Gorbachov cambió el rumbo de la política exterior de la URSS significativamente y con ello el rumbo de la política mundial, convirtiéndose definitivamente en una de las figuras cimeras del escenario político del siglo 20.
Quién hubiera imaginado que aquella frase más bien politiquera y tan emblemática de la Guerra Fría que el presidente Ronald Reagan pronunciara frente al Muro de Berlín, cuando dijo “Mr. Gorbachov, tear down this wall” en 1987, estaba destinada a ser una premonición que supongo que ni tan si quiera el propio Reagan pensó como posible. Poco más de dos años después, el elemento más emblemático y perturbador de la Cortina de Hierro caía abatido ante el asombro de los ojos del mundo.
A partir de ese 9 de noviembre de 1989, la suerte estaba echada y comenzó el desmembramiento del enorme poder que logró amasar la Unión Soviética durante su existencia. Mikael Gorbachov había sucedido a Konstantin Chernenko tras su repentino fallecimiento. El más joven y carismático dirigente de la URSS hizo pronto alardes de su refrescante presencia política, para establecer un nuevo rumbo reformista al interior del país, el cual, a grandes rasgos, operaba en dos ámbitos: el económico (Perestroika) y el político (Glasnost). Pero no solo se limitó a eso. Gorbachov cambió el rumbo de la política exterior de la URSS significativamente y con ello el rumbo de la política mundial, convirtiéndose definitivamente en una de las figuras cimeras del escenario político del siglo 20.
Uno de sus primeros y más significativos cambios en el ámbito internacional fue conseguir apoyo en el Politburó para la retirada de las tropas de ocupación soviéticas en el convulso Afganistán, las cuales estaban allí estacionadas desde 1979 bajo fuego de los Talibanes apoyados por Occidente. De un modo parecido, a partir de 1986 la URSS comenzó gradualmente una retirada de su presencia y apoyo militar en África, donde el país había tenido una amplia y decisiva participación apoyando la tan traumática descolonización del continente que la ONU había mandatado desde 1945.
El influyente movimiento pacifista mundial de aquellos años recibió con beneplácito esperanzador el tratado para la reducción de armas nucleares de corto y mediano alcance (INF) firmado entre Gorbachov y Reagan en 1987; el mismo del que el presidente Trump se retiró unilateralmente en 2018. A ese tratado le siguió la concertación (START-I) lograda por Gorbachov con Reagan para (auto)limitar los arsenales de misiles estratégicos de largo alcance de ambos países (aunque se firmó más tarde).
Uno de los momentos más significativo y controvertido de la era Gorbachov fue el tema de la caída del Muro de Berlín y sus consecuencias que todavía continúan teniendo álgidas secuelas e implicaciones, como el conflicto en Ucrania. La reunificación de Alemania se logra concretar el 3 de octubre de 1990. Alemania, perdedora de la Segunda Guerra, quedó dividida en un bizcocho de cuatro pedazos: Francia, Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética. Es decir, sin el consentimiento de la URSS era imposible aquel suceso histórico. Gorbachov no se opuso a la reunificación de Alemania y hasta la alentó condicionalmente. La única exigencia que el líder soviético hizo (según consta en documentos alemanes desclasificados hoy día) fue que las fronteras de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) no se extendieran más al este de la Alemania reunificada. A eso asintieron según consta tanto Helmut Kohl, canciller alemán como el ministro de relaciones exteriores Hans Dietrich Genscher y por supuesto James Baker, secretario de Estado de los EE. UU. El año siguiente se le concede el premio Nobel de la Paz y su resplandor y apoyo en Occidente es tanto que opaca los cuestionamientos multidimensionales a su gestión que van creciendo ante todo en su propio país como también en otras partes del mundo.
Quizás un momento de inflexión en su gestión ocurrió el 1 de julio de 1991 cuando se anuncia la disolución del Tratado de Varsovia, que a la sazón había sido la alianza militar antagonista de la OTAN en el escenario de la Guerra Fría. No pocos piensan que ese día terminó oficialmente la Guerra Fría. A los aplausos occidentales, le siguieron fuertes críticas que lo acusaban de haber entregado la seguridad y el balance internacional a cambio de nada. Se le recriminó y aún hoy se le recrimina que esa acción debió -cuando menos- ser una consensuada para disolver tanto el Tratado de Varsovia como la OTAN a la misma vez.
A partir de entonces su liderato comenzó a deteriorarse en caída libre. El 17 de marzo de 1991 se celebró el primer y último referendo en la Unión Soviética. Aquella consulta novel solo consistía en una pregunta: ¿Usted considera necesaria la preservación de la Unión Soviética como una federación renovada de repúblicas soberanas iguales en la que se garantizan plenamente los derechos y la libertad de un individuo de cualquier nacionalidad? Con una participación de 80% del universo de votantes, el 77.8% votó a favor de la pregunta, es decir a favor de la preservación del Estado.
La suerte, sin embargo, estaba echada en aquellos últimos días. El 19 de agosto se produce un golpe de Estado a Gorbachov por sectores del Partido Comunista que ya lo acusaban de haber traicionado la URSS y haber claudicado en su deber ministerial. Boris Yeltsin y otras figuras consiguen restituir a Gorbachov simbólicamente, pero a partir de entonces se convierte en una figura decorativa sin poder real. La desarticulación del Estado soviético ya estaba en marcha con la separación de varias sus repúblicas en el noroeste.
Por otro lado, Boris Yeltsin (Rusia), Leonid Kravchuk (Ucrania) y Stanislav Shushkievich (Bielorrusia), que habían abandonado las filas del Partido Comunista, ya conspiraban del otro lado del espectro político y sostenían conversaciones con los países Occidentales sobre la disolución de la Unión Soviética a pesar de que la voluntad popular dispuso otra cosa. El 8 de diciembre de 1991 los tres líderes anuncian el Tratado de Belavezha, a través del cual disolvían de facto la Unión Soviética. Gorbachov se queda apaciblemente ocupando su oficina del Kremlin cual un león en una jaula de un zoológico. El 25 de diciembre finalmente anuncia su dimisión al cargo quien fuera a penas su primer presidente e irónicamente el último.
Solo para tener una idea de la antipatía y recriminación que generó finalmente la gestión de Gorbachov en su propio país, vale la pena destacar que en 1996 el que una vez llenó de esperanzas de cambios a un país con serios problemas, decidió volver a la política como candidato a presidente de la Federación Rusa. Gorbachov fue derrotado en primera vuelta y obtuvo menos del 1% de los votos emitidos entonces. Después jamás volvió al redil de la política, sino que se dedicó a trabajar en sus fundaciones y a dar conferencias. Así fueron los últimos días de Gorbachov y de la Unión Soviética.
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