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Enviada de la ONU se une a sus predecesores en el «cementerio de diplomáticos» de Myanmar

Fuentes: The Irrawaddy
Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

Bajo el anterior régimen militar, Myanmar era conocido como un «cementerio diplomático», principalmente por el fracaso de las misiones de la ONU en el país en cuestiones que iban desde la asistencia humanitaria hasta la reconciliación nacional entre los antiguos miembros de la junta y sus opositores democráticos, principalmente la líder Daw Aung San Suu Kyi, ahora destituida y detenida.

Esa mala reputación persiste para el país, que vive un nuevo episodio de gobierno militar desde febrero. Se lo pueden preguntar a Christine Schraner Burgener.

El martes, la diplomática de 58 años, que ha sido enviada especial de la ONU para Myanmar desde 2018, reconoció que es la última en ser enviada al cementerio, tuiteando que sus esfuerzos para facilitar un «diálogo inclusivo en el interés del pueblo birmano no fueron bienvenidos por los militares», confesando así su fracaso en los intentos de meses, tras la toma de poder, de persuadir a los líderes golpistas en Naypytaw para dialogar y encontrar solución a la actual agitación política y social causada por el golpe. El mandato de la diplomática terminará pronto.

«Lamento la evidente falta de voluntad para una solución pacífica, que podría haber evitado que otras partes interesadas sintieran que no tienen más remedio que recurrir a medios violentos», escribió la diplomática suiza.

Tiene razón en sentirse arrepentida, sobre todo tras el fracaso de sus «varias conversaciones» y su «larga comunicación» por teléfono con Soe Win, segundo responsable del régimen en Naypyitaw, a quien instó a dialogar.

Otro golpe a sus esfuerzos lo asestó el Gobierno de Unidad Nacional (NUG, por sus siglas en inglés) en la oposición de Myanmar con su reciente declaración de rebelión contra el régimen. Este gobierno paralelo, formado en gran parte por representación electa del gobierno destituido de la Liga Nacional para la Democracia o NLD, liderado por Daw Aung San Suu Kyi, y sus alianzas con las minorías étnicas, razonó que no tenía otra opción que recurrir a la resistencia armada, debido al «fracaso diplomático» de presión al régimen para que pusiera fin, entre otras atrocidades, a sus asesinatos y detenciones arbitrarias de civiles, y devolviera a la NLD el poder político del que se había apoderado mediante el golpe de estado. Para alguien que ha abogado por una «solución pacífica» en Myanmar, nada puede ser más decepcionante que saber que la mayoría de la ciudadanía birmana abraza de corazón la llamada a las armas del NUG.

La población de Myanmar tiene buenas razones para apoyar la declaración del NUG. Cuando Schraner Burgener pulsó «tweet» el martes, en su mensaje de disculpa sobre su misión fallida en Myanmar, 1.089 personas habían sido ya asesinadas por el régimen desde febrero y otras 6.477 detenidas. La experiencia de primera mano de la brutalidad de los regímenes que siguieron a los golpes de estado de 1962, 1988 y ahora en 2021, hace que muchas personas en Myanmar sean hoy escépticas de los enfoques no violentos o pacíficos que favorece la comunidad internacional. Históricamente, esos medios han demostrado ser ineficaces a la hora de enfrentar a militares corruptos ostentando el poder en Myanmar.

Como enviada especial de la ONU a Myanmar, Schraner Burgener habló por primera vez con el número 2 del régimen tres días después de la toma del poder. Durante su llamada telefónica al Vice-General Soe Win, le advirtió que las naciones del mundo y el Consejo de Seguridad de la ONU «podrían tomar medidas muy enérgicas» contra el régimen y que el país quedaría aislado.

«Estamos acostumbrados a las sanciones y hemos sobrevivido a ellas en el pasado. Tenemos que aprender a caminar con sólo unos pocos amigos», fue la respuesta de Soe Win, según informó la enviada especial en marzo, durante una conferencia de prensa.

