Todos los indicios parecen confirmar que los dueños del dinero decidieron ya ir a fondo en la guerra contra Rusia.
Durante la cumbre del G7, que se realizó del 13 al 15 de junio en Borgo Egnazia, Apulia, Estados Unidos y sus acólitos de la OTAN tomaron tal determinación y unos días después vino el ataque a civiles que descansaban en una playa de Sebastopol, Crimea, utilizando misiles ATACMS y bombas de racimo.
El presidente Vladimir Putin y su ministro de asuntos exteriores, Serguéi Lavrov, no dejaron espacio para la duda al señalar a Estados Unidos como el responsable directo, y al asegurar que la agresión tendría consecuencias. Una vez que con sus acciones la Casa Blanca traspasó la última de las líneas rojas marcadas por el Kremlin, lo que se espera es una respuesta de Rusia contra posiciones de la OTAN que podría producirse fuera de Ucrania, ya sea en blancos localizados en Europa o en otras zonas del mundo.
Del 9 al 11 de julio tendrá lugar en Washington, DC la cumbre anual de la OTAN, por lo que Estados Unidos está llevando al límite las provocaciones con la intención de precipitar una reacción militar defensiva mayor por parte de Rusia y “legitimar” así un cambio de escala en el enfrentamiento contra aquel país.
La creciente amenaza de EEUU sobre Rusia
Lo que estamos presenciando en estos días es el momento culminante de la obsesiva carrera del poder oligárquico y político-militar estadounidense por alcanzar la destrucción de la nación rusa. Desde hace casi tres décadas, el grupo endogámico que controla las decisiones en Estados Unidos —cara visible del capital financiero occidental— inició una ofensiva para reforzar la hegemonía del Imperio. Se trata de sujetos ensimismados que no toleran que alguien se oponga o contradiga sus ideas fijas; desdeñan a los expertos en inteligencia militar y geoestrategia y prefieren tomar ellos mismos las decisiones, aún sin el conocimiento especializado que el sentido común estimaría indispensable cuando se trata de decidir el destino de la humanidad, de ahí el peligro extremo en el que nos encontramos.
Durante las negociaciones de febrero de 1990 en Moscú, Estados Unidos se habría comprometido con la Unión Soviética a no extender la OTAN hacia este de Europa a cambio de que el presidente Mijaíl Gorbachov diera su visto bueno a la reunificación de Alemania. Sin embargo, en 1999 Bill Clinton promovió la adhesión de Polonia, Hungría y la República Checa a la alianza atlántica. Durante su visita a Moscú en el año 2000, Putin discutió con el presidente de Estados Unidos la opción del ingreso de Rusia a la OTAN, pero su propuesta no tuvo eco en Occidente. Ya desde entonces el Imperio había tomado la decisión de enfrentar y destruir al que siempre ha considerado su enemigo, por lo que en los años siguientes la OTAN duplicó el número de sus miembros hasta alcanzar un total de treinta y dos.
