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Indonesia ante la catástrofe climática y el autoritarismo

Fuentes: Viento sur [Imagen: Banda Aceh en Sumatra (Indonesia) tras la devastación]

El ciclón Senyar1 ha provocado inundaciones y deslizamientos de tierra mortales en varias provincias indonesias. El balance parece muy grave y la política de (no) prevención de riesgos llevada a cabo por el Gobierno vuelve a ser criticada.

Una semana después del paso del ciclón, sigue siendo imposible evaluar la magnitud de la devastación en las provincias de Aceh, Sumatra Septentrional y Sumatra Occidental. Al menos 961 personas han perdido la vida, cerca de 300 están desaparecidas, más de 156 000 viviendas han resultado dañadas o destruidas y pueblos enteros han sido arrasados. El gobernador de Aceh ha declarado sin rodeos que “muchos pueblos y subdistritos ya no son más que nombres”. Más de 3,2 millones de personas se han visto afectadas, de las cuales más de un millón han sido desplazadas. La hambruna amenaza en las zonas remotas. Los testimonios de los supervivientes reflejan la gravedad de la situación. Por citar un ejemplo entre otros, una familia tuvo que pasar tres días en el tejado de su casa sin comer ni beber, esperando a que bajara el nivel de las aguas. Una vez más, se critica al poder.

En los últimos días, Tailandia y Malasia también se han visto directamente afectadas por el ciclón Senyar, mientras que Sri Lanka ha sido devastada por otro ciclón, Ditwah, procedente del golfo de Bengala2. Su magnitud se debe a una rara combinación de factores meteorológicos; sin embargo, la multiplicación de los fenómenos denominados excepcionales es una de las consecuencias de la crisis climática global, que no deja de agravarse3. Las y los activistas medioambientales de Indonesia subrayan que la devastación se ha visto agravada en particular por la deforestación, provocada en gran medida por la industria minera o la agroindustria, y facilitada por la corrupción endémica en la administración4. Una constatación compartida en los demás países afectados.

El poder sabe que su negligencia, ante la magnitud del sufrimiento social y climático de las clases populares, alimenta la revuelta. De hecho, el verano pasado, Indonesia fue escenario de una de las principales revueltas generacionales contra la corrupción de las élites, de las que Asia fue uno de los epicentros, con el incendio de varios parlamentos regionales5. El eco regional de esta revuelta fue tanto más importante cuanto que el país cuenta con unos 285 millones de habitantes, en la encrucijada del océano Índico y el Pacífico. Un archipiélago gigante que se extiende hasta los confines de Australia.

Tras un tiempo de indecisión ante la magnitud de las protestas, el presidente Prabowo Subianto6  optó por la mano dura. Más de 4.000 manifestantes han sido detenidos desde agosto7. El papel del Ejército dentro del régimen y su libertad de acción se refuerzan. Con el respaldo del poder, la presión de los movimientos islamistas radicales sobre la sociedad se hace más acuciante. Como provocación definitiva, el presidente decidió mostrar su filiación histórica proclamando al dictador Suharto8 héroe nacional el 10 de noviembre de 2025 (Día de los Héroes Nacionales), mediante un decreto presidencial9. El 30 de octubre, GEMAS (acrónimo indonesio del Movimiento de la Sociedad Civil para Llevar a Suharto ante la Justicia)10 envió una carta abierta a las autoridades para protestar contra dicha rehabilitación. Esta carta abierta fue firmada por 185 organizaciones y 256 personas. Al convertir a Suharto en héroe, Prabowo anunció a bombo y platillo que pondría fin de forma radical al proceso histórico de democratización iniciado en Indonesia (y ya socavado por su predecesor).

Los medios de comunicación progresistas, como Tempo 11, son llevados a los tribunales. Para la Alianza de Periodistas Independientes12, este retorno al pasado dictatorial equivale a “salir de la boca del tigre para caer en las fauces del cocodrilo”. Los ataques no son solo jurídicos y financieros. En la isla de Papúa13, en octubre de 2024, varios vehículos aparcados en el aparcamiento del medio de comunicación Jubi fueron incendiados con cócteles Molotov y dos soldados –el sargento Devrat y el soldado Arga Wisnu Tribaskara– fueron identificados gracias a las imágenes de las cámaras de videovigilancia y a los testimonios, pero el caso sigue en un punto muerto jurídico: tras ser transferido al mando militar, los investigadores del TNI14 lo desestimaron por “falta de pruebas”, creando de hecho una situación de impunidad.

Los periodistas de investigación no son los únicos en el punto de mira. Se ha elaborado una lista negra de autores progresistas (desde Karl Marx hasta el célebre escritor indonesio Pramoedya Ananta Toer15). La posesión y difusión de sus obras pueden considerarse actos delictivos en virtud de normativas que datan de la era Suharto y que siguen vigentes, por lo que las redadas policiales y las confiscaciones de libros continúan hoy en día16. Peor aún, los manifestantes han sido tildados de “traidores a la nación”, una de las acusaciones más graves desde el punto de vista jurídico, que se remonta a la época colonial.

Actualmente, los movimientos progresistas se ven amenazados por la represión, destinada a sofocar cualquier protesta popular. Sin embargo, la sociedad civil indonesia cuenta con décadas de experiencia. Lucha sin descanso contra el creciente autoritarismo del régimen y el retroceso de los derechos y los espacios democráticos . Se está intensificando la represión contra los activistas sindicales, así como la negación de los derechos de los pueblos indígenas que se enfrentan a la industria extractiva o a la construcción de megaproyectos cuyo coste medioambiental y sanitario es exorbitante.

En este contexto general, aumentan las desigualdades sociales y de género. Los movimientos de mujeres participan en primera línea de la resistencia colectiva. Komnas Perempuan17, la institución nacional indonesia de derechos humanos encargada específicamente de luchar contra la violencia a las mujeres, registra un aumento de la violencia contra las mujeres, incluidos los feminicidios. El Gobierno destaca por su pasividad, a pesar de la urgencia de la situación.

La subordinación de las mujeres y la subordinación del proletariado van de la mano, especialmente en las zonas industriales y el sector informal, donde las condiciones de trabajo pueden ser inhumanas y la mano de obra femenina es mayoritaria. Esta cuestión siempre ha estado en el centro de las actividades de la asociación Mujeres Libres18, que el 25 de noviembre (Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer) llevó a cabo acciones en Yakarta, Samarinda, Palu y Manokwari.

En los últimos meses se han movilizado numerosos movimientos, de forma repetida y en múltiples frentes, como Amnistía Internacional Indonesia, Kontras19, la federación sindical FSBPI20, Greenpeace Indonesia, Les Musiciens – movimiento popular, WALHI-FoE Indonesia21, Social Justice Indonesia (SJI), Young Movement Against Criminalisation (Movimiento de jóvenes contra la criminalización), etc. El pasado mes de octubre se constituyó incluso un sindicato de presas y presos políticos, con el apoyo de Tapol22, cuya acción se remonta a los años de la dictadura de Suharto. El movimiento Mujeres Libres y la Alianza de Mujeres Indonesias, a las que hemos apoyado, han desempeñado un papel muy activo en la resistencia democrática. Expresamos nuestra solidaridad con todas estas organizaciones.

Pierre Rousset es un especialista en revoluciones asiáticas y ornitólogo impulsor de la preservación de especies silvestres en el parque de Beaumonts, en Montreuil.

Traducción: viento sur

ESSF

Fuente: https://vientosur.info/indonesia-ante-la-catastrofe-climatica-y-el-autoritarismo/