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Error de los medios occidentales al decir que el periodismo independiente en Myanmar es “propaganda”

Fuentes: The Irradawy
Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

Los medios de comunicación independientes de Myanmar están informando de todas las pérdidas de vidas y bienes de las personas que se oponen activamente a la junta militar, así como de civiles.

El reciente artículo de The Economist titulado «La resistencia de Myanmar corre el riesgo de creerse su propia propaganda» es engañoso y deshonesto al afirmar que los «medios de comunicación birmanos están pintando una imagen demasiado optimista de la guerra».

En realidad, los medios de comunicación independientes de Myanmar están informando de todas las pérdidas de vidas y bienes de las personas que se oponen activamente a la junta militar, así como de civiles. También informa, a medida que se producen, de las bajas entre las Fuerzas de Defensa Popular (las PDF, por sus siglas en inglés) y entre las organizaciones armadas de las minorías étnicas, normalmente en las primeras 24 horas, y con un alto nivel de precisión.

Podemos leer mucho más sobre las pérdidas de combatientes de la resistencia en Myanmar de lo que podemos leer sobre las pérdidas del ejército ucraniano en la guerra con Rusia. Sin embargo, no he notado que The Economist critique a los medios de comunicación ucranianos (o a cualquier medio internacional que tenga una presencia significativa en Ucrania) por no informar sobre las pérdidas militares ucranianas. La información de los medios de comunicación ucranianos constantemente resalta, por canales múltiples, las bajas rusas y las pérdidas de equipamiento mientras que, simultáneamente, encubre el número de bajas de soldados ucranianos muertos, heridos o capturados. Esto, sin embargo, se acepta con total normalidad por los medios de comunicación occidentales, The Economist incluido.

El artículo de The Economist afirma que los medios independientes de comunicación de Myanmar pintan una imagen propagandística de la guerra en el país. Esto es inexacto o, por lo menos, muy poco sincero.

Sigo a diario varios medios de comunicación independientes, tanto en birmano como en inglés: The Irrawaddy, DVB, Mizzima, Khit Thit Media, Myanmar Now, entre otros, por lo que sé que ninguno de ellos presenta un retrato propagandístico del conflicto. Casi todos los días vemos fotos, vídeos y textos que muestran civiles muertos, casas quemadas, propiedades destruidas. Vemos imágenes de combatientes muertos de las PDF o de los ejércitos de las minorías étnicas, y leemos noticias sobre sus funerales. Leemos sobre las dificultades económicas, las personas desplazadas y sobre la ayuda humanitaria que no se ha recibido.

Los medios de comunicación independientes de Myanmar informan con bastante rigor sobre la dura y trágica situación del país. Hay que tener buen estómago para seguir los medios de comunicación independientes, debido al nivel de trauma al que uno se expone al leerlos o verlos. No hay propaganda en los informes sobre el terreno.

Es cierto que los medios de comunicación independientes también informan con bastante detalle sobre el heroísmo y la determinación del movimiento de resistencia, así como sobre las pérdidas del ejército de Myanmar, porque esa es también la realidad sobre el terreno. Y sí, los medios de comunicación rinden homenaje a los soldados de las PDF y de las minorías étnicas muertos como héroes que han sacrificado, en la mayoría de los casos, sus jóvenes vidas para liberar al país del terror y la opresión del régimen militar. Y los medios de comunicación culpan a la junta militar y al ejército por sus atrocidades y crímenes. Lo hacen con emoción, pero sin distorsionar ningún hecho. No hay nada «propagandístico» en informar de los crímenes y atrocidades o en identificar a quién hay que culpar por ello con indignación y rabia. Calificar eso como una «imagen demasiado optimista de la guerra» es inexacto e injusto.

Un periodista sentado en la oficina londinense de The Economist, o en una sala con aire acondicionado en Singapur o Bangkok, con seguridad no se ha acercado a los lugares donde la junta militar está llevando a cabo «operaciones de limpieza», o a las cárceles en donde el régimen mantiene detenidas a más de 13.000 personas por oponerse pacíficamente a la toma del poder militar. Y ese mismo periodista adopta una postura de superioridad moral al criticar a los medios de comunicación independientes locales por no ser lo suficientemente profesionales, alegando que no son capaces de «averiguar los hechos sobre el terreno». Pero sí lo son.

La mayoría de los equipos de periodistas operan en territorio controlado por la junta militar y continúan su trabajo con extraordinaria valentía aun a sabiendas que, si se les detiene, probablemente se les torture esa misma noche. Algunos de los equipos de redacción se encuentran en territorio controlado por las fuerzas armadas de las minorías étnicas y, un pequeño número, está en el extranjero. Incluso los que están fuera de Myanmar continúan su trabajo bajo riesgo e inseguridad considerables, porque a menudo no tienen documentos adecuados para los países en los que están y no se les ha ofrecido el estatus de persona refugiada ni ningún otro tipo de protección.

Han pasado 15 meses desde el golpe de estado y los medios de comunicación independientes ocupan un lugar destacado en la lista de objetivos del régimen militar. A pesar de ello, solo una veintena de periodistas birmanos ha recibido el asilo y la protección de países democráticos. Es un comportamiento hipócrita por parte de países que alaban su propio compromiso con la democracia y los derechos humanos. La inmensa mayoría de los periodistas independientes de Myanmar siguen informando en una situación extremadamente precaria, sin protección, con poco o ningún salario y bajo un enorme riesgo. E informan, cada día, todos los hechos relevantes que ocurren en el país, siempre con doble verificación de al menos dos, a menudo tres, fuentes distintas.

Sí, personas birmanas no profesionales se han convertido en una parte importante del ecosistema periodístico en muchos lugares en los que, debido a la dureza de la dictadura y a la brutalidad de la guerra, los modos estándar de informar son casi imposibles, y la mayoría de los medios internacionales de prestigio, como The Economist, no tienen representación sobre el terreno. En esta situación, el periodismo independiente está realizando un trabajo extremadamente importante de doble comprobación, filtrado, recopilación y «profesionalización» del flujo de imágenes en bruto, fotos amateur y fragmentos de información. Se merece reconocimiento y elogios por este importante trabajo, no culpas y críticas infundadas desde una oficina con aire acondicionado en algún lugar de Londres, Bangkok o Singapur.

El o la periodista que ha escrito el artículo en The Economist no ha citado, por desgracia, a ningún profesional del periodismo independiente de Myanmar. Dudo que haya hablado con alguno. El único periodista birmano mencionado y citado es un conocido colaborador y fotógrafo de los medios de comunicación occidentales que hace un muy buen y valiente trabajo, pero que no puede representar ni hablar en nombre de todos los medios de comunicación independientes de Myanmar.

Al final del artículo, el/la periodista califica a los medios de comunicación independientes de Myanmar como «esos canales», una simplificación que sitúa a The Economist en el mismo nivel de los medios de comunicación estatales controlados por la junta militar, que sistemáticamente difunden desinformación, mentiras flagrantes y propaganda simple y estúpida.

Uno esperaría algo mejor y más responsable en la información ofrecida por una fuente como The Economist.

Igor Blazevic es principal asesor del Centro de la Sociedad Civil de Praga. Entre 2011 y 2016 trabajó como jefe de profesorado del Programa de Iniciativas Educativas en Myanmar.

Fuente original en inglés: https://www.irrawaddy.com/opinion/guest-column/western-media-wrong-to-say-independent-journalism-in-myanmar-is-propaganda.html