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Guerra sorda entre vaticanistas

Fuentes: Focus (AFP)

Este miércoles de audiencia general, Francisco atraviesa como todas las semanas la plaza de San Pedro a bordo de su jeep descapotado, y es aclamado por miles de fieles, curiosos, turistas, que parecen beber cada palabra y cada gesto. Aunque su mensaje es perfectamente católico, si bien condimentado a la argentina, este papa comunica su […]

Este miércoles de audiencia general, Francisco atraviesa como todas las semanas la plaza de San Pedro a bordo de su jeep descapotado, y es aclamado por miles de fieles, curiosos, turistas, que parecen beber cada palabra y cada gesto. Aunque su mensaje es perfectamente católico, si bien condimentado a la argentina, este papa comunica su fervor, lejos de la reserva que separaba al papa Benedicto XVI de la multitud.

Pero a pocas decenas de metros de distancia de allí, en el microcosmos mediático de la austera «Sala Stampa», la sala de prensa del Vaticano, este papa mundialmente popular, con 16 millones de seguidores en Twitter, divide.

Un grupo de vaticanistas críticos debaten seriamente en el extremo de una larga mesa de madera, cerca del cubículo de AFP. Se extienden en detalles sobre las últimas decisiones, escudriñan el sermón diario del papa durante la misa en su residencia en Santa Marta buscando imprudencias doctrinales, informan de las últimas ocurrencias de Francisco contra los obispos mundanos y murmuradores, o analizan la expulsión del poderoso cardenal conservador estadounidense Raymond Leo Burke.

En octubre, la convocatoria del sínodo sobre la familia sirvió para corroborar un fuerte aumento de la temperatura ambiente.

Sólo la elección del papa argentino en marzo de 2013 y la detención de un mayordomo papal en 2012 habían generado tanta afluencia de periodistas a la sala Stampa… Una manifestación del «síndrome Francisco». Pero esta vez la atmósfera es tensa. Saltan chispas en el aire mediático.

Tragedia griega en rueda de prensa

En el solemne edificio situado en la via della Conciliazione, que conecta el río Tíber con San Pedro, la «sala Juan Pablo II» con paredes grises y asientos de terciopelo azul, en la que los cardenales acostumbran a destilar una fina prosa, no se respira el habitual sopor de otras épocas. En estos tiempos de sínodo, se vive aquí una tragedia griega en las apasionadas ruedas de prensa diarias. Una guerra a florete embotado entre partidarios y opositores del papa argentino.

Los cardenales son acribillados a preguntas directas, replicando a menudo de manera igual de contundente, y no unívocamente. A veces también responden emocionados, como cuando, por ejemplo, el cardenal de Viena Christoph Schönborn contó su experiencia como hijo de divorciados… O con vergüenza, que les hace pasarse unos a otros una pregunta delicada.

«¡Señora, si es que usted sabe todo ya!», dijo exasperado un cardenal a una periodista de un sitio italiano, que, con aplomo, nunca dudó en hacer las preguntas difíciles.

«Todos tenemos una familia», exclama un cardenal

En el medio de la sala, el brillante y riguroso periodista de L’Espresso Sandro Magister, una de las voces críticas del pontificado, espera para hacer su pregunta. Parece irritar al padre jesuita Federico Lombardi, portavoz del papa, con una muy puntillosa petición sobre las formas de publicación de los textos sinodales.

En los cómodos sofás del hall de entrada, o de pie frente a las cámaras bajo las arcadas, Sandro Magister y los vaticanistas de renombre son abordados por periodistas de Washington, Brasilia, Londres, Berlín y París, que buscan desenredar la maraña familia-matrimonio-divorcio-homosexualidad… Y ellos sabiamente destilan su «justo» análisis…

El tema de la familia, muy sensible para todos -después de todo, «nosotros tenemos también una familia», dice un cardenal- revela las fracturas entre periodistas que reflejan a su vez las que existen entre los prelados.

