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Guerra del petróleo también en Ecuador

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Detrás de la evolución al alza de los precios del petróleo, en teoría sustentada en las dificultades de los ocupantes para estabilizar su dominio en Irak, los posibles cambios políticos en Arabia Saudí o el aumento de la demanda de crudo por parte de economías emergentes como la china, se esconden otras cuestiones de corte […]

Detrás de la evolución al alza de los precios del petróleo, en teoría sustentada en las dificultades de los ocupantes para estabilizar su dominio en Irak, los posibles cambios políticos en Arabia Saudí o el aumento de la demanda de crudo por parte de economías emergentes como la china, se esconden otras cuestiones de corte más local pero que reflejan a la perfección la cada vez mayor importancia estratégica del control de los recursos petroleros y en general de los combustibles fósiles. La revuelta que se está dando en Ecuador ­quinto productor sudamericano de crudo­ responde precisamente a este problema. La decisión del presidente Alfredo Palacio de otorgar una nueva concesión a la multinacional Occidental Petroleum Company (OXY) ha desatado las iras de la población de las dos provincias afectadas, que ha ocupado pozos petrolíferos, aeropuertos y vías de comunicación, contando con el apoyo de las autoridades locales. El gobierno ha reaccionado decretando el estado de emergencia y suspendiendo las exportaciones, principal fuente de divisas del país.

El conflicto de fondo que ha saltado a las calles tiene como detonante la expoliación de los recursos naturales de Ecuador por parte de compañías multinacionales como la propia OXY, Repsol-YPF, Agip o Encana, en detrimento de la riqueza nacional y de los intereses de la estatal PetroEcuador. De hecho, en el curso de las negociaciones previas para una futura incorporación de Ecuador al Tratado de Libre Comercio (TLC), Estados Unidos puso como condiciones el pago de 75 millones de dólares a Occidental así como la no rescisión de su concesión, lo que ha cumplido ahora el presidente Palacio en aras a no entorpecer sus relaciones con la potencia norteamericana.

Las principales economías mundiales conocen perfectamente que el petróleo es un bien escaso, clave en la evolución de las mismas en la primera mitad del siglo XXI. Por lo tanto, los gobiernos de esos países y sus grandes compañías petroleras no están dispuestas a soltar de sus manos ni un solo pozo petrolífero, y mucho menos para que pase a ser gestionado por empresas públicas de países en desarrollo. Desgraciadamente tanto la invasión y guerra de Irak como la revuelta de las poblaciones amazónicas de Ecuador son capítulos distintos de una misma batalla, como es la toma del control de los recursos energéticos del planeta y su concentración por parte de las grandes potencias.