Estados Unidos y la OTAN muestran la guerra de Ucrania insistiendo en el ataque ruso de febrero de 2022, pero la guerra comenzó hace años, tras el golpe de Estado del Maidán de 2014.
Y mucho antes de la intervención rusa de febrero, Occidente estaba llenando de armas el país, entregando a Zelenski armamento moderno. Ignorando la guerra que desangraba el Donbás desde 2014, Estados Unidos lanzó la campaña propagandística sobre la «amenaza rusa» presentando a Ucrania como un país indefenso, algo que está muy lejos de la realidad: Estados Unidos ha equipado a un ejército de más de seiscientos mil hombres, instruyendo a sus unidades, con la CIA desarrollando redes en todo el país y formando a los servicios secretos ucranianos. Cuando estalló la guerra, Washington, que ha violado la soberanía de muchos países en las últimas décadas, bramó ante la vulneración de la ucraniana.
Sabemos ahora que el detonante para que Rusia entrase en Ucrania fue la evidencia de que Kiev preparaba una gran ofensiva sobre el Donbás, riesgo añadido a la negativa de Estados Unidos a considerar las propuestas de Moscú sobre la seguridad en Europa. Las opciones rusas eran limitadas, y el gobierno de Putin optó por una muy arriesgada: adelantarse a la ofensiva ucraniana en el Donbás para forzar después a Kiev a declarar su neutralidad y su renuncia a la entrada en la OTAN podía precipitar el aumento de la ayuda estadounidense a Ucrania, reforzar a la OTAN y atar más a la Unión Europea al carro belicista de Washington, explícito desde la llegada de Biden a la presidencia. En esta grave crisis, Zelenski y su gobierno son apenas figurantes del teatro, porque se ha gestado en el Pentágono y en el cuartel general de la OTAN. China sabía también que el gobierno de Kiev, instigado por Estados Unidos, se preparaba para atacar el Donbás, y amenazaba con atacar también Crimea, y que Washington estaba convirtiendo Ucrania en una peligrosa plataforma armada contra Rusia. La agresividad nacionalista ucraniana, deseosa de azuzar a Occidente para acosar a Moscú, llegó al punto de que Zelenski y su gobierno se declararon dispuestos a albergar armamento nuclear norteamericano.
En 2021, el embajador de Ucrania en Alemania, el duro ultranacionalista Andriy Melnyk, defendió la entrada de Ucrania en la OTAN y su conversión en potencia nuclear, declaración que tenía, obviamente, el beneplácito de Kiev y la aprobación de Washington. Y Zelenski reiteró ese mensaje al Foro de Doha en marzo de 2022 afirmando que «son necesarias las armas nucleares para defenderse de una invasión». Estados Unidos, que dispone de armas nucleares en cinco países europeos, podía desplegar otras en Ucrania. Antes del inicio de la guerra, Rusia había presentado a Estados Unidos sus reclamaciones: eran factibles, y las demandas no eran exageradas. En esencia, pedían el cumplimiento de los acuerdos de Minsk y el compromiso de que la OTAN no seguiría su expansión hacia el Este, aceptando así la neutralidad ucraniana. Pero Estados Unidos se negó a ese pacto razonable. También Zelenski, que rechazó ese posible pacto que mantenía el Donbás en Ucrania, y no quiso dejar de sabotear la llegada de agua a Crimea.
Las líneas que trazan la política exterior de Washington las definió un subsecretario de Defensa estadounidense, Elbridge A. Colby, el principal autor de la National Defense Strategy de 2018, el más relevante documento sobre la estrategia militar de Estados Unidos de los últimos veinticinco años. Colby es un veterano de Iraq, y en su libro The Strategy of Denial: American Defense in an Age of Great Power Conflict, publicado a finales de 2021, reveló las preocupacines de Estados Unidos: en la era del «conflicto entre grandes potencias» Rusia es un país importante pero el principal reto es China. Por eso, Estados Unidos está indagando ahora en Ucrania la guerra contra China.