Los medios son un espejo que refleja dos escuelas que se oponen, haciéndose eco de las quejas en voz baja de los príncipes de la Iglesia descontentos. Optimistas y a menudo incondicionales de «la apertura», pesimistas y a menudo defensores de la «tradición en peligro». Los primeros se pliegan cómodamente a Francisco; los otros piensan que este papa «del otro lado del mundo» lleva a la Iglesia por el camino del accidente, e incluso de la traición.

«¡No creo que los divorciados vueltos a casar comulguen de aquí a 15 días!»

Medios de comunicación, en especial de Estados Unidos, han llegado a buscar respuestas sobre el divorcio, los gays, la unión libre, temas que podrían dominar sus portadas al día siguiente en cada uno de sus periódicos o de sus sitios web. No se amilanan para preguntar sobre la poligamia en África, las familias divididas por la migración o el papel de los abuelos, marcando el orden del día… Estos influyen en las desproporcionadas expectativas que despierta en sus lectores «la apertura» de Francisco. El cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general de la asamblea de obispos de todo el mundo, pone los puntos sobre las íes. Lo hace con ironía, invitando a una periodista a que no espere que «de aquí a 15 días (cuando finaliza la asamblea) ¡todos los divorciados y vueltos a casar tomen la comunión!». Los tiempos de la Iglesia definitivamente no son los tiempos de los medios.

El nerviosismo y la impaciencia son mucho más palpables cuando los temas son delicados, y a veces incomprensibles si no eres de la tienda, y lo que está en juego es considerable. Diálogo de sordos. Para unos, la familia católica, el corpus más sagrado de la herencia cristiana está «en peligro». Para otros, la falta de adaptación es la responsable de una brecha fatal entre una institución que estaría definitivamente «pasada de moda» y una sociedad necesariamente progresista.

Un documento interno sobre los homosexuales hecha leña al fuego

Entre los montañeses y los girondinos, un «pantano» de periodistas concientizados se interroga, sin que aparezcan todas las respuestas. Se trata de la credibilidad de una institución que criticamos y defendemos, y que se muestra, en este caso, hiperreactiva, a flor de piel, sensible al debate.

A mitad de sínodo, un documento interno provisional, curiosamente distribuido a la prensa, evoca entre otros puntos el valor del compromiso estable entre homosexuales. Revulsivo por su inesperada apertura, fue portada de grandes diarios internacionales. El ambiente se volvió más crispante.

Anna Artymiak, freelance polaca, parece deprimida. » Cuando una ve todos estos textos…», dice con visible amargura. «Tuve la impresión de que sólo se le dio voz a algunos y que la Iglesia ya no tiene la fuerza, la alegría ni la valentía necesarias para transmitir la enseñanza de los Evangelios», deplora. Sandro Magister, apegado a la claridad de la doctrina que predominaba bajo Benedicto XVI, y su colega de La Stampa Marco Tosatti, gran admirador del estilo muy seguro de sí mismo de Juan Pablo II, cargan desde hace meses contra el modo de funcionamiento del actual pontificado, al cual reprochan de manera encubierta que sea confuso, demagógico, no respetuoso de la tradición, anticlerical…: en pocas palabras, piensan que al bajar de su pedestal el papa colocó al dogma en un segundo plano.

Obispos «mundanos» en la mira papal

Valiéndose de fuentes de primera mano, Magister escribe en su sitio chiesa.expressonline.it artículos teológica e históricamente muy documentados que ilustran estos enfrentamientos. Y lo hace a la manera de un fiscal. Recientemente, Magister enumeró y detalló los errores que condujeron a la injusta suspensión por Francisco del obispo conservador de Paraguay Ricardo Livieres Plano, acusado de ligerezas en el manejo de fondos y de proteger a un cura sospechado de pedofilia. Livieres sería el prototipo del obispo exitoso y «mundano» que el Papa no puede ver ni en pintura.

Magister alude a lo que percibe como una advertencia de Benedicto XVI sobre el efecto «moral» que tendría «un diálogo que renunciara a la verdad». El alemán, retirado del Vaticano, se cuida de no formular crítica pública alguna a su sucesor.

