Cuando el cardenal protodiácono, el chileno Jorge Medina Estévez, fue al balcón del Vaticano a anunciar el nuevo Papa, todavía había esperanzas en la Iglesia de América Latina de un cambio de rumbo en la Iglesia Católica. Antes de saber que el nuevo jefe católico era el prefecto de la Congregación para la Doctrina de […]
Cuando el cardenal protodiácono, el chileno Jorge Medina Estévez, fue al balcón del Vaticano a anunciar el nuevo Papa, todavía había esperanzas en la Iglesia de América Latina de un cambio de rumbo en la Iglesia Católica. Antes de saber que el nuevo jefe católico era el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Josef Ratzinger – ahora Benedicto XVI -, existía la esperanza de parte de los católicos de que se siguiese la tradición de los cónclaves y el nuevo pontificado surgiese con una renovación, un cambio de línea de trabajo y pensamiento, que aproximase a la iglesia, hoy en crisis, a las necesidades del mundo actual.
«Estoy perplejo», confesó a un canal de televisión brasilero el teólogo de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo (PUC-SP), Fernando Altemeyer Junior. Él creía en la fuerza de Ratzinger como elector, pero no como papable. El teólogo de la liberación Leonardo Boff, ex-sacerdote perseguido por Ratzinger y obligado, en la década de los 80, a hacer voto de silencio en la defensa de sus ideas, dijo: «Difícilmente será llamado Papa». Boff evalúa que la era «invernal» que hoy caracteriza a la Iglesia se prolongará con el nuevo Papa, sólo que en forma todavía más dura porque Benedicto XVI no tendrá el mismo carisma que Juan Pablo II. «Es un hombre orientado hacia adentro de la Iglesia y la protege como un bastión. Esta estrategia está predestinada al fracaso».
El teólogo y hombre fuerte de Juan Pablo II, ahora él mismo Papa, ya dijo a qué vino, En el discurso a los cardenales en la apertura del Cónclave, el lunes, reafirmó su línea dura y ortodoxa de trabajo, confirmando la concentración de poder de la Iglesia europea. Convocó a los electores a que defendiesen una iglesia firme y conservadora, capaz de enfrentar al marxismo, al liberalismo y a las sectas. Y es esa línea la escogida por más de 78 (2/3 + 1) de los cardenales del mundo, que renunciaron a una iglesia que valorizase la aproximación a la humanidad, abriendo frentes para combatir los problemas como el hambre, la pobreza, la guerra, el pluralismo de las culturas y, dentro de la iglesia, renunciaron a lo colegiado, a la participación, al pluralismo teológico, a una nueva comprensión de la moral y de la ética en el mundo de hoy, y la valorización plena de la mujer.
El teólogo suizo Hans Küng afirmó a la prensa alemana que la elección de Joseph Ratzinger es una «gran desilusión» para «muchos católicos», aunque se muestre abierto a los primeros actos del nuevo Papa. Según él, la esperanza era que se elija un «Papa pastoral de reformas». Y esa opinión también era compartida por Boff en entrevista reciente a Adital, cuando fue indagado sobre la posibilidad de un papa venido de la curia romana, decía: «Raramente surge un Papa de los círculos de la Curia, pues ahí están los Cardenales, 24 hoy, que no poseen experiencia pastoral ni se confrontan directamente con los desafíos de la pobreza y de la miseria de la humanidad. Y existe una cierta animosidad contra ellos a causa de la forma como se relacionan con las Iglesias nacionales y locales. Sobran, entonces, las áreas donde existen Cardenales-pastores como en África, Asia y América Latina, con larga ventaja para América Latina.»
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Traducción: Daniel Barrantes – [email protected]