Deseaba y buscaba esta situación, pero no para ahora. Brarak Obama se había preparado para dar la mano a Ahmadineyad, a cambio de que paralizara el programa nuclear. Ahora, le será difícil justificar negosaciones con un presidente acusado de fraude electoral y de reprimir un movimiento pacifico. Los acontecimientos de Irán cambian las prioridades de […]
Deseaba y buscaba esta situación, pero no para ahora. Brarak Obama se había preparado para dar la mano a Ahmadineyad, a cambio de que paralizara el programa nuclear. Ahora, le será difícil justificar negosaciones con un presidente acusado de fraude electoral y de reprimir un movimiento pacifico. Los acontecimientos de Irán cambian las prioridades de Washington, preocupado por la crisis financiera mundial, salir de Irak, reforzar sus efectivos en Afganistán y seguir con las operaciones militares en Pakistán. Irán, hoy un nuevo desafío con mayúscula, era la pieza clave para solucionar parte de aquellos problemas: Su ayuda era necesaria para retirase de las calles de un Irak, cuyo gobierno es próximo a Irán, país que por otro lado estaba prestando sus carreteras sureñas para que la OTAN (bajo la bandera alemana) transportara equipamiento militar a Afganistán, tras el cierre del Paso del Khyber en Pakistán. Ni qué decir de su papel en la solución del conflicto palestino israelí.
Las cosas, para Obama, no podían ir peor. La situación de Irán -segundo exportador del petróleo del mundo-, podrá disparar el precio del crudo, dificultando las iniciativas para paliar la crisis económica mundial, y afectará al plazo que se había fijado para tomar una decisión sobre su programa nuclear. Hay más: ante un repentino desmoronamiento del régimen, no tiene un gobierno alternativo preparado; un vacío del poder en un país estratégico como Irán, le inquieta y bastante.
Las relaciones entre EEUU y la Republica Islámica, están llenas de anécdotas. Cuenta Jimmy Carter que ante la caída del Sha, el G4 (EEUU, Francia, Inglaterra y Alemania), en su conferencia celebrada en 1979 en la Isla de Guadalupe, el presidente francés Giscard d’Estaing, propuso apoyar a los islamistas iraníes, ya que por su anti comunismo eran sus aliados naturales en la batalla contra la URSS, país con amplia frontera con Irán. Por lo que invitaron a Ayatolá Jomeini a trasladar su cuartel general a Francia para tomar la rienda de una revolución que era espontánea, al igual que el actual movimiento. Más adelante, el escándalo Iraní-Gate (1985), sacaba a luz el que Ronald Regan vendía armas a Teherán, y con sus ganancias financiaba a la Contra nicaragüense.
Más reciente, durante la invasión de EEUU a Afganistán, Collin Powell alababa el papel de Irán. Teherán cerró la frontera a los Taliban fugitivos, y ofreció sus aeropuertos a la aviación estadounidense en caso de emergencia. Aun así, la República Islámica ha mantenido su independencia respecto a las potencias extranjeras. El pueblo iraní es muy sensible a las injerencias en sus asuntos internos, tampoco perdonaría pactos secretos de los lideres del movimiento verde con «fuera».