Tensiones en el sínodo

Tosatti, por su parte, insta al papa a publicar las intervenciones a puertas cerradas de los padres sinoidales, para demostrar que en su mayoría se mantienen apegados a la doctrina y rechazan las aperturas de Francisco. Habla de «censura» y no deja de denunciar el debilitamiento de las condenas morales de la Iglesia y las presiones de lobbies como el homosexual para que la Iglesia se adapte sin rechinar a la modernidad.

Así como los vaticanistas nostálgicos del pasado se muestran preocupados, quienes respaldan al papa exhiben su confianza. Estos abogados de Francisco juegan un gran papel al analizar y saludar, en medios internacionales y en libros, la revolución representada por el nuevo pontífice. Algunos de ellos conocieron a Francisco antes de que fuera electo papa, como el periodista de La Stampa Andrea Tornielli, animador del reputado sitio Vatican Insider.

Estos defensores del prelado se empeñan en demostrar que Francisco es un renovador en línea con la tradición. Tornielli recuerda así en un artículo que San Pío X (papa de 1903 a 1914 en el que se inspiraron los tradicionalistas para nombrar su fraternidad) fustigaba duramente a los cardenales «mundanos» a comienzos del siglo XX.

Profunda renovación

El vaticanista Marco Politi, «biógrafo de los papas» en el diario de izquierda Il Fatto Quotidiano, sumamente crítico de la gestión de Benedicto XVI, piensa que Francisco representa una gran esperanza de renovación de la Iglesia. También lo ve en peligro, como lo expresa en su último libro, «Francisco en medio de los lobos». Periodistas argentinos hasta hace poco desconocidos en su propio país, como Sergio Rubin o Elisabetta Pique, escribieron en español biografías del Papa y son muy consultados por los defensores del pontífice.

Particularmente influyente es el director de la prestigiosa revista jesuita Civiltá Cattolica, Antonio Spadaro. Con la mirada viva y pícara que esconde detrás de sus gafas, el periodista contextualiza con precisión el pensamiento del papa, insistiendo en la profunda renovación actualmente en curso. Se habla a menudo de Spadaro como el futuro jefe de comunicación del Vaticano, aunque él no lo ha confirmado.

Tras este particularmente movido sínodo, varios periodistas aseguraron que la «luna de miel» entre la Iglesia y Jorge Bergoglio habría terminado, y que si el cónclave fuera convocado nuevamente el argentino no sería electo.

Los dardos de los conservadores apuntan también a los grandes medios de prensa internacionales, a los que acusan de reproducir de manera acrítica los elogios que la prensa «progresista» hace de un pontificado que no defendería la doctrina. «Todo un mundo está siendo desmontado, pieza por pieza, por la revolución de Francisco», analiza Andrea Gagliarducci, un vaticanista del sitio Korazym.com, para quien «los medios secularizados reciben cada novedad como si la Iglesia de antes fuera un reino corrupto que el Papa habría resuelto limpiar».

Otros se limitan a alzar los hombros. En la sala de prensa y en los corredores del Vaticano, este papa tan popular exaspera a más de uno, pero en las calles y las plazas de Roma y otras ciudades, y en muchas parroquias, el humor general es más bien optimista. Francisco es reconocido por haber sabido dar un nuevo aire a un mensaje que tiene más de 2000 años sobre sus espaldas y abrir nuevas pistas de «misericordia», aunque no estén exentas de accidentes y no sean tan revolucionarias como se dice.

En cuanto a los servicios de comunicación del Vaticano, que se encuentran actualmente sometidos a la auditoría de una comisión en vistas de su reestructuración, tienen muchas dificultades para seguirle el ritmo a un papa a menudo contradictorio e imprevisible. No son pocas las ocasiones en que deben remplazar un discurso escrito previamente por las improvisaciones de Francisco, pautadas por exclamaciones, anécdotas, puntos suspensivos, fórmulas fuertes y reiteradas, frases sin verbos, o expresiones tomadas del «porteño», la peculiar versión del español de Buenos Aires…

Jean-Louis de La Vaissière es corresponsal de la AFP en el Vaticano.

Fuente: http://blogs.afp.com/focus/?post/guerra-sorda-entre-vaticanistas#.VIAIb_mlEZU