La represión francesa en Nueva Caledonia es ilegítima, afirma el diputado kanak Emmanuel Tjibaou. El Estado, que continúa con las “mismas lógicas neocoloniales”, debe “asumir la descolonización”.
Durante la madrugada del 19 de septiembre [de 2024] a pocos kilómetros de Numea, Nueva Caledonia, dos habitantes de la tribu kanak de Saint-Louis fueron asesinados a tiros durante una operación especial llevada a cabo por el Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional (GIGN). Este asesinato eleva a trece el número de muertes desde que estallaron los disturbios el pasado mes de mayo, tras un proyecto de revisión constitucional que trastocó las modalidades de sufragio en el archipiélago.
Al enterarse de la tragedia, varias decenas de independentistas se reunieron en un tenso cara a cara con las fuerzas del Estado. “¿Por qué matan a nuestros hijos?”, gritó un residente citado por la AFP. «No somos terroristas», añadió una madre.
Para Emmanuel Tjibaou, diputado kanak que llegó a la Asamblea Nacional el 7 de julio, el gobierno dimisionario no tiene legitimidad para continuar tales operaciones. El hijo del independentista Jean-Marie Tjibaou (quien fue asesinado en 1989) denuncia ante Reporterre la política colonial del presidente de la República Emmanuel Macron.
Reporterre: El comandante de la gendarmería de Nueva Caledonia justificó las operaciones especiales “debido a la inseguridad que reina en el cruce de Saint-Louis”. Por su parte, los independentistas kanak denuncian “métodos bárbaros y humillantes utilizados por la policía”. ¿En qué punto se encuentra hoy la crisis?
Emmanuel Tjibaou: Hay una tensa calma. La muerte de estos dos hombres provocó un nuevo aumento en las tensiones dentro de los barrios, especialmente en los alrededores de Numea. La tranquilidad parecía haberse instalado más o menos en todo el país desde hacía varias semanas, pero, una vez más, el Estado optó por la represión en vez de por el diálogo.
El 20 de julio comenzó un bloqueo en St. Louis. Desde entonces los residentes se han visto privados de electricidad, redes telefónicas, acceso a la atención médica y no se les permite entrar a sus hogares con un vehículo, todos deben caminar varios kilómetros y someterse a registros corporales y controles de identidad en cada checkpoint. Incluso las madres y los niños que van a la escuela, las personas en diálisis. En cierto modo, estos checkpoints me recuerdan a los de Gaza. Los ancianos de la tribu dicen tener la sensación de haber regresado a los tiempos de l’indigenat (1).
¿En su opinión, tiene legitimidad el gobierno para llevar a cabo tales operaciones militares aunque haya dimitido?
La seguridad de los bienes y de las personas son responsabilidad del Estado, no puedo responder por él. Lo que observo es que hay una verdadera falla, han llegado cerca de 7.000 gendarmes. La única respuesta de la que es capaz el Estado es la de la fuerza. Incluso en ausencia de gobierno, el Elíseo podría ofrecer su solidaridad como sabe hacerlo con Ucrania. Pero no, ni una palabra. Estamos hablando de un territorio de Francia, de ciudadanos franceses. Nuestro archipiélago arde, hay trece muertos… pero Emmanuel Macron está ausente.
Los pocos contactos que hemos podido mantener con Marie Guévenoux, ministra de Ultramar, son realmente limitados. Ella plantea la interrogante de cómo volver a invertir en un territorio que ya no quiere al Estado francés [Francia explota especialmente níquel, la causa principal de una crisis política]. Esa es su preocupación: ¡la inversión! Date cuenta de la gravedad de estas palabras: hemos regresado a los días de las colonias.
A finales de agosto los propios relatores especiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acusaron a Francia de “socavar la integridad de todo el proceso de descolonización” ¿Cuál es su opinión sobre la política llevada a cabo por el presidente?
Esto es neocolonialismo. En el Acuerdo de Numea, firmado en 1988 y que establece el proceso de descolonización, está claramente escrito que el Estado apoya a Nueva Caledonia hacia su plena emancipación. Estas líneas fueron firmadas por los independentistas del Frente Kanak y Socialista de Liberación Nacional ( FLNKS ), los partidarios y Lionel Jospin [entonces primer ministro], por mandato de la Asamblea Nacional. Sin embargo, Emmanuel Macron hoy parece despreciarlo.