Desde entonces, dijo la diplomática, ha hablado varias veces con el segundo comandante en jefe, a quien describió como «siempre dispuesto a atender mi solicitud de reunión» para llevar a cabo «discusiones francas y abiertas». Intentó obtener el permiso del régimen para visitar el país, pero fue en vano. Al mismo tiempo, continuaba la ola de asesinatos en el país por parte del régimen militar. A pesar de su condena del golpe de estado y de las atrocidades posteriores, la ONU se mostró irrelevante en la cuestión de Myanmar, ya que China y Rusia se opusieron a cualquier resolución crítica del régimen propuesta en el Consejo de Seguridad.

En su esfuerzo por encontrar una solución pacífica a la crisis política de Myanmar mediante el diálogo, Schraner Burgener se puso en contacto con todas las partes interesadas. Dijo que las organizaciones armadas de las minorías étnicas del país, «en su mayoría, veían de forma positiva la idea del diálogo», mientras que la membresía del NUG estaba «interesada, aunque sin duda presentaría condiciones previas para empezar a dialogar». Cuando presentó su idea de diálogo inclusivo durante su larga conversación de julio con el segundo al mando general Soe Win, «no recibí ninguna respuesta: ni positiva ni negativa», recordó la enviada especial en agosto, durante una sesión informativa con periodistas.

Por el momento, y a pesar de los desaires del régimen, la enviada especial se ha abstenido de exponer duras críticas, aparte de condenar la represión de manifestantes. Cuando la junta le negó la petición de visitar Myanmar, no se lo tomó nunca como mensaje de que no querían hablar más con ella.

«Supuse que la gente en las calles se animaría con mi presencia en el país, y eso es algo que el ejército no quisiera ver», comentó Schraner Burgener, como si conociera el pensamiento del régimen, lo cual es probable tras sus varias conversaciones con Soe Win a lo largo de los meses. Sería interesante conocer su opinión sobre la segunda persona más poderosa de la junta militar birmana, ya que las reuniones con Soe Win deben haberle dejado alguna impresión: ¿cree que es un militar moderado o de línea dura?

Con el tuit del martes, Schraner Burgener ha hecho pública su opinión de que el régimen de Myanmar carece de una voluntad clara para encontrar una solución pacífica, mediante el diálogo, a la crisis que vive el país. Sin embargo, debió haber visto antes la escritura en la pared. En agosto, cuando el general de división Min Aung Hlaing se nombró a sí mismo primer ministro, la diplomática dijo que el general intentaría mantener su control sobre el poder. La anulación, por parte de la junta, de los resultados de las elecciones de noviembre de 2020 ganadas por el partido de Daw Aung San Suu Kyi, hizo que la diplomática de la ONU expresara su temor de que la NLD fuera pronto disuelta.

Bertil Lintner, periodista sueco que ha cubierto Myanmar durante décadas, informó que el llamamiento al diálogo estaba condenado a fracasar desde el principio, ya que la junta solamente estaba interesada en mantener el poder, no en entablar conversaciones o en entrar en compromisos con la oposición.

«No es, por tanto, de extrañar que la ciudadanía de Myanmar haya recurrido a la lucha armada contra la junta», comentó.

Todavía el mes pasado, la diplomática suiza esperaba que el nombramiento reciente del representante especial de la ASEAN para Myanmar propiciara un diálogo inclusivo, ya que el régimen aprobó el nombramiento. El enviado de la ASEAN pidió una tregua en Myanmar. Pero, con la declaración de guerra del NUG y los ataques continuos del régimen contra la población civil del país, el llamamiento a la tregua de Erywan Yusof no tuvo éxito.

Schraner Burgener ha tardado casi siete meses en ver la auténtica cara de los militares gobernando Myanmar. Con ello, entra a formar parte del cementerio diplomático. Un epitafio perfecto para ella sería: «Nunca pierdas el tiempo con los generales de Naypyitaw». Yusof, sin duda, será pronto su vecino.

Fuente original en inglés: https://www.irrawaddy.com/opinion/analysis/un-envoy-joins-her-predecessors-in-myanmars-graveyard-of-diplomats.html