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Diferentes perspectivas de acción para Mousavi después de la crisis a raíz de las elecciones en Irán.

Para Mousavi: tres caminos por delante

Fuentes: Asharq al Awsat

Traducido para Rebelión por Andrés Prado.

«¿Y a dónde vamos desde aquí?» Ésta debe ser la pregunta que Mir Hossein Mousavi Khameneh, el candidato derrotado en las elecciones presidenciales de Irán, debe estar preguntándose.

Encontrar una respuesta no será fácil.

Desde el comienzo de su candidatura, el antiguo primer ministro se enmarcó en una posición minimalista que le deja muy poco espacio para maniobrar. No ofreció un programa claro a parte de postularse como el candidato anti- Ahmadinejad. Incluso aquellos de sus seguidores que le adjudicaron la etiqueta de «reformista» no podían decir exactamente qué era eso que quería reformar y cómo.

Con las elecciones terminadas, Mousavi adoptó otra postura minimalista pidiendo primero un recuento de votos y luego una nueva celebración de las elecciones.

No consiguió ni lo uno ni lo otro.

Todo lo que el gobierno estaba dispuesto a ofrecer era un recuento aleatorio de un 10 por ciento de los votos. Sin embargo, también eso acabó en más humillación para Mousavi. El recuento redujo su porcentaje de votos y aumentó el del presidente Mahmoud Ahmadinejad.
La estrategia de Mousavi es difícil de entender.

Si cree que las autoridades amañaron las elecciones para asegurar la victoria de Ahmadinejad, ¿por qué esperaba que un recuento o una nueva celebración de las elecciones daría un resultado diferente?

Mousavi tiene tres opciones.

Podría seguir cuestionando los resultados electorales y afirmándose como ganador. Hace una generación no habría podido asumir tal posición porque el régimen de Jomeini habría dado la orden para liquidarle físicamente. Ahora sin embargo, es improbable que el actual régimen apañase para él una caída bajo las ruedas de un autobús. Sus lazos familiares con el «Guía Supremo» Ali Khameini pueden ser una garantía añadida.

Una posición tal no le daría resultados inmediatos a Mousavi.

Sin embargo, seguiría arrojando una sombra sobre la legitimidad de Ahmadinejad.

Así, Mousavi se convertiría en una versión iraní de Aung San Suu Kyi, el líder democrático birmano que, después de perder las elecciones por «robo» de la junta militar en Rangún, ha estado bajo arresto domiciliario más de una década.

La segunda opción de Mousavi es organizar a sus seguidores, o al menos a algunos de ellos, bajo un partido o grupo político y presentarse a las elecciones para los Majlis islámicos (Asamblea Islámica Consultiva), el sucedáneo del parlamento iraní, dentro de dos años.

Apañar los resultados a los Majlis es más difícil que hacer trampa en una elección presidencial. Así que el grupo de Mousavi podría asegurarse bien un pequeño punto de agarre en esta legislatura.

Sin embargo, para que esa estrategia tenga éxito, Mousavi necesitaría restablecer sus relaciones con el «Guía Supremo» a la vez que ofrece una plataforma para una oposición leal dentro del régimen.

Una estrategia así podría asegurar su integridad física y, con el tiempo, habilitarle para un nuevo asalto a la presidencia.

Sin embargo puede que esté preguntándose sobre la utilidad de una línea de acción así.

Como líder de una «oposición leal» a un régimen totalitario, tendría muy pocas oportunidades de alterar mínimamente los fundamentos del sistema a la vez que correría el riesgo de otorgarle legitimidad.

Cualquier intento de vender «Jomeinismo con cara humana» estaría tan condenado como lo estuvieron los intentos de invocar «Comunismo con cara humana» en el siglo pasado.

Lo máximo que Mousavi podría conseguir con esa estrategia sería convertirse en una versión iraní de trágicos aspirantes a reformistas tales como Edward Ochab, Wladyslaw Gomulka, Imre Nagy, Janos Kadar y Alexander Dubcek.

La tercera opción de Mousavi es decirle a sus seguidores que el sistema implantado no puede ser reformado y tiene que ser sustituido por otro nuevo basado en el pricipio de soberanía popular.

Gracias a la decisión de contraatacar de Mousavi, la actual crisis ha producido ya, al menos, un resultado positivo. Ha clarificado la situación mostrando el nombre compuesto «República Islámica» como un oxímoron. El espacio destinado para la «república» ha ido encogiendo hasta su mínima acepción desde el comienzo del régimen de Jomeini.

El martes, la (oficial) Agencia Islámica de Noticias (IRNA) publicó el texto de un largo sermón del «Guía Supremo» en la provincia del Kurdistán para los miembros de la 27 División de élite, explicando al detalle la naturaleza del régimen.

Esto es lo que dijo Khameini: «La sociedad islámica es la sociedad del Imanato. Esto significa que el Imán es la cabeza del sistema. (El Imán es) un hombre que ejerce el poder porque la gente le sigue como líder, desde su corazón y porque tienen completa fe en él.»

Khameini no hizo mención alguna a la Presidencia o a cualquier otro órgano del Estado porque el sistema que él defiende es una institución única que lo abarca todo: el Imanato.

Con las pretensiones democráticas y la voluntad popular esfumadas, el actual sistema en Irán está más cerca de modelos como el Imanato de Yemen o el «Emirato Islámico» en Afganistán bajo los talibanes, que de una república en la que Mousavi, o cualquier otro, pudiera reivindicar un mandato basado en una victoria electoral.

El sermón de Khameini también incluye una clara advertencia de que el régimen está preparado para provocar un baño de sangre para mantener su control del poder. Khameini dijo también que si el Shah hubiera matado a medio millón de personas no habría sido depuesto.

También critica al Frente Argelino de Salvación Islámico (FIS) por no haber incitado a las masas a llenar las calles y haber provocado un baño de sangre al enfrentarse al ejército. «Si hubieran llevado a las multitudes a las calles, hoy habría un gobierno islámico en Argelia», dijo. «Pero tuvieron miedo y mostraron debilidad».

El «Guía Supremo» recuerda con admiración la masacre de un millón de comunistas en Indonesia bajo el mando del general Suharto que él alega salvó el sistema en aquel país.

Mousavi, un héroe rehacio, ha conseguido trazar las verdaderas líneas de batalla en la política iraní. Si él quiere estar presente en esas líneas, durante cuánto tiempo y con cuánta determinación, está todavía por ver.

http://www.asharq-e.com/news.asp?section=2&id=17281