Usted es precisamente el primer independentista desde los años 1980 que acude al Palais Bourbon [sede de la Asamblea Nacional francesa]. ¿Cómo pretende llevar el tema al hemiciclo?
Mi estrategia es simple: voy a alertar a mis colegas diputados y recordarles sus obligaciones con respecto a la continuación de este acuerdo constitucional. Pedir a cada uno de ellos que se comprometan a proseguir las discusiones para apoyar al archipiélago hacia su emancipación.
Durante casi cuarenta años nosotros, los independentistas, hemos estado ausentes de esa gran instancia [la Asamblea Nacional]. Nos concentramos en pelear en casa. Sin embargo, hoy está claro que también hay oportunidades que no hemos podido aprovechar hasta ahora en Matignon [residencia del Primer Ministro francés] y en el Palais Bourbon. Queremos activar esta red hoy. Realmente es necesario estar presentes, comunicarnos mejor.
Antes que tú, tu abuelo fue parte de esta misma lucha.
Soy de Tiendanite, a 400 km de Numea. Durante la Primera Guerra Mundial el ejército francés organizó una importante campaña de reclutamiento en Oceanía. En aquel momento no éramos ciudadanos franceses, solo súbditos de la República sin derechos políticos. Los militares llegaron a las tribus obligando a los nativos a enrolarse para defender a la madre patria, a lo que mis antepasados respondieron: no es Guillermo II (el antiguo emperador de Alemania) quién está robando las tierras de los kanak, sino ustedes, los franceses.
Y así comenzó la primera campaña del ejército francés, no en el este de Francia, sino en Nueva Caledonia. El ejército francés destruyó nuestras aldeas y mató a los habitantes que solo tenían arcos y flechas para defenderse de las ametralladoras automáticas. En ese momento mi bisabuela fue asesinada a tiros mientras huía. Otras personas de la tribu acogieron a mi abuelo, lo escondieron y nuestro clan logró sobrevivir.
En 1917 mi abuelo tenía 10 años. En 1936, cuando se abolió el Code de l’indigenat, mi padre tenía 10 años. En 1986, en los Événements (un período marcado por una casi guerra civil) yo tenía 10 años y luego en 2016, cuando se aprobó la enseñanza de los fundamentos de la cultura kanak, mi hijo tenía 10 años. El camino de mi pueblo hacia la liberación es difícil de percibir en la escala de una sola vida. Puede resultar difícil comprender las repercusiones de una crisis a lo largo de toda la historia colonial de nuestro país. Sin embargo, la determinación sigue siendo esencial, la lucha se transmite de generación en generación.
¿Es esto también un reflejo de que Francia todavía no puede comprender su herencia colonial?
Por supuesto, si hoy nos encontramos con muertes en Saint-Louis, es porque Francia aún no comprende el legado de la colonización, permanece dentro de la misma lógica neocolonial, siempre reacciona de la misma manera. Solo el diálogo permitiría considerar otras perspectivas, no la represión. Aquí es donde la lucha política toma su fuerza, el Estado debe salir de su postura trillada y asumir la responsabilidad de la descolonización.
Esto no concierne solo a Nueva Caledonia, en los territorios de ultramar existe un verdadero apartheid social. Quizás La Reunión se libre de esto, pero en otros lugares existe claramente una gestión partidista a favor de los intereses de Francia. En cuanto se plantean cuestiones sobre nuestro pueblo en relación al costo de la vida, el respeto de las identidades, la lucha por la independencia, siempre es la misma respuesta. Ya sea aquí, en Martinica o entre nuestros hermanos polinesios, el Estado francés nos está aplastando. Somos objetos de consumo y debemos sufrir la explotación de nuestros recursos sin decir nada. Sin embargo, pretendemos creer que también tenemos voz en este asunto. Si esta injusticia continúa, nuestra revuelta será legítima.
N. de la t.:
(1) L’indigenat o Code de l’indigénat era un régimen penal administrativo especial (y muy discriminatorio) que se aplicaba exclusivamente a algunas de las personas indígenas de los territorios coloniales franceses en los siglos XIX y XX.
Texto original: https://reporterre.net/Nouvelle-Caledonie-On-est-revenu-au-temps-des-colonies
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