» Después de mi, el diluvio». Luis XV
Un conjunto de problemas ensombrece el futuro de la mayoría de la humanidad. Es el caso del calentamiento global y el cambio climático, el del modelo energético basado en el uso de los combustibles fósiles y es el caso, también, para no alargar la lista de problemas irresueltos, de la pobreza mayoritaria de la población de los países en vías de desarrollo y de las bolsas de pobreza de los países desarrollados, pobreza agravada, en estos momentos, por la crisis alimentaria. Que todos esos problemas globales existen, que son extremadamente graves y que o no se están afrontando adecuadamentre o, sencillamente, no se están afrontando, es una realidad objetiva que ninguna persona medianamente informada e intelectualmente honesta podrá dejar de reconocer.
De ahí que, inevitablemente, surja la pregunta, ¿ por qué no están haciendo los gobiernos del mundo y las instituciones internacionales los esfuerzos precisos, imprescindibles, para afrontar y resolver, lo antes posible, esos problemas que amenazan el porvenir de la humanidad? ¿ No les corresponde acaso a ellos la responsabilidad y la tarea de tomar las decisiones que permitan solucionar esos retos?
No parece, al respecto, que deba existir la menor duda, a no ser, claro, que una vez má se quiera poner en la inefable » mano invisible del mercado», que es como decir en las manos no tan invisibles de los grandes intereses capitalistas, la resolución de tan árduos problemas.
Luego si es a ellos y no al » mercado» a quienes corresponde tomar las medidas para encarar esos problemas y o no lo están haciendo o, simplemente, están parcheando la situación con soluciones tipo G8 – aplazando el recorte a la mitad de las emisiones de CO2 para el año 2050 -, o sustituyendo petróleo por agrocombustibles o peor aún, por energía atómica, o destinando, los países enriquecidos, recursos ridículos para la erradicación de la pobreza y el hambre de los países empobrecidos, será porque carecen de la suficiente voluntad política para hacerlo.
Y no es que la lucha contra el cambio climático, o el abandono del modelo energético de los combustibles fósiles por el de las energías renovables, o la erradicación de la pobreza y el hambre sean objetivos fáciles de alcanzar, pero es que ni las instituciones internacionales, con la ONU a la cabeza, ni los gobiernos de los países enriquecidos, liderados por el G8 ni, en general, el conjunto de los países que forman la comunidad internacional, salvo alguna honrosa excepción en alguno de los casos mencionados, está dando los pasos que la urgencia de los problemas reseñados exige.
Es como si casi ninguno de ellos quisiera atender a las multiples señales de alarma, a las luces rojas de peligro que los numerosos estudios científicos, técnicos y sociológicos encienden. Es como si el tiempo de enfrentarse decididamente a esos problemas todavía no hubiese llegado, como si aún estuviera lejos y nos sobrara el tiempo … Es tiempo de parches en la globalización capitalista.