Además del cerco territorial, las agresiones de Estados Unidos y la OTAN en contra de Rusia se han diversificado y han venido creciendo en intensidad y frecuencia. Entre las más importantes están las siguientes:
- Provocaron el golpe de Estado del 2014 para comenzar a alterar la neutralidad de Ucrania, acercándola a la alianza atlántica
- Entre el 2014 y el 2022, armaron y fortalecieron a los nazis ucranianos para lanzarlos contra la población de origen ruso en la región del Donbás, en la frontera con Rusia
- Después de largas y difíciles negociaciones en 2014 y 2015, la OTAN burló a Rusia y rompió los acuerdos de Minsk I y Minsk II para la pacificación en Ucrania, con el objetivo de ganar tiempo y fortalecer militarmente a los ejércitos nazis en ese país
- A partir del año 2015 incrementaron las presiones para el ingreso de Ucrania a la OTAN, las cuales llegaron a su clímax el 28 de junio de 2021 cuando fuerzas ucranianas y de la OTAN iniciaron ejercicios navales conjuntos en el Mar Negro, ya bajo el gobierno de Volodimir Zelenski
- Durante la conferencia sobre seguridad que se celebró en Múnich los días 11 y 12 de febrero del año 2022 Zelenski señaló su pretensión de adquirir armas nucleares, lo cual fue interpretado por Rusia como una amenaza que encendió las luces rojas en el Kremlin
- Dado que la instalación de dispositivos nucleares en la frontera con Rusia (a tan solo cinco minutos de Moscú) representaba una afrenta inadmisible, el 24 de febrero de 2022 el Kremlin dio paso a la Operación Militar Especial en Ucrania con la finalidad de desnazificar y liberar las zonas prorusas del oriente de ese país
- La OTAN aprovechó la oportunidad para enfrentarse en una guerra proxy contra Rusia y tomó el mando militar mediante la formación del Grupo de Contacto para organizar la ayuda occidental en materia de armas a Ucrania
- Desde el inicio del conflicto, la OTAN ha aplicado contra Rusia más de quince mil sanciones con el propósito de debilitarla económicamente y desestabilizarla políticamente hasta lograr sustituir el gobierno de Putin por uno favorable a sus intereses
- La OTAN echó mano de decenas de miles de millones de dólares para alimentar el conflicto en Ucrania contra Rusia y congeló activos financieros de ese país por una suma cercana a los 300 mil MDD, que ahora están utilizando ilegalmente para reforzar la ayuda militar
- A lo largo de casi dos años y medio, Estados Unidos y la OTAN han enviado en forma masiva mercenarios, equipos militares y artillería a Ucrania, y han introducido a su territorio miles de asesores para comandar la guerra
- Desde el inicio de la Operación Militar Especial, los sistemas de inteligencia y la infraestructura bélica para la planificación y la ejecución de la estrategia general de guerra y de las acciones de ataque (telecomunicaciones, satélites, inteligencia artificial) han sido proporcionadas por la OTAN
- Estados Unidos auspició el sofisticado operativo para la destrucción de tres de los cuatro gasoductos principales del Nord Stream 1 y 2, con el propósito de obligar a Europa (en particular a Alemania) a consumir gas natural licuado estadounidense en sustitución del gas natural ruso1.
El acoso de Occidente a Rusia es producto de una estrategia diseñada por Washington. Un informe confidencial de la Rand Corporation —hecho público en el año 2019— deja en claro que Rusia es un poderoso adversario de Estados Unidos en cuestiones clave, por lo que resulta indispensable ejecutar acciones que presionen sobre sus vulnerabilidades para obtener ventajas. En dicho documento se exponen las rutas que Washington y sus aliados deberían seguir en ámbitos como el económico, el político y el militar, con la finalidad de tensionar la economía y el aparato de guerra de la Federación Rusa y desestabilizar políticamente el régimen, dentro y fuera de sus fronteras.2
La resistencia de Rusia
Rusia logró contener la ofensiva bélica de la alianza atlántica. Ha causado más de 600 mil bajas a las fuerzas de Ucrania y ha destruido la mayor parte de su armamento y del proporcionado por la OTAN. La superioridad militar de Rusia es clara en todos los terrenos.
Las sanciones no debilitaron a Rusia sino que la fortalecieron, de manera tal que su economía, su cohesión política interna y su presencia internacional son hoy más sólidas que nunca. La nación euroasiática diversificó su estructura productiva y consolidó su sector militar industrial; además, dinamizó su agricultura, reorientó sus exportaciones energéticas y selló acuerdos de comercio e inversión con múltiples países, destacadamente con China. Los BRICS se han transformado en el organismo clave a partir del cual se está edificando un nuevo orden multipolar, y muestra de ello es que más de sesenta naciones han manifestado su interés por integrarse al organismo. La Organización para la Cooperación de Shanghai, en la que participan los países clave del nuevo espacio euroasiático, también se ha fortalecido. El liderazgo político, económico, comercial y financiero de Rusia, de la mano de Irán, China, India, Arabia Saudita y el resto de los BRICS, es ahora el referente mundial, y ha desplazado al Grupo de los 7 y a la OCDE como centro de gravedad en el escenario internacional. Los acuerdos con África, Corea del Norte y Vietnam, el debilitamiento del dólar en los intercambios comerciales entre naciones del grupo BRICS, así como el fin del acuerdo del petrodólar entre Estados Unidos y Saudi Arabia, son misiles que han golpeado en la línea de flotación de la hegemonía estadounidense.