La ofensiva rusa se detuvo en Kiev, en una maniobra de difícil explicación, y ha continuado en el sur del país y en el Donbás. Ahora, cuarenta países luchan, con hombres ucranianos y armas occidentales, contra Rusia en las llanuras negras: la OTAN más Australia, Canadá, Israel, Qatar, Finlandia y Noruega, entre otros. Georgia ha rechazado la propuesta de Kiev (inspirada por Estados Unidos y la OTAN) de abrir otro frente aprovechando la situación de Abjasia y Osetia del sur; y distintas fuentes calculan en más de veinte mil mercenarios enviados por Estados Unidos y sus aliados a Ucrania, como hicieron en Siria movilizando a decenas de miles de yihadistas. Ahora sabemos también que miembros del Batallón Azov fueron entrenados en Estados Unidos y Polonia, e incluso en Canadá, y que los integrantes de esas fuerzas superan los cien mil hombres, la mayoría nazis y de extrema derecha. La visita a Kiev de Austin y Blinken fue la confirmación de que Estados Unidos pretende «romper la espalda» de Rusia. Austin, jefe del Pentágono, no descartó el ingreso de Ucrania en la OTAN, porque la alianza “siempre mantendrá el principio de puertas abiertas”.
El rearme europeo y la cumbre de ministros de Defensa en la base norteamericana de Ramstein son la constatación de que la Unión Europea liga su destino a los planes belicistas de Washington, que explican el nuevo presupuesto alemán de guerra, el incremento de tropas de la OTAN en toda Europa oriental y la posible entrada de tropas polacas y rumanas en Ucrania. Tras cinco rondas de sanciones económicas de la Unión Europea a Rusia, y el acuerdo europeo de facilitar armamento pesado a Zelenski, Rusia (que cerró el gas a Polonia y Bulgaria, ante su negativa a pagarlo en rublos) fue acusada por Von der Leyen de realizar un chantaje a la Unión, aunque Polonia sigue comprando gas ruso, gracias al bombeo inverso que facilita Alemania. Bruselas anuncia el sexto paquete de sanciones contra Rusia con la propuesta de embargo petrolero y la desconexión del sistema SWIFT del mayor banco moscovita, el Sberbank.
Por el momento, Estados Unidos no tiene intención de enviar tropas a Ucrania pero apoyaría que sus aliados lo hiciesen: Polonia, uno de los países más agresivos con Moscú, mantiene discretas reclamaciones territoriales y no haría ascos a una partición de Ucrania. Según el SVR, inteligencia exterior rusa, Estados Unidos no se opondría a la incorporación del occidente ucraniano a Polonia si la evolución de la guerra culminase con la partición del país. El general de división Michael S. Repass, ex comandante del SOCEUR (Special Operations Command Europe), que ha asesorado al gobierno de Kiev durante los seis últimos años, mantiene que Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Francia y Polonia deben crear y entrenar a cinco nuevas brigadas ucranianas, cuarenta mil soldados más, para enfrentarse a Rusia. El general, que ha servido en Kiev con el acuerdo de Washington, apuesta por la escalada militar. Mientras las negociaciones entre Moscú y Kiev están, en la práctica, paralizadas, Biden ha pedido al Congreso otros 33.000 millones de dólares para Ucrania, la mayor parte en armamento. Antes, Washington ya había aprobado 13.600 millones, lo que eleva su contribución a la guerra a 46.000 millones, que irán acompañados del despliegue de tropas norteamericanas en la región. Es la señal de que el gobierno de Biden apuesta por la escalada de la guerra: no quiere derramar sangre de sus soldados, pero está dispuesto a luchar hasta el último ucraniano.
La intervención del representante chino en la ONU fue contundente: «La expansión de la OTAN hacia el Este no solo fracasó en hacer a Europa más segura, sino que también sembró las semillas del conflicto.» No solo China es consciente de ello. También buena parte del mundo: Lula declaró a Time que Estados Unidos y la Unión Europea eran también responsables del estallido de la guerra, y el Papa Francisco hizo referencia a los «ladridos de la OTAN». Washington sabe que la derrota de Rusia sería un duro golpe para las perspectivas de un mundo multipolar más justo, y la tensión en el estrecho de Formosa, la nueva agresividad japonesa y australiana y el reforzamiento del AUKUS son señales de que está valorando la carta taiwanesa para encender la guerra en oriente.
De la misma forma que Estados Unidos y la OTAN llevaron a Rusia a una situación límite en Europa oriental que ha desembocado en la guerra de Ucrania, pueden tener la tentación de reventar el tablero estratégico en el sudeste asiático, provocando a China en Taiwán: la secretaria del Ejército estadounidense, Christine Wormuth, declaró en el Armed Services Committee del Senado, que el Pentágono está evaluando la posibilidad de desplegar tropas en el sudeste asiático para intervenir «en el posible conflicto entre China y Taiwán». Y esa escalada entre potencias nucleares, urdida por el ansia estadounidense por mantener su hegemonía, puede encender una nueva guerra mundial. La guerra no es inevitable, pero China tendrá que mostrar toda su habilidad, toda su paciencia y su sabiduría, para evitar que el mundo se deslice hacia la catástrofe.
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