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Irán y 38 años de lucha soberana y digna (Parte I)

Fuentes: Hispantv

Una historia marcada por la agresión a su proceso revolucionario, sólo comparable a la que ha sufrido la isla de Cuba, bajo el mismo enemigo: los Estados Unidos de América.

La República Islámica de Irán vive un contencioso que ha marcado toda una generación, que ha visto transitar casi cuatro décadas desde el triunfo revolucionario, con una guerra de agresión que obligó a la denominada santa defensa contra Irak. Años de bloqueos y sanciones por el férreo convencimiento de asumir su soberanía y dignidad a toda prueba. Una época que en julio del año 2015 generaría un punto de inflexión, con la firma de los denominados Acuerdos Nucleares o Plan Integral de Acción Conjunta – JCPOA por sus siglas en inglés – que reconoce en Irán su derecho a desarrollar su programa nuclear pacífico y con ello poner fin a sanciones económicas, políticas, científicas y diplomáticas, que mostraron no sólo su carácter injusto, sino que estériles para doblegar la resistencia iraní.

Hoy, tras cumplirse 38 años del triunfo de la Revolución iraní, en un escenario regional complejo, donde el papel de Irán ha significado romper el mito de la invisibilidad de Occidente y sus socios sionistas y wahabitas, se hace más necesario que nunca resaltar el enorme y trascendental papel que cumple la República Islámica de Irán, en el logro de la defensa de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos de la región. Hoy en Irán se conmemora un triunfo histórico, en un periodo comprendido entre el 1 y el 11 de febrero que se denomina la ‘Década del Alba’ signada por ceremonias, homenajes y actos conmemorativos, que dan cuenta del regreso del exilio del Iman Jomeini alentando al pueblo iraní a intensificar su lucha revolucionaria de manera que el día 11 de febrero se logra la caída del régimen monárquico de los Pahlevíes y la victoria de la Revolución Islámica de Irán y con ello el sacudirse definitivamente el yugo estadounidense. Pero ese triunfo no ha hecho desaparecer el peligro de un país que ha generado fuertes tensiones contra la nación persa y una campaña de desestabilización con el objetivo de cercar a Irán y sacar de en medio una espina que tiene atravesada la triada conformada por el imperialismo estadounidense, el sionismo israelí y el wahabismo saudí.

Desde esa fecha histórica del año 1979, hasta el día de hoy, la historia de relaciones entre Irán y Estados Unidos – a lo que sumamos a socios de este último país como Inglaterra, Francia e Israel, principalmente – ha estado teñida de tensiones. Ya sea a través de una guerrilla verbal, como también enfrentamientos que han puesto en alerta a los ejércitos de ambos países y una serie de acontecimientos, que sitúan a este contencioso como uno de los más complejos en el área del Oriente Medio, con claras influencias al Asia Central y el norte africano.

A 38 años del triunfo de la revolución he querido reeditar mis palabras, expresadas hace un par de años en el contexto del concurso internacional Fayr llamado por la Radio Voz Exterior de Irán y así signar y resaltar el papel que cumple Irán, no sólo en el plano regional, que brilla con más fuerza que nunca, a partir del triunfo en la firma de los acuerdos nucleares, su decidido apoyo a la causa del pueblo palestino contra el sionismo en lucha por su soberanía. Como también el sostén otorgado a los pueblos de Siria, Irak, Yemen y Bahréin. Sólo la República Islámica de Irán ha logrado frenar, en múltiples frentes, los ímpetus del terrorismo global. Un terrorismo impulsado por Washington y sus socios europeos, junto a la entidad sionista, Arabia Saudí, Turquía y las monarquías ribereñas del Golfo Pérsico.

Irán lidera así un Eje de la Resistencia que ha ganado el prestigio y el apoyo de los pueblos de Oriente Medio, junto a la labor de Hezbolá, fuerzas del gobierno sirio, milicias palestinas y chitas en los países, que sufren la agresión del sionismo en alianza con el wahabismo saudí y que tratan de presentar a Irán como patrocinador del terrorismo ocultando con ello el papel que cumple Washington, Tel Aviv, Riad y sus socios en el patrocinio, apoyo, financiamiento y sostén de los grupos terroristas que operan en Siria, Irak, Afganistán, Libia… como Daesh, Fath al Sham – ex frente al Nusra, Al Qaeda en el Magreb, Boko Haram, Al Shabab, Ahrar al Sham. Ha sido occidente y sus aliados los que han permitido el nacimiento de estas criaturas monstruosas y su desarrollo a la par de la muerte de cientos de miles de seres humanos. No ha sido Irán, Palestina, Siria, Irak o Rusia quienes han propiciado el accionar del terrorismo takfirí que va en apoyo de los objetivos hegemónicos de occidente.