Moscú ha mostrado una superioridad militar incontrastable en guerra convencional, pues ha frenado y luego derrotado a un enorme contingente humano apoyado con los recursos armamentísticos de la OTAN en su conjunto. Es admitido incluso por importantes voceros de Occidente, que sus sistemas de misiles son capaces de portar explosivos convencionales u ojivas nucleares, y no pueden ser interceptados por los más avanzados sistemas antimisiles de Estado Unidos o de algún otro país de la alianza atlántica. En su respuesta al ataque a su embajada en Siria, Irán evidenció que sus misiles hipersónicos no pudieron ser detenidos por la fuerza combinada de Estados Unidos e Israel. Pero los misiles intercontinentales de Rusia son aún más letales: los Samart de 200 toneladas tienen un alcance de 18.000 kilómetros y están equipados con múltiples ojivas, y los misiles hipersónicos Kinzhal alcanzan una velocidad de Mach-10 mientras maniobran para atravesar sistemas antiaéreos3.
Los líderes globalistas, obsesionados con la permanencia a toda costa del sistema unipolar, pasan por alto datos reveladores: olvidan que en los países localizados al interior de su órbita solo habita alrededor del 15% de la población mundial, y que sus economías se encuentran en franca decadencia productiva, comercial y tecnológica. En contraste, del lado del mundo multipolar vive el 85% de la población, y China, el líder económico indiscutible del bloque emergente, ha logrado incorporar dentro de la nueva ruta de la seda a más de ciento cuarenta países.
Con la provocación de la guerra en Ucrania, Estados Unidos no logró el desmoronamiento de Rusia. Por el contrario, el presidente Putin está más fuerte que antes del conflicto (hace unas semanas se reeligió con el 87% de los votos a su favor), de ahí la desesperación de la élite occidental.
Occidente parece desesperado y sin brújula
En medio de una épica tormenta y sin puentes a la vista, Estados Unidos y la OTAN se aventuran a cruzar el Rubicón. Detrás de Blinken y Biden, de Macron, Sunak, Scholz y Ursula von der Layen se esconden sus dueños, es decir, los grandes magnates financieros que no están dispuestos a perder ni un ápice de su hegemonía a escala global. Más precisamente, ya la perdieron, pero pretenden recuperarla por la vía de la fuerza, ahí, en cualquier territorio del mundo en el que tengan que hacerlo. Al utilizar a Europa como escenario de guerra, intentan de nueva cuenta la destrucción de Rusia y la conquista de sus muy apetecibles y cuantiosos recursos.
Para tener éxito, sin embargo, Europa requiere municiones, armas y soldados en cantidad suficiente, además de una estrategia bien diseñada que asegure la victoria. Ninguna de estas premisas parece cumplirse a cabalidad. La OTAN ha sido incapaz de abastecer siquiera la necesidad de proyectiles balísticos en Ucrania, dado que produce apenas un tercio de las municiones que Rusia en solitario está en condiciones de poner en el frente (un cuello de botella que será infranqueable en caso de expansión del conflicto a otras zonas del continente). Muchas dudas existen acerca de la potencia bélica europea, a la luz del deficiente desempeño del armamento alemán y estadounidense en el territorio ucraniano y del rezago en la calificación de su personal militar frente a la evidente ventaja que los soldados rusos han alcanzado después de más de dos años en el campo de batalla.
