Cuando no se cumplían cinco meses de su asunción como Ministro Jefe (gobernador) del Estado de Gujarat, el actual Primer Ministro de India, Narendra Modi, cargaba sobre sí con la matanza de aproximadamente 2.000 indios musulmanes “cazados” por las hordas fascistas de su partido, el Bharatiya Janata Party (BJP, Partido Popular Indio), junto a la fuerza madre del supremacismo hindú, la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS) (Asociación Nacional de Voluntarios), responsables, entre otros crímenes, del magnicidio de Mahatma Gandhi.
La razia había comenzado tras un hecho, al menos confuso, que derivó en el incendio del Sabarmati Express, en proximidades de la estación de la ciudad de Godhra, provocando la muerte de unos 60 peregrinos hindúes, entre ellos 25 niños, que viajaban a los templos de Ahmedabad. De esos hechos fueron responsabilizados militantes islámicos e incluso se intentó implicar agentes enviados por Pakistán. Las pruebas que avalan dichas acusaciones jamás fueron aportadas.
A partir de ese momento, y por tres días, frente a la inacción de las fuerzas de seguridad y el Gobierno estadual, se inició una matanza que no excluyó violaciones, saqueos y la destrucción e incendio de cientos de propiedades de musulmanes. Matanzas que superaron en cantidad y sadismo a las de Nellie en 1983, Delhi en 1984, Bhagalpur en 1989 y Bombay en 1992-1993, que habían sido las más sangrientas hasta la de Gujarat en 2002.
Tras el baño de sangre todos apuntaron a responsabilizar a Modi, dada la pasividad de las fuerzas policiales y la presencia de sus correligionarios en las calles alentando a exterminar a los enemigos de la Hindutva (identidad hindú) el concepto supremacista de los nacionalistas indios, ya que no solo toleró, sino que animó a los fanáticos. En investigaciones posteriores se encontró que se había ordenado a la policía y funcionarios del Gobierno direccionar los ataques con objetivos absolutamente especificados, dando pie a considerar que incluso el incendio del tren había sido un atentado de “falsa bandera” con la clara intención de provocar los desbordes posteriores. Según lo informado por el Tribunal, cientos de mujeres y niñas sufrieron las formas más aberrantes de violencia sexual para luego ser quemadas vivas.
Tras una larga investigación realizada por el Equipo Especial de Investigación (SIT) y ordenada por la Corte Suprema de India en 2012, Narendra Modi fue absuelto de cualquier complicidad con los hechos de violencia. El SIT también negó las afirmaciones, que señalaban al Gobierno estatal por no haber hecho lo suficiente para evitar los disturbios. Un año después surgieron otras acusaciones acerca de que el SIT había ocultado pruebas, lo que tampoco fue atendido.
Las causas respecto al incendio del tren y las matanzas que se sucedieron transitaron diferentes comisiones investigativas y tribunales, alcanzado a condenar a una treintena de personas, pero ninguna que pudiera conectarse directamente con el entonces Ministro Principal.
Los hechos de febrero y marzo del 2002 solo fueron el preámbulo de más conflictos religiosos entre hindúes y musulmanes que dejaron a lo largo de India miles de muertos.
Desde entonces, y tras la llegada de Modi al poder central de India en 2014, las provocaciones y ataques, que en muchos casos terminan en linchamientos y asesinatos contra la comunidad islámica, la primera minoría religiosa del país con más de 220 millones de integrantes, no han dejado de sucederse, informándose, prácticamente a diario, ataques, saqueos y muertos, lo que tiene características de limpieza étnica o, en este caso, religiosa.
Modi también ha articulado políticas estatales de provocación contra la comunidad musulmana como la Ley de enmienda de ciudadanía (CAA), que permite acceder a la nacionalidad india a migrantes indocumentados provenientes de Pakistán, Bangladesh y Afganistán de las minorías hindú, sij, budista, jain, parsi y cristiana, que puedan demostrar ser originarios de alguno de esos tres países, dejando claramente afuera a los musulmanes, incluso a miles de ellos nacidos en India que por no ser registrados al momento de nacer están perdiendo no solo la nacionalidad india, sino que corren el riesgo de ser expulsados de su país.
