Las protestas campesinas ponen en cuestión el modelo de desarrollo dominante. Existen alternativas. La reciente avalancha de protestas campesinas a lo largo de amplias zonas del país señala claramente el injusto sinsentido y la completa inviabilidad de la vía de desarrollo que ha adoptado India, especialmente en la era de la reforma a partir de […]
Las protestas campesinas ponen en cuestión el modelo de desarrollo dominante. Existen alternativas.
La reciente avalancha de protestas campesinas a lo largo de amplias zonas del país señala claramente el injusto sinsentido y la completa inviabilidad de la vía de desarrollo que ha adoptado India, especialmente en la era de la reforma a partir de finales de los 80.
Hasta, digamos, un modesto crítico gastronómico en la India metropolitana consigue una impúdica paga anual que puede llegar fácilmente a las siete cifras [Nota del tr. Se entiende que en rupias; un euro equivale aproximadamente a 80 rupias]. Esta compensación no pueden ni soñarla los pequeños o marginales cultivadores de alimentos del país, algunos de los cuales trabajan mucho más duro y quienes son mucho más importantes para la seguridad alimentaria de India. Es esta evidente disparidad entre las vidas de los aldeanos y de los habitantes de las ciudades lo que constituye el trasfondo de un creciente descontento en ebullición entre los pobres de las aldeas y las ciudades de India. Las protestas de los campesinos del pasado mes en Mumbai es una de muchas en las que esta ebullición se desborda en expresiones más públicas.
Muchas asimetrías
Como deja claro una petición al Tribunal Nacional Verde [National Green Tribunal], la misma asimetría brutal es evidente cuando uno observa la diferencia en el acceso al agua entre la India rural-agrícola y la metropolitana loca por el cricket. Y se pueden contar historias similares sobre otros requerimientos de la agricultura, desde la electricidad a precios justos para producir e inputs para préstamos y la renuncia al cobro de préstamos. El suministro de alimentos se da tan por supuesto que la agricultura simplemente está ausente del radar cognitivo cotidiano de las élites políticas metropolitanas. Un estudio reciente ha demostrado que la agricultura ocupa menos de un 5% de la cobertura de los medios de comunicación dominantes. La agricultura es una ocupación vista como una cosa del pasado, como si India -no importa que más de 700 millones de personas todavía dependan directamente de ella- tuviese que seguir ciegamente los pasos del mundo industrializado.
El tiempo demostrará que esto es un sueño imposible, irracional, que sufre muy profundamente de lo que los filósofos llaman una ‘falacia de composición’. No solo es que ni de lejos todos, es que ni siquiera a una mayoría de la actual población rural de India se le puede ofrecer empleo en actividades económicas no agrícolas, aunque esto se considerase deseable. A no ser que la actual plataforma de políticas de desarrollo se deje de lado en favor de un enfoque radicalmente diferente, seguirán las carencias para cubrir las necesidades básicas de centenares de millones de personas, así como las brutales desigualdades.
Las fortunas respectivas de los agriculturos pequeños y marginales y las de las élites metropolitanas parecen haber sido precalibradas por la vía de ‘desarrollo’ que India ha adoptado desde la era de la reforma que empezó en 1991, si no desde 1947 mismo. Pensemos honestamente sobre los presupuestos de esta visión que nuestras élites políticas y comerciales siguen imponiendo al país, independientemente de quien ocupe el gobierno en Nueva Delhi. La visión es imitativa. Supone que India está predestinada a seguir la vía de industrialización que han tomado el mundo occidental y el Este de Asia. El objetivo, antes implicito y ahora explícito, es asegurar que solo una pequeña parte de la fuerza de trabajo de India siga en la agricultura.
El reto de los números
¿Qué probabilidad hay de que esto suceda? La población de la India estará aproximadamente en unos 1.600 millones. Aunque solo dos tercios de esta población deba encontrar su medio de vida fuera de las aldeas (una versión modesta del sueño de cualquier Ministro de Finanzas), mil millones de personas vivirán en las ciudades, comparado con los actuales 400 millones. Esto significaría que habría que crear unos 200 millones de empleos más en el próximo cuarto de siglo, a una tasa de 8 millones de empleos nuevos cada año. En los últimos años de la era de la reforma, la tasa neta de generación de empleo en el sector formal, según los propios datos del gobierno, está por debajo de los 0,5 millones por año. Es aquí pertinente recordar que esta es la era de la robotización disruptiva en todas las industrias: el gobierno presume de los empleos que se han creado, no de los empleos perdidos por la automatización.