A esto hay que agregar que la economía de Europa se especializa en servicios, y que el giro hacia una economía de guerra para la producción de armamento podría llevar varios años, y eso en el supuesto de que logre obtener el financiamiento necesario. El establecimiento manufacturero europeo de mayor relevancia (localizado en Alemania) muestra signos de franca decadencia, debido en buena medida a que las sanciones contra Rusia han desatado un proceso de desindustrialización y han afectado de múltiples formas las estructuras productivas y los sistemas financieros de los países del llamado viejo continente.
Como un maquinista enloquecido y sin control de la locomotora, el pequeño grupo que detenta el poder en Washington arrastra velozmente al mundo hacia la guerra caliente. Están convencidos de que pueden destruir, fragmentar, desestabilizar a Rusia y romper su alianza con China. Pretenden, asimismo, dinamitar el poder multipolar que emerge en Eurasia alrededor de los BRICS, y se apresuran para intentar apuntalar a un dólar que pierde día a día su estatus como divisa dominante. No tienen una estrategia coherente porque los calculados movimientos de Putin los han dejado desnudos y a la deriva. En lugar de ver la realidad y sentarse a negociar, lo único que se les ocurre es escalar un conflicto en el que ya han sido virtualmente derrotados. La soberbia de los representantes de la élite globalista les impide aceptar las nuevas condiciones en la correlación de fuerzas, y emprenden una fuga hacia adelante que lo único que consigue es acelerar aún más su debilitamiento.
Estados Unidos autorizó a Ucrania la utilización de los misiles y cohetes de largo alcance de la OTAN —HIMARS, Storm Shadow, ATACMS, SCALP-EG— para atacar a Rusia en su propio territorio. Es una decisión extremadamente peligrosa, pues podría provocar la propagación de la guerra hacia el resto de Europa y al mundo entero. De hecho, en la segunda quincena de mayo, la mecha la encendió el ataque con drones a dos estaciones del sistema de alerta nuclear temprana de Rusia. Dichos complejos (que disponen de radares Voronezh-DM), se localizan en Armavir y Orsk, muy lejos del frente de batalla en Ucrania, a 600 y 1,500 kms de las tropas enemigas más cercanas. Sumado a ello, el ataque contra civiles que descansaban en una playa de Sebastopol en Crimea, utilizando misiles ATACMS equipados con ilegales bombas de racimo, forzó a Putin a señalar a Estados Unidos como responsable directo.
El gran problema de este tipo de ataques es que no se originan en Ucrania, sino en los sofisticados dispositivos militares y en los satélites pertenecientes a EEUU y demás países de la OTAN, los cuales se encuentran desplegados fuera del territorio de Ucrania. Esto quiere decir que Rusia podría responder atacando posiciones estratégicas de la OTAN en cualquier lugar del mundo en el que se encuentren, ya sea Estonia, Lituania, Letonia, Polonia, Francia, Alemania, Gran Bretaña o donde corresponda. Estados Unidos transgredió así la última línea roja y todo indica que no se detendrá. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, anunció que la OTAN planea establecer bases militares en Polonia, Rumanía y Eslovaquia para coordinar el suministro de armas a Ucrania. Por si fuera poco, varios gobiernos europeos iniciaron ya los preparativos para reestablecer el servicio militar, y solo es cuestión de tiempo para que varias decenas de aviones F16 de fabricación estadounidense se incorporen activamente a las acciones bélicas en Ucrania, intensificando con ello un tipo de escalada inadmisible para el Kremlin.
