Traducción por S. Seguí.
La próxima ronda de conversaciones multilaterales sobre asuntos nucleares entre Irán y el P5+1(Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China, más Alemania) está prevista para la próxima semana en Ginebra. Sin embargo, a pesar de algunos esfuerzos en septiembre para fomentar la confianza en las Naciones Unidas, octubre no parece vaya a aportar una sorpresa nuclear.
¿Por qué? La razón es que las potencias occidentales lideradas por EE.UU. están rebosantes de retórica acerca de cómo colaborar con el nuevo gobierno moderado de Hassan Rouhani, pero ningún contenido respalda sus palabras en términos de nuevas ofertas conducentes a un acuerdo en materia nuclear.
La clara posibilidad de que las conversaciones de Ginebra puedan estar condenadas al fracaso como una nueva ronda infructuosa la plantea, entre otros, la «pista» ofrecida por el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, de que no van a ofrecer a Irán un «nuevo paquete». En otras palabras, más de lo mismo; es decir, ofertas limitadas de alivio de las dañinas y paralizantes sanciones a cambio de exorbitantes demandas a Irán en relación con su programa nuclear.
Incluso antes de que Kerry hablaba, la jefa de política exterior de la Unión Europea, Catherine Ashton, hizo una «sugerencia», similar en su reunión con el ministro de Relaciones Exteriores iraní, Javad Zarif, en los corredores de la cumbre de la Asamblea General de la ONU, a finales de septiembre. Ashton era todo sonrisas cuando se sentó junto a Zarif y Kerry en una reunión posterior, pero la realidad del mantenimiento por los occidentales de una postura inflexible y rígida sobre la cuestión nuclear sugiere la continuación del impasse en lugar de abrir vías a la esperanza. Si entre hoy y el 15 de octubre, fecha prevista para el comienzo de las conversaciones de Ginebra, la coalición de potencias sancionadoras liderada por Estados Unidos no tiene en cuenta la petición de Irán, articulada por Zarif, de reconsiderar su posición, lo más probable es que nos dirijamos a una nueva escalada de la crisis nuclear, especialmente a la luz de la advertencia de la negociadora estadounidense, Wendy Sherman, de que EE.UU. impulsará nuevas y más duras sanciones si fracasan las conversaciones de Ginebra.
Lo que esto significa es que las potencias occidentales en Ginebra volverán a presentar de nuevo su «paquete de propuestas», presentado en Almaty en junio, que no puso sobre la mesa las principales sanciones (es decir, las que afectan a la energía y las finanzas), al tiempo que pedía importantes concesiones nucleares a Irán. A su vez y al igual que en el pasado, Irán rechazará con toda probabilidad el «paquete de Almaty» por insuficiente y unilateral.
Una diplomacia occidental más flexible e imaginativa podría quebrar este potencial estancamiento, dirigir su atención hacia la parte final del proceso -el end-game– y articular pasos intermedios hacia la meta final, en la que el genio de la crisis nuclear iraní pudiera ser introducido de nuevo en la botella. Lamentablemente, hasta ahora hay muy pocas indicaciones de que pueda hacerse realidad un nuevo enfoque de este tipo hacia Irán por parte de las potencias occidentales, adictas como son a las acciones punitivas y la diplomacia coercitiva. Por el contrario, hay razones para creer que EE.UU. esté dando un paso atrás gigantesco al insistir en que todas las actividades de enriquecimiento iraníes deben detenerse antes de levantar las sanciones.
Este es, de hecho, el «nuevo enfoque» de Occidente. Se trata de un semigiro de 90º respecto a las «pistas» previas y las «sugerencias» cuasiformales en el sentido de que el derecho de Irán a enriquecer uranio para usos pacíficos puede ser aceptable -bajo estrictas salvaguardias del Organismo Internacional de Energía Atómica, por supuesto-, una postura racional, que parece haber recibido el apoyo del presidente Barack Obama en persona, en su discurso ante la ONU el mes pasado.
Eso fue antes de la visita a EE.UU. del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que provocó un cambio en Obama hacia posturas más intransigentes, que reavivó la «amenaza militar» después de un breve flirteo con la política de «compromiso de Irán». Este cambio fue naturalmente rechazado por los iraníes, que inmediatamente cuestionaron la política zigzagueante y sin principios de Obama, parafraseando a Zarif. Como resultado, la brecha política entre Washington y Tel Aviv se está reduciendo considerablemente y tal vez incluso se cierre, en detrimento de una fórmula de compromiso viable con Irán en Ginebra la próxima semana.
Lo que hace esta situación más bien desconcertante, sin embargo, es que Sherman, en un testimonio ante el Congreso que provocó una respuesta negativa de los legisladores de la línea dura, planteó la posibilidad de aliviar las sanciones contra Irán, sin entrar en más detalles. Ese alivio podría llegar a ser un refrito de la propuesta de Almaty, que pedía a Irán que detenga el enriquecimiento de 20% de su uranio y adopte el intrusivo «Protocolo Adicional», el estándar de protección nuclear, voluntario pero avanzado, introducido a mediados de la década de 1990, a cambio de permitir a Irán negociar con metales preciosos y autorizar una exención de las sanciones de la industria petroquímica. La reacción de Irán en ese entonces -que era una oferta desequilibrada que no ponía sobre la mesa las principales sanciones- es probable que se escuche en Ginebra de nuevo, tal vez con la advertencia de que «la línea roja» iraní sobre el derecho al enriquecimiento es sacrosanta.
Según un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Teherán, que habló con este autor a condición de no ser identificado, el equipo negociador nuclear iraní «cuenta con que Rusia y China tengan un papel más activo y presionen a EE.UU. para que muestre más flexibilidad». Sea o no ésta la jugada, lo que está por verse, el cierre del gobierno en Washington puede distraer a Obama de otros asuntos en materia de política exterior. Mientras ambas partes mueven sus peones para lograr una mejor posición diplomática en Ginebra, todavía hay tiempo para que EE.UU. se replantee su estrategia de negociación que ahora sólo tiene una mínima posibilidad de éxito a menos que refleje la demanda iraní de concesiones en relación con las principales sanciones.
Sólo unos pocos días antes de que las partes se reúnan en Ginebra, y con las prioridades internas estadounidenses apartando a un lado las prioridades exteriores, lo peor para las conversaciones de Ginebra podría ser la coincidencia de su calendario con el enfrentamiento político en Washington, que se mueve constantemente hacia una suspensión del pago de la deuda sin precedentes. Aunque la mayoría de los observadores políticos aseguran con certeza que la conclusión de la crisis se evitará en el último momento, es poco probable que suceda antes de que comiencen las conversaciones del 15 de octubre. Sin embargo, en la medida en que ambas partes buscan evitar la impresión de un fracaso, lo mejor que se puede esperar es un progreso marginal. Lo que mantendría intacta crisis nuclear en el futuro previsible.
Kaveh L. Afrasiabi es autor de After Khomeini: New Directions in Iran’s Foreign Policy (Westview Press) y de Iran’s Nuclear Program: Debating Facts Versus Fiction (2007), Reading In Iran Foreign Policy After September 11 (BookSurge Publishing , October 23, 2008) ) y Looking for Rights at Harvard. Su último libro es UN Management Reform: Selected Articles and Interviews on United Nations CreateSpace (2011).
Fuente original: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MID-01-091013.html