito, derecho a vivienda y una vida digna.
La seguridad de la libertad individual se consigue garantizando la libertad humana civil individual, ante todo la que acompaña a la libertad de elección, la libertad de pensamiento, la libertad de intercambio de información, la libertad de organización y expresión… la eliminación de todas las formas de opresión».
El movimiento Kefaya exigen el final del monopolio impuesto de la riqueza y poder. Esto se conseguirá a través de la readaptación de la institución presidencial, es decir, la circulación constitucional del poder, las elecciones libres y directas, etc., corrigiendo la situación legal y judicial de Egipto (eliminando el estado de emergencia y sus leyes, y todas las leyes y tribunales especiales) para garantizar la independencia de la judicatura y garantizando la separación de poderes.
Las reivindicaciones del movimiento obviamente son democrático burguesas. Kefaya es un movimiento de algunas capas de la clase media. Una de las consecuencias de la política neoliberal en Egipto ha sido la reducción de las clases medias. Hay personas, principalmente profesionales, trabajadores de cuello blanco y estudiantes, que han visto como caían drásticamente sus niveles de vida y están descontentos con el gobierno por su postura ante la invasión y ocupación de Iraq, así como por el sufrimiento de sus hermanos en los territorios ocupados. Algunos de ellos han abandonado Egipto en busca de mejores empleos. Hay que mencionar que la Hermandad Musulmana está representada en Kefaya pero como individuos.
Los objetivos de Kefaya son reivindicaciones legítimas que toda la población árabe aspira a conseguir. Sin embargo, la fuerza que históricamente debía defender este programa de tareas democrático burguesas, la burguesía progresista, hace tiempo que abandonó la escena histórica. Las fuerzas que tienen interés y son capaces de provocar este cambio social y político en Egipto, y en todo Oriente Medio y el norte de África, son los campesinos pobres y la juventud dirigidos por la clase obrera.
Hoy en día la democracia en las sociedades capitalistas ha asumido un significado sombrío. Las principales decisiones que afectan a la vida cotidiana de las personas no se toman en tres minutos ante una urna electoral, las toman las instituciones internacionales, las grandes empresas, los terratenientes y los bancos. La democracia en la sociedad burguesa es una democracia de la minoría, sólo de las clases poseedoras. La separación de los poderes ejecutivo y legislativo que defiende el movimiento Kefaya, es decir, una clase de personas que decidan lo que se debe hacer, mientras que otra clase lo cumple, es la forma de democracia de una sociedad de clases.
La democracia real significa que la mayoría decide no sólo en el parlamento, sino también en los centros de trabajo, las fábricas y las oficinas, en el ejército, en las escuelas y en las universidades. Pero esto es posible sólo cuando la clase obrera es dueña de los medios de producción. El movimiento Kefaya no tiene este programa para Oriente Medio, sólo los socialistas tienen interés en luchar por estos objetivos democráticos y de unir a estas capas medias con los trabajadores en la lucha para cambiar la sociedad o participar en otras formas de lucha (movimiento contra la guerra, derechos humanos y movimiento obrero, etc.,).
Los últimos cincuenta años de la historia egipcia demuestran claramente que el «nacionalismo árabe» es incapaz de unificar al pueblo árabe y conseguir un cambio real de la estructura de poder de la sociedad. El movimiento comunista oficial, dominado por las ideas estalinistas y que ha colaborado con la llamada burguesía progresista, traicionó a la clase obrera en toda la región. Por ejemplo, en 1965 la derecha del Partido Comunista de Egipto disolvió el partido y se integró en el régimen de Nasser para servir como una herramienta propagandística. El movimiento islamista, aparte de tener un programa reaccionario, es en realidad un movimiento burgués dispuesto a compromisos con los gobernantes de la región.
El movimiento obrero
Egipto tiene una clase obrera grande y fuerte. Según las cifras de 2004, el 68 por ciento de la fuerza laboral (compuesta por 20,71 millones de personas) se encuentra en la industria y el sector servicios.
Recientemente Middle East Times informaba de que aproximadamente 450.000 trabajadores perdieron sus empleos al principio del programa de privatización que duró desde 1991 hasta el año 2000. El mismo programa incluía planes de jubilación que han provocado despidos en masa.
Legalmente, los trabajadores egipcios tienen derecho a huelga. En la práctica, cualquier acción industrial es severamente reprimida por la Ley Laboral Unificada (Ley 12 de 2003) que afirma que los trabajadores o sindicatos sólo tienen derecho de ir a la huelga u otros tipos de protesta si son aprobadas por la Federación General de Sindicatos (GFTU). Los trabajadores de los sectores público y privado dicen que prácticamente es imposible conseguir esta aprobación.
A pesar de todo el movimiento obrero es desafiante. Según el informe anual del Centro Land para los Derechos Humanos (LCHR), Egipto tuvo 743 protestas obreras desde 1998 a 2003. En 2004 el número fue de 267, un aumento del 200 por ciento. El caso Ora Misr es el último de esta oleada ascendente de luchas obreras: «Los trabajadores aquí no tienen otra opción sino ir a la huelga sin la aprobación legal, estamos ante una ley que niega a los trabajadores el más mínimo derecho sindical». Como decía un activista sindical a Middle East Times: «En toda la historia del Centro (LCHR) no hemos registrado ni un solo caso donde el GFTU aprobara la huelga». (19/8/2004).
En otro caso, el de la Empresa Eléctrica Egipcia, cuyos empresarios huyeron al extranjero dejando tras de sí enormes pérdidas y deudas, los trabajadores de la empresa organizaron manifestaciones, después ocuparon la fábricas y llevan seis meses gestionándola ellos mismos.
Los sindicalistas militantes regularmente se enfrentan a la represión de las fuerzas de seguridad del Ministerio de Interior. El sábado 30 de julio de 2005, por ejemplo, el coordinador general del Centro para los Servicios Sindicales y de Trabajadores (CTUWS), Kamal Abbas, sufrió un ataque brutal en El Cairo.
Kefaya ha atraído el apoyo de trabajadores profesionales. Sin embargo, los trabajadores normales, que forman el grueso de la fuerza laboral, han ignorado este movimiento. Por esa razón es urgente crear un verdadero movimiento sindical independiente.
«El gobierno está privatizando todo el sector público, incluso se habla de privatizar el Canal de Suez… Propongo que lancemos nuestra propia federación sindical independiente en julio, coincidiendo con los acontecimientos que conmemorarán la revolución egipcia», estas son las palabras de un parlamentario, El-Badry Fraghali (Al-Ahram Weekly. 16-22 de junio de 2005).
Como se suele decir, ‘las viejas costumbres deben desaparecer’, pero aprendiendo de las experiencias anteriores y vinculado con el surgimiento de un nuevo movimiento obrero militante, a la nueva generación de jóvenes que se oponen al capitalismo y al imperialismo, el movimiento obrero encontrará su camino y aprovechará las oportunidades que se presentarán en el próximo período.
El actual malestar que rodeó a las últimas elecciones es simplemente un reflejo de un proceso más profundo que se está desarrollando en la sociedad egipcia. No podrán contener demasiado tiempo a las masas. El sufrimiento de las masas no se aliviará simplemente porque haya más candidatos a la presidencia. Las masas pedirán más y en algún momento la poderosa clase obrera egipcia pondrá su sello en los acontecimientos.