Dentro y fuera del gobierno de Rusia son muchos los que piensan que ya ha sido suficiente y que es inaplazable una respuesta contundente. Pero Putin ha resistido las presiones porque sabe que tomar acciones militares en esa dirección solo favorecería la estrategia del enemigo, de ahí su comportamiento extremadamente cauteloso frente a las constantes provocaciones de la OTAN. La cuerda, sin embargo, se ha tensado al máximo y las constantes y más agresivas provocaciones reducen sin duda el margen de maniobra del mandatario ruso. ¿Qué tipo de respuesta podría esperarse de Rusia? ¿Cerrará el espacio aéreo en el Mar Negro? ¿Atacará masivamente Kiev? ¿Destruirá los aeropuertos e instalaciones de apoyo logístico a Ucrania en Polonia y otros países de la región? ¿Inutilizará los satélites de apoyo a los operativos militares de la OTAN contra el territorio de Rusia? ¿Destruirá infraestructuras en posiciones lejanas de la OTAN como el Peñón de Gibraltar o las Malvinas? Es una incógnita, aunque Putin ya mueve sus piezas en Corea del Norte, Vietnam, Irán, Cuba, África, los BRICS y otros espacios.
¿A qué apuestan los líderes de la OTAN?
No sabemos a qué apuestan en Occidente. Sin embargo, dado lo irracional y desbocado de su arremetida, podemos especular que estarían convencidos de que Putin está blofeando y que, en todo caso, una eventual respuesta por parte de Rusia se limitaría al uso de armas convencionales y no nucleares.
Washington parece estar dispuesto a que el incendio bélico se extienda a otras zonas de Europa sin importar la posible devastación. Y esto es así, porque la eventual destrucción de sus infraestructuras e instalaciones energéticas y militares sería funcional con su objetivo de forzar la ruptura de todo tipo de lazos de sus aliados europeos con China, Rusia y otras naciones del próximo y lejano oriente.
Dado que aún con el apoyo de EEUU Europa no parece tener la capacidad militar para sostener un enfrentamiento bélico de largo aliento contra Rusia, en Washington parecen estar dispuestos a apostar por un encontronazo de corta duración, con la finalidad de modificar la correlación actual de fuerzas que les es desfavorable. Entre otras cosas, los dueños del dinero —auxiliados militarmente por sus aliados políticos y militares en Washington, Londres, Bruselas y Frankfurt— podrían aprovechar el momento para desconocer o renegociar la monumental deuda de Occidente, que ya es superior a los 300 billones (trillions) de dólares. De igual forma, dada la excepcionalidad de los acontecimientos, estarían en mejores condiciones para frenar de mala manera la carrera de Donald Trump rumbo a la Casa Blanca en noviembre, pues no hay que olvidar que el candidato republicano se ha posicionado abiertamente en contra del complejo militar-industrial, Wall Street y el Estado profundo, además de que ha prometido parar de inmediato la guerra en Ucrania y restar poder a la OTAN.
Los tiempos de la guerra
El primer debate presidencial en Estados Unidos se ha realizado en una fecha muy inusual, pues, lo común, hasta esta ocasión, era que esos eventos tuviesen lugar una vez ratificados los candidatos en las respectivas convenciones partidistas de julio y agosto. ¿Por qué se realizó entonces? La explicación más lógica es que, en virtud de la cada día más precaria condición de salud del presidente Joe Biden, quienes en realidad mandan en Nueva York y Washington programaron este muy tempranero ejercicio con la intención de calibrar qué tan apto está para competir durante los cuatro meses que restan de campaña.
Para todos fue evidente que el desempeño del candidato demócrata durante el debate presidencial dejó mucho que desear. Reveló que Biden no está en condiciones para encabezar la candidatura, como tampoco lo está para conducir un gobierno metido hasta el cuello en dos conflictos militares de grandes proporciones en Ucrania y Gaza. Ya sea por interés político o comercial, algunos medios de comunicación, ciertos grupos dentro y fuera del partido demócrata, así como los más significativos recaudadores de fondos para la campaña, se han manifestado abiertamente por el cambio de candidato. Sin embargo, la decisión de retirarse para dar paso a un relevo de última hora corresponde a exclusivamente a Biden, quien —con el declarado apoyo de Obama y los Clinton— ha hecho del conocimiento público que no está dispuesto a hacerse a un lado. Existe también la posibilidad de que se recurra a la Enmienda 25, que autoriza al vicepresidente y a la mayoría del gabinete a declarar incompetente al presidente4, pero esta opción es poco factible en virtud de que el grupo que gobierna tras bambalinas controla también a Kamala Harris y a la mayoría de los colaboradores de Biden.