Existen una serie de mitos sobre Irán, que es necesario desmontar. Ello, porque constituyen no sólo una demonización de Irán, sino que demuestran cómo se desvirtúa la riqueza cultural de un país milenario; «la demonización y aislamiento de Irán forma parte de una campaña integral y polifacética, cuyo propósito es vilipendiar y condenar al ostracismo al mundo musulmán. Proceso intensificado desde los atentados el 11 de septiembre del año 2001 en Estados Unidos, de los que se culpó a los musulmanes y que pusieron en marcha la denominada por Occidente, como guerra global contra el terrorismo».

Irán ha sido acusado de terrorismo por parte de Estados Unidos, siguiéndole en ello países como Francia e Inglaterra y sin embargo la nación persa, desde hace 276 años no ha invadido ni hostigado a país alguno. Sin embargo, Estados Unidos, sólo en las guerras de agresión contra Corea, Vietnam e Irak ha ocasionado la muerte de 7 millones de personas y 20 millones de heridos, amén de la destrucción casi total de esos países. Sumemos a ello las guerras y acciones de agresión contra Cuba, Nicaragua, Panamá y Granada. La conducta subversiva para derribar gobiernos en Chile, Brasil, Guatemala, Venezuela, entre otros. Sus intervenciones, a través de sus socios occidentales en países africanos y las mortales guerras de liberación nacional, que enfrentó a los Movimientos de Liberación africanos contra metrópolis que se resistían a perder el poder en sus colonias. ¿El resultado? Millones de muertos, como el millón de víctimas en Argelia en la defensa ante Francia.

Sigamos sumando con el millón de muertos en Angola, en una guerra civil donde el apoyo a la contrarrevolución venía de Sudáfrica y el Zaire de Mobutu, con el gran hermano mirando desde su atalaya en la Casa Blanca. El apoyo irrestricto a Israel, desde el año 1948 a la fecha, como también en todas las agresiones contra el pueblo palestino por parte de la entidad sionista, sin que exista disposición alguna, que concrete sanciones, bloqueos o aislamiento del régimen sionista frente a sus crímenes y la violación constante a las resoluciones de las Naciones Unidas. El apoyo a movimientos terroristas de raíz takfirí, para derrocar al gobierno de Bashar al Assad o permitir la represión contra el pueblo yemeni y bahreiní. Y, sin embargo, la idiotez discursiva de los medios de comunicación de Estados Unidos suelen calificar a Irán como un país incivilizado, desconociendo su cultura milenaria y sus contribuciones inestimables a la cultura en la ciencia, economía y estilos de vida del mundo pero, sobre todo, el apoyo sostenido a la lucha por la autodeterminación de los pueblos y seguir teniendo, como eje principal de su política exterior, la defensa del derecho del pueblo palestino a su libertad, como ningún otro en el mundo.

¿Objetivo? Destruir a Irán

Estados Unidos, desde el triunfo de la revolución iraní el año 1979, se ha empeñado en destruir la nación persa, a la cual no perdona haber escapado de sus garras. Para ello ha atizado el motor de la ignorancia, de las denuncias sin pruebas, de las acciones desestabilizadoras, el mundo de las sanciones y el bloqueo para causar malestar en la población. Todo ello en el marco de lo que el autor francés Jean Michel Vernochet, en un valiosísimo libro titulado «Irán: la destrucción necesaria», sostiene que es necesario ver, analizar con mirada lúcida las fuerzas que impulsan, no sólo a Israel, sino a todo el sistema occidental dominante (liderado por Estados Unidos) en la decisión política estratégica de implementar una guerra contra Irán.

Para Vernochet, ese occidente predador sostiene que «hay que destruir a Irán ¡claro que sí! No sólo para impedir su eventual acceso al arma atómica (algo improbable) no sólo porque la independencia de Irán puede poner en entredicho la preeminencia regional de Israel, atalaya occidental en el oriente medio, y como dicen algunos, el estado 51 de los Estados Unidos, a le vez que el último miembro de la Unión Europea. Es que hay que mantener, a toda costa, la posición dominante de Israel en la región, que depende de su monopolio regional del arma atómica». Ventaja que trata de defender a toda costa, así se haya constituido en lo que ha sido Israel desde su proclamación en noviembre del año 1948: una entidad colonialista, racista y criminal.