En 2019 Nueva Delhi anuló el artículo 370 de la Constitución india, con más de 70 años de vigencia, que otorgaba autonomía de estado a Jammu y Cachemira, una región en disputa con Pakistán desde 1947, de mayoría musulmana, que desde la partición ha generado tres guerras y miles de choques fronterizos que producen centenares de muertos.
Más allá de sus antecedentes supremacistas, que lo asocian al nazisionismo, a Trump, Orban y Bolsonaro. Narendra Modi como Primer Ministro de India -dada la potencialidad económica de su país, cuya población se encuentra superando a la de China para convertirse en la más numerosa del planeta, la que lo hace un mercado extraordinario y codiciado para cualquier otra nación del mundo, a lo que se suma su membresía en la alianza económica de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)- se convierte, en una figura bienvenida y esperada en los foros internacionales y se le recibe con expectativas en sus visitas oficiales a cualquier país, por lo que nadie está dispuesto a recordarle sus “pecadillos” de lesa humanidad contra la comunidad musulmana.
Instrumentos de la memoria
Más allá del blindaje político, diplomático y mediático del que usufructúa Modi, de pronto surgen voces, ecos del pasado que lo señalan como un genocida y de eso trata The Modi Question, el documental en dos episodios que ha exhibido la BBC, el primer capítulo el 17 de enero y el segundo el día 24. Documental que se centra en el rol de Modi durante la masacre de Gujarat en 2002 y que además indaga en su carrera en el Bharatiya Janata Party, según ellos el partido político más grande del mundo superando al Partido Comunista Chino, hasta alcanzar a convertirse en el Primer Ministro Jefe de Gujarat.
La investigación de la BBC halló memorándums reservados en los que se detalla la conducta de Modi que en su momento había recibido fuertes críticas por parte de gobiernos occidentales, entre los que se incluye el británico, donde se encontró que los hechos de Gujarat tenían todos los componentes de una limpieza étnica.
Modi, desde hace décadas, ha sido acusado de complicidad en la violencia de Gujarat, aunque parece incombustible, ya que a partir de su llegada al poder en 2014 se ha desarrollado un culto a la personalidad o vyakti puja, solo comparable al de Hitler, Mussolini o Franco, el cual no solo se reduce al renombrar calles, estadios con su nombre o gigantografias con su imagen, en rutas, estaciones de tren o aeropuertos. Llegando al punto de que durante la pandemia los certificados de vacunación tenían grabada la fotografía de Modi.
Así, para evitar la exhumación del horroroso pasado de Modi con la serie británica, Nueva Delhi, ha prohibido de plano su exhibición invocado leyes de emergencia.
Según el Gobierno indio, el documental es “una pieza de propaganda diseñada para impulsar una narrativa particular desacreditada”. Además se refiere a la falta de objetividad y la mentalidad colonialista “que persistenten y son descaradamente visibles”. También el documental fue objetado en una declaración firmada por 300 exmagistrados, funcionarios y figuras prominentes del país que acusaron a la BBC de impulsar una agenda imperialista y constituirse en juez y jurado para resucitar las tensiones entre hindúes y musulmanes.
Al mismo tiempo el Ministerio de Información y Radiodifusión de la Unión India ordenó que no se emitan segmentos apoyándose en normativas del 2021, las que permiten la censura en caso de emergencia. Al mismo tiempo se ordenó a Twitter y YouTube que se eliminen las cuentas que transmitieron esos segmentos, basándose en que se estaba socavando la soberanía y la integridad de India con acusaciones infundadas que transmiten basura anti-India, disfrazada de información. A lo que la BBC respondió que su documental “fue investigado rigurosamente de acuerdo con los más altos estándares editoriales”.
Leyes como las que han permitido este acto de censura son las que han hecho descender a India en el Índice Mundial de Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras del puesto 140 en 2013 al 150 en 2022, en un improbable intento de detener el pasado.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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