El mal estado de salud mental y física del presidente ha beneficiado a personajes siniestros (Blinken, Sullivan, Thomas y Michael Donilon, entre los más visibles, y Obama y Clinton en un segundo plano), que están llevando al mundo hacia el abismo. Sin embargo, la situación se tornó crítica después del extraño comportamiento de Biden durante la reunión del Grupo de los 7 en Italia. La situación es en realidad desesperada para los demócratas y para los poderosos grupos de interés que se sienten amenazados por un posible triunfo de Donald Trump, quien camina con una cómoda ventaja rumbo a la elección presidencial del próximo 5 de noviembre. ¿Cuáles son sus opciones?
Si Biden es removido de la candidatura y de la presidencia del país se produciría, sin duda, un terremoto político interno y externo. Aún con otro candidato, el riesgo de perder las elecciones contra Trump sería muy alto, aunque, eventualmente, tal movimiento podría ponerlos de nuevo en la pelea por la presidencia, y posiblemente les abriría un espacio de maniobra (hoy inexistente) para modular su hasta ahora histérica escalada bélica en contra de Rusia.
En cambio, la opción de continuar con Biden garantizaría al grupo que gobierna desde la sombra el control absoluto de los hilos del poder, aún si la vicepresidenta Kamala Harris tuviese que entrar al relevo. Esta ruta, por desgracia, sería la peor para los habitantes del mundo, pues tendería a precipitar el choque de la OTAN contra Rusia para intentar dar un giro a su favor en la correlación mundial de fuerzas.
Las semanas que vienen son cruciales para el futuro de Estados Unidos, Europa y el mundo entero. Si se opta por la sustitución del candidato Biden, el movimiento tendría que darse lo antes posible para preparar el terreno a su relevo antes de la convención demócrata a realizarse del 19 al 22 de agosto en Chicago. Si se decidiera su remoción como presidente de Estados Unidos, el escenario podría escapar de su control.
Y es que, antes de la trascendental cumbre de la OTAN, que tendrá lugar en Washington del 9 al 11 de julio, se realizarán elecciones para la conformación de un nuevo parlamento en Gran Bretaña y de una nueva asamblea en Francia, en las que todo apunta a que el primer ministro Sunak y el presidente Macron serán arrollados por laboristas y ultraderechistas, respectivamente, complicándose con ello la política de choque contra Rusia que se instiga desde la Casa Blanca.
Así mismo, el 11 de julio el juez dictaría la condena a Donald Trump por los cargos de los que fue hallado culpable en mayo, en un evento que se vincula directamente con el destino de su nombramiento como candidato en la convención republicana que se realizará entre el 15 y el 18 de julio. No se puede descartar que, en su desesperación, los golpistas que revolotean alrededor de Biden intenten alguna jugada agresiva para sacar definitivamente de la carrera por la presidencia a Donald Trump.
Los Juegos Olímpicos de París vendrán a complicar aún más el panorama político por la posibilidad de que sean aprovechados para escalar el conflicto en Europa. Julio, agosto y septiembre serán los meses de mayor tensión, en la medida que, previo a las elecciones del 5 de noviembre en Estados Unidos, se celebrará la cumbre de los BRICS en Rusia del 22 al 24 de octubre, un evento histórico que mostrará a los habitantes del mundo el sistema multipolar de naciones soberanas que ya despunta.