La visión dominante también implica que nuestras ciudades serán capaces de proporcionar la enorme infraestructura -de aire y agua limpios, instalaciones de saneamiento y electricidad, carreteras y comunicaciones, viviendas y seguridad social- ¡para 600 millones de personas más!
¿Cómo se alimentará a mil seiscientos millones de personas?
En el campo, si a los aldeanos (especialmente los jóvenes) se les disuade de trabajar en la agricultura, esto constituirá una ruptura epistémica histórica del largo pasado de India: toda una generación de jóvenes indios habrán crecido sin ningún conocimiento sobre la agricultura manual. Esto tiene implicaciones trascendentales.
Se asume de manera informal que la agricultura estaría virtualmente completamente mecanizada, como en el mundo ‘desarrollado’. Hacer funcionar la maquinaria agrícola exigiría enormes recursos energéticos. Aunque solo la mitad de la energía procediese de recursos fósiles, supondría una demanda demoledora sobre las reservas de petróleo y carbón existentes, en una era de cruel escasez. ¿De dónde vendrán estos combustibles fósiles? Una gran parte tendrán que ser importados con unas reservas de divisas cada vez más escasas -suponiendo que los países con excedente de energía sigan queriendo vender estos combustibles-.
Se podría argumentar que India importará los alimentos. Vale la pena tener en cuenta que India solo ha tenido dos años de balance comercial positivo en las últimas cuatro décadas. También hay que contar con las perspectiva de malvender las bases de nuestra seguridad alimentaria. Aunque India encuentre las divisas, ¿seguirán quedando países en una posición que les permita suministrar alimentos para, posiblemente, unos quinientos millones de personas? ¿Existe en la Tierra algún sustituto agroecológico para las llanuras indogangéticas?
Finalmente, deberíamos considerar el hecho de que una agricultura impulsada por los combustibles fósiles supondría una extraordinaria demanda al espacio climático precisamente en un momento en el que este se va reduciendo mes a mes.
Hagamos un ejercicio de introspección
A la luz de una perspectiva tan alarmante, aquellos que están actualmente en los pasillos del poder político deben lanzar una mirada larga y dura al camino que están pidiendo seguir al país. Una minoría de indios disfruta de la riqueza del Primer Mundo, mientras al resto se le vende el sueño de que también pueden alcanzarlo, con la esperanza de que no protestarán por las privaciones injustas que sufren -el 1% de los indios ricos poseen tanta riqueza como el 70% de su población, y la brecha sigue aumentando-. Como una gran parte de ese 70% que es un daño colateral del ‘desarrollo’ acelerado, los campesinos han perdido no solo la viabilidad de sus medios de vida, sino buena parte de su respeto por sí mismos, llevándolos al suicidio de centenares de miles en las últimas décadas.
Las crecientes protestas de los campesinos en todo el país no son solo una reclamación de dignidad. De manera aún más trascendente, pone en cuestión la racionalidad paradigmática del modelo de desarrollo reinante. Existen alternativas, practicadas y concebidas en centenares de lugares en India: desde conseguir una completa seguridad alimentaria por parte de las campesinas dalit de la Sociedad para el Desarrollo de Deccan [Deccan Development Society] y los pequeños campesinos del Colectivo Timbaktu en Andhra-Telangana (ambas en condiciones de aridez de la tierra), a la creación de medios de vida decentes mediante la artesanía, la manufactura a pequeña escala, el turismo comunitario, o los servicios sanitarios tradicionales a través de Jharcraft, Kudumbashree, Maati, Khamir, SRUJAN, Qasab y otros. Estas iniciativas han frenado e incluso revertido la emigración del campo a la ciudad, han creado prosperidad rural, intentado la justicia de género y casta, y sin destruir el medio ambiente.
Aseem Shrivastava y Ashish Kothari son los autores de ‘Churning the Earth: The Making of Global India’ (Penguin Viking, 2012) y ‘Prithvi Manthan’ (Rajkamal, 2016)
Fuente: http://www.thehindu.com/opinion/op-ed/facing-the-future-of-development/article23505889.ece
Traducido por Carlos Valmaseda