El primer ministro japonés, Shinzo Abe, intentó nuevamente manipular la opinión mundial respecto a su actitud hacia los temas históricos, esta vez el miércoles en el Foro Económico Mundial (FEM) que tiene lugar en la estación de esquí suiza de Davos. En un esfuerzo por justificar su visita al polémico santuario Yasukuni, Abe dijo en […]
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, intentó nuevamente manipular la opinión mundial respecto a su actitud hacia los temas históricos, esta vez el miércoles en el Foro Económico Mundial (FEM) que tiene lugar en la estación de esquí suiza de Davos.
En un esfuerzo por justificar su visita al polémico santuario Yasukuni, Abe dijo en el foro que «orar por las almas que se fueron» debería verse como «algo natural para el líder de cualquier país del mundo».
Lo que no mencionó el premier nipón es que en el referido santuario también se rinde tributo a 14 criminales de guerra de clase A, quienes planearon la invasión japonesa de muchos países asiáticos y fueron responsabilizados por las masacres y atrocidades cometidas en la región durante la Segunda Guerra Mundial.
El santuario Yasukuni no es como Arlington, el principal cementerio de los soldados caídos en todas la guerra de Estados Unidos. Algunas de las «almas» en el santuario fueron instigadores de la guerra y asesinos a sangre fría que representa el «pasado glorioso» de Japón y su tradición militarista.
El mundo no aceptará que un líder alemán rinda tributo ante la lápida de Hitler, ni que un líder italiano ore a Mussolini por la paz.
Sin embargo, los líderes japoneses de los tiempos de guerra que se aliaron a la Alemania nazi y la Italia fascista todavía son honrados en Yasukuni y reciben el tributo del primer ministro japonés.
Abe no podrá encontrar nunca una justificación aceptable para visitar el referido santuario, porque el solo propósito de su visita fue ganar capital político.
Para fortalecer su base gobernante, Abe ha estado complaciendo a las fuerzas de derecha en Japón y atizando el nacionalismo mediante el encubrimiento y la glorificación del pasado militarista japonés.
La visita al santuario fue una decisión calculada para crear su imagen de gran líder del resurgimiento militarista de Japón.
Al cantar al público internacional sobre la «paz y la estabilidad» en Asia y la voluntad de Japón de mejorar sus relaciones con China y Corea del Sur, Abe demostró gran hipocresía.
Insistió en la visita al santuario Yasukuni pese a las protestas previas de países vecinos contra tales acciones por parte de líderes japoneses. Si hubiese alguna pizca de sinceridad en la retórica de Abe sobre la mejora de relaciones con los vecinos de Japón, en primer lugar no debería haber visitado el santuario.
En vez de reflejar la historia con honestidad y realizar verdaderos esfuerzos para reducir las tensiones en la región, Abe subió a la plataforma de la FEM y defendió la idea de que China constituye una amenaza en la región Asia-Pacífico.
El intento de Abe por instigar una posición común contra China será en vano porque él está en el lado erróneo de la historia. Japón, secuestrado por su ala derecha, deberá llamarse a capítulo y dejar de seguir alejándose de la positiva asociación con sus países vecinos.