Contra la guerra y por la cooperación entre las naciones
En los tiempos por venir será muy alto el riesgo de que se desate una conflagración mundial, y ni los jefes de Estado ni los ciudadanos del mundo parecen inmutarse mayormente. ¿Se justifica sentir miedo por la amenaza de una posible guerra mundial? Bueno, por desgracia, sí. Por más pesimista que uno sea, ante la amenaza de un choque de esta magnitud uno tiende a pensar que, al final, se arreglarán las cosas y las potencias se sentarán a negociar. Eso sería lo sensato, el gran problema es que quienes toman las decisiones en Occidente no son sujetos sensatos. Están convencidos de que su manera de ver e interpretar el mundo es la correcta y, por tanto, que las acciones que proponen para someter a los plebeyos y «hacer historia» son en verdad inteligentes. Los líderes enanos que despachan en Washington, Nueva York, Londres, Frankfurt y Bruselas no tienen duda de que saldrán airosos de un enfrentamiento extremo contra Rusia y, de paso, contra China.
La única forma en que los simples mortales podemos defendernos de ellos es echándolos del poder. Para frenar a quienes nos llevan al abismo nuclear, no hay otro camino que impulsar, cuanto antes, una masiva movilización global contra la guerra y a favor de la cooperación entre las naciones y los pueblos.
Nota importante:
Este escrito es una apretada síntesis del seguimiento y el análisis de la información, del discurso de los principales actores políticos en el escenario internacional, así como de los textos y las intervenciones registradas en vídeo de algunos de los más destacados expertos en geoestrategia y geopolítica, entre los cuales se encuentran: el prestigiado analista internacional Pepe Escobar, el periodista estadounidense y ganador de un Pulitzer Seymour Hersh, el coronel retirado Douglas McGregor, el ex oficial de inteligencia del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos y ex inspector de armas de la Comisión Especial de las Naciones Unidas (UNSCOM) Scott Ritter, el destacado analista internacional y asesor especial de las Naciones Unidas en relación con los Objetivos del Milenio y los Objetivos de Desarrollo Sostenible Jeffry Sachs, el analista de seguridad y asuntos internacionales con sede en Moscú Mark Sleboda, el respetado profesor de ciencia política en la Universidad de Chicago y conocido teórico de relaciones internacionales John Mearsheimer, el presidente-fundador de la Red Voltaire Thierry Meysan, el reputado economista, consultor político, comentarista y periodista Michael Hudson, el director ejecutivo del Instituto para el Estudio de la Energía y Nuestro Futuro Nathan Hagens, el geógrafo y teórico social David Harvey, el analista de asuntos rusos radicado en Londres Alexander Mercouris, el coronel retirado del ejército y ex jefe de personal del Secretario de Estado de los Estados Unidos Lawrence Wilkerson, el ex oficial de la CIA y analista Larry Johnson, el escritor y periodista canadiense Aaron Maté, el ex teniente coronel de la Reserva del Ejército de EEUU Anthony Shaffer, el analista político independiente que reside en Bruselas Gilbert Doctorow, el ex diplomático británico y fundador y director del Foro de Conflictos con sede en Beirut Alastair Crooke, el filósofo, teórico y analista Alexander Dugin, entre varios más. Por supuesto, la responsabilidad por lo aquí expuesto es exclusiva del autor.
Notas:
1 Seymour Hersh, How America Took Out The Nord Stream Pipeline, February 8th 2023, https://seymourhersh.substack.com/p/how-america-took-out-the-nord-stream
2 Rand Corporation, Overextending and Unbalancing Russia: Assessing the Impact of Cost-Imposing Options, April 24th 2019, https://www.rand.org/pubs/research_briefs/RB10014.html
3 El Mundo, Las armas más poderosas con las que Putin podría atacar a Occidente, 1° de marzo de 2024, https://www.elmundo.es/como/2024/03/01/65e1984f21efa0702e8b45b9.html
4 Seymour Hersh, Who is running the country?, June 28th 2024, https://seymourhersh.substack.com/p/who-is-running-the-country
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.