Esta es la prueba de la doble moral occidental, que rasga vestiduras frente al programa nuclear iraní, sin embargo viste de oropeles y joyas a su aliado, triste amante regional, atrincherado en el Levante Mediterráneo, sojuzgando a la población palestina, agrediendo a vecinos y creando el caso mediante el apoyo a movimientos terroristas como Daesh, Ahrar Al Sham o Fath Al Sham – ex Frente Al Nusra -. Asesinando a dirigentes opositores y a científicos nucleares iraníes, apoyando con operaciones de bandera falsa a Israel, en una clara alianza con el mundo takfirí, ha decidido incendiar Medio Oriente y para ello las víctimas, por cientos de miles, las ponen los pueblos de Siria, Irak y Palestina.

Los desacuerdos entre Irán y Estados Unidos son numerosos y en ello los gobiernos de Washington, sin excepción, han contado con el apoyo incondicional de países como Inglaterra, Francia y el régimen de Israel, a los que hay que adicionar a Turquía y las monarquías árabes del Golfo Pérsico, para ofrecer un frente común contra la revolución iraní. La participación de Estados Unidos en materia de intervenciones directas e indirectas en la sociedad iraní se remonta al periodo posterior al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando en el marco de la Guerra Fría, el águila estadounidense colocó sus ojos y sus garras en el país persa, tratando de situarlo como una pieza de contención contra el avance soviético en la zona y construir una estabilidad «a lo estadounidense» en Oriente Medio. Es así que desarrolló una cercana relación con Mohammad Reza Pahlavi, quien sucedió a su padre, simpatizante de la Alemania nazi durante los años de la 2GM y que fue obligado a abdicar en agosto del año 1941. Durante el período que duró la 2GM, Irán fue ocupado por británicos y soviéticos.

El año 1951 se elige como Primer Ministro de Irán a Mohamed Mosadeq, quien intentó en agosto del año 1953 nacionalizar la industria petrolera. Ese mismo mes el Shah firma un decreto por el cual destituye a Mossadeq, decisión que es resistida por la población obligando a Mohammad Reza a huir con destino a Roma. Durante el transcurso de este proceso el jefe de la CIA, Allan Dulles, arriba a la capital italiana, para así coordinar las acciones que condujeron al derrocamiento de Mossadeq. El Shah retorna a Irán, tras una brevísima estadía en la capital italiana y comienza desarrollar una política de profunda represión apoyado por la policía secreta fundada el año 1957, la SAVAK (Sazeman-e Ettela’at va Amniyat-e Keshvar) Organización de Inteligencia y Seguridad Nacional), cuyos fundamentos, entrenamiento y dirección estuvo en manos de la CIA.

El reinado opresivo del Sah continuó sin grandes contratiempos, a punta de represión, muerte y exilio de sus opositores, convirtiéndose en el títere y más fiel aliado de Estados Unidos, junto a Israel en la zona, con quienes trabajaron en conjunto desde la instauración de la entidad el año 1948 a costa de los territorios palestinos. Más aún, Mohammad Reza reconoce a Israel, como no lo había hecho ningún país de la región, quien se convierte en un asesor permanente en materia de seguridad y entrega de información sobre el mundo opositor en un trabajo conjunto con la CIA y la SAVAK. Era tan estrecha esta relación que funcionarios de la monarquía persa solicitaron el año 1979, a oficiales del Mossad asesinar al Iman Jomeini, convencidos que de esa forma podrían detener la revolución iraní.

Un par de años antes, en 1977, el presidente demócrata estadounidense Jimmy Carter visita la nación persa y declara que Irán «bajo el gran liderazgo del Shah es una isla de estabilidad». Una declaración, no sólo desafortunada, sino que llena de complicidad con los crímenes cometidos por la policía secreta iraní y, sobre todo, con millones de hombres y mujeres que exigían un cambio político profundo. La «isla de estabilidad» comenzó a hundirse por el cansancio de una población hastiada de la brutalidad, la corrupción, la autocracia de un gobierno que había hundido a Irán y sometido su soberanía a las manos estadounidenses e israelíes. Una profunda crisis económica fue el preámbulo para que el pueblo iraní derrocara a Mohammad Reza, y se lograra el retorno del Ayatolá Ruhola Jomeini, líder espiritual iraní, desde el exilio en Francia, dando comienzo a una nueva etapa en la milenaria historia de la nación persa.

Continuará…

Fuente original: http://www.hispantv.com/noticias/opinion/332214/revolucion-islamica-iran-1979-shah-pahlavi-eeuu

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.